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Infieles todos en un fin de semana: Maribel

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Imaginar a Yesica con Sara haciendo el amor me tenía más que caliente. Mi novia me pidió dejarlas a solas y aunque me hubiera encantado estar presente, tenía el compromiso de salir con los demás amigos del grupo a bailar. Y disculpar a Yesica por no haber ido. Cuando salí del cuarto dejando a mi novia con Sara yo estaba muy excitado.

Quedamos en vernos a las 9 de la noche en la disco en donde íbamos a bailar. Cuando llegué ya estaban ahí Maribel y Arturo, su novio. Al poco rato llegó Alex y luego Yaja. Todos estaban extrañados de no ver ahí a Yesica, les dije que no había podido ir pues estaba en cama con calentura. Literalmente estaba en la cama, muy caliente y bien acompañada por Sara. Todos aceptaron mi excusa sin sospechar otra cosa y nos metimos a la discoteca. Adentro estaba muy lleno pues al ser el único antro en la ciudad en aquellos años, todos los que queríamos divertirnos ahí íbamos a parar. El no estar mi novia ahí le hizo perder el interés a Yaja de estar con nosotros, así que se paró a bailar con algunos chavos que ella conocía, Alex y Arturo fueron con ella y desde una de las mesas Maribel y yo los veíamos bailar en la pista. Estos chavos los invitaron a su mesa y se pusieron a tomar, se estaban poniendo muy calientes pues bailaban muy sensual en grupo. A Maribel no le agradaba ver a su novio así, de tal modo que también empezó a pedir tragos muy seguido, parecía que quería emborracharse. Como una hora después Yaja, Alex y Arturo fueron a decirnos que iban a seguir la fiesta en la casa de uno de los chavos con los que estaban y que si queríamos podíamos acompañarlos. Maribel estaba muy enojada, así que se negó, le dijo a Arturo que pagara su consumo y agarró camino a la salida. Yo tampoco quise ir, así que le dije a su novio que yo la llevaba a su casa y ellos fueran a seguir la fiesta. Él me dio las gracias y dijo que se hacía cargo de la cuenta. Mejor para mí, pues con lo que me ahorré pensé en llevar a Maribel al motel y cogérmela. Cuando la alcancé me abrazó muy fuerte mientras lloraba y caminando se iba desahogando conmigo. Aunque quería mucho a Arturo, ella sabía que él tenía otros gustos y su relación era solo por apariencia.

- Me duele que no me quiera como yo espero, de algún modo me excita saber que se lo van a coger, pero también me da gusto que sea como él quiere ser -, me decía mientras se tranquilizaba.

- ¿Te llevo a tu casa o vamos a un motel? -, le dije esperando que aceptara lo segundo. - ¿Por qué mejor no vamos a tu cuarto? -, preguntó.

- Arturo iba a pagar nuestro consumo, paguemos mejor un motel a la salud de tu novio y no estés pensando en que se lo van a coger, disfrutemos estar juntos esta noche. - No había forma de que yo la llevara al cuarto pues ahí estaban Yesica y Sara.

Entrando al cuarto del motel la tomé por su cintura y me incliné para besarla, rodeó con sus brazos mi cuello y la levanté tomando sus nalgas con mis manos, ella también me rodeó con sus piernas. Su delgado cuerpo y no pesar mucho me ayudaba para cargarla fácilmente. Olía riquísimo el perfume que usaba esa noche. Nos separamos para quitarnos la ropa, estando desnudos la volví a cargar de la misma forma, ella con sus piernas abiertas alrededor de mi cuerpo, podía sentir la humedad de su panocha sobre mi abdomen, mi verga estaba muy dura y solo era necesario un movimiento para ensartarla, pero no me había puesto condón. Además quería probar esa humedad que traía entre sus piernas, así que la recosté en la cama y me bajé a meter mi lengua en su pequeña panocha, ella gemía y se aferraba a mi cabeza mientras levantaba sus piernas, podía sentir las plantas de sus pies sobre mi espalda y la presión que sus piernas hacían en mi cabeza. No tardó mucho en venirse y su orgasmo me supo delicioso, metí mi lengua tratando de dejarla lo más limpia que se pudo y ella no dejaba de gemir.

Le tocaba a ella hacerme una mamada, recuerdo que apenas le cabía la cabeza y un poco más de mi verga en la boca y eso con algo de trabajo, pues su boca es pequeña, pero ya caliente le entraba un poco más. Ese día la coloqué sobre la cama como para hacer un 69, pero ella estando abajo era un poco incómodo, así que teniendo mi verga en su boca, pasé mis brazos por su cintura y la levanté, así estábamos haciendo un 69 de pie, ella puso sus piernas sobre mis hombros y yo la tenía abierta y disponibles su panocha y su pequeño ano, el cual esa noche iba a ser mío. Pasaba mi lengua de un extremo a otro de su panocha y mordía sus pequeños labios vaginales, ella aunque estaba de cabeza, se esmeraba en hacerme una buena mamada mientras sus manos se aferraban a mis nalgas con fuerza. Lo apretada que sentía su boca y la succión que hacía me hacían disfrutar mucho pero no me hizo venir. Así como la tenía me concentré en su ano, con mis manos abarqué lo más que pude sus nalgas y las separé, puse ahí mi lengua e hice presión para meterla lo más posible, ella gemía y movía sus nalguitas disfrutándolo y aunque tenía la boca llena, sus gemidos parecían pedir más a lo que yo abría más la boca estirando mi lengua al tiempo que separaba sus nalgas con fuerza, su ano estaba muy dilatado. Ella tan excitada, ese era el momento para penetrarle el culo.

La recosté en la orilla de la cama y coloqué sus pies sobre mis hombros, tomé el tronco de mi verga con la mano y estando lubricados su ano y mi verga con nuestras salivas, comencé a hacer presión, ella se aferró con sus manos a las sábanas y la sentí tan apretada cuando entró la cabeza, ella solo dio un gemido pequeño y me pidió hacerlo despacio. Ya estaba dentro así que solté mi tronco y puse mi mano alrededor de su cuello y comencé a hacer presión. Sentí como iba desapareciendo dentro de ese culito apretado, sus gemidos eran de dolor, así que me acerqué a besarla, ella se abrazó a mi cuello y estando así me quedé quieto y fue ella quien comenzó un movimiento de caderas metiéndose con ese ritmo un tramo más de mi verga, yo no tenía palabras para describir lo que sentía, pero ese movimiento estaba por hacerme venir. Ella llegó a un punto en el que sintió que ya no entraba más, su movimiento se hizo más lento y encontró el modo de meter una de sus manos hasta su panocha para masturbarse y encontramos el ritmo para disfrutarlo los dos, ella mordía mis labios mientras gemíamos y fue con ese ritmo que mientras ella se venía yo sentía esas contracciones en su interior, se sentía tan bien que casi al mismo tiempo me vacié dentro de ella quien también sentía mi orgasmo en su interior y lo caliente de mi esperma. No gritó pero sus gemidos fueron intensos, ella soltó su cuerpo sobre la cama, solo sus piernas seguían sobre mis hombros. Yo me incorporé y pude ver que faltó poco para tener toda mi verga adentro. Me fui retirando poco a poco pues sacarla le estaba causando algo de dolor y molestia, me tomé mi tiempo pues a pesar de haberme venido mi verga seguia muy dura por la presión y lo apretado de su ano. Después de un rato por fin pude sacarla y salió también toda mi descarga de leche, manchando el piso. Seguí sosteniendo sus piernas hasta que salió la mayor parte de semen, mientras decía que ahora entendía que su novio disfrutara del sexo anal, pues a ella aunque le había dolido también había sido algo nuevo y lo disfrutó. Quería que se volviera a repetir, aunque no ese día pues tenía que recuperarse. Nos levantamos y nos fuimos a bañar. No era tan tarde aún, así que después de un baño juntos nos metimos a la cama.

De nuevo estábamos calientes entre besos y la plática, pues ella me contaba que a su novio para que se la pudiera coger tenían que recordar la veces que lo habíamos hecho en grupo y que yo y mi verga era la razón de que a él se le parara, pues hablaban de cómo me la chupaba y también de cuánto disfrutaba tenerla adentro, mejor dicho que los dos lo disfrutaban y así entre esas pláticas, hacían el amor, aunque no duraban mucho sus relaciones. Y hasta esos días en los que había estado conmigo fue que comenzó a disfrutar los orgasmos.

Besándonos ya estábamos más que listos para coger de nuevo. Me puse un condón y ella se montó sobre mí y con su mano sostuvo mi verga para introducirla de a poco en su apretada panocha, se sentía rico su calor vaginal y aunque por ahí no entraba toda, era suficiente para disfrutar sus subidas y bajadas en mi tronco. Se movía delicioso y ahora ella llevaba el ritmo para sentir más intensos sus orgasmos. Estando sobre mí, me encantaba ver sus pequeñas muy pequeñas tetas, solo alcanzaba a tomar sus pezones con mis dedos y pellizcarlos y eso a ella le encantaba. Poniendo sus manos sobre las mías, el movimiento lo hacían sus caderas y yo encantado de sentirla así apretada, liberada, disfrutando, olvidada de su novio, disfrutando ese momento, esos orgasmos. Se vino una vez y aunque paró un poco su ritmo para disfrutar su orgasmo, sin sacarse mi verga, volvió al movimiento de arriba abajo y adelante atrás mientras yo la tomaba de sus caderas y ella se acariciaba sus pezones. Sus movimientos me hicieron venir delicioso, teniendo casi toda mi verga adentro, me vacié tan fuerte que me dolió un poco la verga. Aun así seguía duro y Maribel siguió el movimiento, buscando un nuevo orgasmo, al cual llegó tan intenso como las otras veces. Gimiendo, se fue calmando poco a poco, hasta recostarse sobre mi pecho. Cansada pero con una enorme sonrisa en sus labios. Los dos estábamos contentos.

Salimos del motel y caminando la acompañé a su casa, la cual no estaba lejos de ahí. En el camino le dije que ella merecía ser feliz, que quizá con Arturo no encontraría esa felicidad y ella se merecía a alguien mejor. Ella ya había pensado lo mismo y le faltaba un empujón para decidirse. Esa noche sirvió para decidirse. A los pocos días terminó con Arturo y siguieron en el grupo como amigos, aunque se hablaban lo menos posible. En las orgías que teníamos ella solo estaba conmigo, de vez en cuando se dejaba tocar por Yaja o por Yesica, pero con ninguna de las dos llegaba a algo más que toqueteos o uno que otro beso en la boca. Yo si me la cogía con todas las ganas.

También estuvimos con mi novia, quien disfrutaba verme haciéndole sexo anal a Maribel. Algo que no creía posible, dado el cuerpo tan delgado de su amiga, pero que disfrutaba mucho verme dentro de ella. Yesica tenía unos orgasmos tan intensos al masturbarse mientras yo me venía dentro del culo de Maribel, siempre ha sido el fetiche de mi esposa el sexo anal. Aunque hasta esos días, ella seguía sin querer practicarlo, ambos disfrutábamos de otros culos. Yo de cogerlos y ella viéndonos.

Maribel también fue una de los del grupo que nos salimos a los dos años de la escuela, ella inicio otra carrera en otra universidad. Cambió su vida y tuvo otras parejas. Tampoco coincidimos mucho con ella. Y en la reunión que hubo hace algunos años ella asistió, casada y muy seria. Una mujer diferente que entró a la religión y ahora es muy recatada. Olvidada seguramente de los años que pasamos y de todo lo que hicimos. A fin de cuentas, se veía bien, tranquila y feliz con su pareja.

Ese fin de semana no terminó ahí. Regresé algo tarde al cuarto que rentabamos y encontré a Yesica y a Sara dormidas y abrazadas. Mi novia con medias y su liguero se veía hermosa, de solo verla se me ponía dura la verga. También era una hermosa visión tener a otra belleza desnuda sobre mi cama, Sara dueña de una belleza sin igual. Se veían hermosas las dos desnudas. Cuando entré sin querer las desperté, Sara se cubrió con una sábana y se sonrojó por el hecho de que la vi desnuda. Aunque ya la había visto en otras veces, ella era muy inocente. Seguimos en el siguiente relato.

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