La infidelidad es un acto que mata, puede ser física o mentalmente, se sabe de las consecuencias pero muchos arriesgan por amor o por el simple hecho de hacerlo. Es jugar en el precipicio con media mitad fuera.
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-¿Me invitas algo? –preguntó al acercarse.
-Ahora no soy buena compañía para nadie –le respondí sin verla.
-Soy buena escuchando si es lo que quieres –tomó mi hombro mientas se sentaba al lado mío.
Volteé a verla, el exceso de maquillaje ocultaba arrugas pero sus ojos evidenciaban cansancio; quizá más que el que yo sentía en ese momento, ¿qué más daba ella que cualquiera?; regresé a mi trago el cual terminé mientras llamaba al barman.
-Dame otro whisky, a ella sírvele lo que quiera.
-Lo mismo que él –dijo con una sonrisa mientras se dirigía conmigo –me llamo Nuria.
-Roberto –dije entre dientes –pero me puedes llamar “cornudo”.
-¿Mal de amores?
-El amor no tiene nada que ver en esto.
-Cuéntame –dijo acomodándose recargando su codo en la barra.
Por un momento no dije algo, los últimos días habían sido los peores de mi vida que en realidad no sabía por donde empezar a contarle; lo que era claro es que tenía que sacar todo esto que llevaba dentro, sino lo hacía iba a explotar por puro almacenamiento de emociones.
-¿Alguna vez te engañaron? –le pregunté viéndola a los ojos.
-¡Uf! –dijo para sí mientras encendía un cigarrillo –dejé de contar hace mucho tiempo.
Volteé nuevamente la vista mientras jugaba con mi vaso, tenía tantas cosas por decir pero no sabía la forma de hacerlo; parecía como si las palabras formaran un nudo en mi garganta peleando por salir todas al mismo tiempo. Respiré hondo, tomé de mi trago volviendo a verla con una fingida sonrisa.
-Mi mujer se acuesta con mi mejor amigo –dije tratando ser sonar tranquilo.
No dijo algo, bajó de su asiento mientras tomaba de golpe su trago.
-Ven –dijo tomando mi mano –sentémonos allá.
Apuré el mío mientras pedía al barman la botella, nos encaminamos a las mesas del fondo donde nadie podía molestarnos.
-Estas cosas no son para los oídos de todos –me dijo sin más.
-¿Para los tuyos si?
-Los míos no se conectan con mi boca –mencionó mientras tomaba mis manos –no me aprovecho de los que pisan por lugares que yo pisé.
Algo en ella me inspiraban confianza, confianza que era lo que había perdido los últimos días; bajé mi cabeza y las palabras comenzaron a brotar mágicamente solas, como si supieran cual era su lugar en el largo camino del detalle.
-Fue hace un par de semanas que comenzaron mis sospechas, llegué a casa como siempre después del trabajo; estaba sentada en la sala con la televisión prendida mientras veía su teléfono, me senté junto a ella en el justo momento que recibió un mensaje que alcancé a leer; “¿estás con él?”. Rápidamente apagó el teléfono, le pregunté quién le escribía y me dijo que su hermana, que tenía problemas con su esposo de no sé qué cosas más a las que ya no puse atención; no dijo más y se fue a la cocina.
-La siguiente ocasión fue un día que olvidé las llaves del almacén, regresé a casa por ellas y fue raro no encontrarla; me había dicho que no saldría pero no di importancia, pensé que por la noche me lo contaría; cuando llegué le pregunté por su día y me dijo que había estado encerrada sin salir, me molesto su mentira pero no dije algo; lo dejé pasar.
-La última fue el fin de semana pasado, tenemos un equipo de futbol donde jugamos los compañeros de trabajo; ahí juega también Juan, “mi amigo”; no jugó con nosotros porque dijo que no se sentía bien, le marqué para saber como estaba pero no contestó, llamé después a mi esposa para que lo visitáramos una vez llegara a casa y tampoco contestó mi llamada; podía no ser nada pero me dejó intranquilo.
-El día de ayer me enviaron a revisar un almacén a la ciudad, tendría que llegar hoy junto con mi ayudante; tomé la decisión casi al tomar camino, le pedí que fuera solo, que tenía algunas cosas por resolver y que después le daría un día libre. Llegué a mi casa y esperé afuera, si algo pasaría debería ser hoy ya que ambos sabían que iba a estar fuera; y así fue. Salió de casa y la seguí, por el rumbo que tomó sabía a donde se dirigía; llegó a casa de él y ni siquiera tocó la puerta, al parecer tiene llave…
Volví a mi trago mientras mis lágrimas caían sobre la mesa, sentí como me liberaba de un peso que hasta ese momento me estaba asfixiando.
-¡Casi diez años carajo! –me dije tomando mis cabellos -¡como se habrá reído de mi cuando le decía cuanto la quería!.
-Y este cabrón –dije moviendo mi cabeza –contaba a todos su aventura con una casada, de puta no la bajaba; ¡hijo de mil putas!
No se dio por aludida con mi último comentario, acercó su silla y pasó su brazo a mi espalda reconfortándome.
-¿Hablaste con ella?
-Al principio no quería hacerlo, me hervía la sangre al verla entrar que pensé en hacer una locura; me conozco.
Levanté un poco mi chamarra para mostrarle el arma que llevaba a la cintura.
-Por eso estoy aquí, quería embriagarme hasta perder la razón; el destino dirá que hacer saliendo.
Se acercó aún mas a mi, puso su boca a la altura de mi oído mientras hablaba en voz baja.
-Toma este consejo, la decisión que tomes no debe ser con esto que llevas, porque independientemente de lo que pase los que ganarían serían ellos; despeja tu cabeza de alcohol y sentimientos y enfréntalos, ya no tienes algo que perder pero al menos rescata tu dignidad.
Que lección me estaba dando la persona que menos esperaba que lo hiciera, la vi una vez más y agradecí sin palabras; con la mirada. Tomé el último trago y me levanté de la mesa, le dirigí una sonrisa a mi confidente inesperado.
-¿Se debe algo? –dije sinceramente.
-Si sirvió mi consejo y todo sale bien, ya habrá oportunidad que me invites otro trago.
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Salí del lugar un poco mejor de ánimo, caminé durante horas para despejar mi cuerpo del alcohol y mi mente de sentimientos; lo hice hasta sentirme cansado física y emocionalmente hasta llegar a casa. Abrí la puerta y ahí estaba ella con rostro preocupado.
-¿Donde estabas?, imaginé lo peor –dijo después de un rato.
-Siéntate –le dije –tengo que hablar contigo.
Su rostro mostró preocupación pero trató de disimularlo, tomó asiento; hice lo mismo al frente suyo mientras colocaba el arma a mi lado.
-¿Por qué tienes esa cosa? –dijo con auténtico miedo –no me asustes.
-¿Desde cuándo te acuestas con Juan? –dije a rajatabla y sin tomar en cuenta su pregunta.
-No sé de qué hablas –mencionó levantándose de su lugar.
-¡Que te sientes carajo! –dije levantando la voz -¡contéstame!
Volvió a tomar asiento, colocó sus manos entre sus piernas mientras comenzó a llorar.
-Perdóname Roberto, las cosas se dieron sin pensarlo pero no volverá a pasar.
-A ver si así entiendes la puta pregunta… ¿desde cuándo te mete la verga el cabrón de Juan? –esto último gritándolo sin importarme que me oyeran.
-Desde mi cumpleaños –respondió cada vez más asustada.
-¡Hijo de puta!, en mi casa… ¿te forzó?
-No.
-¡Un puto mes Verónica!, ¿cuándo pensabas decírmelo?
Silencio.
-Sé que ya no importa, que ni siquiera te importe pero… ¿por qué?, ¿qué te faltaba?, ¿por qué decías quererme entonces?
Esto fue el acabose de su resistencia, se arrodilló abrazando mis piernas mientras lloraba desconsoladamente, hipaba sin poder articular palabra mientras su cuerpo temblaba sin control; verla así casi logró bajar mis defensas pero me contuve, mi dignidad de hombre estaba en juego.
-Desde el primer día estuvo tras de mi, no te dije nada porque sé como reaccionas; pensé que hablando con el dejaría de molestarme pero no fue así, me acosó hasta que no pude resistir mas y comenzó esto de lo que ahora me arrepiento.
-Merezco lo que quieras hacer conmigo pero por favor, ¡no me dejes!; ahora entiendo que es a ti a quien amo y no soportaría estar sin ti, por favor, por favor…
-Si para saber que me amabas tuviste que compararme con otro entonces te dejo libre, ve y acuéstate con quien quieras que ahora ya no me importa.
-¡No, por favor! –dijo impidiendo que me pusiera de pie –no tomes una decisión ahora, déjame mostrarte que voy a cambiar para ti.
-La que tomó una decisión fuiste tú y sabías cuales serían las consecuencias.
-Tratemos de olvidarlo, ¿si?; y si para hacerlo tenemos que irnos de aquí, hagámoslo; por favor.
La mire con tristeza, tomé sus hombros y la puse de pie mientras yo hacía lo mismo.
-Por dos razones es que lo nuestro no puede seguir, la primera es porque no podría volver a estar contigo sin dejar de pensar como te entregabas a otro por gusto y sin remordimiento para conmigo, tu esposo; la segunda y mas importante es porque nunca volvería a confiar en ti, viviría con la zozobra de imaginar cuando volverías a engañarme abriéndole las piernas a otro. No Verónica, no te hagas ni me hagas mal; por el tiempo que nos quisimos vamos a terminar aquí y ahora, no voy a mentirte diciendo que no te quiero pero voy a superarlo, espero que hagas lo mismo.
Se abrazó de nueva cuenta a mi, la separé evitando contradecir con hechos lo que con palabras dije.
-Toma tus cosas de la recámara, ya no puedes seguir ahí; tienes al día de mañana para salir de esta casa, para cuando regrese ya no debes estar aquí.
La senté en el sillón mientras tomaba un par de cosas y salí de la casa, al cruzar la puerta alcancé a escuchar su último comentario.
-Yo no voy a superarlo.
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Renté una habitación en el primer hotel que encontré y me eche a la cama, apagué mi teléfono y dormí, lo hice como en días no hacía.
El día siguiente me despertó con un buen sabor de boca, descansé bastante bien, tomé un baño y salí con rumbo al trabajo; en el camino pensaba lo que me deparaba el futuro, tendría que volver a aprender a vivir con eso, me dije; me dolía y mucho el pensar iniciar si ella pero no hubo otra opción, al menos no esta vez.
Llegué e inmediatamente fui llamado a dirección, posiblemente no cayó bien que no fuera a revisar el almacén y merecía la reprimenda; preparé una excusa plausible y me encaminé escaleras arriba.
-Buenos días Roberto –me dijo el director muy serio.
-Señor, antes que nada quiero ofrecerle una disculpa; el día de ayer se me presentó un imprevisto y por eso…
-Roberto, lo que tengo que decirte es muy delicado; siéntate por favor.
Tomé asiento. Temí lo peor.
-Me contactó la policía por la madrugada, trataron de localizarte pero tu teléfono estaba apagado; al parecer tu esposa le disparó y mató a Juan y se encuentra detenida hasta aclarar los hechos, siento decírtelo pero al parecer tenían una aventura.
No sé qué tiempo fue el que estuve sentado escuchando a lo lejos sus palabras, en mi cabeza solo una frase resonaba una, otra y otra vez:
Yo no voy a superarlo.