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La vecina (3)

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Karla es una joven Señora, apenas entrada en los 30 años, es de estatura baja, cabello largo hasta la cintura, dotada de un respetable par de senos y un extraordinario trasero, que es todo un espectáculo verlo al andar, bamboleándose rítmicamente, que bien parecería que quisiera hipnotizar a quienes se atrevían a verlo sin recato alguno.

Como era de esperarse ese tremendo trasero debía estar sostenido por un poderoso par de piernas muy bien torneadas, gruesas pero se notaba perfectamente las pantorrillas y los muslos, era todo un placer verla al caminar (sobre todo al irse).

Casada desde hace más de 10 años, su relación marital se encontraba francamente en decadencia, invadida por la rutina, un esposo que no valoraba los esfuerzos de Karla por mantener viva la llama del deseo, ya que ella se preocupaba en mantener una imagen de mujer deseable, al vestir prendas sugestivas como vestidos cortos, pantalones ajustados, tacones altos, maquillaje, bisutería, etc.

Sin embargo parecía que nada de esto podía generar un grado de interés en el esposo sobre ella, pero Karla lo intentaba día con día.

Un día domingo a media mañana se encontraba sola, ya que el esposo trabajaba (porque de acuerdo al tipo de trabajo que tenía sus días de descanso eran los jueves), toco a su puerta Don José, un jardinero que de cuando en cuando acudía a ofrecer sus servicios para dar mantenimiento al pequeño jardín que tenían en el frente de la casa, a cambio de una pequeña recompensa.

Don José era un hombre ya maduro, se notaba en sus facciones duras producto de la edad y de las horas de trabajo bajo el sol, pero por lo mismo tenía un cuerpo fuerte, sin llegar a ser atlético, pero con señas del trabajo diario.

DJ: Buenos días Señora, va a querer que le arregle su jardín?

K: Si por favor Don José, pero no se va a tardar verdad? Sabe que planeo salir

DJ: No se preocupe Señora en un ratito se lo dejo listo.

Karla se metió a su casa de nuevo, y recordó que ese día era aniversario de bodas de ella y su marido, por lo que planeo, volver a insistir en tener un acercamiento con él, por lo que subió de prisa a sus recamara, a tomar un baño de agua caliente.

Contrario a lo que generalmente acostumbraba, esta vez el baño fuer rápido, salió y comenzó a pensar en la ropa que iba a utilizar para tratar de atraer físicamente a su esposo.

Comenzó con un juego de lencería color perla, con encaje, el sostén una talla menor a la realmente requerida para lograr una efecto de ser más grandes de lo que ya eran, al tratar de salirse, asomando ligeramente por el borde del encaje un par de pezones grandes y cafés, que contrastaban con la piel blanca de su cuerpo.

Para las bragas no hubo necesidad de hacer truco, la tela de esta se perdía en la inmensidad de las nalgas y las piernas de la Señora Karla, apenas y se podía notar algo de tela entre tanta carne.

Se calzo (literalmente) un pantalón de cuero color verde oscuro, que le daba una sensación de firmeza a sus grandes nalgas y a sus torneadas piernas.

Se colocó una blusa color blanco de lo que aparentaba ser un bordado, por donde se asomaban muestras de su piel en todas las puntadas de la blusa, incluida la parte de sus senos.

Finalmente remato con unos zapatos de tacón alto color negro y se adornó con un collar de piedras grandes del mismo color del pantalón.

Se secó el pelo, se peinó, se maquillo pero sutilmente y se colocó perfume en zonas estratégicas.

Una vez lista, marco por teléfono a su marido para invitarlo a festejar su aniversario, sin embargo este le aviso que tendría que trabajar hasta tarde por estar en temporada alta.

La Señora Karla sufrió una gran decepción, colgó el teléfono y se derrumbó en el sillón de la sala con ganas de llorar.

Sin embargo una serie de golpes secos en la puerta le impidieron concentrarse en su depresión, se levantó y abrió la puerta para ver que era Don José.

DJ: Listo Señora, ya he terminado.

Dijo mientras sus ojos recorrían el cuerpo de la Señora Karla, deteniéndose un momento en la zona de sus tetas, sin disimular que abrió más grandes los ojos como si tratara de penetrar la tela con su mirada.

K: Si Don José, pase por favor que ahora le pago, sacando a Don José de su trance.

Entro Don José con la desconfianza que da el estar prolongadamente en el sol y de repente entrar a un lugar con sombra, en tanto su visión se iba acostumbrando, una vez que sus ojos pudieron ver de nuevo, lo primero que llego a sus ojos fueron el par de nalgas de la Señora Karla, bamboleándose de un lado a otro mientras ella se alejaba caminando.

Regreso con el dinero en la mano, extendiéndoselo a Don José, quien con el pulso tembloroso de la excitación apenas y pudo tomar el puñado de billetes que la Señora Karla le ofrecía.

La Señora Karla advirtió esta actitud y pensando a que se debería por el cansancio en actitud de buena samaritana le ofreció una bebida.

K. Gusta tomar un vaso con agua Don José?

DJ: Si Señora, por favor, contesto con la voz entrecortada, provocado por la boca seca de ver el suculento manjar que resultaba ser el cuerpo de la Señora Karla.

La Señora Karla se dirigió hacia la cocina, y se agacho para sacar un vaso del mueble y cuando se levanto pudo ver a través del reflejo del cristal de la puerta del patio de servicio la cara de Don José, absorto, enfocado en el enorme culo de la Señora Karla.

En ese momento la Señora Karla pudo hilar todos los detalles, se dio cuenta que la forma descompuesta de Don José, se debía a la excitación de estarla viendo a ella.

Ese pensamiento hizo que una ola de calor empezara a recorrer todo su cuerpo, estacionándose en su entrepierna, estaba con el semblante rojo, pero con la panochita hirviendo, por lo que tuvo que recargarse en el mueble de la cocina un momento, en tanto recuperaba el aliento.

Mientras lo hacía, su mente no dejaba de pensar: si yo le doy oportunidad, Don José me va a coger dentro de mi casa, lo que hacía que la Señora Karla se sintiera halagada y excitada, por lo que después de pocos segundos de pensarlo se dijo a si misma, vamos a ver hasta donde es capaz de llegar.

Se acero con el vaso en la mano, sintiéndose con una seguridad que hacía años no experimentaba, haciendo más exagerados sus movimientos al caminar, como mostrando a su presa las armas que poseía.

Llego hasta donde se encontraba Don José, que seguía admirándola sin ningún recato ya, le extendió el vaso con agua y le ofreció a sentarse.

Ella se sentó frente a él, inclinando su torso hacia adelante, para mostrar a través del escote de la blusa parte de sus redondas tetas.

K: Y dígame Don José, que va a hacer después de irse de aquí?

En tanto el jardinero daba grandes sorbos de agua para tratar de hacer saliva que le permitieran poder articular palabras.

DJ: Pues vera Señora, me dirigiré a casa, no sin antes pasar por algunas otras casas a ver si alguien más se interesa en que le arregle su jardín; decía mientras su mirada seguía colocada en el par de tetas de la Señora.

La Señora Karla sentía que ardía en la entrepierna, no quería perder la oportunidad de finalmente dar rienda suelta a sus deseos, por lo que decidió a tomar la iniciativa y pregunto de manera coqueta e inocente:

K: Que es lo que ve con tanto interés Don Juan?

A lo que el jardinero contesto sin mucho pensarlo:

DJ: Pues un hermoso par de botones que sobresalen de dos enormes flores.

Finalmente estaba hecho, ambos habían dejado en claro sus intenciones, no había manera de regresar al inicio, por lo que la Señora Karla simplemente dio la señal de salida.

K: Porque no viene a darles mantenimiento Don Juan.

El Jardinero literalmente brinco de su asiento, de un gran salto llego a donde se encontraba sentada la Señora Karla, su boca se dirigió directamente al valle entre sus senos, hundiendo la cara entre ellos.

Ella sentía el intenso calor que emanaba e su entrepierna, con el aliento de Don José que le quemaba la piel, al tiempo de la afilada barba corta del jardinero que amenazaba con cortarle la piel de tan gruesos que estaban.

Don José besaba y lamia la parte visible del escote, solamente durante unos pocos segundos, ya que en su desesperación despojo a la Señora Karla de su blusa pero sin despojarla de su collar, quedando al descubierto aquellos senos enfundado en un sostén de talla menor al requerido.

Los pezones se asomaban por el borde de encaje del sostén, mientras que la lengua de Don José trataban de liberarlos mediante un eficaz juego de lengua, ya que para ese entonces sus manos se encontraban amasando las enormes nalgas enfundadas en piel de la Señora Karla.

De un par de lengüetazos pudo lograr que los duros pezones de la Señora Karla se liberaran de la tela del sostén, emergiendo desafiantes, como retando a duelo a la lengua de Don José, quien constantemente arremetía cada pezón con una combinación de embates combinados de lengüetazos y chupetones, alternado de manera frenética en cada uno de ellos.

Para ese entonces, la vagina de la Señora Karla era un mar de jugos, que hasta se podía escuchar en cada movimiento de piernas como rebosaba de la cantidad de jugos que emanaba.

Al parecer Don José también se dio cuenta de lo anterior, ya que sin cesar en la tarea de atacar despiadadamente los pezones de la Señora Karla, interrumpió momentáneamente las caricias del enorme par de nalgas, para desabrochar el pantalón y en un alarde de destreza despojárselos sin necesidad de quitarle los zapatos de tacón.

Quedo a la vista las enormes caderas de la Señora Karla, que hacían lucir diminutos tanto sus bragas como el triángulo que aloja su ardiente vagina, el Jardinero suspendió el ataque a los pezones para dirigirlo hacia la vagina inundada, volvió a tomarla por las nalgas, levantándola en peso un par de pasos para depositarla sobre el sofá de la sala, donde le recostó la cabeza y espalda, quedando la cintura y las piernas fuera del mueble, Don José se arrodillo ante ella, metió sus brazos por debajo de sus piernas y con ellas se ayudó a levantarlas en peso, hasta que pudo acercar su cara dentro de la entrepierna de la Señora Karla.

De inmediato comenzó a lamer las bragas empapadas de la Señora, era tal la cantidad de fluidos que habían escapado de su vagina, que las bragas se transparentaban por completo, pudiendo ver a través de ellas los labios vaginales, por lo que nuevamente puso a trabajar su lengua por encima de la tela de las bragas, logrando hundirla a través de la rajita húmeda y caliente de ella, no obstante pronto decidió que era mejor prescindir de la tela, por lo que en un arranque de desesperación rompió la delicada prenda, quedando solamente un par de hilachos.

Eran unos lengüetazos prolongados a través de todo lo largo que sus labios vaginales, que comenzaban en su vulva, para terminar en el botón duro y excitado de su clítoris, donde se detenía a jugar, primero dibujando círculos alrededor de él, y después atacándolo directamente, como queriendo jugar vencidas con el botón dilatado; después de un rato invertía la acción bajando con su lengua hasta la vulva donde trataba de penetrar con su lengua lo más profundo que le fuera posible, haciendo que la Señora Karla se retorciera de placer, mientras posaba sus manos en la cabeza del Jardinero, mesando sus cabellos y animándolo a proseguir.

K: Que rico te comes mi panochita Don José!!!

El Jardinero proseguía el recorrido de su lengua, mientras que sus manos posadas en las ahora desnudas nalgas de la Señora Karla, amasaban con frenesí cada una de ellas, hasta que en uno de esos movimientos la punta del dedo medio de Don José se instaló en la entrada del culo de la Señora, un culo palpitante por la excitación, lubricado a mas no poder por la producción en demasía de jugos vaginales; antes de continuar, los ojos de Don José buscaron la aprobación de la Señora Karla, viendo en su mirada un gesto de complacencia, por lo que sin pensarlo dos veces hundió su grueso dedo dentro del culo de la Señora, mientras esta exhalaba un grito de placer: Aaaah.

Los siguientes minutos fueron de un interminable ir y venir de la lengua de Don José, haciendo la ruta de la vagina húmeda de la Señora Karla, yendo y viniendo interminablemente por toda la geografía de la rajita húmeda de ella; por otra parte el de do grueso de Don José penetraba rítmicamente su culo, lo que generaba una serie de sensaciones que ocasionaron que la Señora Karla emitiera un sonoro orgasmo, tanto por los gemidos que salían de su garganta, como por los chorros que salían de su vagina, los cuales se estrellaban sobre el suelo, que parecía que alguien hubiera abierto el grifo del agua.

Después de unos cuantos segundos la Señora Karla se recuperó, poniéndose de pie para dirigir sus manos al cierre del pantalón de Don José, una vez que lo bajo, emergió del pantalón un enorme miembro oscuro, lleno de venas, firme; que la Señora no pudo vencer la tentación de llevárselo a la boca.

Esta vez ella empujo a Don José, que cayó pesadamente sentado en el sillón, mientras trataba de acomodarse la Señora Karla bajo sus pantalones por completo y acerco su cara al enorme miembro, para abrir su boca y tratar de meterlo por completo dentro de su cavidad bucal.

Parecía por un momento que una parte de ese pedazo de carne quedaría fuera de la boca de Señora, pero en un alarde de persistencia logro que los huevos del Jardinero reposaran sobre los labios de la Señora, una vez logrado esto, empezó con un movimiento de vaivén en el cual sacaba el tronco de carne de su boca, hasta llegar a la cabeza y volvía a meterlo dentro de ella.

Estos movimientos hicieron que la verga de Don José bombeara sangre al máximo, lo que noto la Señora Karla al sentir dentro de su boca como ese miembro crecía aún mas y aumentaba considerablemente su temperatura.

Esto provocaba que nuevamente aumentara la temperatura en la entrepierna de la Señora Karla, quien al no poder aguantar más, se levantó y poso sus piernas por encima del camote de Don José, para bajar a través de él; abrió las piernas encima de su tronco, lo tomo con su mano para ponerlo en posición para que apuntara directamente hacia donde su panochita bajaba lentamente a su encuentro.

Bajo la cintura hasta lograr poner la gran cabeza del miembro de Don José en la entrada de su vulva, una vez que la aprisiono con los labios vaginales, coloco sus manos sobre los hombros del Jardinero y cual si se dejara zambullir en una piscina simplemente se dejó caer a lo largo de aquel gran tronco de carne.

Fue una sensación formidable para ella, probar un gran camote después de tantos años de estarlo pidiendo, la grado que ya no importaba quien se lo diera, simplemente lo debía tener entre sus piernas; soltó un grito ahogado combinación de sofoco y un gran placer de sentir un gran mástil de carne hirviendo dentro de su rajita que se encontraba también en un incontrolable incendio.

Hizo un par de sube y bajas para confirmar que lo tenía metido en la posición y dirección correcta, y de inmediato comenzó la cabalgata de aquel palo oscuro que penetraba sin piedad la blanca piel perfumada de la Señora Karla.

Los movimientos de ella eran rítmicos, subía y bajaba de ese palo encebado con una velocidad constante, solamente interrumpido por giros ocasionales que daba a su cintura, que provocaban que el miembro duro de Don José rozara hasta el último rincón de la cavidad vaginal de la Señora Karla; se podía afirmar categóricamente que ella estaba cogiéndose ese mástil de carne de la forma y a la velocidad que ella deseaba.

Nuevamente la temperatura de su rajita comenzó a aumentar, junto a la excitación de él, lo que provocó una aceleración del ritmo de cabalgata, acompañados de una serie de gemidos que terminaron en gritos de placer, cuando ella tuvo un gran orgasmo, mismo que se reflejó en un hilillo de fluido que escurría por la verga de Don José, para finalmente alojarse sobre sus bolas.

Ella nuevamente desfalleció sobre los hombros de él, mientras se escuchaba su agitada respiración, mientras Don José acariciaba suavemente las enormes nalgas de la Señora Karla, la dejo reponerse un par de segundos, mediante un movimiento de manos le hizo saber que iba a levantarse del sillón, se incorporó sin soltarla, una vez que estuvo de pie, la condujo al sillón, la giro de frente al respaldo y le empujo la espalda al tiempo que le jalaba la cintura, en un claro indicio que deseaba penetrarla por detrás.

Ella se colocó con gusto, puso ambas manos sobre el respaldo del sillón, abrió las piernas con sus rodillas colocadas en el asiento y giro el cuello para verlo a los ojos, como diciendo que estaba lista para recibirlo.

Don José se colocó detrás de ella, apuntando su camote a la vagina babeante de la Señora Karla, realizando la penetración con una facilidad envidiable, producto de la firmeza del camote y la envidiable lubricación de la vagina de ella.

Desde el primer embate la pelvis de Don José embistió las enormes masas de carne de la Señora Karla, provocando un sonoro ruido y dejando una marca de enrojecimiento en ambas nalgas de ella.

La Señora Karla cerro los ojos y recargo el pecho en el respaldo del sillón, mientras sentía los furiosos embates que le provocaban un gran placer al sentir simultáneamente la penetración de su vagina y los golpes sobre sus nalgas, como si la estuvieran azotando.

Con el vaivén de la cintura de Don José, el cuerpo de la Señora Karla se mecía al mismo compas, bamboleando sus tetas junto al collar de piedras que ocasionalmente chocaba en los pezones que se columpiaban.

Don José embestía cada vez con más fuerza, al notar que arrancaba un gemido en cada golpe asestado, sobre las enrojecidas nalgas de la Señora, cuando poso cada una de sus manos sobre ellas, lo que género que producto de movimiento sus manos abrían las nalgas, dejando al descubierto el botón rosado que representaba el ojo de su culo.

Sin pensarlo mucho, Don José saco su duro y venoso camote de la vagina de la Señora Karla, para apuntarlo directamente al culo, el cual por la excitación estaba palpitante, como invitando a entrar en él.

No se necesitó de realizar lubricación alguna, gran parte de los fluido vaginales de la Señora Karla habían resbalado hacia el culo, por lo que la penetración fue limpia, sin obstáculo alguno, solamente provocando un pequeño grito en la Señora Karla al sentir un leve dolor, provocado por aquel inmenso animal que inauguraba esa ruta de placer.

Pocos segundos después la sensación de dolor de la Señora Karla se convirtió en una sensación placentera, lo que la invito a comenzar a moverse hacia adelante y hacia atrás, como queriendo participar en la dirección de la penetración.

Nuevamente comenzó el sonoro sonido de la pelvis de Don José chocando con las enrojecidas nalgas de la Señora Karla, quien había pasado sus manos hacia atrás, abriendo sus nalgas, como invitando a pasar con comodidad al intruso de carne.

Fueron ruidos secos las últimas embestidas de Don José, antes de tornar su semblante rígido, en señal de una franca explosión de esperma dentro del ano de la Señora Karla, la cual al darse cuenta en una última elevación de su excitación le gritaba:

K: Si papito dame tu leche!!!

Don José no pudo alargar más el momento, paro el movimiento, apretando fuertemente las nalgas de la Señora Karla expulsó una enorme cantidad de leche, misma que desbordo el ano de la Señora Karla.

Poco a poco fue alojando la fuerza en sus manos, al tiempo que se incorporaba lentamente, se hizo hacia atrás un par de pasos y empezó a recibir grandes dosis de realidad, su mente trabajaba a mil por hora, pensaba que de un momento a otro recibiría un reclamo o una acusación por parte de la Señora Karla.

Esta se incorporó, lo miró fijamente a los ojos, mientras se acercaba a él, le coloco un beso entre la boca y la mejilla, y le hablo al oído:

K: Te estaré esperando el próximo domingo.

Tomo su vestido con una mano y se dirigió a las escaleras, desnuda, solamente con su collar de piedras y sus zapatos de tacón, comenzó a subir los escalones mientas gruesas gotas caían al piso desde su ano y su panochita.

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