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Follando en el mirador

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Era una tarde fría de septiembre donde las primeras lluvias del año empezaban a caer. Aquella tarde había quedado con Adrián para ir a dar una vuelta. No sé muy bien lo que éramos, nuestra relación no estaba definida, éramos amigos, pero había habido algún roce más íntimo.

Pensábamos ir a dar un paseo por el paseo marítimo pero la lluvia no os dejó. Yo llevaba puesta una falda corta y una blusa rosa. Los tacones hacían que quedase a su altura. Yo mido 1,63 el 1,80.

Ahí estábamos dentro del coche sin saber a dónde ir. Él propuso ir a un mirador desde el que se ve la pista del aeropuerto y los aviones aterrizar. Acepté. Por el camino los nervios me comían, sabía perfectamente a qué se iba a ese mirador. Cuando llegamos allí estuvimos un rato en silencio sin saber qué decir.

Nos sentamos en el capó del coche cuando el sol se empezó a poner y la luz de la puesta de sol cogió un color impresionante. Adrián me empezó a besar primero con ternura y después apasionadamente. Metió su mano por debajo de mi falda y empezó a acariciar mis muslos. El beso cada vez era más y más caliente. Su mano cada vez subía más. Mi vagina se empezó a humedecer y al momento noté como su polla presionaba el pantalón deseando salir. Le empecé a tocar por encima de la tela.

-ummm, creo que aquí hay algo con ganas de jugar. Dije

Sin pudor a que no pudieran ver le bajé la cremallera del pantalón y comencé a masturbarle. Mi cuerpo pedía más. Me puse de pie y con el baile más sensual que pude me quité el tanga que llevaba. En ese momento el explotó. Se levantó y me comenzó a besar como nunca antes lo había hecho, sentía un calor inmenso por mi cuerpo.

-Gírate y apóyate en el coche. Me ordeno

Yo no lo pensé dos veces he hice lo que me dijo. Me abrió las piernas y bajó su boca hasta mi coño. Comenzó a lamerlo y a jugar con mi clítoris hasta que no pudo más. Sin previo aviso se levantó y me metió la polla de una en mi húmedo coño. Me penetró como un animal, entraba y salía a un ritmo que me estaba volviendo loca. Al mismo tiempo me magreaba las tetas. Su mano por debajo de mi sujetador apretaba los pezones y me hacía sentirme como loca.

Las penetraciones cada vez tenían más fuerza. Yo estaba ahí, apoyada en el coche sin poderle ver la cara, me sentía totalmente poseída. Comencé a temblar y un orgasmo salió de dentro de mi. Si había alguien alrededor me oyó seguro. Fue un grito difícil de ocultar. El seguía en mi interior con embestidas más lentas. Al momento también comenzó a temblar, sacó la polla, me puso de rodillas y me obligó a tragarme toda su leche.

En ese momento salió un hombre de detrás de los matorrales. Lo había visto todo.

Continuará...

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