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Jason y sus amigas lesbianas

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Jason llegó a su apartamento, sintiendo un inútil, su novio acababa de dejarle. Tres años duraron juntos, pero desde que comenzaron las discusiones sobre el futuro y el matrimonio, Jason sintió que Michael se había vuelto tan distante que parecían amigos más que novios. Durante un tiempo trató de ignorarlo, pero en el fondo sabía que la ruptura era algo inevitable, ambos tenían distintas prioridades y distinta visión de futuro.

Colapsado en el sofá, Jason hizo lo único que podía hacer para dejar de pensar en Jason, encendió su consola y comenzó a jugar al Mortal Kombat. De adolescente creía que su amor por los videojuegos desaparecería según creciera pero no fue así. Era un experto en videojuegos y en tecnología, desde pequeño lo sabía y estudio para ser mejor hasta acabar en una gran empresa de seguridad cibernética. Mientras jugaba trataba de luchar contra su frustración por su relación rota usando al personaje Kitana, tras algunas batallas su móvil vibró, era un mensaje de alguien de quien no tenía noticias desde hace bastante tiempo.

MEG: ’’Hola desaparecido!! Sé que ha pasado una eternidad, pero me vuelvo a la ciudad! Quiero estar más cerca de mi abuela, y he encontrado un trabajo de enfermera en el hospital. Ah… y me he casado! Jajajaja encontré a una maravillosa mujer llamada Tara, trabaja en medicina deportiva. Llegaremos en unas semanas, ¡Nos encantaría verte!’’

Jaso leyó el mensaje y respondió que, por supuesto, quería verlas. Meg era una querida y vieja amiga de la escuela de bachillerato que se había ido die años atrás. De vez en cuando hablaban y se veían cuando ella visitaba la ciudad para ver a su familia, pero con los años se distanciaron. ‘’Al menos tendré una amiga aquí’’ pensó Jason. A lo largo de los años, parecía que todas las personas a él se mudaban y se distanciaba, se sentía solo.

Los días pasaron y Meg con su no novia Tara se instalaron en la ciudad e invitaron a Jason a su casa.

—¡Jason!— gritó Meg emocionado al abrir la puerta y ver a u viejo amigo, inmediatamente saltó a sus brazos para abrazarle. Era una mujer más baja que él, con el pelo corto y negro, con un estilo moderno y llevaba mucho maquillaje en su blanco rostro. Le invitó a pasar y fueron hacía la sala de esta. Tara entró y dio dos besos a Jason a modo de saludo informal. —Así que este es Jason— dijo mientras sonreía.

Tara era alta, casi tanto como Jason. Tenía una constitución muy atlética y era más delgada que Meg.

Los tres se sentaron en la sala de estar y empezaron a beber vino mientras charlaban. Tras unas cuantas copas, o tal vez botellas, los tres estaban borrachos y Jason tuvo que ir a orinar. En el baño, Jason se miró al espejo y pensó: ‘’Al menos a alguien le caigo bien’’, aunque se seguía sintiendo mal por haber sido abandonado por Michael. Miró con desdén hacia abajo, observando su ligero sobrepeso, empujando su estómago a través de su camiseta de Legend of Zelda. ‘’Es hora de ir al gimnasio’’, pensó, y volvió con las chicas.

Después de varias copas más, los tres siguieron charlando.

—¿Cuánto lleváis juntas?

—Llevamos cinco años, y nos casamos el verano pasado. Sé que te lo debería haber dicho, pero decidimos hacer algo súper intimo sin ninguna parafernalia — contestó Meg.

—No te preocupes!

—Eres adorable, como un pequeño friki adorable— dijo Tara, y besó a Jason en la mejilla, y prosiguió: —Esa carita de niño bueno…esos hoyuelos, y esa risa nerviosa— Jason, borracho y nervioso estaba sentado justo en medio de las dos.

De repente la conversación pasó a algo más serio:

—Queremos hijos— dijo Meg —cuando era más joven quería, pero cuanto más mayor me hago, más los quiero—

Tara estaba de acuerdo y Jason respondió: —¡Es genial! A mi también me gustaría tener hijos, pero ya sabéis que no me gustan mucho los coños— y los tres rieron.

—¿Vais a adoptar? —Preguntó Jason. Tara respondió: —Lo discutimos, pero creo que queremos llegar hasta el final con este asunto de la maternidad. Si las mujeres heterosexuales pueden dar a luz, nosotras también podemos—. Jason reflexionó un poco —Ah, entonces vais por la ruta tradicional. ¿Supongo que un banco de esperma? —Meg lo miró y dijo: —también hemos pensado en eso, pero creo que queremos conocer a la persona. Eso hace las cosas aún más fáciles.

Tara bromeó, —bueno, tu tienes esperma—, y todos empezaron a reír de nuevo. —Sí, lo haría. Sabes, consideraría la idea—, dijo Jason, y ambas mujeres se miraron, sonriendo. —¿Lo harías?” —Dijo Meg, y Jason asintió. Pensó que era ahora o nunca, y aunque si tenía que ser “tío” o algo así, la idea lo hacía feliz. En ese punto se estaban desmayando y las chicas dejaron a Jason en el sofá y se fueron a dormir. Jason tuvo que irse temprano al trabajo, así que salió mientras Meg y Tara todavía dormían.

Unos días después, Jason recibió otro mensaje de texto de Meg:

MEG

Sé que la otra noche estábamos muy borrachos, pero ¿estás considerando seriamente ayudarnos a quedarnos embarazadas?

JASON

¿Por qué no?

MEG

¡Genial! No sé cómo hacer esto, pero Tara quiere hacerlo cuanto antes, sus días fértiles son en unos pocos días. ¿Puedes venir y probamos?

JASON

Supongo que sí.

MEG

Muchas gracias Jason

Parecía pronto, pero Jason comenzó a sentir que su vida tenía un propósito y comenzó a emocionarse. Investigó cómo se podía hacer este tipo de cosas en casa, y cuando llegó a su casa el día que habían programado, al menos se sintió más informado sobre el proceso.

—Entonces, ¿supongo que necesito una taza o algo? Para guardar el semen ¿no?— Jason preguntó y Meg dijo: —Bueno, ¿cómo te sientes acerca de hacerlo natural?— La pregunta no se la tomó en serio Jason al principio, y luego dijo: —¿Hablas en serio? Nunca antes había estado con una chica. Vaya, no lo sé.

—Bueno—, dijo Meg, —te di una mamada una vez. Sé que estábamos borrachos entonces, pero recuerdo que terminó bien—. Ella rió. —Y en mi ojo.

Tara se rió esta vez y dijo: —Podemos encargarnos de eso. Meg y yo hemos estado con hombres antes. Solo recuéstate y déjanos cuidar de ti—. Jason pensó de nuevo, y no estaba exactamente excitado con la idea, pero tampoco se acobardó. —Bueno, creo que podemos intentarlo—, dijo, y fueron al dormitorio.

Para Tara y Meg todo fue un negocio, y se quitaron la ropa en dos segundos. —Vamos, no seas tímido —Dijo Meg, y antes de que se diera cuenta Jason estaba parado allí en sus bóxers Starwars. —ACUÉSTATE— le ordenaron.

Jason hizo lo que le dijo y se sintió un poco intimidado al mirar a las dos mujeres frente a él. —¿Y si esto va mal?— Pensó, pero ahuyentó el pensamiento cuando empezaron a tocar su polla.

—Bueno, al menos se está poniendo dura—, se rió Tara, y se sentó junto a Jason mientras Meg comenzaba a devorarla. —Vamos a hacer que Tara te monte, y voy a tratar de ayudarla a correrse. Leí que ayuda a que los espermatozoides suban allí cuando la mujer tiene orgasmos—, dijo Meg, y aunque estaban a punto de tener sexo, los tres se rieron. La sensación de todo comenzó a volverse más informal, y Jason se sentía bien.

—Ok, creo que estamos listos para entrar—, dijo Tara, y soltó su polla. —Esta cosa mide aproximadamente 16 centímetros, lo cual es perfecto. Tenía miedo de que tuvieras un monstruo—, dijo, y nuevamente los tres se rieron y Tara colocó la polla de Jason en la entrada de su coño. Jason sintió una sensación húmeda pero apretada, como un abrazo cálido y húmedo, y cuando Tara comenzó a subir y bajar.

—Recuerdo que eres sensible aquí—, dijo Meg, introduciendo un dedo en su orificio anal, y todo lo que Jason pudo hacer fue gritar y gemir de placer. Meg puso su otra mano sobre el clítoris de Tara, frotando de una manera que sabía que le gustaba. —Solo dime cuando estés lista para correrte—, dijo Meg. Tara comenzó a mover sus caderas, y Jason pensó que parecía que estaba haciendo ejercicio, con una mirada determinada en su rostro. Ella estaba muy en forma con senos más pequeños, pero podía admirar su belleza y convicción. Y para su sorpresa, esto resultó ser divertido, a pesar de que se estaba imaginando que le metían una polla en la cara. —¿No estaría caliente ahora?— Pensó, y pudo sentir que su polla se endurecía.

—¡Oh Está durísima!— gritó Tara , y Meg comenzó su estimulación en el escroto de Jason y continuó con el clítoris de Tara. Probablemente ocho minutos después, Jason se dio cuenta de que se iba a correr. —Creo que ya…—, dijo, y Tara comenzó a montar más rápido, obviamente tratando de tener un orgasmo con él. Jason pudo sentir que la mano de Meg comenzaba a apretar su saco de nueces y soltó un grito. —¡¡Me corro!! — y dejó escapar varios días de semen acumulado en el coño de Tara. Tara comenzó a temblar y Jason se dio cuenta de que ella también se estaba corriendo.

—Bueno, lo hiciste —dijo Meg, y Jason respondió: —¿Chocamos los cinco? —Y se rieron, y Tara se la chocó. Se quedaron así por un rato, con la polla de Jason todavía dentro del coño de Tara.

—Espero que estés de acuerdo con esto, pero tendremos que hacerlo las próximas dos noches, y si es necesario, ¿estarías dispuesto a intentarlo de nuevo el próximo mes?— Preguntó Meg, y Jason respondió: —Bueno, supongo que ya estamos metidos en esto— dijo, lo que provocó la risa de las chicas. —Sí, supongo que tienes razón. —Dijo Tara.

Tomó otro mes, pero Tara quedó embarazada… de gemelas. Después de que nacieron las niñas, Meg y Tara decidieron que dos eran suficiente, pero Jason siguió muy involucrado. Tara y Meg decidieron encontrar a Jason un hombre, al menos para ayudarlas a convertirse en madres, y finalmente tuvo éxito.

Un enfermero practicante caliente, un friki de corazón y diez veces más hombre que Michael. Jason nunca volvió a tener un coño (le gustaba demasiado la polla) pero nunca se arrepintió de su decisión de ayudar a su amiga.

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