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Gina y el séptimo piso
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Tiempo de lectura: 4 minutos

Gina y yo vivíamos un idilio. Una romántica aventura prohibida. Una vez por semana, durante la hora del almuerzo nos escapábamos a un motel cercano a tirar. Nos turnábamos para salir, primero uno y a los cinco minutos el otro con el afán de no levantar sospechas entre la gente del trabajo. El primero esperaba al otro a dos cuadras de la oficina y tomábamos un taxi con rumbo al delirio. Volvíamos justo a tiempo para almorzar y volver al trabajo.

Para este entonces ya estábamos muy entrelazados, cuando llegábamos al motel nos volvíamos uno, los cuerpos encajaban perfectamente. La ponía a chupar por largos minutos viendo su cuerpo delgado contonearse en el espejo encima de la cama. Ella me decía “cosita”. Me sentía algo culpable, yo tenía una novia que a la postre sería mi esposa, pero aquello era muy intenso.

Un día llegó con una sorpresa para mí. Llegamos al motel, nos desnudamos y la vi sacar de su mochila una correa de perro de color rosado. Se acercó a mí, me la entregó. Pude ver que traía una placa, decía “Cosita”. Se la enrolló en el cuello, se puso en cuatro patas y le di un paseo por toda la habitación deteniéndonos constantemente para que me mamara la verga. Era el tipo de cosas que hacíamos, era increíble.

Yo trabajaba en el sexto piso, ella en el quinto. Chateábamos todo el tiempo, a veces de cualquier cosa, a veces de sexo. Resultaba yo a las tres de la tarde con una erección de los mil demonios con ganas de raptarla hacia nuestro escondite, aunque claramente era imposible a esa hora. Pero se iba a encontrar la forma…

-¿Qué haces? -le pregunté en el chat.

-Estoy terminando algo, cansada -respondió.

-¿Tan cansada como para tragarte toda mi leche?

-ufff, para eso nunca estoy cansada cosita

-La tengo dura, vamos para el motel

-jajaja bobo, a esta hora no se puede

-Yo sé, pero tengo muchas ganas de ponerte en cuatro y darte duro

-ufff cosita basta jejeje

-Por qué no subes y me la chupas acá en el puesto, que lo sepan todos

-jajaja si? Mejor no jejeje

-bueno vamos al baño

-nos puede ver alguien oye, estás loco, me encanta

-debe haber un lugar…

Mi mente empezó a recorrer todo el edificio en busca de un lugar en donde pudiera saciar mis ganas de cogerme a Gina. No había muchos lugares para tales fines. De repente lo encontré.

En el séptimo piso no había nada, solo una puerta que daba a la azotea del edificio, siempre estaba cerrada. Frente a la puerta había un espacio de 2×2 metros más o menos justo al terminar la escalera. Nadie subía, solo la gente de mantenimiento de vez en cuando.

-Creo que sé dónde podemos vernos -Le escribí.

-¿Dónde? -Respondió.

-El séptimo piso

-Peligroso, que tal que suba alguien?

-Yo sé que es peligroso, no te gusta?

Hubo una pausa larga.

¿Cómo hacemos? -Me escribió.

Me levanté de mi puesto y caminé un largo pasillo que llevaba al hall del sexto piso. Me asomé a la escalera que daba al séptimo piso y pude ver la gran puerta blanca de metal cerrada con candado. Volví a mi puesto.

-En cinco minutos te espero en el séptimo piso -le escribí.

-ufff, bueno -Respondió.

Esperé un momento para asegurarme de que no hubiera moros en la costa y subí las escaleras. Me posicioné de espaldas a una de las paredes y posé mi mirada en las escaleras. No tardé mucho en escuchar unos pasos que subían, vi a Gina aparecer. Iba a dar el paso para subir el primer escalón y se detuvo, miró hacia atrás, miró hacia mí y empezó a subir.

La recibí con un beso en sus gruesos labios. Desabroché su jean y metí mi mano entre su tanga. Mis dedos se impregnaron de sus jugos y Gina soltó un gemido. Tomé su mano y la puse sobre mi verga aún oculta por mi pantalón, ya tiesa, ya lista. Me bajé el cierre y saqué mi falo. Casi instintivamente, como era nuestra costumbre, Gina se arrodilló, abrió su boca y empezó a chupármela.

En un relato anterior hablé de las mamadas de Gina y creo que hablaré de eso siempre que relate nuestras experiencias. Gina chupaba verga como nadie más. Generaba saliva para humedecerla toda y mientras se la tragaba sostenía la base haciendo un movimiento circular con la mano y con la cabeza, lo recuerdo y se me para. Nunca fue de tragársela toda, cuando yo sujetaba su cabeza y hundía mi verga hasta el fondo de su garganta hacia arcadas y terminé entendiendo que aquello de la garganta profunda no era lo suyo. No me recriminaba nunca, dejaba que yo le hiciera lo que quisiera. Recuerdo una frase que me dijo una vez cuando la vi coqueteando con otro chico y le recriminé por celos, le dije que si íbamos a estar juntos debía ser solo para mí, ella dijo “Yo hago lo que tú me digas”.

Volviendo al séptimo piso. Me la siguió mamando hasta que no pude contenerme y sujetando la parte posterior de su cabeza vacié todo mi semen en su boca. Tosió un poco pero se tragó todo, mi niña juiciosa. Se levantó, nos despedimos y bajó, yo bajé después.

Habíamos encontrado el sitio, ya no solo nos íbamos una vez por semana a un motel sino que otro par de veces por semana nos encontrábamos en el séptimo piso. Pasamos de simples mamadas a coger allí mismo. Ella se inclinaba sobre la pared y me ofrecía su culo. Solía penetrarla por el chocho mientras con mi dedo pulgar le trabajaba el ano, a ella le encantaba.

En una ocasión decidimos subir tipo 6 de la tarde, yo fui el primero en llegar y para mi sorpresa la puerta estaba abierta. Ya yo conocía la azotea pero nunca la había visto de noche. Salí a la azotea para ver si había alguien allí, no había nadie. El cielo estaba estrellado, las calles rebosaban de automóviles. El hecho de que la puerta estuviera abierta era clara señal de que algún trabajo estaban realizando y pensé en abortar la misión, me di la vuelta para bajar la escalera y vi a Gina sonriendo sorprendida en la puerta. La misión continuó.

Hablamos por unos minutos esperando a ver si alguien subía pero nadie apareció. Gina se bajó el pantalón y la tanga hasta la mitad de los muslos y se recostó sobre la pared al lado de la puerta para poder ver si alguien llegase a subir. Allí mismo bajo las estrellas y tal vez algún espectador del edificio del frente le metí la verga a Gina. Al estar al aire libre no éramos presa del eco de la escalera así que esta vez, a diferencia de las otras, hubo gemidos a alto volumen.

Antes de venirme Gina se arrodilló y enrolló mi verga con su lengua para que yo pudiera descargarme completo en su boca. Sonreímos y bajamos.

En una ocasión ocurrió lo que era posible, nos vieron. No fuimos del todo cuidadosos al subir esa vez y mientras nos besábamos antes de ir a por todo un compañero se asomó desde el sexto piso.

-¿Qué están haciendo ahí? -Preguntó más por decir cualquier cosa que por de verdad averiguar, nos vio besándonos a escondidas.

Ese día no hubo sexo en el séptimo piso. Le pedí a mi compañero que por favor lo guardara en secreto. No sé si lo hizo, creería que no. Igual seguimos viéndonos allí mismo.

Esta sería solo una más de las facetas de mi aventura de 5 años con Gina. Una amante en toda la extensión de la palabra. Pronto pasarían más cosas, y también una de las mejores experiencias sexuales que he tenido.

Llevaríamos ya un año viéndonos cuando al trabajo ingresó Jeniffer, una chica tetona y atrevida que despertaría en Gina un lado lésbico que nos llevaría a hacer un trío. Pero eso es otra historia.

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