En el primer capítulo de este relato os he contado en qué circunstancias y cómo conocí a la bella Karina. En el segundo les relato que tan bella es esta chica y como yo me convierto en un usual cliente para ella. En el tercer capítulo nuestra relación cambia y nos volvemos en una especie de amigos con beneficios y donde Karina me acerca más a su intimidad sexual y humana pues, aunque el origen de haberla conocido se reduce a eso y desde un principio tuvimos sexo, su intimidad en el sexo fue un proceso para realmente descubrirla. En este último capítulo os contaré cómo nuestra relación llega a su final y cómo nace el título de este relato.
Por esos días que Karina me pidió fuéramos amigos y que no volviera a pagarle por sexo, tuvimos muchos encuentros sexuales donde muchas noches me quedé a dormir en su apartamento. Como con cualquier amiga, salíamos de vez en cuando a comer o tomar unos tragos en algún bar de los alrededores. El sexo con ella siempre fue intenso pues no puedo recordar una ocasión donde tuvimos sexo breve o como le llaman algunos por ahí: un “rapidín” o como se dice en el idioma inglés: “a quickie”. El sexo con Karina no podía ser así, pues cualquiera quisiera tener el tiempo para acariciar la piel de esta hermosa mujer y es por eso de que esas primeras horas que pagué $400.00 por cada una de ellas me parecían tan cortas. Siempre quería más, especialmente que un principio me negaba sus besos y no tenía el privilegio de hacerle sexo oral.
En esa faceta de amigos con beneficios noté un enorme acercamiento de Karina y las llamadas telefónicas eran una constante después de las seis de la tarde. Le dedicaba un par de horas regularmente entre semana donde la visitaba uno o dos días y verdaderamente no iba mas seguido, pues siempre pensé que debería darle tiempo para que atendiera a sus clientes y que también yo tenía otras conquistas que hacer o complacer algunas otras chicas en mi orbita. Comenzaron a aparecer los regalos los cuales al principio fueron cosas simples como una camisa o corbata, pero un día me regaló un brazalete de oro, el cual dudé en aceptarlo, pero no lo rechacé por no arruinar el momento. Al igual yo comencé a corresponderle con regalos, algunos más caros que lo que pagaba por una hora de sexo. En cierta ocasión le regalé más de $500.00 en solo ropa interior y una vez que la acompañé a una tienda departamental le compré un vestido que me costó alrededor de $800.00. Pensé que de alguna manera todo se compensaba entre sí, pues tenía el privilegio de follármela el tiempo que yo quisiera cuando llegaba a su apartamento.
Lo que de alguna manera me incomodaba, era ese acercamiento a su círculo de amigos y familiares. Cuando se graduó de la universidad, conocí a sus padres y hermanas y fui presentado como un buen amigo. La verdad que Karina me sorprendía, pues eso de la universidad y que sus padres eran gente culta resultó ser cierto. En ese evento de su graduación que se llevó acabo en un restaurante que ofrecen salas privadas, ahí conocí a sus primos y tíos y, quienes todos ostentaban títulos universitarios. Podría decir que Karina venía de buena familia y me surgía aquel pensamiento del: ¿Por qué?
Ella parecía que quería también ser parte de mi círculo social y aunque nunca me lo reprochó por no concederle ese espacio, siempre me preguntaba por mis hermanas y mi hijo. Tuvo que haber visto mi tarjeta de identificación para conocer que esa semana estaría de cumpleaños y me lo preguntó:
-¿Qué vas a hacer este jueves que vas estar de cumpleaños?
-Lo más probable que mis hermanas me prepararán alguna cena o me invitarán a algún restaurante para celebrar. No importa que día de la semana sea, ese día siempre se celebran los cumpleaños en nuestra familia.
-Ah… pensé que podríamos pasarla juntos.
-No… creo que ese día no podría llegar.
-¿Qué te parece el siguiente día? Te tengo una sorpresa.
-El siguiente día me parece bien y gracias de antemano por la sorpresa.
-Por lo que te voy a dar no me tienes que agradecer… por eso no debes dar gracias.
En su momento no lo entendí y esa tarde después de salir de mi oficina nos encontramos con Karina en un restaurante. Estábamos a mediados de la primavera y esta linda mujer llevaba una minifalda color celeste, una blusa del mismo color con un chaleco negro de esos de tela de mezclilla. Se miraba juvenil usando sus lentes oscuros y sus sandalias de cuero que por más está en decir que esta hermosa mujer era el foco de atención como siempre había sido. Estaba feliz, se miraba feliz pues esa misma semana había recibido la carta donde era admitida a la escuela de medicina de esa prestigiosa universidad de donde meses antes se había graduado en biología. Departimos en el restaurante por alrededor de hora y media y donde me extendió una pequeña caja de regalo, de donde saqué un bonito reloj con mi nombre engravado en el brazalete. Le dije.
-Por esto dices que no debo dar gracias… ¡Pues gracias, Karina! No tuviste que haberte molestado.
-¡Molestia! No mi querido amigo, pero esa no es la sorpresa, la sorpresa la encontraras más tarde en mi cama. -Me decía con una sonrisa coqueta.
Pensé que se trataba de alguna ropa interior que me iba a modelar como preámbulo al sexo y eso me comenzó a encender pues es difícil no hacerlo cuando tienes un monumento de mujer como lo es la bella Karina. Terminamos de comer y nos fuimos ansiosos a su apartamento. Tenía una botella de champagne bien decorada en su comedor, donde se miraba un pequeño letrero deseándome un feliz cumpleaños. Destapó la botella e hicimos tiempo para hacer la digestión. Me habló de su aceptación a la escuela de medicina y por un momento pensé que esa era la sorpresa, pero poco a poco se me fue acercando y comenzó con su juego seductor donde ahora comenzaban con sus apasionados besos, los cuales se prolongaban por minutos enredados con nuestras lenguas.
En esta ocasión ella me llevó a esa habitación donde habíamos tenido sexo por primera vez y ahí estaba el mismo tocador donde le dejaba los $400.00 por una hora de sexo. Comenzó desvistiéndome mientras con sus pequeñas manos masajeaba mis espaldas y glúteos. Esta chica siempre me excitó tanto que desde antes del preámbulo mi verga comenzaba a gotear y fácilmente mojaba mi ropa interior. Ella lo notó cuando me bajó el bóxer, ya estaba húmedo. Solo vestía esa blusa celeste con su minifalda y ella no se desvistió y comenzó con un directo sexo oral. Yo estaba de pie y ella sentada a la orilla de la cama e hizo su precioso cabello largo de un lado y podía ver cómo me hacía una rica felación. Siempre me gustaron esas cejas espesas y bien recortadas, sus pestañas onduladas con ese delineador que resaltaban sus dos lindos ojos oscuros. Sus labios regularmente con un brillo incolore, este día tenían una tonalidad más rojizos y seductores. Debía de ser un pintalabios especial, pues nunca me dejó alguna mancha.
Karina para este tiempo me conocía tan bien mi conducta sexual, que presintiendo que sí continuaba con la felación me haría tocar el cielo, interrumpió la acción y me pidió que la desvistiera. Pensé que de eso se trataba la sorpresa, de alguna prenda íntima que estaría estrenando para mí. Le quité su blusa celeste para descubrir un brasier del mismo color el cual también removí y donde primeramente comencé a mamarle las tetas a esta linda mujer. Tenía una areola oscura y pezones puntiagudos que siempre me incitaron a chuparlos. Eso le encantaba a Karina, que le chupara a morir esos pezones. Luego desabotoné su minifalda, bajé un pequeño cierre y llevaba también un tanga celeste, cuyo hilo trasero desaparecía entre los preciosos glúteos de esta hermosa mujer.
Después de mamar a morir sus dos hermosas tetas, bajé poco a poco a su abdomen, le besaba sus encajes y sus entrepiernas dejado por último ese manjar delicioso de esta linda mujer: esa pequeña conchita que, hasta el día de hoy, siento llegar su rico aroma. Quizá iba por mi quinto minuto mamando delicadamente esa conchita y quizá Karina sintiendo que se acercaba su orgasmo interrumpió la faena diciéndome: -Quiero que me des de perrito… Tony, esa es tu sorpresa.
Por un momento no entendía lo que ella llamaba sorpresa, pues follármela de perrito lo había hecho en muchas ocasiones. No dije nada y comencé a asomarle mi falo en esa posición a la entrada de su vagina y la penetré delicadamente, pues como me decía esta mujer anteriormente, en esa posición la penetración de mi falo se la hacía incomoda al principio. Ella dejó que la penetrara y dejó que le diera ese vaivén semi lento, pero luego ella me volvía a decir:
-Tony, esa no es la sorpresa… piensa: ¿Qué me has pedido siempre?
-Cogerme tu culo. -le había respondido.
-Pues bien, hoy te lo quiero dar.
No dije nada después de eso y a esta mujer nunca le había insertado ni el primer falange de alguno de mis dedos y solo me había limitado en sobarle el ojete sin hacerle mucha presión. El ojete de Karina se miraba apretado, si su vagina siempre me pareció que le aplicaba mucha presión a mi falo, ahora imaginaba cómo este hermoso culo se sentiría al penetrarlo. Tenía un culo precioso y en varias ocasiones me lo había comido y chupado ese ojete y esta noche que se me presentaba como una real sorpresa, comencé con besos en sus nalgas hasta que poco a poco llegaba a besar su culo. Sé que a Karina le gustaba este accionar, ya antes le había provocado algunos orgasmos con solo chupar su ojete. Solo gimió cuando volvía a sentir mi lengua en su culo. Creo que sentir y verme comiéndome su culo por ese espejo lateral de su cama, elevaba en demasía su excitación que en segundos su conchita dejaba caer esos hilos espesos de sus jugos vaginales.
Quería que fuese una experiencia rica e inolvidable para ambos, así que me tomé el tiempo preparando la invasión a su rico trasero. Con mi pulgar apretaba ese ojete que se sentía bien apretado y poco a poco se lo había abierto hasta la mitad de la primera falange. Se lo mantenía y se lo rotaba y por un momento dudé que mi verga se introdujera en tan reducido canal sin causarle daño. Pensé por un momento no hacérselo y créanme que me dolía hasta los huevos en pensar en ello, pero fue la misma Karina quien me incitó a proseguir cuando me dijo: -Tony, quiero ser tuya completamente, quiero sentir tu verga en mi trasero.
Creo que Karina estaba tan excitada con todo ese preámbulo, y cuando le acerqué mi falo, ella misma se abrió las nalgas y me dejaba ver libremente ese culo para ser penetrado. Me tomó del falo y se lo paseaba por alrededor de su culo y solo decía: ¡Qué rico… qué rico se siente! -Comencé a empujarlo y el ojete de Karina se negaba a ser penetrado, pero de tanto insistir, pude sentir cómo ese anillo precioso me lo atrapó y se lo dejé así sin moverlo por varios segundos. Ella me dijo:
-Con cuidado Tony, que sí me duele.
-¿Quieres que te la saque?
-No… Te parecerá absurdo: Me duele, pero que rico se siente a la vez.
Se la fui metiendo centímetro a centímetro y ya cuando llegaba para que chocaran sus nalgas contra mi pelvis, ella comenzó a gemir profusamente y sus brazos se doblaron y sentía como su intestino se contraía con un temblor que nunca había sentido en mujer alguna hasta ese momento. Se estaba corriendo y es la primera vez que veo que Karina se masturba su conchita, pues creo le era incomprensible entender cómo y dónde sentía el orgasmo. Cuando comencé con mis embestidas ella solo gemía más y miraba como sus labios se fruncían, cerraba los ojos y supe que su orgasmo era fuerte y eso me dio la libertad de acelerar mi embestida y con todo aquello, sintiendo la vibración de su culo, como gemía y como se miraba su rostro de placer en ese espejo no pude más y me corrí en su culo.
Por esos días mi verga no se ponía flácida tan pronto me corría, esta se mantenía dura y luego descubrí que no tiene que ver la edad, sino el nivel de excitación que tienes en el momento, pues ya a mi edad de 54 años, hay veces que mi verga no se pone flácida después de acabar y darme un baño. Recuerdo una experiencia que tuve hace poco con una chica joven, quien pensó tomaba viagra porque mi verga se mantenía erecta después de dejarle ir un polvo. Ese día con Karina mantuve mi verga parada por varios minutos porque sentía tan rico el calor de su culo y como vibraba interiormente. Ella me lo preguntó:
-¿Ya acabaste verdad?
-Si… no lo has sentido -le he contestado.
-Si, si lo sentí, pero todavía la tienes dura.
Karina lo había disfrutado y no logré ver ningún sangrado a pesar de que se sentía bien apretado su culo. Nos fuimos a bañar y donde después de una breve felación continuamos con una faena sexual que llegamos a horas de la madrugada. Karina era adictiva, era insaciable el querer estármela follando y creo que eso le encantaba a esta chica, pues mi misión para con ella, al igual que con cualquier mujer que pase por mi cama, es hacerla sentir mujer y sacarle los más intensos orgasmos posibles. Aquella noche repasando esta experiencia me decía:
-¡Pensé que no podría, pero siempre tenía esa espinita por hacerlo contigo! Nunca pensé que podría con tu enorme falo.
-Lo importante es que lo disfrutaste y no haya sido una mala experiencia.
-¡Que va! No te niego que no me dolía en un principio, pero sorprendentemente ese dolor se convirtió en placer. ¡Qué rica y rara fue esa corrida!
Aquella noche después de cada corrida en ese receso platicábamos mucho. Al final, ya en la despedida pues esta noche no podría quedarme en su apartamento, Karina inició esa plática que creo ya tenía planeada y la que nos alejaría. Ella comenzó preguntándome:
-¿Te hubiese gustado conocerme en diferentes circunstancias?
-¿Por qué lo preguntas?
-No sé… a mi me hubiese gustado conocerte de otra manera. Quizá… y tuviese la ilusión de que me hubieses visto como una mujer cualquiera y con eso quiero decir “normal”, y no con el estigma que tú tienes de mí.
-Pensé que éramos amigos y lo pasado es pasado.
-Si… es fácil para ti, pero no para mí. Sabes… me arrepiento de haber puesto ese anuncio en esa revista, pero a la vez sé que fue por medio de eso que te conocí.
-Siempre me lo he preguntado y no logro entender. Tú no tienes necesidad para ser…
-¡Una puta!
-No iba a decir eso… sabes que no me gusta usar esas palabras.
-Pero en el fondo de ti, sabes que lo soy o lo fui. Nunca podrás borrarlo de tu mente.
-Karina, ¿a qué viene esta plática?
-¿Realmente no lo entiendes Tony? Te lo voy a decir, pero quiero que me mires a mis ojos: ¡Estoy profundamente enamorada de ti!
-¡Pensé que esto era de solo tener un buen sexo! – le respondí muy sorprendido.
-No lo niego, al principio pensé lo mismo, pero poco a poco no solo te metías entre mi piel, poco a poco llegaste a mi corazón. (Se le derramaron unas lágrimas).
-Karina… lo siento. Nunca pensé…
-Lo sé Tony… que me puedo esperar cuando te di mi sexo a cambio de dinero. Es mi culpa y ahora debo pagar las consecuencias.
-Pudiéramos ser amigos y olvidarnos del sexo y quizá…
-Sabes Tony, este día será nuestro último encuentro. Yo ya no puedo ser tu amiga… no quiero ser tu amiga. Sé que siempre me recordaras como esa mujer llamada Karina y sé que muy adentro de ti me llamaras con ese despectivo: La puta Karina. Pero quiero que recuerdes mis palabras, que siempre rezaré por ti para que te vaya bien en la vida, siempre te recordaré como ese inalcanzable sueño y el más bonito recuerdo. Recuerda esto… Yo fui una puta, pero he sido la mujer que más te amó. – Y se le rodaron un manantial de lágrimas.
Aquella noche tan especial terminó así de abrupta. No quise consolarla pues Karina no buscaba simpatía o que yo le sintiera lástima. Supe que esa noche dejaría de verla, pues si me volvía a comunicar con ella o intentar hacerlo, reviviría sus esperanzas y en ese tiempo no estaba listo para una relación seria y Karina tenía razón; siempre pasaría en mi mente ese estigma. Antes de despedirme y ya al filo de la puerta me pidió un último beso, el cual se prolongó por minutos. Caminé hasta el portón de puertas eléctricas y escuché cómo se cerró con ese ruido metálico y supe que ya no volvería a entrar por ella. Divisé a Karina mirarme por la ventana en ese cuarto donde follamos a morir con su sexo de paga y esa silueta a través de esas cortinas es la última imagen que tengo de ella.
No supe de ella por tres años consecutivos y un día ya viviendo en el este del país pues había aceptado una promoción en la compañía donde trabajaba, mi secretaria me lleva el correo y para mi sorpresa veo un sobre color marfil y su remitente era Karina. Abrí el sobre y era una pequeña nota y una invitación a su graduación, se graduaba de médico. No asistí, realmente tuve miedo caer de nuevo en su miel adictiva, pues honestamente me costó hacerme la idea de no volverla a ver jamás y solo le envié un ramo de flores junto a un recuerdo alusivo a su graduación.
Nunca me llamó ni yo intenté comunicarme con ella. Han pasado unos 23 años desde esa despedida y la cual de vez en cuando recuerdo en mi soledad. Siempre llegan esos días nostálgicos y en mi caso he vivido experiencias con tantas mujeres, pero ciertamente siempre me aparece ese recuerdo de sus palabras: <Fui tu puta y la mujer que más te amó>.