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Orgasmo: Esa sensación en tu cuerpo difícil de explicar

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Realmente esta experiencia no me la esperaba y solo di el primer paso después de escuchar una grabación de un dispositivo oculto cuya intención era otra y nunca grabar la conversación de estas chicas que llegaban dos veces al mes a limpiar mi casa.

Había dejado la grabadora que se activa con el sonido operando, pues se me había olvidado desactivarla después de estar follando con Lorena, una chica que me encanta como jadea, como se corre y la quería grabar pues luego me excita escuchar y recordar cómo le había producido algunos orgasmos. Ese día estaba en eso, reproduciendo la grabación de las corridas de Lorena cuando de repente pasa a la conversación que sostenían estas dos chicas mientras limpiaban mi habitación. Creo que desempolvaban los buró cerca de mi cama donde estaba este dispositivo oculto, pues se escuchaba claro y con buen volumen:

-¿Te imaginas estar cogiendo con el señor en esta cama? ¿Cuántas mujeres no habrán pasado por esa cama?

-Dicen que es muy mujeriego… un picaflor.

-A mí no me importaría que me la pique por un rato… ¿Lo has visto en traje de baño? ¡Que pito tiene ese hombre… ese señor puede hacer conmigo lo que quiera! –(Se escuchaban risas).

-¿De veras te dejarías coger por el señor? Bien tiene sus 45 años.

-¿A ti nunca te ha echado los perros?

-No… pero si algún día se me insinúa, yo le abro mis piernas. –(Y volvían a reír).

La chica mas abierta en la conversación se llama Angélica y tenía un poco más de un año viniendo a hacer la limpieza de la casa y en ese tiempo ella habrá tenido sus 20 a 23 años máximo. Cuando la vi por primera vez era más llenita, pero en los últimos meses había tenido un cambio llamativo y se ponía unos jeans bastante ajustados a su figura. Quizá mida el metro cincuenta y cinco con un peso de unas 145 libras, las cuales se perfilaban en un tremendo trasero y unos melones bastante generosos que quizá alcanzaban la copa D. Entre las dos, era Angélica las más amigable y también la más bonita de rostro. Cabello negro a media espalda totalmente liso, de rostro redondo y una sonrisa angelical y mirándola a las ligeras, denotaba una personalidad tímida, aunque por su plática con su compañera, estaba lejano de aquella percepción.

No sabía como acercármele, pues regularmente trabajan juntas haciendo plática. Ese día que sabía iban a llegar no las hice pasar por la puerta principal, pues mi plan era que entraran por un costado de la casa donde yo estaría en traje de baño en la piscina. Dejé una nota en la puerta y les indicaba que entraran por un costado, pues estaría en la piscina. Tenía puesto una calzoneta que me comprime el paquete, pero sé que se me nota el bulto y era lo único que vestía esa mañana. Entraron ambas y creo que se sorprendieron encontrarme acostado en una silla reclinable. Me saludaron y sé que de reojo sus vistas querían ver mi paquete. Se estaban alejando cuando llamé a Angélica. Le pedí de excusa que si me pudiera traer mi celular, el cual estaba en la mesa de la sala y como estaba mojado no quería entrar por él. Al par de minutos llegó con mi celular y le dije:

-Angélica, ¿tienes mucho trabajo el día de hoy?

-¡Lo de siempre Sr. Zena! ¿Necesita algo en particular?

-Necesito ayuda con unos archivos que necesito mover al ático, pero no quiero ponerte sobrecarga de trabajo.

-Si gusta le ayudo y mientras tanto Maggie que comience con la limpieza.

-¿No te importaría? Yo les pago por el tiempo extra.

Se fue a comunicarle el plan a Maggie y mientras tanto yo me sequé y solo me puse la toalla por sobre la espalda solo vistiendo la calzoneta de baño. Regresa y creo que se sorprende que siga solo con ese trapo cubriéndome el sexo y caminamos hacia la biblioteca y realmente yo no tengo ningún archivo que mover. Ella creo que estaba incómoda por la situación y le pregunté:

-Angélica, ¿estás bien?

-Si don Antonio… solo que nunca había estado con un hombre casi desnudo a solas en una habitación.

-Si gustas espérame aquí… voy a ponerme algo de ropa.

-¡No se incomode don Antonio… usted está en su casa!

-¡Pero no quiero incomodarte a ti! ¿Nunca has visto a un hombre en traje de baño? – y me sonreía con ella.

-Si, pero no tan cerca de mí.

Vi su nerviosismo en su rostro y supe que Angélica era un cordero ante un depredador. Me le acerqué y le dije:

-Tranquila… aquí no pasa nada, a menos que tú quieras que pase algo. – Y le miraba fija a los ojos.

-No sé don Antonio… usted me ha puesto muy nerviosa.

Me le volví a acercar y esta vez la tomé de la mano y sentí que su mano estaba fría y temblaba. Creo que intuía mi intensión en ese momento y sabía que se sentía acorralada adentro de la biblioteca, pues esta solo tiene vista a un lado de la casa y las persianas estaban cerradas. La tomé como un padre toma a su hija entre los brazos con la excusa de darle calor. Su cabeza descansaba entre mis pectorales y podía sentir como su cuerpo temblaba. Le dije:

-¡Por Dios Angélica! Pareces que tiemblas un fiebre.

-Es que usted me ha puesto muy nerviosa.

-Tranquila Angélica… aquí no va a pasar nada que tú no quieras.

-No sé don Antonio… es que arriba está Maggie y usted sabe lo que se va imaginar.

-Bueno… no crees que ya se lo está imaginando. Luego inventamos algo.

Le dije eso y le tomé una de sus manos y se la llevé a mi paquete. Hice que ella la sobara dirigida por mi mano. Con la otra comencé a masajear su espalda buscando los botones de su blusa. Finalmente creo que su excitación pudo más que sus miedos y ahora ella me masajeaba la verga sin mi asistencia. Se sorprendió cuando le dije que me bajara la calzoneta. Ella como si lo dudara, pero finalmente comenzó a bajarme lo único que llevaba puesto. Ella seguía tensa y me preguntó:

-¿Tiene llave la puerta?

-Si. -le dije, aunque era mentira.

-¡Yo no me cuido y no quiero quedar embarazada!

-No te preocupes… yo tengo protección.

Aligeradamente le quité su blusa y brassier. Tiene ricos melones que, si ese día hubiésemos tenido más tiempo, me hubiese querido correr entre ellos. Los pantalones le quedaban tan ajustados y como es de caderas pronunciadas nos tomó tiempo quitárselos y más creo que como estábamos apurados, sentíamos ir en contra del tiempo. Llevaba unos cacheteros color rojo que magnificaban el tremendo trasero que esta chica tiene, y cuando se los quité estaban ya mojados lo que me dio a entender que, aunque nerviosa, esos nervios eran debido a la excitación del momento. Me senté en el escritorio y ella se hincó a mamarme la verga. Si no fue la mejor mamada de mi vida, tampoco fue la peor, pues que se puede esperar de una novata. Me la mamó porque se la señalé, pero no creo que ella se esperara que yo hiciera lo mismo con ella. Mi escritorio es bastante grande, la puse frente al asiento haciendo a un lado la computadora y sin mucho protocolo, le comencé a chupar la conchita.

Conchita de buen tamaño, con algunos pelitos alrededor de ella, típica de las chicas llenitas, de labios gruesos y clítoris que inflamado se miraba grande. Cómo le pulsaba ese clítoris y cómo se sentía que emanaba jugo esa vagina. Le pasaba una y otra vez mi lengua por su rajadura y Angélica, aunque intentaba no hacer ruido, de repente se escuchaba un pequeño gemido y la frase: ¡Ay, Dios! O ¡Dios mío! -Le chupaba la panocha y con mis dos manos le apretaba sus pezones y comencé a notar ese vaivén de sus caderas anunciándome que se le acercaba su orgasmo. Luego ella a la misma frase le agregaba un cuestionamiento: ¡Dios mío! ¿Qué es esto? -Estaba al borde del orgasmo y le dejé de chupar la panocha y le puse el glande a la entrada de su conchita y se lo empujé lentamente y se tragó mis 23 centímetros. Explotó de placer, aunque a sus gemidos intentaba restringirlos, pero podía ver sus labios fruncidos y haciendo todas esas muecas de placer viviendo su orgasmo. Luego le embestí su conchita y Angélica no paraba de jadear y creo hasta que dejó de sentir esa sensación de placer, ella me cuestionaba:

-¿No se ha ido adentro de mi… verdad?

-Póngase un condón y acabe, pues ya me imagino lo que le estará pasando por la cabeza a Maggie.

-¡No tengo condones! -le dije.

-¡Usted dijo que tenía! ¿Y ahora?

-Dame ese culito. -le dije.

-Por ahí no… especialmente con esa verga que usted tiene.

-¿Nunca te lo han hecho por ahí?

-No… es que eso no es para eso.

-Angélica, hazlo por mi… mira como me has dejado. (le rogué por un par de minutos).

-¡Esta bien! Pero apúrese, que a Maggie le está tocando hacer todo.

Se puso apoyándose con sus manos en contra del escritorio, su trasero levantado, le abrí sus hermosas nalgas y vi su ojete. Le puse saliva a mi pulgar y comencé a frotárselo e intenté metérselo. Ella me paró diciéndome que me apure, que nos hemos tardado mucho. Le puse el glande en su ojete, se lo empuje y Angélica solo decía: ¡Uf… duele…suave, vaya lento que duele! -Dio un leve grito cuando mi glande quedó insertado y poco a poco se la fui metiendo hasta que me dijo que ya no podía. No le hice caso y se la pompeé pues estaba cerca de llegar al paraíso. Como pudo camufló sus gritos y yo me corrí en su culo el cual sangró levemente.

No limpiamos como pudimos, pues allí en mi oficina siempre había toallas de papel o Kleenex y se vistió rápidamente y salió de la biblioteca sin decir mucho. Tenía un culo bien apretado y rico al ojo de cualquier hombre y hubiese querido follarlo con más tiempo, pero esta primera vez con Angélica sucedía de esta manera. Luego la invitaría a que llegara a casa y lo hacíamos con mucho más tiempo, pues creo que había encontrado el verdadero gusto al sexo, puesto que según me contaba Angélica, aquel había sido su primer orgasmo de su vida… nunca había vivido uno antes, aunque si ya la habían desvirgado. Yo fui el primero que le había comido la conchita como lo imaginaba por la manera de reaccionar y también el primero en romperle el culo. Lo asimilaba, pues creo que Angélica no era de las chicas deseosas de sexo anal y más que todo me lo daba a mi solo por complacerme, aunque si creo que le gustaba que le comiera el culo pues un día así le saqué un orgasmo.

Aquel día de esa primera vez aligerada, había dejado la grabadora activada, aunque en esta ocasión con la intensión de escuchar si Angélica le decía algo a Maggie. No me había equivocado, las mujeres son tan similares a nosotros los hombres cuando vivimos estas aventuras. En esa plática Maggie le preguntaba:

-¿Qué pasó… eran muchos archivos?

-¡No me lo vas a creer! Don Antonio me acaba de dar una cogida.

-¿Te cogió a la fuerza?

-No… yo lo dejé, pero por Dios, que verga más grande tiene ese hombre.

-Bueno, eso ya lo sabíamos… cuenta, cómo sucedió.

-Luego te cuento, pero con esto te lo digo todo. Me puso esa verga donde quiso.

-¿Se la chupaste?

-Si… y no solo eso, él se corrió en mi trasero.

-¿Pero te lo hizo rico?

-Hubiese querido que me siguiera cogiendo… esta es la experiencia más rica que he vivido.

-Por mi vete a coger con él… yo termino cuando termino.

-Quedé en venir mañana.

-¡Veo que te gustó picarona! Te miras todavía con los ojos cruzados.

-No te imaginas lo grande que es esa pija y cómo se siente cuando de la mueve… de solo recordar me voy a correr de nuevo.

-¿Pero usaron condón?

-No… es por eso de que él me pidió el trasero.

-Y tú que se lo ibas a negar…

-No podía, después de ese gusto que me sacó… te juro que nunca había sentido eso en mi vida.

-¿Una verga en culo?

-¡No tonta! Esa sensación en tu cuerpo difícil de explicar.

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