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La estrella de la noche
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Tiempo de lectura: 14 minutos

Tal vez habían pasado unos tres meses desde nuestra visita a la “milla del pecado”, en Hamburgo, cuando mi esposa me comentó sobre la propuesta de unas amigas suyas, para ir de visita allí durante un fin de semana. La iniciativa surgió porque ellas están solas, sin sus maridos, y quisieran ir a darse una vuelta, en plan de turistear y hacer algo diferente, pero, claro, siempre y cuando hubiera alguien que las acompañara. En este caso, yo.

Y, pensando en la logística y recursos disponibles para tal evento, pregunté, ¿Cuál es la idea? Ellas quieren darse una vuelta por allá, pero no quieren ir solas. Yo les he dicho que ya conocemos y, que, si ellas quisieran, nosotros las podríamos acompañar, pero que lo iba a consultar contigo, porque no sabría decirles si tendrías la disponibilidad y la disposición para hacerlo. Por ahora es tan solo una idea que surgió del capricho por conocer, pues, con todo lo que les han contado, se les ha despertado la curiosidad de comprobar por sí mismas si es verdad todo lo que se dice.

La iniciativa, en principio, surgió porque sus maridos, quienes llevaban más tiempo en el país, decían que ya conocían y que preferían ir a otros destinos y que, cuando hubiese espacio, les darían una vuelta para que conocieran. Una de ellas había dicho que el marido no se había mostrado muy entusiasmado en ir por allá, y que era mejor gastar el tiempo conociendo otras cosas que sí valían la pena, porque, al fin y al cabo, después de estar en Europa, no se tenía certeza si existiera la posibilidad de volver en el futuro. Pues, precisamente, le habría dicho ella, es la oportunidad para conocer, porque después quizá no vuelva a darse la posibilidad.

Sin embargo, había comentado ella, ante su aparente indiferencia, y para evitar disgustos, mejor no le había vuelto a insistir. Y pensaba que, si se concretaba esta posibilidad, con nosotros como guías, y sin hacer mucho ruido sobre el destino y las intenciones de su viaje, ella misma se pudiera dar la vueltica y no perder la oportunidad. El propósito era aprovechar al máximo el tiempo que iban a estar de visita en el antiguo continente y no desperdiciar las posibilidades de visitar otras ciudades y diferentes sitios de interés turístico. Y si ellas estaban en capacidad de disponer de su tiempo y actuar autónomamente, ¿por qué no?

En dos semanas, ellas irían a estar solas de jueves a domingo, porque sus maridos saldrían a navegar, debido a sus compromisos de trabajo, y regresarían el lunes o martes. Y, entonces, se preguntaban ellas, ¿qué iban a hacer solas durante esos días? En consecuencia, en conjunto, idearon una propuesta de actividades contando con nuestro apoyo para el traslado y guía durante su pretendida estadía. El plan propuesto, en principio, nos pareció bien. Consistía en visitas por la ciudad, city tour, visita a iglesias, el puerto, el jardín botánico y las atracciones para adultos. ¡Claro! Eso no podía faltar. Bueno, había dicho yo, lo que va a faltar es tiempo y, al final, puede que no hagamos ni la mitad de lo que se pretende, pero, adelante.

Los maridos habían sido informados y estuvieron de acuerdo. Alguno de ellos me agradeció el detalle y me preguntó cuál era la idea. Pues, tendría que preguntarles a ellas, dije, porque han sido ellas las de la iniciativa y, mi esposa, que hace parte del grupo, me ha pedido apoyo para poder realizar el viaje. Hasta donde ella me ha informado, entiendo que ya dispusieron del alojamiento, han cotizado las atracciones y, me imagino, han consultado con ustedes para saber con qué presupuesto pueden contar. ¿Me equivoco? Sí, había respondido él. La verdad es que el viaje y la estadía no sale costoso. Con el ahorro de transporte ya es bastante.

Y convencidos ellos de la viabilidad del viaje y mi apoyo, ellas tuvieron la aprobación y el viaje finalmente se concretó. La idea era salir el jueves en la tarde, darnos una vuelta en la noche y tratar de visitar el mayor número de sitios entre el viernes y el sábado, ya que el domingo estaríamos de vuelta en Kiel, nuestra ciudad sede. Y, así fue. Fuimos al muelle a observar el zarpe del buque y despedir a sus maridos, y una vez les perdimos de vista en el horizonte, iniciamos nuestra aventura turística.

Salimos a las 4 pm hacia Hamburgo y, siendo tan solo 97 kilómetros de distancia, el viaje tardó poco más de una hora. Llegamos al hotel casi a las 6 pm, nos alojamos, acordamos cenar y, después, con la atracción ya reservada, irnos a ver el show de “Sansón y Dalila”, que ya se comentó en un relato anterior. La acomodación no tuvo inconveniente. En una habitación estábamos alojados mi esposa y yo, y en otra, con acomodación triple, sus amigas; Alba, María Lucía y Marta. Quedamos de encontrarnos a las 7 pm para cenar, prepararnos para asistir al show y conversar sobre las actividades del día siguiente.

Mi esposa, ciertamente las sorprendió, porque bajó vestida con las prendas que utilizó para su aventura con Rolando semanas atrás. ¿Y eso? Preguntaron sus amigas, ¿cuál es el motivo? A donde fueres, haz lo que vieres, respondió ella. Hay que vestirse para la ocasión ¿Les gusta? Está como atrevido, le habían dicho, a lo cual ella respondió, pues es que atrevido es el sitio al cual vamos a ir. Y tú, me decían, ¿estás de acuerdo? Pues, la verdad, yo la veo muy bonita, muy provocativa, muy sensual. A mí me gusta verla así, por lo menos en este ambiente. Aquí el tema es ver y ser vistos, así que ¿Por qué no? Como así, explícanos. Pues, señoras, si quieren vender, tiene que promocionar y mostrar la mercancía. Apunte que fue respondido con risas de su parte.

Y así, en medio de comentarios de todo tipo transcurrió la cena. Después, y muy puntuales, a las 8:30 pm, nos dirigimos al sitio del show. Nos acomodaron a todos juntos, en un solo lugar, con vista privilegiada, frente al escenario. Las damas estuvieron encantadas con el espectáculo, casi sin musitar palabras, pero, por sus gestos y reacciones, bastante impresionadas y excitadas con lo que vieron. Al salir de allí, nosotros, como guías expertos en el recorrido, anduvimos por varios lugares, repitiendo la experiencia que habíamos tenido con mi esposa unas semanas atrás. Y a mi mujer, claro, debido a su vestimenta, los hombres no dejaron de mirarla en todos los sitios por los que andamos.

Las mujeres, ciertamente, excitadas, no solo con lo visto en la función sino también con el ambiente altamente erótico que se percibe en cada lugar visitado, y la curiosidad masculina con respecto a mi mujer, necesariamente, y con variadas expectativas, empezaron a hablar de sus impresiones. Para nada era un secreto que, sexualmente calientes, como estaban, no dejaban de poner el ojo en tanto hombre guapo que circulaba por uno y otro lugar, así como aquellos que se fijaban en ellas, especialmente en mi mujer. Tal vez querían tener una compañía masculina con quien compartir en ese momento, lo cual, parecía no tener una solución fácil, dado que se trataba de señoras casadas y que yo, el marido de una de ellas, estaba presente.

Ante las locas ideas que cada una de ellas comentaba, como que, cuánto darían por coquetear y estar con un tipo de esos, mi esposa, con autoridad, les decía que pasar del dicho al hecho era cuestión de voluntad y saber realmente qué se quería. Al parecer, ella ya les había comentado de su aventura con Rolando, de manera que sus amigas, simplemente querían confirmar hasta dónde todo aquello era cierto y que tan liberada era su amiga, que se permitía tales aventuras. Bueno, les decía ellas, tener sexo con un hombre es algo natural. La excitación surge de la expectativa que una se arma en la cabeza sobre lo que va o no a sentir en ese momento, si se da la oportunidad.

¿Cómo así? preguntaban ellas, tal vez proponiendo tema de conversación para ver hasta dónde mi esposa les comentaba sus impresiones, dado que yo estaba presente. Bueno, pues el Sansón ese tiene un miembro grandísimo y creo que ninguna, al menos yo no, hemos tenido ese tipo de experiencia. Yo me pregunté lo mismo; ¿Cómo es que la Dalila se aguanta semejante miembro adentro? ¿Qué se sentirá? ¿Será lo mismo que con mi marido? ¿Qué pasaría si me atreviera a tener una experiencia similar? Y así, un mundo de ideas, empiezan a pasar por la cabeza. Y, precisamente, son ese tipo de ideas y pensamientos las que disparan la calentura y la excitación.

Y, cuando uno está con un tipo de esos, en una aventura, pudieran suceder dos cosas: Una, que a una le de miedo y se arrepienta de la idea, pensando si lo que va a hacer está bien o está mal, echando al traste la aventura, o, dos, enfrentando la situación, siguiendo el juego y la fantasía, y disfrutando el momento, sin prevenciones, sin culpas y sin juicio alguno. Al final, nada extraño pasa, y la vida continua. Se llega uno a conocer más, si, pero por lo demás, nada cambia. Ellas, maravilladas, y sabiendo la respuesta, le preguntaban, ¿y tú? ¿Te atreverías? Sí, dijo ella. De hecho, ya lo hice. ¡Nooo! Exclamaban. Cuenta, cuenta… Y ella así lo hizo.

¡Oye! preguntaron mirándome a mí ¿Y tú lo consentiste? Sí, respondí. ¿Por qué no? En primer lugar, quién soy yo para decirle a una persona adulta lo que debiera o no debiera hacer. En segundo lugar, tanta curiosidad puede sentir ella por saber cómo se siente estar con un tipo de esos, como la curiosidad que puedo sentir yo por estar con una rubia de esas, que a los latinos nos llaman mucho la atención. En tercer lugar, si yo me convierto en un obstáculo para algo muy personal de la otra persona, más tarde que temprano ustedes mismas se van a dar las mañas para satisfacer su curiosidad. Y, en cuarto lugar, en nuestra cultura el hombre tiene más posibilidades de satisfacer sus curiosidades sexuales en comparación con la mujer. Eso también cuenta, ¿o no?

Sus maridos, por ejemplo, como hombres que son, y marinos, además, seguramente habrán estado jugando con otras mujeres antes que ustedes, y no dudo que ya se hayan dado sus aventuras por acá. Sin embargo, aquí hemos visto que, socialmente, en cuanto al rol sexual que ejerce hombre y mujer, eso tiende a equilibrarse un poco, así que, ¿por qué no? Quizá exista la discusión sobre qué se gana o qué se pierde con ello, pero eso iría en la conciencia y el juicio moral de cada cual. Y nada está bien o está mal si la persona encuentra en la aventura un recurso de autoconocimiento. Al fin y al cabo, quien lo vive es quien lo goza. ¿No?

En algún aspecto, mi esposa era el objeto de admiración de sus amigas, pero, también, en medio de lo excitante del relato surgían incertidumbres. ¿Será que ellas si serían capaces de llegar a eso? ¿Lo harían? En fin. Después de unas copas y mucha conversación, decidimos que era hora de pasar a descansar. La programación del día siguiente estaba un tanto recargada, de modo que, si queríamos aprovechar todas las actividades previstas, teníamos que dormir profundamente y recuperarnos del ajetreo. Y, todos de acuerdo, así lo hicimos.

Al día siguiente, muy temprano, nos reunimos a desayunar y revisar los detalles del recorrido que dentro de poco iríamos a emprender. Todos estábamos de buen ánimo, así que las cosas funcionaron de maravilla desde el primer momento. La idea era realizar un recorrido en autobús por Hamburgo y sus alrededores, durante todo el día, conociendo los 29 lugares que mencionaba la guía que se nos ofreció. Y, en efecto, así sucedió.

Tuvimos la oportunidad de contemplar la arquitectura predominante en las construcciones y monumentos que visitábamos, echar un vistazo a la historia marítima de Hamburgo, el terminal de contenedores, infinidad de almacenes, la sala de conciertos Elbphilharmonie, el mercado de pescado de St. Pauli y, como para variar, el famoso barrio rojo Reeperbahn, que habíamos estado visitando la noche anterior. Descubrimos algunos lugares que no habíamos visto antes y quedó la curiosidad de irlos a visitar, quizá más tarde. Al estar de regreso en el hotel, a principios de la noche, acordamos descansar un rato y cenar un poco más tarde y, tal vez, darnos una vuelta por los alrededores.

Nos reunimos a cenar y comentar las impresiones del día. En realidad, todo era novedoso para nosotros y en todas las expresiones se manifestaba sorpresa, gusto y una descripción maravillosa de las experiencias vividas. Aquello atraía, por su orden, organización, disposición y belleza. Estábamos encantados con la visita y muy a gusto compartiendo la cena. Y, mientras, degustábamos un café, finalizando la cena, estuvimos de acuerdo en salir a caminar un rato y, porque no, visitar aquel lugar que habíamos visto durante el recorrido y que, al parecer, estaba muy cerca de allí. Bueno, pero recuerden, comenté, es más de lo mismo que hicimos ayer. ¡No importa! Se apresuraron a replicar todas. Esto no lo vamos a volver a ver en mucho tiempo.

Eran las 10:30 pm cuando salimos a caminar. Mi mujer, como la noche anterior, se había vestido para la ocasión, muy llamativa. Anduvimos mirando aquí y allá, observando hombres y mujeres guapas aquí y allá, nos encaminamos a la renombrada “Herbertstraße”, donde se ven hermosas mujeres en vitrinas, disponibles para atender los deseos de quienes las requieran y, finalmente, llegamos al lugar que buscábamos. Se le llamaba Eros center o algo así. El lugar, tal vez, era un Club de Striptease, porque la actividad principal que se mostraba en el escenario era ese tipo de shows, con música muy sensual, luces bajas y muchachas muy bellas. Ingresamos, nos acomodamos y empezamos a disfrutar de los espectáculos.

Más tarde, sin embargo, hubo un espectáculo donde una pareja, conformada por una mujer de figura muy voluptuosa y un muchacho alto, rubio, acuerpado y bien dotado sexualmente, realizaban una rutina de intercambio sexual, que nos parecía erótica, excitante y muy atractiva. Al terminar su presentación, la actriz se acercó aparentemente a saludarnos, quizá a reconocernos. Creo que supo desde un principio que éramos latinos, así que se dirigió a nosotros hablando nuestro idioma. Hola, ¿cómo están? ¿Les ha gustado el show?

Un tanto sorprendidos por aquello, respondimos afirmativamente. ¿Los puedo acompañar un rato? Sí, respondí. ¡Claro! Y, sabiendo cómo funcionaba aquello, pregunte: ¿Nos acompañas a brindar? Por supuesto, contestó. Así que ella pidió su bebida, champaña, y nos acompañó en el brindis. Por la oportunidad de estar en este lugar y compartir con Nicolleta, que así se llamaba nuestra nueva compañera. Apuramos el trago para brindar y continuamos la conversación, ahora acompañados por la actriz, quien, situada al lado de mi esposa, conversó un largo rato con ella. Poco después, y sorpresivamente, ambas se levantaron y se alejaron de la mesa donde nos encontrábamos.

Pasó un tiempo largo antes de que Laura regresara. Y, no obstante ser la misma, venía bastante maquillada. ¿Qué pasó? Pregunté. ¿Por qué la demora? Nada raro. Nicolleta me llevó a conocer el lugar, su camerino, sus compañeros de trabajo y hablarme sobre su trabajo y el propósito de estos lugares de entretenimiento. ¿Y el maquillaje? Fue parte de lo que me mostró. Cómo y para qué se vestían, se maquillaban y demás. Y ¿por qué el interés? Es una sorpresa, nos respondió. De modo que seguimos mirando las presentaciones, bebiendo y charlando en los intermedios.

Poco después se anunció un nuevo show. Nicolleta y su pareja aparecieron de nuevo en escena y empezaron a realizar una nueva rutina, pero, para sorpresa nuestra, en medio de su actuación, casi desnuda, bajó del escenario, se acercó a mi esposa, y, tomándola de la mano, caminaron juntas hacia el escenario. Ella, en la representación, la lleva a ella para ofrecérsela a su compañero que, complacido, empieza a interactuar con su nueva compañera; mi esposa.

Los actores, por decirlo de alguna manera, empiezan a gozarse sexualmente a su nueva compañera en el escenario. Nicolleta toma la iniciativa para abrazar, besar y desnudar a mi mujer mientras su compañero, a sus espaldas, recorría con sus manos todo su cuerpo y gesticulaba ante los espectadores, poniendo de manifiesto el deseo de acariciar y poseer su cuerpo. Y así, poco a poco, un poco actuado, el hombre ayudaba a Nicolleta a desnudar a mi mujer, quedando los tres casi totalmente desnudos en la tarima.

El miembro del hombre se veía erecto y jugaba con él para el público, a espaldas de mi mujer, quien estaba entretenida disfrutando de los besos que le propiciaba Nicolleta. Los dos, Nicolleta y su pareja, hablaban en idioma Alemán, y no entendíamos una sola palabra. Parecieran mencionar lo que querían hacer con este nuevo miembro en el espectáculo.

Solo un instante después ella se sentó sobre la cama dispuesta en el escenario, haciendo que mi esposa se inclinara para continuarla besando, de modo que, al hacerlo, sus caderas quedaban un tanto elevadas y sus nalgas expuestas al miembro del macho, quien, haciendo gala del tamaño de su miembro, lo colocaba sobre sus nalgas, manoseaba sus piernas, la silueta de su cuerpo, sus senos y, al compás de la música que acompañaba el acto, la iba penetrando. Mi esposa, desde el principio, pareció sentir la inmensidad del miembro que la invadía y sus piernas parecieron flaquear un tanto. Nicolleta, ahora, se levantó frente a ella, mientras sostenía sus manos y la continuaba besando, muy sensualmente.

Para quienes observábamos, aquello se veía muy excitante. El hombre metía y sacaba acompasadamente su largo miembro del cuerpo de mi mujer, y podíamos detallar la profundidad de la penetración cada vez que aquel insertaba el pene en su sexo. También, poco a poco, la intensidad de los movimientos se iba acelerando, y ella, presa de la novedad y el placer que experimentaba, empezaba a reaccionar contorsionando su cuerpo, al ritmo de las embestidas del macho, y también gimiendo, al principio muy tímidamente, pero, conforme pasaba el tiempo, elevando el volumen de sus gritos.

La pareja en el escenario se las arreglaba para que el rostro de mi esposa quedara a la vista de todos los presentes, de tal manera que nos dábamos cuenta de la expresión de su rostro mientras aquel hombre la penetraba a su antojo. Sobra decir que la escena era muy excitante y que la cara de nuestras amigas, contemplando aquello, también lo manifestaban. Laura parecía haber llegado el tope del clímax, porque ya no disimulaba sus gemidos, sino que ahora los expresaba abierta y sonoramente, hasta que pareció que ya no podía más y se rendía al esfuerzo.

Aquellos, Nicolleta y su pareja, ahora la sentaron sobre la cama, dejando expuesto el miembro erecto del hombre a la altura de su cara para que ella, mi esposa, lo tomara con su mano, lo acariciara frotándolo un tanto y se lo llevara a la boca. Al parecer podía más la curiosidad y deseo de chupar y degustar aquel miembro que un poco antes estuvo dentro de su vagina. ¿Qué perra nos ha salido? Llegué a pensar. Mientras ella hacía eso, Nicolleta besaba a su compañero de escena y nos mostraban una sensual escena.

Ahora, recostaron a mi esposa sobre la cama. Nicolleta se recostó sobre ella, besándola de arriba abajo, hasta que su cara quedó a la altura de su sexo. Simultáneamente el hombre se fue acomodando para colocarse detrás de la cabeza de mi mujer y, sin miramientos, colocó su pene sobre su rostro, para que ella volviera a tomar aquel miembro dentro de su boca. La escena que se nos mostraba ahora era la de una mujer practicando el sexo oral a mi mujer mientras ella hacía lo mismo con el hombre.

Posteriormente los miembros cambiaron de posición. El hombre cambió el puesto con Nicolleta y, sin decir palabra alguna, tomó las piernas de mi mujer, las levantó, las apartó a lado y lado y la penetró nuevamente. Nicolleta se acomodó para colocar su sexo sobre el rostro de mi mujer, quien empezó a chuparlo, y ella, completando la escena, besaba a su hombre. La escena es bastante sensual, erótica y abiertamente explícita. Además, la música y el juego de luces sobre el escenario, hacían todavía más atractivo el espectáculo.

Pasado unos minutos los miembros cambiaron nuevamente de posición. Nicoletta se recostó sobre la cama abriendo sus piernas, su pareja la penetró y Laura, mi esposa, montó su sexo sobre el rostro de Nicolleta y es ahora ella quien tiene la oportunidad de besar al macho. La misma escena de antes, pero con los actores rotando en las posiciones. Instantes después es el macho quien se recuesta, Nicolleta se sentó sobre su pene erecto y a mi esposa le correspondió colocar su sexo sobre el rostro de aquel, quedando ambas hembras frente a frente para besarse.

Y, para finalizar el show, colocaron a mi esposa en posición de perrito, sobre la cama, de espaldas al público, dejándonos ver sus nalgas y su sexo, que a estas alturas se notaba dilatado y húmedo. El hombre se colocó de pie, detrás de ella, dobló sus rodillas y se inclinó para penetrarla. El tipo dominaba la escena, porque quedó claro para los espectadores cómo su miembro se iba insertando dentro del sexo de mi mujer, quien, casi de inmediato, empezó a gemir de nuevo. Nicolleta se hizo de un micrófono y lo acercó a su boca, de modo que todos pudimos escuchar el tono de su emoción, expresada a través de sus incontrolables gritos, los cuales eran más y más intensos a medida que su macho aceleraba sus embestidas. Y así fue hasta que el desenlace llegó y ella se rindió de tanta excitación, dejándose caer sobre la cama.

En el show, el hombre retiró el miembro erecto del sexo de mi mujer y Nicolleta se acercó para recibir la descarga de semen en el rostro. Mi mujer se involucró en el acto y ambas mujeres se turnaron para chupar el miembro del hombre hasta dejarlo limpio. Y, terminado aquello, ambas se besaron dando por terminada la presentación. Nicolleta y su pareja, dejando en medio a mi mujer, se inclinaron ante los espectadores, quienes aplaudimos la presentación.

Ellos, Nicolleta y su pareja, se retiraron un tanto y, señalando a mi esposa, quien quedaba un tanto sola en el escenario, y desnuda como estaba, tan solo vestida con sus zapatos, pidieron para ella más aplausos. Nicolleta y su pareja dijeron algunas palabras en el escenario, que levantaron aún más aplausos, terminando con su desplazamiento hacia los camerinos, circulando desnudos entre los asistentes. Después supimos que las palabras eran para agradecer la colaboración espontánea de mi esposa y, de esa manera, poder brindar un espectáculo diferente y natural, sin ensayos ni preparativos, lo cual mereció todavía más aplausos.

Nuestras amigas estaban maravilladas y estupefactas. ¿Cómo es que su amiga se había prestado para aquello y cómo había sucedido? ¿No sintió vergüenza? ¿No le dio pena hacer eso ante tanta gente? Oye, ¿tú sabías eso? Preguntaban. Ni idea, les respondía. Esperemos a que vuelva y ella nos cuente cómo fue que sucedió. Al rato, finalmente, ella volvió a la mesa. Una vez sentada, nos atendieron con una inmensa botella de champaña, que para nada podíamos despreciar. Eso sí, pregunté si aquello tenía costo y se nos dijo que era una atención de la casa. Y a ella, según nos contó después, le dieron doscientos euros por su participación en el show.

Aquel era un club privado que permitía el acceso de visitantes, más aún, tratándose de extranjeros, y solían proponer a los visitantes la posibilidad de participar en las presentaciones. Las personas invitadas delimitaban hasta dónde se podía llegar en la actuación. Esa noche habían podido realizar una rutina muy completa. Pero, comentaban, que en otras ocasiones no se pasaba de la exhibición, el desnudo, intercambios soft y cosas así. No siempre se podía ofrecer lo mismo y en la variedad estaba el encanto y disfrute de los asistentes.

Nicolleta volvió para acompañarnos un rato más y conversar. Manifestó que Laura lo había hecho muy bien para no tener experiencia en el escenario y que, cuando las cosas eran naturales, el espectáculo se veía y se percibía mejor por parte de la audiencia. Y que eso era lo que hacía especial a ese lugar. Nuestras amigas tuvieron el chance de preguntar de todo y de satisfacer sus curiosidades, pero era evidente que mi esposa había sido la estrella de la noche. La gente, al pasar al lado de la mesa, la saludaban. Wonderfull, le decían. Indudablemente se había robado el show.

Nuestras amigas estaban sorprendidas. Jamás pensaron que aquello fuera a pasar y le preguntaban infinidad de cosas. Laura nos contó que, cuando Nicolleta la llevó a los camerinos, en medio de mostrarle y contarle cómo era que aquello funcionaba, le preguntaron si existía la posibilidad de que ella participara de manera espontánea en la presentación. Nicolleta había sido clara en lo que se esperaba ver en este tipo de shows y le plantearon la rutina que iban a desarrollar, sin ningún tipo de preparativo, siempre y cuando ella estuviera de acuerdo.

Ella dijo estar de acuerdo, pero sentir mucho miedo de hacer eso en un escenario. Nicolleta le había dicho que aquello era natural al principio y que, para calmarse un poco, algunos fumaban un poco de marihuana o tomaban algo para calmarse, acompañado de algo caliente, como una agua aromática o bebidas similares. Y que ella, Laura, había manifestado su deseo de beber un agua aromática. Y cree que, seguramente se la dieron con algún tipo de calmante, porque manifestó que después de aquello se sintió muy tranquila y relajada.

Dijo que parte de la preparación, tal vez, fue que, cuando estuvo en los camerinos, ellos la trataron muy amablemente. Nicolleta era de ascendencia italiana y hablaba bastante bien el español. Su compañero en el escenario, Sigfried, al parecer su novio en la vida real, también hablaba un poquito en español. Pero, en general, los que estaban allí hablaban en idioma Alemán, o al menos eso era lo que a ella le parecía.

La otra cosa fue que, mientras estuvo allí, todos estuvieron semidesnudos, o desnudos, de modo que en un principio ella era la única persona relativamente vestida en los camerinos. Nicolleta, entonces, la había alentado para que se despojara de la ropa, con el pretexto de que le iban a maquillar todo el cuerpo, lo cual efectivamente hicieron, pero, más que todo, era con el propósito de que se familiarizara con el desnudo y perdiera un tanto el miedo.

Mientras la maquillaban, Nicoletta le había explicado la rutina que pensaban realizar y la ilustraba sobre los detalles, especialmente en lo relacionado con las escenas de sexo oral. Le había explicado cómo manipular el pene del hombre y cómo llevarlo a la boca, permitiendo que los asistentes no perdieran detalle de lo que estaba sucediendo. En esa instrucción, la guió para que acariciara todo el cuerpo de Sigfried y se llevara su pene a la boca, mostrándole ella misma cómo hacerlo. Y, por esos detallitos, había pasado bastante tiempo.

También nos contó que, para dilatarle la vagina y lubricarla, previamente le habían aplicado un aceite aromático, que al tacto se sentía tibiecito, pero, que, con el paso del tiempo, le había generado una sensación de inquietud, de excitación, como de predisposición o deseo de ser penetrada, de modo que, cuando Nicolleta la llevó al escenario, ella ya estaba más que dispuesta a seguir adelante y que, cuando Sigfried la había penetrado, había sentido una especie de alivio de esa sensación. De alguna manera eso le había calmado la calentura, por decirlo así.

¿Qué la había motivado a hacer aquello? Preguntaron sus amigas. Bueno, respondió ella. El hecho de tener curiosidad, el estar rodeada de gente realmente guapa, hombres y mujeres, la habían hecho sentir especial, como escogida, y pensó que podría ser una oportunidad para probarse a sí misma, para sacarse muchas ideas raras de la cabeza y poder hablar con propiedad a partir de la experiencia y no por cosas que le habían contado, o leído, o simplemente imaginado. Ahora si podría hablar sobre el tema con verdadera autoridad. Y, a la hora de la verdad, aquello era una actuación, una representación, un trabajo. Y nada más. No había sentimientos u otras cosas involucradas. No había lío.

No nos quedamos mucho tiempo más allí, porque teníamos palanes turísticos para el día siguiente. Sin embargo, todos quedamos sorprendidos por la osadía de mi esposa para lanzarse al agua en esas lides, pero, pensándolo bien, resultaba acertada la idea de experimentar todo aquello que le permitiera satisfacer sus curiosidades y le afianzara su seguridad en todo lo que hiciera de allí en adelante, porque, al final, ella había sido la estrella de la noche.

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