Hace una semana recibí la llamada de una buena amiga de la que he hablado en muchas ocasiones y he escrito un relato de la primera vez que follamos. Esta linda mujer no es celosa y quizá porque conoce mi condición de soltero y promiscuo ella me ha conectado con algunas otras chicas e incluso su sobrina fue parte de uno de esos relatos. Me llama y me pregunta:
– ¿No has recibido algún texto extraño últimamente?
– ¿Cómo lo sabes? ¿Has sido tú la de la broma?
En esa semana recibí algunos textos bastante sugerentes de un teléfono desconocido y solo me limité a contestar diciendo: ¿Nos conocemos? – Sugerentemente me contestó que no, pero que le encantaría conocerme y comerme de pie a cabeza. No le di mucha importancia e intuía que se trataba de alguna broma de alguien conocido, pero en esa llamada mi amiga Diana me daba a conocer que se trataba de una amiga que había conocido hace mucho tiempo en el gimnasio. Me contó que era una chica oriental de 35 años y que estaba casada con un médico 14 años mayor que ella. Me decía que no tenía problemas maritales, pero en esas pláticas de mujeres, ella le había confesado que el miembro de su esposo no pasaba de los ocho centímetros y que ella miraba en el porno todas esas vergas hermosas pero que ella nunca tuvo la suerte de encontrarse una con esas proporciones que idealizaba antes de casarse.
Mi amiga me la describió y me había dicho que le había hablado de mí y que a ella le había parecido un hombre guapo a pesar de que aparento ya unas canas. Le había dado mi nombre y número de teléfono, pero no se había atrevido a llamarme y solo me coqueteaba por medio de textos. Su nombre es Jammie y el día que me volvió a enviar un texto sugestivo le contesté: ¡Si Jammie, solo visto unos bóxer azules en este momento! – Creo que se quedó paralizada cuando me referí a ella por su nombre y una hora después yo le enviaba un texto diciendo: – ¡No te asustes que no como! Aunque me gustaría comerme tu conchita… si es eso lo tu realmente buscas. -No recibí otro texto hasta horas de la noche y en este decía:
– ¡Nunca he hecho nada así! ¡Nunca pensé que Diana te diera mi nombre!
– Diana es una buena amiga, pero si no estás segura es mejor que dejemos de enviar textos.
– Solo me gustaría que me enviaras una fotografía de tu miembro.
– Disculpa, pero no hago sexting… si realmente la quieres ver, dime donde nos vemos y te doy permiso que hagas lo que quieras con ella.
– ¡Está bien! ¿Podría ser en tu casa?
– ¡No hay ningún problema! ¿Cuándo quieres venir?
– Podría ser mañana si tienes tiempo.
– Perfecto… mañana por la mañana te espero.
Me había dado una hora específica y luego me enviaba una fotografía donde aparecía de medio cuerpo. Concordaba con mi amiga Diana, Jammie es una chica linda de cabello oscuro y lacio típico de esta gente oriental. Obviamente de ojos oscuros y achinados y una boca pequeña de labios medianos en su grosor. No podía juzgar su cuerpo en totalidad, pero según me decía Diana, era la típica mujer oriental de cuerpo esbelto, aunque recalcaba que tenía unos senos que ella consideraba eran el resultado de la cirugía plástica. Me eché a dormir contemplando el rostro de esta chica que me estaría follando la siguiente mañana.
Exactamente 30 minutos de la hora indicada recibo un texto diciéndome que está en camino a mi casa. 20 minutos después me llama el guardia de seguridad de la colonia y autorizo que la hagan pasar. Mi casa es la primera pasando la entrada y en minutos sonaba el timbre. La hago pasar a la sala y me deslumbra con una silueta muy sensual, pues viste unos leggings negros, una blusa blanca, lleva poco maquillaje, pero realmente Jammie es radiante y muy jovial. No aparenta sus 35 años, honestamente luce mucho menor.
Intuyo que está algo nerviosa, le ofrezco un té para que se relaje y le muestro la casa y desde las ventanas vemos los jardines. Por lo que me decía Diana sabía que en algo era tímida y para romper el hielo le pregunté:
– ¿Ahora no me vas a preguntar que color de ropa interior visto? – ella sonríe.
– ¿Qué color llevas?
– ¡Ahora lo puedes descubrir por ti sola cuando quieras! -vuelve a sonreír.
Jammie tiene una altura de un metro sesenta y quizá pesará unas 125 a 130 libras. Es de ademanes delicados y como toda mujer se mira que se ocupa de mantener una buena figura. Sus pechos no eran los usuales en un típico cuerpo como este y quizá Diana tenía razón, debían ser el resultado de la cirugía plástica, pero su trasero era acorde a su sensual figura y este sino era muy pronunciado, era lo suficiente para lucir un jean y hacer voltear las miradas. En esos leggings negros podía ver como se pegaba a su conchita y pensé que no llevaba panti, pues no se notaba el relieve. Ella se tomó el té y yo terminé con unas cuantas onzas de jugo de toronja que me había servido cuando le dije:
– ¿Quieres pasar a conocer mi habitación?
– ¡Por supuesto… me gustaría!
Era como decirle: ¿Quieres pasar a que te coja? – Y su respuesta era igual a decir: ¡Estoy lista para que me folles… a eso he venido! – Subimos las escaleras y en minutos entramos a mi habitación. Las ventanas estaban abiertas y desde ahí se puede ver el río que pasa atrás de mi casa. Ella me dijo:
– ¡Tienes bonita vista! ¡Qué bonito paisaje!
– Creo que nos más lindo y bello de lo que tengo frente de mí. -le dije y ella sonrió tímidamente.
Me le acerqué y le di un beso por sobre los labios y luego nos comenzamos a besar apasionadamente. A Jammie le gustan los besos apasionados y prolongados y estuvimos por unos minutos saboreando nuestras lenguas. Sentí sus pechos en contra el mío y puse por primera vez mis manos por sobre sus glúteos y comencé a masajearlos. Ella tomó la iniciativa de removerme la camisa polo y mientras lo hacía me besaba la espalda y los pectorales y no sé si es tradición de esta gente oriental, pero usan mucho las manos. Jammie me tocaba de una forma muy delicada todo mi cuerpo. Yo hice lo propio y le removí su blusa y el sostén. Toqué sus pechos y descubrí que Diana y yo estábamos equivocados, eran naturales y aunque no eran solidos como los de una jovenzuela, los tenía muy bien conservados. Lo que me llamó la atención fue su pezón, el tamaño era descomunal, redondos como una moneda de 25 centavos y los comencé a mamar.
Nos fuimos por sobre la cama, yo a un lado de ella y Jammie comenzó a gemir del placer y miraba como su piel pálida se erizaba. Su abdomen plano me invitó a meter mi lengua en su ombligo mientras me di a la tarea de bajarle sus leggings con su asistencia, pues estos están ceñidos a su piel. También me equivocaba, llevaba una tanga negra, pero de esas que no tienen relieves y más parecía ser parte de su piel, solo que al igual que sus leggings, eran de color negro. No tenía tatuajes, ni imperfecciones en su piel, lo único que noté fueron un par de lunares en su entrepierna. Yo mismo me quité el pantalón y me quedé tan solo con unos calzoncillos estilo bikini de un color blanco semi transparente. Literalmente se me puede ver mi verga con esa tela, pero por el momento Jammie no la veía debido a su posición sobre la cama. Me gustaba el aroma de su piel y por mi experiencia con chicas orientales, estas chicas son entregadas al sexo y cuando te lo van a dar, de verdad lo entregan todo.
Removí su tanga negra que se comenzaba a mojar y descubría una conchita más grande de las que había divisado en mis experiencias anteriores con chicas de esta descendencia, de labios gruesos y un clítoris expuesto. La tenía depilada, con solo un arbusto de vello púbico por sobre su conchita. Me iba a dirigir hacia ella, pero al solo posar mis labios por sobre los labios de su vulva, Jammie me dijo: -Tony, espera… deja que yo me coma tu verga primero y te prometo que después puedes hacer conmigo lo que quieras.
Ella no fue directo a mi verga, Jammie fue recorriendo lenta y delicadamente mi cuerpo. Con su lengua me masajeaba mi cuerpo, me hacía sentir esos pezones recorriendo mis pectorales y abdomen, me besaba las entrepiernas y con su cabello grueso y oscuro, lo tomaba como un pincel y lo frotaba por mi abdomen y testículos. Y en esos momentos ella me dijo: ¡Tienes una hermosa verga! – Era imposible que se la tragara toda, pero su lucha hizo, aunque debo rescatar que lo más rico del sexo oral de esta chica, fue ese masaje que a la vez le hacía a mis huevos y perineo. Saben jugar con ello, y lo hacen con tanta delicadeza que realmente lo quieren a uno hacer disfrutarlo. Me la mamó por unos diez o doce minutos y cuando subió al nivel de mi rostro le di la vuelta y era ahora era yo el que estaba por sobre ella.
Le recorrí cada milímetro de su delgado cuerpo y le dediqué un buen tiempo a masajear con mi lengua su cuello. Su piel se erizaba mientras ella seguía con sus manos y usando sus uñas delicadamente por sobre mis glúteos. Bajé de nuevo a sus dos ricas tetas y mordiscaba esos preciosos pezones y me pidió que lo hiciera suave, pues es muy sensitiva. Bajé hasta su sexo y sentí un aroma a frutas, quizá a fresas y me sorprendí de que le supiera dulce, luego descubriría el hilo que sostenía ese dulce. Ella me pidió que lo sacara pues no debería estar ahí más de dos horas por seguridad. Me dediqué a chupar su conchita con ese aroma y sabor a fresas y me estaba dando tanto gusto, pero ella me interrumpió diciendo: ¡Méteme la verga Tony, me vas hacer acabar!
Solo tenía unos cinco minutos de chuparle la conchita y quería seguir haciéndolo, pero para mí las mujeres en la cama mandan y me incorporé y le puse mi glande a la entrada y se lo sumí lentamente, pues a pesar de que esta chica oriental era más alta que con las que había estado, no dejaba de ser delgada y no quería causarle daño. Ella me lo aprobó diciendo: -Así, lento… suavecito. ¡Qué rica verga tienes! – Se sentía apretada y aunque lentamente se la iba metiendo, llega el punto que uno ya no puede empujarla sin causar dolor en el intento. Esta mujer solo ha experimentado con vergas de 8 a 9 centímetros y aquí tenía una de 23. Si ven esa foto de perfil en este medio, esa es mi verga y, se la comencé a mover lentamente calculando no hacerle daño. Cuando tomó el ritmo y sabía que tanto empujar, comenzó el taladreo y embestidas constantes en donde solo oía gemir a Jammie. Ella era participativa en ese vaivén frenético y fue cuando ella me dijo: Me vas a hacer acabar… dame, dame así… no pares, no pares que me corro. -Le di por varios minutos hasta verla anunciando un segundo orgasmo que le hicieron temblar las piernas y cerrar de nuevo los ojos y este parecía más potente que el primero, pues sentía como me apretaba su vagina la verga que a los minutos me hizo fruncir los testículos y le llené su conchita de mi leche. Me abrazó como si del amor de su vida se tratara, me dio un beso en la boca y me quedó mirando con sus dos ojos negros achinados y me dijo: ¡Que rico coges… me hiciste acabar tan rico las tres veces!
Pensé que solo habían sido dos, y eso es lo que me gusta de las mujeres, ese privilegio de tener orgasmos múltiples. Me pidió si podíamos ir darnos una ducha y salimos ambos desnudos y ella me seguía masajeando el cuerpo con sus manos como en un principio. Me medía con sus dos manos la verga cuando nos bañábamos y fue cuando ella me preguntaba:
– ¿Coge rico Diana?
– Jammie, no me gusta hablar de mis relaciones con otras chicas.
– Solo quiero saber si coge más rico que yo.
– No te preocupes de eso… tu coges rico… me gusta como coges.
– ¿Hay algo que quieras en especial conmigo? -me preguntó de la nada.
– ¡Me gustaría comerme tu trasero! -le dije.
– ¿comértelo o cogértelo?
– ¿A qué estás dispuesta?
– ¡A lo que tú quieras! – me contestó.
En el baño mientras nos caía agua le comencé a mamar los pechos de nuevo. Bajé a sus glúteos y se los comencé a besar. Luego de repente me encontraba lamiendo en medio de sus nalgas hasta llegar a su ojete el cual por la sensación lo contraía. Le pregunté:
– ¿Lo has hecho anteriormente?
– Si… pero no con pollas como la tuya.
– ¿Lo quieres realmente intentar?
– Si… quiero saber que se siente tener una verga así de grande adentro de mi culo.
En el baño mientras le chupaba el ojete le había metido hasta dos dedos y aunque al principio se quejó del dolor, lo había asimilado. Se puso en contra de la pared del baño y le puse mi glande ensalivado por sobre su ojete. Ella me animaba sensualmente diciendo y no muchas mujeres te incentivan para que les rompan el culo, pero Jammie me decía: -Si mi amor, méteme esa verga en el culo, quiero sentir esa verga adentro de mi… rómpeme el culo cariño. – Fue un tanto difícil al principio que lo sostuviera y aunque parecía que se quejaba del dolor, ella seguía incentivándome con sus palabras melosas y llenas de mucho morbo: ¡Uf… que rico, que verga más rica tienes!
Al principio fui cuidadoso con tomar velocidad, pero era esta chica la que empujaba sus nalgas hacia atrás al punto que mis 23 centímetros estaban adentro de ese reducido culo. Se la saqué completamente toda y miraba como le quedaba de abierto. Le di una escupida a su ojete abierto y se la dejé ir de nuevo. Con los minutos eran embestidas que se escuchaba ese cacheteo de sus nalgas y mi pelvis. Jammie se masturbaba mientras yo la sodomizaba y volvía a encontrar la gloria de nuevo. No se pudo sostener con sus piernas y yo le he tomado por sus muslos sin parar ese ajetreo y parecía que se había vuelto loca: ¡Dame, dame, dame… así, no pares…
Jammie gritaba de la excitación, a veces parecía que lloraba, jadeaba que parecía dejaría de respirar y con todo aquel ruido y todo aquel movimiento le dejé ir la segunda corrida en el culo. Le saqué la verga hasta que esta se había puesto flácida. Nos sentamos ambos en el baño intentando recuperar la respiración y luego ella me dijo:
– ¡Nunca me habían culeado así con esas ganas, ni nunca me había corrido varias veces como lo he hecho hoy!
– ¡Gracias por hacerme sentir bien!
– Realmente sabes coger… sabes lo que una mujer quiere.
– Realmente querías que te cogiera el culo.
– Lo deseaba… desde que vi esa hermosa verga que tienes, me imaginé que me la metías por detrás.
– ¿Te gusta entonces el sexo anal?
– ¡Me fascina! Y esa verga que tienes si que se siente rica entrando y saliendo.
– Entonces bañémonos y preparémonos para otro round.
– ¡Me sorprendes! Con tu edad, muchos jóvenes quisieran tener el vigor que tú tienes. Y no solo se trata de que estas bien equipado, pero sabes cómo usar esa herramienta.
– ¿Eso es lo que crees?
– Estoy segura… nunca nadie me había cogido así… ¿Te puedo pedir algo?
– Dime.
– ¿Pudiera ser que cogiéramos así al menos una vez por mes?
– Cuando te le puedas escapar a tu marido. -le dije.
– Por mí, me le escapo a cada semana, pero tus demás amigas…
– ¿Mis amigas?
– Si… Diana por ejemplo y estoy segura de que por ahí habrá otra.
– No te preocupes de eso… tu llámame y se va dar se va a dar.
Terminamos con una faena de cuatro polvos de los míos, pues orgasmos de esta chica oriental yo realmente no supe cuántos fueron. Estas son las sorpresas que de vez en cuando me llevó y no sé si Jammie adrede olvidó su panti a un lado de mi cama, pero recuerdo haberla visto subiéndose uno cuando se vestía. Levanté su calzoncito con mis dedos, los abrí y volví a sentir ese aroma a fresas que le había dejado.