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La otra Marta (II)

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En un lateral del tatami, encogida de piernas y abrazándose ella misma, se quedó dormida. Sole dormía profundamente y cuando creí que íbamos hacer lo mismo, miré a Marta estábamos las dos de pie, sus ojos brillaban, clavando su mirada en la mía y relamiéndose los labios.

-¿Te ha gustado la sumisión de tu amiga?

-La verdad no me la esperaba tan sumisa, es cierto me ha gustado.

-¿Crees que no adivino lo depravada que puede ser tu mente?

-¿Qué estás diciendo?

-Te he visto disfrutar de la situación. Apropósito.

En silencio, me dio la vuelta, hizo inclinarme y poner las manos sobre la cama, doblando la espalda en alza mi culo. Lo primero que noté un azotito, después fueron sus dientes mordisqueando la carne de una de mis nalgas y cuando con sus manos las separaron, se permitió examinar.

-Adorable.

-No me imaginaba que pudieras ser tan guarra -Le dije, mientras ella se incorporaba.

-Ni tú tan cerda -Su boca buscó la mía, jugando con mi lengua, mientras clavaba sus uñas en la carne de mis nalgas.

-Veo que mi oferta no te deja indiferente.

-Para nada.

-Pero te quiero sumisa, ¿aceptas el reto?

-Qué quieres que haga, pero... -Señalando a Sole

-Será un morbo añadido, no vamos a molestarla.

Con una mano me acarició el pelo, mientras bajó la otra hasta llegar a mi pubis apretándolo. Su expresión dominante emergió mientras me miraba severamente. Me indicó que me arrodillase sobre un amplio diván, más parecía una pequeña cama, colocando los brazos al frente y la cabeza entre ellos tocando el asiento. Obedecí, puso un cojín bajo mis rodillas para que las apoyara, la postura era un tanto incomoda, pero de aquella manera mi depilado coño y mi culo quedaban totalmente expuestos, tener ofrecidas mis partes íntimas me excitó en sobremanera.

Podía escucharla moverse detrás de mí, de reojo aprecié como de la cómoda recogía una cinta roja, con ella alrededor de mis brazos, empezó a dibujar una espiga entrando y saliendo, terminando con un nudo en mis muñecas. De rodillas y con los brazos atados, mi corazón latía tan fuerte que pensé que tenía que ser capaz de oírlo. No tenía idea de lo que estaba tramando.

Hice un medio jadeo, respiración entrecortada, cuando sus dedos se curvaron bajo mi culo. Sus manos continuaron la suave caricia, pasaba los dedos por los hinchados labios y se deslizaban entre la humedad que se iba acumulando. Jadeé y me moví, separando más las piernas, una invitación a explorar. Pero el chasquido de la palma de su mano sobre mi culo se sacudió a través de mi cuerpo y resoplé.

-¿Estás lista?

-Sí, tu mandas.

Abrí mucho la boca, sabor a goma de la pelota entre mis dientes, las correas se cerraron alrededor de mi cabeza. Algo se despertó en mi interior. No era deseo solamente, era más que eso, una mezcla de deseo y de vértigo. Era el comienzo de lo que sería una larga lección. Sus manos se paseaban por mi trasero e introducía un dedo en mi vagina. El placer me podía, pero de golpe sacando los dedos, se paró. Me golpeó de nuevo, pero ahora no era su mano, con un azotador golpeaba alternando las nalgas y los muslos. Perdí la cuenta, las punzadas de los azotes se convirtieron en un latido caliente, nada que hacer excepto tomar su castigo. Una ola de sumisión recorrió todo mi cuerpo, calor, escozor, todo se diluía con ese cosquilleo raro, mezcla de dolor y placer. Ignoró mis reacciones, ella siguió y no pude evitar que mis lágrimas bajasen por mi mejilla. No era la primera vez que recibía tal castigo, pero no con la cantidad y dureza con que ella me aplicaba. Me obligó a abrir las piernas y me golpeó entre ellas.

Cuando cesaron los azotes, su boca fue directa a mi húmeda vagina y me mordió, chupó, succionó con avidez. Mientras su pulgar en círculos, frotando la carne arrugada, presionando en la abertura de mi ano. Se agachó, giré la cabeza, la miré con la respiración agitada y excitada por lo ocurrido, me miró también y me besó con fuerza los labios abiertos por la mordaza, su lengua lamió la baba que caía por la comisura de mis labios. Después se incorporó, un tiempo de silencio, la sensación fría de un líquido se derramó entre las nalgas, mis terminaciones nerviosas se dispararon rápidamente cuando un plug anal se alojó hasta el fondo de mi ano. No era una cosa tampoco novedosa para mí, pero la inserción fue de golpe sin previos. Tensando las piernas, cerré los ojos y me concentré, apretando los músculos de mis muslos, una ráfaga de placer me hicieron retorcerme y gemir lo que me permitía la mordaza…

Pasados unos minutos de silencio me mostró un consolador de tamaño superior al que habíamos utilizado para follar a Sole. Se lo acomodó a un arnés, se subió al diván, sus manos se posaron en mi espalda, estabilizándome, sus piernas montaron mis nalgas, derramó de nuevo líquido, antes de que empujara la ficticia polla dentro de mi coño. Estaba tan untada y mojada que ni el plug anal fue impedimento para que se deslizase hasta el fondo, estaba llena por ambos orificios. Una pausa mientras salía y luego volvía a empujar, cada vez con más intensidad, tocando fondo. Mis terminaciones nerviosas se dispararon rápidamente, enviando señales confusas a mi cerebro.

Presión, placer... mi coño se contrajo, mi clítoris palpitaba contra el cuero, mi respiración se aceleraba cada vez más, mientras mi cuerpo intentaba absorber toda la sensación. Me retorcí, no estaba segura de cómo quería moverme, pero estaba segura de que quería correrme y no tardé mucho en hacerlo. Aumento el ritmo de manera brutal, en el silencio de la habitación, se oía el golpear de su pelvis chocando contra mis nalgas, también sus jadeos, todo era una mezcla de sonidos, que culminó en otro orgasmo salvaje que explosionó dentro de mi coño.

Sus manos tirando sobre mis hombros con fuerza contra ella, su cuerpo se tensó, cayó sobre mi espalda. Yo quieta apretando mis músculos todo lo posible, gemidos, espasmos, se mantuvo inmóvil disfrutando de su orgasmo. Después descabalgándome se apartó inclinando su cabeza y empezó a lamerme los labios vaginales chupándome suavemente el clítoris, podía hacerme correr de nuevo, tiró de los labios y me pellizcó el clítoris, para terminar golpeándomelo rítmicamente con la palma de su mano. Seguía con los brazos sujetos y la mordaza, me ayudo a incorporarme, dándome la vuelta.

-Como estas -Mientras me desprendía de la mordaza.

-Me asustas pero dame lo que necesito.

-Pero quieres que te lastime, ¿verdad, Noa?

-Sí -Con voz aguda y nerviosa. Mi mente corría con las posibilidades. Todas las cosas sobre las que había leído, fantaseado, practicado muy sutilmente. Nalgadas y control, dolor y placer, dominio y sumisión. Quería estar a su merced.

-Dime que te gustó -Me miraba fijamente y sus manos se posaban en mi cuello.

-Me gustó, soy tuya y déjame servirte.

Se desprendió del arnés y me lo colocó de tal manera que el plug de mi culo quedó sujeto sin poder salirse, el consolador aún con restos de mis jugos, sujetó también a mi cadera, sobre el diván boca arriba, sujetas las muñecas al apoyabrazos, volvió a colocarme la mordaza. Sin decir nada más, se sentó sobre mi, piernas abiertas, guío la ficticia polla hacia su íntima humedad y se lo introdujo totalmente, su pelvis contra la mía, primero con movimientos lentos y de giro profundo, su asedio fue frenético, con sus manos aferradas a mis pechos tiró de los pezones, chillé lo que me permitió la mordaza. Atisbé su cara de perversión y siguió embistiendo hasta alcanzar su nuevo orgasmo. Nos miramos en silencio, me desabrochó la mordaza, me ofreció su lengua, que saboreé con deleite y cuando su boca se separó de la mía, murmuró.

-Crees que yo mando y tú obedeces.

-¿Acaso no es así?

-¡No! Eres tú quien decide hasta dónde podemos llegar.

-Que sea lo que tú quieras.

-No ha estado mal, me están dando ganas de nuevo -Parecía enloquecida por la lujuria.

No puede ser, pensé. Mientras me desataba las manos. Con el arnés aún en mi cintura, la ficticia polla bamboleando y el plug dentro de mi culo. Me indicó colocarme de rodillas frente a ella, sacarle las medias y lamerle los pies. Me sentía confundida, pero asentí con la cabeza, obedecí, me arrastré y lamí. Levanté la mirada y se estaba masturbando, me tiró del pelo levantadme la cabeza, se había introducido dos dedos, viscosos me los pasó por los labios y me obligó a chuparlos, con la otra mano me acariciaba la cara y sin esperarlo me abofeteó la mejilla.

-Ves, puedo hacer contigo lo que quiera -Sonriendo, mientras indicaba con el dedo su entrepierna.

Me golpeó de nuevo, primero una mejilla y luego la otra. Concentrándome el dolor se transformó, en una ráfaga de placer en mis venas que me hicieron retorcerme y gemir, mis muslos pegajosos con mi propia excitación. Acerque la cara a su sexo, estaba húmedo, desprendía calor, saqué la lengua, lametones entre sus labios carnosos. Aferrada con ambas manos a mi cabeza, restregaba su coño rítmicamente en mi boca, cada vez con más intensidad. Yo no tenía otra opción sino que usar mi lengua, metiéndola lo más hondo posible para relamer sus paredes vaginales, hasta que me apliqué a succionar su clítoris y logró su nuevo orgasmo.

-Tengo gustos muy especiales -Me susurró en el oído. Sus ojos brillaban además de esbozar una sonrisa maliciosa, que me hacían desearla y a la vez incluso temerla. Me sentía dominada, pero estaba dispuesta a permitirlo.

-Date una ducha, te espero -Me di esa ducha rápida y volví a salir, me esperaba sentada en la cama, tiró de mí hasta dejarme de pie frente a ella. Abrió una caja y extrajo un collar de cuero, me lo entregó, entendí el mensaje y me lo puse. Mientras jugueteando con sus dedos separó los labios de mi sexo con dos dedos e inclinándose metió la lengua pasándola por toda mi rajita. Movió la lengua haciendo círculos alrededor de mi clítoris. Continuaba sentada y un escalofrío recorrió mi cuerpo cuando me enseñó un plug anal metálico de diseño cónico rematado como en una joya de zafiro rojo, lo untó con lubrificante y haciéndome arquear las piernas me lo fue introduciendo lentamente en el ano. Una vez dentro se levantó y me alargó unas bragas tipo faja.

-Póntelas, no quiero que lo pierdas.

-¿Pretendes que llevé esto dentro toda la noche? -pregunté frustrada.

-No lo pretendo, te lo exijo, ¿no te gusta? ¿No quieres? -dijo con falsa pena.

-Si... bueno lo quiero -dije convencida.

-Vamos a dormir un rato.

Bajo el nórdico, en la misma cama quedé en medio, con la molestia en mi trasero, agotada, sin darme apenas cuenta me quedé durmiendo profundamente.

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