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La casa de Sénet (capítulo 4): El sexo del capataz

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Ricardo palpó la larga y dura verga de Alfonso. 25 cm, unos testículos firmes y depilados. Sus muslos fuertes, sus piernas torneadas, su abdomen firme y sus pectorales duros y trabajados.

Ricardo acarició su cuello, sus hombros desnudos, su espalda y confirmó que Alfonso era todo un adonis.

-¿Sabes besar?, ¿sabes besar como lo debe hacer un esclavo sexual?-

Inquirió el ciego al español, mientras se abrazaba por completo a él.

Alfonso tomó a Ricardo de la cintura y le atrajo hacia sí. Sujetó su rostro y comenzó a deslizar la lengua por encima de sus labios, los frotó y chupó despacio, una y otra vez. Introdujo su lengua en la cavidad de Ricardo y exploró a deleite. La boca del ciego.

Después el español le dio un beso largo y profundo, mientras frotaba todo su cuerpo desnudo contra el de Ricardo.

La boca del sonámbulo sabía a menta, a naranja y su lengua era jugosa y gloriosa. -¡Woo!, ¡Ese sí es un beso puto!-

Exclamó Ricardo, con las manos sobre los glúteos de Alfonso.

-Yo soy un sonámbulo, un esclavo gay de Marcus… Que tu me uses… Que tu me disfrutes… Que tu tengas sexo conmigo es un honor… Ser un prostituto es un privilegio… Soy gay ahora y yo haré lo que tu quieras… Usa mi cuerpo desnudo… Estoy sonámbulo… Y lo disfruto…-

Admitió el dormido Alfonso.

-Eres un ¡puto dios!, ¡que culo!, ¡que verga!, ¡que piernas!, ¡que cuerpo! ¡Tu cuerpo me encanta! Penétrame, penétrame suabe y quiero que tengas un orgasmo máximo. ¡Hazme disfrutar! Vamos, ¡Vamos cabrón!, ¡demuestra la potencia que tienes!, ¡Sírveme, compláceme, hazme tuyo!-

Ordenó el muchacho presa de la lujuria.

Alfonso giró a Ricardo y los sentó encima de sí. Comenzó a penetrarlo y condujo las manos del ciego para que lo dirigiera rápidamente.

-Tu eres mi capitán… Conduce mi verga para que te complazca… Mi señor… La verga de tu sonámbulo prostituto… Complacer… Hacer lo que digas… ¡Condúceme, deja que te enseñe el sexo, yo soy tuyo y que uses mi verga es un privilegio, ser tu prostituto gay, sonámbulo y esclavo es un honor!-

El ciego sujetó las cintura de Alfonso y comenzó a dirigir el ritmo de la penetración, una y otra vez, más y más rápido, mientras el miembro del español palpitaba y crecía más y más en su interior.

El sonámbulo golpeó su próstata y Ricardo gritó de placer.

-¡aaah!, ¡eso, eso cabrón!, ¡más profundo, más rápido!, ¡eres un esclavo, mi esclavo, un prostituto puto, sonámbulo y dormido!-

Gritó Ricardo, a la vez que giraba en círculos sobre la verga del español.

-¡aaaaj!-

Gritó Alfonso, pues Ricardo se frotó con fuerza contra la cabeza de su pene varias veces seguidas.

El sonámbulo incrementó el movimiento y comenzó a golpear con rudeza, mientras con sus piernas atraía a Ricardo para poder clavar con mayor exactitud lo grueso de su miembro.

-¡eso, eso!, ¡cabrón tu eres el hombre, demuéstrame tu fuerza, tu sexo!, ¡eres mío!-

Gritó Ricardo mientras apretaba y se sujetaba del trasero de Alfonso con vigor.

-¡soy tuyo, soy tuyo, que me uses es un honor, que me uses es un privilegio, soy tu esclavo! ¡soy tu prostituto!, ¡soy tu prostituto!-

Gritó el español, a la vez que tomaba la verga de Ricardo y golpeaba con tres estocadas su próstata.

Ricardo gruñó presa del deseo y eyaculó con chorros potentes en las manos de Alfonso, al tiempo que el español se corrió con el doble de fuerza en el ano de Ricardo.

El muchacho ciego gozó de aquel sexo y ambos gruñeron como animales, mientras los dos disfrutaron del orgasmo más glorioso que Ricardo jamás había experimentado.

El muchacho ciego se desplomó sobre el cuerpo desnudo de Alfonso.

-James, Mendosa, vengan conmigo. Abrácense a nosotros. Quiero sentir los cuerpos desnudos de los tres.—

Ordenó el ciego, a la vez que gozaba del cómo los fuertes brazos y piernas de aquellos hombres lo envolvieron.

-Ustedes son míos, son míos.-

Murmuró Ricardo, a la vez que tomaba el rostro de Mendosa y lo besaba con lujuria.

-Ustedes son la gloria, ¡son la gloria!-

Murmuró, con las manos de Alfonso y James alrededor de su cintura.

Entonces escuchó la puerta abrirse y oyó unos pasos descalzos entrar.

-Nataku esclavo… Nataku complacer… Amo Marcus manda a Nataku, Nataku ser prostituto… Ricardo disfrutar a Nataku…-

Pronunció el rubio.

-Ven acá con nosotros, acuéstate a mi lado derecho, sobre Mendosa y sobre mí. Quiero disfrutar de los cuatro Mis esclavos prostitutos.-

Dijo Ricardo.

-Somos tus esclavos, somos prostitutos, somos tuyos… Esclavos… Esclavos… Esclavos…-

Dijeron los cuatro, al tiempo que Ricardo extasiado por aquella situación, se quedaba dormido entre los brazos y piernas de los hipnotizados y otrora heterosexuales guardaespaldas.

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