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La empleada doméstica

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Mi nombre es Sasha Marcela, soy travesti y tengo 31 años. Trabajo como empleada doméstica en un chalet a las afueras de Madrid. Siempre me gustó servir y hacer las labores de casa, así que en cuanto vi un anuncio de que una familia adinerada necesitaba de una chica para hacer de interna me presenté en la dirección que daban. Aquello no era sino la oficina del señor. Al recibirme quedó bastante conforme conmigo y para evitar futuros disgustos le mencioné sobre mi orientación y que no era una chica, sí que me vestía como tal pero que en realidad era homosexual. Ante mi sorpresa, Don Jorge estuvo encantado y me confesó que con su esposa apenas si tenían intimidad.

-Si tú estás de acuerdo -dijo mientras marcaba en su móvil- el trabajo es tuyo y mi polla también.

Mi sorpresa fue grande al escuchar que hablaba por el teléfono con su mujer y le decía que ya tenían chica y que estaba muy contento conmigo, que era lo que estaban buscando...

Al acabar la llamada, Don Jorge se puso en pie y pude gozar de su tremendo porte a mis espaldas. Me tomó por los hombros y algo coqueto me preguntó si estaba de acuerdo con ser su "putita". La verdad, necesitaba el trabajo y por qué no -me dije para mí misma- de un buen semental que me reventara. Pero estaba bastante nerviosa y me quedé tensa hasta que él comenzó a restregarme su verga por la espalda y a bajar sus manos hasta mis tetas falsas y mi rabo que estaba tomando grosor.

Comencé a transpirar y Don Jorge se soltó el cinturón, sus pantalones cayeron a los tobillos y noté su polla dura en mi axila.

-¿Me la quieres chupar? -dijo sensual- Yo sé que sí, que la quieres, ven -me tomó de los brazos- y poniéndome en pie, me giró hacia su cara. Me apretó por el culo y me metió la lengua en la boca. El señor estaba de muy buen ver y no aparentaba los 59 años que tiene. Yo lo agarre por la cintura y él me hizo cogerle la verga. Eso era enorme y súper venosa, estaba toda descapullada y al tenerla en mis manos, él la movió hacia atrás y hacia adelante para que se la masturbara. Mi instinto de mujer hizo que automáticamente hincara mis rodillas en el suelo y chupase su verga dura con deseo y necesidad. Le di besitos en la abertura y metí la punta de mi lengua. Luego tragué todo lo que pude y empecé a mamar con ansiedad. Don Jorge solo resoplaba y se retorcía con el cosquilleo de mi lengua y labios al succionarla. Hacía meses que no me follaban y tenía hambre. Al sacármela de la boca fui a por sus gordos huevos y los chupé, uno, otro y los dos. No dejé de pajearle hasta que mirándolo desde mi posición se lo pedí.

-¿Le apetece al señor darme por el culo? -pregunté tímidamente- No me importaría tener una belleza como la suya dentro de mí. Es más, -dije ya toda salida- para mí sería un honor que me lo preñara...

Don Jorge se quitó por completo los pantalones y fue hasta la puerta, pasó el seguro y regresó. Yo me incorporé y fui hasta el sofá de piel, me levanté la faldita y ladeé el tanga rosa que después tuve que dejársela como recuerdo. Le ofrecí mi culito todo en pompa y el señor no tuvo reparo en meter su cara entre mis muslos para darme un beso negro que por poco y me hace correr. Tuve que morderme el brazo para no chillar al sentir sus gruesos dedos internarse por mi ya estrecho coñito para dilatarlo. Don Jorge escupía copiosamente y me lo dejó abierto para recibirlo.

El último escupitajo lo lanzó en su verga y me dio de pollazos en el ojete antes de entrar. Yo estaba mojadísima y cachonda perdida. El envite me resintió pero el capullo había entrado. Dolía un poco, aguanté y sentí cómo entraba ese tronco venoso en mi estrecho canal, abriéndose camino a presión. El señor me cogió por las caderas y empujó hasta el fondo. Sentí sus cojones muy próximos a los míos y no pude sino gemir apagadamente para sufrir el dulce tormento de ser la "putita" de mi jefe.

Don Jorge resoplaba, me asía de la peluca, me magreaba las tetas, me agarró la verga, me dio azotes delicados en las nalgas para volver a asirme de la cintura y embestir grotescamente. Estaba extenuada pero muy caliente y no quería que acabase tan rápido. Reculé y su enorme tranca salió toda mojada. Me giré, se la chupé y envalentonada me eché de espaldas en el sofá para levantar las piernas y abrirlas de par en par. Me fascina el misionero porque puedo ver a mi hombre disfrutarme y si me apetece, besarlo o pedirle que me dé saliva en la boca.

El señor se acuclilló sobre el filo del sofá y me enchufó todo lo que se llama falo. Debía medirle 24 como mínimo. Tragué todo y sentí el estímulo en mi próstata.

-Me vengo señor -dije toda tensa- me va a hacer correr Don Jorge, no pare por favor, deme duro, sííí, asííí, no pare señor, no pare por favor, se lo suplic...

Mi semen brotó como un río hasta mis tetas y cara. Entorné los ojos, temblé, me retorcí, casi lloré del placer que me estaba dando. Estaba toda perdida en leche, en mi propia lefa de perra.

Don Jorge se empleó fuerte y como un toro salvaje botó su esperma en lo más profundo de mi ser. Noté el bombeo al salir su néctar, me sentí dichosa al recibirlo y saberme inseminada por mi jefe. Quedarme preñada de él significó lo más bello que un hombre podía hacerme. Estaba mojado y enrojecido, su cuerpo cayó sobre el mío y pude besarlo. Lo amé en silencio sintiendo sus palpitaciones a mil en mi pecho.

-Gracias -me dijo sonriente- no sabes cuánto lo necesitaba, me has hecho el hombre más feliz del mundo. Eres muy bella y quiero que seas mi amante, no te va a faltar de nada, es más -dijo mientras intentaba desamarrarse- no quiero que creas que soy de esos que abusan del servicio. Tomó su pantalón y sacó su billetera. Me extendió tres billetes de cien.

-Ten -dijo algo avergonzado- para lo que te sea útil.

-No señor -dije con recelo- con que me dé el trabajo es suficiente, no me haga hacer sentir que soy una puta, me ha encantado y créame que estoy dispuesta a ser suya todos los días, las 24 horas y siempre que me desee.

-Tómalos tontita, son tuyos, te los has ganado con esfuerzo. Vete a casa y preséntate a mi mujer, ella te dirá lo que tienes que hacer. Bienvenida a la familia Sasha Marcela, mi bella muñequita.

Mientras nos recomponíamos llamó al chófer y le dio indicaciones por el fijo para que me llevara a su casa, a mi nuevo trabajo.

Las cosas no acabaron allí. Una vez instalada y luego de conocer a su familia, mi vida cambió radicalmente. Con Don Jorge tenemos un romance muy lujurioso y lo que acabé haciendo se los contaré en un próximo relato. Es bastante fuerte...

CONTINUARÁ...

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