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La enfermera culona y el viejo negro (Parte 3)

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Durante los días siguientes Vanesa y Samuel intercambiaron mensajes constantemente a través del celular. Todo lo que no se podían decir y enseñar cuando estaban en el centro, lo comunicaban por este medio. Samuel mandaba religiosamente mensajes desde muy temprano deseándole los buenos días y preguntándole cómo había amanecido. Vanessa le respondía con fotos de lo que desayunaba y situaciones cotidianas como el bus del transporte público o la calle por donde caminaba. Con el paso del tiempo, la cotidianidad pasó a ser el tema central de sus conversaciones. Vanesa no dudaba en comunicarle cualquier aspecto de su vida, desde su elección para las compras de la semana, las cosas que ordenaba por internet hasta las nuevas series que veía por Netflix y Samuel, paciente y galante, le respondía dándole su sincera opinión.

«Samuel, ¿Qué prefieres? ¿Espagueti o asado para la semana?»

«Asado mil veces, es una de mis favoritas y si puedes combínalo con algo de especias y verás como cambia el sabor.»

«Genial, compraré un poco de eso.»

«Bueno, me avisas como te queda al final.»

A Vanessa le encantaban esas conversaciones. Le fascinaba tener alguien con quien compartir su día a día, le producía una sensación que no sentía desde la última vez que se involucró sentimentalmente con alguien.

Naturalmente, estos intercambios de mensajes se hicieron cada vez más íntimos. Vanesa empezó a mandar fotos con sus outfits del día, preguntando a Samuel su opinión. Como era de esperarse, estas incluían una siempre una foto con su enorme culazo en primer plano y con ropa apretada que buscaban provocar a Samuel un poco. Este con mucha sutileza y tacto le respondía con cumplidos como “hermosa” o “bella”, pero de vez en cuando se aventuraba un poco más y le decía “!¡Qué culazo!” o “¿todo eso es tuyo preciosa?”. De las fotos pasó a los videos con ella caminando en leggins o limpiando su casa sin brassiers con los pezones sobresaliendo ligeramente. Le gustaba exhibirse con alguien con el cual sentía que tenía confianza y química a tal punto que empezó a comprar ropa solo para lucirla frente a él.

Samuel, por su parte, le enviaba selfies con el torso descubierto preguntándole a Vanesa que opinaba de su nuevo corte de pelo o nuevo look de la barba. Pese a su edad un tanto avanzada, Samuel todavía tenía un cuerpo atlético producto de años de ejercicio durante su juventud y una genética bendecida, mucho mejor que el de los chicos con los que Vanesa había salido antes. Ella solo respondía con emojis de sonrisas porque no sabía cómo reaccionar ante eso, pero Samuel sabía que su cuerpo le fascinaba, lo había notado en los encuentros que habían tenido en el hospital, así que se tomó el trabajo de hacer ejercicio ligero, volver a usar perfumes y fragancias y andar bien vestido por el hospital.

Pero no todo era sexual. Los fines de semana ambos sostenían largas conversaciones por el chat sobre temas muy personales. Vanesa le contó los problemas que tuvo sobre su cuerpo, sus inseguridades, su relación con sus familiares, los planes que tenía para el futuro y lo mucho que le gustaba bailar. Samuel le contó todo sobre su exesposa, la relación con sus hijos y cómo lo habían prácticamente forzado a estar en el hospital para ancianos pese a su buena salud. Los primeros días fueron difíciles para él, no le gustaba estar encerrado en ese lugar y además el pensamiento de su ex esposa con su nueva pareja le generaban una sensación de odio y rencor. Cada vez más el nivel de confianza aumentaba y ambos eran conscientes de que, lo que empezó como una calentura a primera vista, se estaba convirtiendo en algo más.

Un fin de semana, Vanesa salió a bailar con sus amigas de la universidad. Cómo en anteriores ocasiones llegó a su casa tarde y ebria. Haber estado perreando toda la noche la había puesto muy cachonda y sus ganas no desaparecieron cuando llegó a su solitaria casa. Todavía sin sueño, decidió poner un poco de música, abrió una cerveza de su refrigeradora y se quitó el apretado jean que traía puesto quedando solo en panties. Se echó sobre su sofá y se puso a ver algo de porno. Lo que encontró no la satisfizo, ya había visto demasiado porno en estos días y ahora quería algo más. Pensó en Samuel e inmediatamente le mandó un mensaje.

«Hola, qué tal fin de semana?»

Espero unos momentos sin respuesta. No le sorprendía, después de todo eran casi las 3 am, ¿Quién iba a estar despierto a esa hora? Frustrada, se dispuso a ponerse de pie para ir a descansar, pero llegó una notificación.

«Hola! muy mal, no puedo dormir, ¿Qué haces despierta esta hora?»

«Salí con una amigas a una discoteca y bueno ahora estoy en mi casa sola. ¿Qué pasa? ¿Por qué no puedes dormir?»

«No lo sé, pero no he podido dormir en días, pero no importa, cuéntame cómo te fue en la disco.»

«Me divertí mucho, hace tiempo que no veía a mis amigas de mi universidad y bueno estuvimos tomando unos tragos y bailando.»

«Qué envidia! Hace años que no hago eso, ¿has estado perreando de seguro? Todavía recuerdo cuando bailamos.»

«Sí yo también estuvo muy bueno y tu te mueves muy bien.»

«Bueno tengo mi ritmo, además tu culo enorme ayuda un montón.»

«jajaja ¿Cómo es eso?»

«Bueno me gustan los culasos y tienes uno muy bello, ¿no te molesta que hable de eso no? no quiero sobrepasarme.»

«jajaja para nada, bueno pero en el trabajo no tanto, ahora sí podemos hablar todo lo que tu quieras.»

«Bueno, me vuelve loco, tenerlo tan cerca y no poder hacer nada. Te quería confesar eso.»

«Te tendrás que aguantar porque soy tu enfermera y no podemos caer en esas cosas ¿no lo crees?»

«Que pena, pero ahora no está trabajando así que si puedo verlo un poco me ayudaría a descansar feliz.»

«Jajaja ¿ver mi culo te ayuda a descansar?»

«Por supuesto que sí, además yo sé que tú también quieres ver algo mío.»

«¿Que?!! ¿A qué te refieres oye?»

“Recuerdo que esa vez que bailamos, pusiste una sonrisa muy grande cuando choque mi miembro contra ti, no me mientas.»

Los miedos de Vanesa en admitir que quería algo más con él se esfumaron gracias al alcohol y decidió dar el siguiente paso.

«Bueno, sí me gustó y sí lo admito me gustaría ver más… pero no podemos, soy tu enfermera.»

«Lo sé bella, pero ahora no estás trabajando, hagamos videollamada y me enseñas todos esos movimientos que estoy seguro hiciste hoy en la discoteca, ¿qué dices?»

Vanesa lo pensó, por un lado no podía hacer eso, pero, por otro, sus ganas le ganaban, un ardor en la entrepierna la movían a enseñarle todo su cuerpo a Samuel. “Quizá un par de movimientos no hagan daño a nadie, total no está en su hora de trabajo” se dijo a sí mismo. Colocó el celular en un estante y dirigió la cámara hacia el medio de su sala. Vanessa mandó una solicitud de videollamada para Samuel que fue aceptada al instante.

-Hola -saludo Vanesa- ¿me puede ver bien?

-Si, se ve perfecto -respondió Samuel con voz baja para no hacer tanto ruido.

-Bueno, dime ¿Qué quieres ver? -preguntó Vanesa.

Samuel puso una sonrisa de oreja a oreja .

-Para empezar. Mueve ese culaso para mi preciosa.

Vanesa subió el volumen, se colocó de espaldas al celular y empezó a mover el culo al ritmo de la música. No le molestó el no tener pantalones, su enorme trasero se tambaleaba de un lado para otro; desde hace semana había estado practicando en secreto ese movimiento y ahora por fin podía mostrárselo a alguien. Luego de unos minutos moviendo el culo, Vanesa volteó cansada, tomó un sorbo de su cerveza y preguntó a Samuel: ¿Y?¿Qué te pareció?

-Uff qué rico te mueves preciosa y con ese culaso inmenso, me has puesto un poco intranquilo -respondió Samuel

-¿Así? ¿Cómo intranquilo? -preguntó Vanesa

Bueno, te lo enseño -dijo Samuel. Se levantó de su cama, colocó su celular sobre la mesa del hospital con la cámara enfocando hacia él. Vanesa miró con susto y curiosidad lo que hacía; sabía que no era lo correcto, pero al mismo tiempo quería verlo, quería saber si era verdad que todos los negros tenía unas vergas enormes como en las películas porno. Samuel hizo un gesto de silencio con las manos hacia la cámara, se colocó los brazos sobre el pantalón de pijama que traía y lentamente se lo bajó. Apenas se bajó la prenda, una enorme verga dura y firme apareció. La cara de Vanesa se volvió en una de sorpresa, no podía creer lo que veía, no solo era larga sino también gruesa y con las venas sobresaliendo. Le sorprendió que una persona de su edad pudiese tenerla tan firme y atractiva como la tenía Samuel. La sorpresa fue tanta que, de manera inconsciente, Vanesa se mordió los labios y puso su mano sobre tu entrepierna. Samuel notó las ganas de Vanesa de probar su verga y decidió jugar un poco con ella.

-Lo quieres ¿no? -dijo mientras acariciaba su vergaza con su una de sus manos.

-¡Síi! -respondió Vanesa de manera precipitada- si lo quiero papi, dámelo.

-Pero me tienes que enseñar algo primero preciosa -dijo Samuel.

Vanesa se acercó al celular e incapaz de controlar su calentura dijo:

- Lo que tu quieras papi, solo dímelo.

-Quiero ver ese culaso, preciosa. He soñado con ese tremendo rabo que tienes varias veces -dijo Samuel con voz baja.

Vanesa sonrió, le gustaba escuchar que era deseada por un hombre. Dio un suspiro y se sentó sobre su sofá. De manera muy lenta y con sus ojos fijos en el celular, se comenzó a quitar el calzón deslizándolo a través de sus gruesos muslos. En menos de unos segundos, Venosa yacía en el sofá y con las piernas abiertas y suspendidas, enseñándole a Samuel su panocha blanca, la cual ya estaba algo mojada por todo el jugueteo que habían tenido ambos.

-¡Una belleza! Belleza Vanesa, te llamaré de ahora en adelante -bromeó Samuel produciendo que su enfermera se sonroje y suelte una carcajada.

-Dios mío, que creativo que eres -dijo Vanesa con sarcasmo mientras seguía riéndose- me está enamorando un niño de quince años creo.

Samuel estalló en risas -Bueno, pero está funcionando o ¿no?- respondió

-Sí -aseveró la culona con su sonrisa.

-Entonces pues, mira ahora estas a mi merced -contestó Samuel- quiero que te des la vuelta, te pongas de rodillas y me enseñes, pongas una mano en cada nalga y las separes.

Vanesa, ya enganchada totalmente con las palabras de Samuel, hizo exactamente lo que le pidió. La timidez ya había pasado, no tuvo problemas en enseñarle su sexo y sus enormes nalgas a través de la cámara. Samuel se mordió los labios, tomó con una mano su gran verga y comenzó a sobarla lentamente hasta ponerla bien dura.

-Así me gustas, preciosa. Ahora mueve ese culaso un poco -deslizó Samuel.

-¿Así? papi -respondió Vanesa mientras intentaba moverse sobre el sofá. El más pequeño movimiento hacia que sus nalgas retemblen completamente, a ella le encantaba hacerlo. A través del celular, podía escuchar los gemidos tan masculinos de Samuel, lo que la ponía más cachonda y la animaban a mover su culaso aun más rápido.

-Me voy a venir rico viendo este culaso -dijo Samuel

Vanesa no aguantaba más, tenía una calentura en el sexo desde hacer horas y la sensación le hacía temblar sus rodillas. Sobre el sofá, se dio media vuelta, abrió las piernas en dirección a la cámara y las alzó.

-Yo también quiero, papi. Quiero tocarme este coñazo rosadito -dijo la culona de manera efusiva frotando su entrepierna.

Samuel se lamió los labios cuando, su actitud de Vanesa puso su verga más dura de lo que ya estaba. El anciano empezó a frotar su enorme verga negra rápidamente y Vanesa hizo lo propio con su coño.

-Quieres mi leche en ese culaso ¿no? -dijo Samuel.

-Sí papi, dame esa leche, échala donde tú quieras quiero toda esa verga negra dentro mío, no lo aguanto, cógeme como si fuese tu perra - respondió Vanesa mientras introducía un par de dedos dentro de su coño.

La respiración de Samuel se hizo más rápida, ya podía sentir todo la leche acumulándose en su verga.

-Ya va a salir mi regalo, preciosa. Abre más esas piernas quiero ver ese coñazo -exigió el anciano con su grave voz.

Vanesa obedeció al instante. Su sofá ya estaba todo mojado del jugo que salía de su coño.

-Yo también me voy a venir, papi -informó Vanesa con su voz quebrándose de todo el placer que sentía.

Samuel se acomodó como pudo en la cama del hospital, se sostuvo la verga con las dos manos y frotó de manera continua y rápida. Un chorro de semen salió disparado de su verga, seguido de dos más que también derramaron algo las manos del anciano. Al ver el enorme disparo, Vanesa imagino que todo caía sobre su cara, su torso y sus coño. Aceleró la velocidad de sus manos hasta que llegó un orgasmo que contrajo sus piernas.

Samuel continuó frotando su verga, la cual perdió dureza, pero mantenía expulsando su queridísima leche. Vanesa seguía adormecida por el orgasmo y continuó recostada en su sofá mientras el efecto pasaba.

El anciano se recompuso y con una sonrisa dijo “que rico, preciosa. Ese cuerpo que tienes me vuelve loco”.

Vanesa recuperó la compostura, todavía algo confundida por lo que había pasado. “Sí, bebe, que rico que me cogiste” respondió.

-¿Te gusto ah? -contestó Samuel- la próxima vez que nos veamos entonces lo sentirás en vivo y en directo preciosa.

Vanesa ya había abandonado toda reserva sobre lo que hacían.

-Tú vas a sentir este culaso también así que prepárate -le dijo a su paciente-

Todo el cansancio de la noche regresó al cuerpo de Vanesa quien soltó un bostezo seguido por una sonrisa.

-Creo que me iré a descansar, ha sido un largo día -dijo Vanesa.

-Dale anda -contestó Samuel- yo también necesito descansar- ya no estoy tan joven.

Vanesa se rio. Joven no estarás, pero esa verga estaba bien dura ah -bromeó la culona.

-Con ese culaso que tienes, cualquier cosa se pone así de dura -respondió muy atentó el anciano provocando una risa en Vanesa.

-Te veo esta semana -dijo Vanesa con una sonrisa provocadora.

-En el mismo cuarto de siempre estaré preciosa -respondió Samuel para luego cortar la videollamada.

Vanesa se paró y, muy cansada y sin cambiarse de ropa, se recostó sobre su cama. Fue cuando se echó que meditó unos segundos sobre lo que acaba de hacer. Se sentí sucia pero al mismo tiempo quería más. Quería sentir el pesado cuerpo de Samuel encima de ella y su enorme verga calentándole rozándole la entrepierna. ¿Estaría preparada para dar el último paso? ¿Chuparle la verga en el mismo hospital? pero ¿ya le había dicho que lo haría? ¿Cómo debía reaccionar la próxima vez que lo vea? Toda esta confusión no pudo con el cansancio y esta enfermera cachonda terminó por rendirse en un profundo sueño.

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