Nuevos relatos publicados: 12

Memorias inolvidables (Cap. 24): Definitivamente me voy (2)

  • 18
  • 7.772
  • 10,00 (1 Val.)
  • 0

B. Definitivamente, ¡me voy!

Aunque habíamos llegado a casa tarde, aunque Facundino estaba muy cansado, aunque yo tenía el culo muy abierto y me estaba doliendo porque lentamente se iba cerrando…, aunque esto y nuestra pena nos invadía, desperté a Facundino temprano y tras una rápida ducha, nos fuimos a desayunar. Todavía pillamos al abuelo desayunando.

— ¿Dónde vais tan temprano?, —dijo el abuelo.

— Vamos hoy a ayudarte y mañana también, luego ya me iré a casa de la tía Luisa para que no piense que le desprecio su oferta, ¿te parece, abuelo?

— Sí, sí, ve, habla con ella, es buena persona, pero no lo son los que le rodean, vete con el ojo abierto.

— Ya me imagino por lo que me han contado. Pero si tú me has dicho que ella es buena persona, merece que yo vaya y converse con ella y a ver si le soy útil.

— Pero no te olvides de nosotros, Miguel.

— Por favor, abuelo, ahora sois lo que tengo, vosotros dos al completo y la mitad de cada uno de mis hermanos, qué pena me dan porque ellos me quieren y yo los adoro. Pero sobre todo a este Facundino de mi alma, —dije abrazándole y le di un beso en la boca, mientras miraba a mi abuelo que estaba lleno de satisfacción.

Trabajamos duro. Pero mi abuelo sabía que no habíamos dormido mucho y quiso que hiciéramos la siesta. Regresamos a casa para volver al día siguiente y al siguiente, que es cuando conseguimos acabar toda la tarea, para que mi abuelo descansara algo este invierno.

Ya veo, otro mes que se me ha pasado así, de sopetón; ha sido como cuando estornudas que te sale a la vez, sin darte cuenta, un pedo sonoro. Este mes ha sido de mucho jaleo, mi intento de suicidio felizmente desafortunado y ciertamente erróneo, la persistente negativa de mi madre a recibirme, el trabajo del abuelo para librarlo todo el invierno de duro esfuerzo, un jaleo todo precipitado de tres pares de huevos, pero intensivo e interesante. He ido a la sauna a follar, a que me follen y a ver culos, culos bonitos, redondeados, duros, con hueco y estirados, culos peludos, culos pelados y culos bronceados, sin marca solar, culos jóvenes y culos muy arrugados y con verrugas, culos y pollas de putos, de maricones y de heteros con hambre de hombres. Mira que estos heteros son jodidos, por una parte nos insultan y hablan mal de nosotros, y por otra nos desean para mamársela o para que les prestemos el culo, ¡son unos cojudos esos heteros que desean chicos gay porque la mamamos mejor que la puta de su mujer! Conforme se van haciendo viejos, más desean chicos jóvenes, ¡cómo desean la carne fresca estos heteros jodidos y mal paridos que van detrás de nosotros en secreto y buscan nuestra carne para acariciar y nuestro culo para perforar!, pero luego en público nos buscan para insultarnos como chupapollas, lameculos, maricas y afeminados. ¿Y que a mí que todo eso me lo pasa por el peritoneo, pero me pone?

Ahora toca encontrarme con la tía Luisa, conversar con ella y a ver que se lo ofrece, porque todos los que han hablado con ella lo saben menos yo.

Me presenté. Me recibió bien, me ofreció una cocacola y ella se tomó un te. Me contó que tenía en la sierra un campo bastante extenso, que estaba yermo, que tenía un refugio más o menos, quizá con goteras, pero que yo podría arreglar y vivir allí para desbrozarlo; mientras, si no nieva, podría sembrar algo para mí provecho. Su intención era venderlo, pero yermo todo el terreno nadie lo quería. Quedó conmigo que me podría enviar la paga o comida. Le indiqué el número de mi cuenta bancaria para que lo depositara allí que yo ya me compraría lo necesario. Quedó en darme 800 euros al mes. Cuando le conté a mi abuelo se enfadó y la llamó para decirle que fueran al menos 1000 euros, que yo iba a trabajar duro. Ella me dijo que le gustaría tenerlo preparado para la primavera. Le dije que sí sin saber cómo estaba aquello. Pero me dije a mí mismo que ganar unos 4000 euros durante el invierno no me iría mal. Mi tía Luisa cumplió como quizá os cuente más adelante. Cada mes engrosaba mi cuenta en mil euros. Entonces decidí ir un día de estos a mi casa para poderme despedir definitivamente. Ese día salí feliz de ver a mi tía, pero con lo que le dijo mi abuelo, todavía me puse más feliz.

Fui a ver el campo y la casa con las indicaciones que me dio mi tía y con la llave del refugio en mis manos. El mundo me cayó a los pies. La hierba de los bancales en toda la bajada de la montaña estaba alta y de muchos años abandonada, aquello era como un colchón inmenso de hierba seca, húmeda y podrida, llena de alimañas. Pensé aliviado que ya estaba cerca el invierno y las alimañas, culebras, víboras, arañas y ratas, estaría aletargadas o lejos de allí. La casa de albergue era de piedra y dentro estaba llena de basura, telarañas y estiércol de animales. Pensé: «Es lo primero que tengo que arreglar, porque va a ser mi vivienda». Y me hice una lista de cosas a comprar para llevarlas. Mi abuelo me dio alguna más, entre ellas una caja de antídotos contra el veneno de arañas, víboras y mordedura de perro. Me vio desanimado y a la vez preocupado. Me animó diciéndome:

— Es la hora de que te demuestres a ti mismo tu valía y que puedes conseguir todo lo que te propones. No pienses en demostrar nada a nadie sino a ti mismo, ahora tú respondes de ti, pero no lo olvides, si ves que es imposible y has puesto empeño, aquí está tu casa.

— Gracias, abuelo. Se me ocurre otra cosa más, quizá necesite un permiso para hacer fuego y quemar toda aquella hierba podrida que está debajo del todo y es de años. Porque la de este año aún permanece en pie. Como pienso criar algunos animales para alimentarme, como conejos y quizá un día he de tener un caballo. De momento me serviría la hierba bien seleccionada, porque está alta, abuelo.

— No lo dudes, hazlo. Y no quemes la hierba que te parece podrida. Haces un hoyo grande y la vas metiedo a capas y tierra encima. Allí puedes echar el estiércol del refugio mezclado con la hierba y cubierto con una capa de tierra. Eso es abono para las plantas.

También quería despedirme de mi sauna preferida. No dije nada a Facundino, por si encontraba a alguien, sobre todo, no perdí la esperanza de encontrarme con aquel chico que me rondaba por la cabeza, y no quería dejarlo de lado, aunque Facundino se las apañaba bien.

Entrar solo en el sauna, es suficiente para convertirte en el punto de mirada y de deseo para muchos o para todos, tal como los vas encontrando, remolones para entrar, entretenidos en el vestuario donde no ha lugar para la discreción, pues todo se ve, pero, además, sé que soy guapo, pero eso no es todo porque mi pelo lo disimula, ya que lo tengo alborotado y me cuelga casi por toda la cara. Pero la forma de mi cuerpo bastante delgada, antes por los ejercicios de gimnasio, últimamente un poco más por todas mi preocupaciones, me hacen alargado, junto con el cabello rojo que no es natural, sino que me lo tiño yo mismo con unos productos que mi abuela me compra. También me ayuda a teñírmelo mi abuela que sabe y me hace reflejos, zonas de rojo más intenso y zonas de rubio oro para contrastar. Esto fue invento de ella, pero me gustó. Me meto en la ducha y siempre hay quien mira, pero este día como si quisieran despedirse, estaban varios a no más de dos pasos viendo cómo me duchaba. Verlos a ellos y tocarme más mi polla para que se pusiera recta era la misma cosa. Les gustaba y me complacía de ver sus caras de deseo.

Luego me fui directamente a la zona de los cuartos, no me puse la toalla y seguían mirando —es que soy un auténtico maricón exhibicionista muy empedernido, además de que me gusta serlo—. Subí el segundo piso y di media vuelta, había un hombre maduro que me llevó a la puerta de una habitación. Se apoyó contra el marco de la puerta, la sombra de la luz en el fondo de la habitación y las líneas medianamente musculosas de sus músculos ligeramente entrenados, resultaban agradables. Cuando pasé lentamente junto a él, miré a sus ojos de vez en cuando para adivinar si deseaba algo. También él miró hacia atrás muy directamente. Como estaba muy oscuro, entramos sin más en la habitación y el hombre cerró la puerta con la cerradura.

Apenas entré en la habitación, el hombre maduro me dio un empellón contra la pared y me besó. Aunque no fumaba en ese momento, el leve olor a tabaco que quedaba en su boca me lo hizo sentir muy sexy, y lo que hice fue besarlo cada vez más ferozmente. El ritmo del hombre fue muy rápido. Después de un tiempo, me frotó el pezón con una mano y comenzó a masajear mi ano con la otra mano. Bueno, no dio en el blanco al principio por mis movimientos que se lo impedían y otros que había allí que lo molestaban, no podía yo relajarme, era difícil por completo. Cuando respiraba fuerte, no podía decir fácilmente que quería acostarme en la estrecha cama de la cabina. El hombre maduro sonrió y presionó su dedo un par de veces en el agujero de mi culo, y lo dejó dentro un rato, luego lentamente metió y sacó varios de sus dedos.

Tan pronto como abandonó su maestría táctil, decidí pasar a la contra, me tragué su gran polla de carne dura cuando estaba inclinada hacia abajo e intenté levantarla bien erecta la que supuse que era alrededor de 24 cms. pero era de 25,4 cms., según me dijo luego.

— Oh, sí... vas a explotar... aunque seas bueno follando y tardes más, —le dije.

Al principio, me deslicé directamente sobre el glande con la boca llena de saliva, luego masajeé el surco de la corona con los labios, ocasionalmente usé la punta de la lengua para emprender suavemente el ojo del chipote y a la vez me dediqué a acariciar el sedoso y peludo escroto.

— ¿Oh, genial…! o mueres o muero derramando mi esencia más pura, me das mucho placer, —dijo el hombre.

Sin pensarlo, el hombre comenzó a balancear ligeramente su cintura y se me secó la boca, dado que continuamente se insertaba demasiado profundo como para provocarme náuseas y luego de varias veces forzando mi garganta, me sentía sediento, me recosté en la cama y le pedí su orina para aguar mi boca.

— Eres un puto maricón que exiges todo, pues ahí va, echó toda su meada, larga y potente meada en mi boca, de vez en cuando me refrescaba los labios, aunque eso suponía echar afuera casi la mitad; de todas formas tragué un montón de deliciosa orina amarilla.

Una vez acostado y refrescado, el hombre se apresuró a besar mi boca llena de su orina, e intercambiaba saliva suya con orina de mi boca y la saliva de otro que se levantó de en medio de la oscuridad y compartía mi boca llena de astringencia y aliviaba también la sequedad de mi boca a cambio de unas gotas de orina. Se pusieron los dos a besarse un momento, pero mi hombre maduro volvió al final de la cama, usando sus manos para apoyar mis caderas, como si hubiera una comprensión tácita, automáticamente levanté la pierna, solo puse el culo a disposición de la lengua del que había despertado.

— ¡Ah, ah, ah... no…, —exclamaba yo mientras uno chupaba mi culo y el otro mis pezones.

Yo estaba muy feliz cuando me lamían, sentía que mi culo se ablandaba de tanto comerlo, pues se pusieron al mismo tiempo los dos a lamer, chupar y presionar lengua. Tanto cuidado de mi culo me envanecía y acabé sintiendo vergüenza y temor por lo que venía detrás. Sin embargo, después de todo, no es realmente asqueroso, al menos que me lo hagan a mí. Sentía ya el deseo del otro, y sus acciones hacían que pidiera yo a gritos y gemidos la penetración.

Después de un rato, el hombre maduro bajó mis caderas y me indicó que agarrara mis propios tobillos y mantuviera mi pista trasera abierta de par en par. Al momento, sentí como un palo de carne caliente pegarse a la puerta de mi cueva anal.

— ¿Quieres dejar que Juanjo te penetre?, —dijo.

Descubrí que estaba con el apetito a flor de piel.

No tenía prisa por insertar, la lubricación que había hecho hacía que su enorme polla se fuera hacia arriba, hacia abajo por la raja y a los costados, menos meterla directamente, pero es que el agujero no estaba abierto. Cada vez que el glande rascaba el culo, no podía evitar sentirme irritado.

— Por fa, Juanjo, o como quiera que te llames, yo... quiero que entre pero no un palo sino una polla… … ... ¡Aaaah!,— acabé exclamando de dolor.

Justo después de hablar yo, Juanjo simplemente se coló y siguió entrando a la fuerza.

— ¡Cabrón, hijoputa, maricón de mierda…!, exclamé ininterrumpidamente adolorido.

Este dolor era del todo insoportable.

— ¡Oh! ¿Duele, nenita? Esperaré un momento… Lo siento, niña bonita,… Mi polla me ha guiado... Tu interior es tan cálido y cómodo…, —dijo el muy cabronazo.

— Vale, pero disminuye la velocidad... no te muevas en un momento... deja que me acostumbre…, —le dije quejumbroso y amañando por las palabras que me había dicho, que me pusieron muy a su favor.

Justo cuando me besaban al principio, cuando que entré en la habitación oscura, el sexo de Juanjo, o como se llame el cabrón este, lo sentía ya muy dominante, pero traté de detener sus movimientos, porque su cintura seguía balanceándose firme y constantemente adelante y atrás sin parar.

Ahora, tras un largo tiempo de reposo —ni sé cuánto tiempo fue—, el aguijón caliente que tenía dentro de mi culo se atenuó hasta disminuir gradualmente. Entonces comenzó el constante bombeo, y todo el dolor anterior fue reemplazado por otra sensación de entumecimiento, próximo al placer.

— Vale, vale, esto es otra cosa… oh, oh... qué rico... ah, genial …

Desde el estrangulamiento del comienzo que sentí dolor en mis testículos, ahora mis huevos se convirtieron en alegres bailarines, adelante y atrás, y me hacían gritar y gemir de placer.

Vi que Juanjo estaba mejorando cada vez más, y ya no le restringí deliberadamente nada, y comenzó a acelerar el bombeo. Me follaba que era un gusto.

— Ah, ah, ah, ah... oeo... hum humm,… Ah, aha, ah, aha…, gemía yo y Juanjo iba dando berridos de cabra montés.

De pronto el otro tío volvió a presentarse y comenzó a chuparme la polla. Yo ya estaba muy, pero que muy caliente y me estaba poniendo a cien.

A medida que Juanjo me follaba cada vez más rápido, mi voz se hacía más lasciva, y cuando escuchaban mis olas guturales que sonaban a suspiros de «Aaaaaah» largos y subiendo de tono y bajando a tonos más graves, los otros hombres maduros que estaban follándose por allí comenzaron a ir al compás de mis gemidos, entonces aumentaba en mí el calor de la lujuria, contagiándome de la lujuria ajena. Aquello parecía el centro internacional de los gemidos sexuales acompasando las pollas de los que estaban penetrando a los que estábamos tumbados. Se sentía un enorme placer, saber que no eres el único pero sí el que hizo arrancar aquel festival de gemidos.

Los dos estábamos sudando a goterones calientes y nuestros cuerpos se rozaban deslizándose de modo más resbaladizo. Sus grande huevos, mojados de sudor, iban chocando con mi coxis haciendo su genuino sonido de «shop, shop, shop, shop», deslizándose entre empuje y empuje. Sus manos estaban apretando mis hombros, y tuve que soportar su violento impacto, justo cuando soltó una mano para guiar su polla mojada de regreso a mi cálido antro de mierda, lo agarré hacia mí en la cama.

— Avisa... no me trampees... quiero subir…, —le dijo el que mamaba mi polla.

Aunque el macho se notaba muy fuerte, sus caderas ya estaban un poco cansadas, así que me di la vuelta y me coloqué tumbado mirando al techo para esperar mi servicio. Sujeté su cuerpo con los músculos de su pecho, y la otra mano sostuvo a Juanjo que todavía estaba dentro de mí, entonces el chico que mamaba mi polla encontró la puerta de su ano y lentamente se sentó encajando mi polla en su culo.

— Ah, puerco maricón... genial…, —dije.

— Sí claro... entrando con tu ayuda... tan cómodo… genial de verdad, —ambos nos pusimos a gritar casi simultáneamente como si cabalgáramos en el lejano Oeste.

Monté sobre él, balanceándome rápidamente hacia adelante y hacia atrás, disfrutando de la estimulación de empuje a la velocidad que imponía Juanjo follándome, y luego cambiando de arriba a abajo por los movimientos del chico, hasta sentir la profundidad total y absoluta.

—Oh... aquí hay más que vicio… tú, muchacho, —me decía Juanjo— quieres dar placer a todos, pues ahora te voy a dar a ti tu placer completo.

Al momento, a causa de que me habían adjudicado la iniciativa, Juanjo no tuvo otra que dejar pasivamente que el placer continúe acumulándose.

— ¡Ah... Juanjo!… ¿quieres disparar ya…?, —supliqué.

— ¡Oh…! Voy a disparar de inmediato... ¿Dónde quiere mi nenita que Juanjo se corra?, —dijo.

— ¡Ah…! Eso me da lo mismo, todo puede ser... todo es genial... Juanjo, córrete y disparar a cualquier parte... hum… —Contesté.

— ¿Qué pasa si lo dejo todo dentro?, —preguntó.

— Fabuloso... me va a gustar más, todos se corren dentro de mí... echa directamente tu lefa que yo la sienta, ya... Pero ¡ya!, quiero que te corras dentro y sentirlo. —Dije, mientras aumentaba la frecuencia y amplitud del baile, mientras apretaba ligeramente el esfínter.

— ¡Aaaaah!

Con cara de queja, su expresión se hizo extremadamente dolorosa y a la vez extremadamente agradable. Cuando hago el amor, además de la eyaculación, mi acción favorita es mirar la expresión del activo en este momento. Juanjo se movió ligeramente en su cuerpo, y sus caderas subían de vez en cuando, como si hubiera llegado a lo más profundo de mí para liberar su esencia.

No importa el número de chorros, después de estimular el disparo, el placer original se convertirá en incomodidad. Así que estaba arrodillado sobre un hombre maduro, lo dejé jadear por un rato, luego lentamente levanté las caderas y dejé que sus genitales se deslizaran fuera de mi cuerpo. Pero aún quedaba el otro que tenía enganchado en mi polla.

— Oh... hum … —Sacudió un poco su cuerpo, y parecía ser muy sensible—. Eres demasiado poderoso, noto que voy a ser drenado por ti.

Así fue, solté mi lefa en su culo y lo dejé correr porque había otro que esperaba su culo para vaciarse.

— También eres muy bueno, soy muy grande, y sé que soy súper genial, —dijo Juanjo a mi espalda, me di la vuelta y me acosté a su lado.

— Bueno, de verdad... estoy tan cansado, tú también lo estarás de dar y recibir a la vez, tómate un descanso, —dijo Juanjo.

—Está bien, me ducharé, tú también deberías descansar, —le dije.

Me levanté y recogí la toalla, me toqué la boca con los dedos, la humedecí y me llené del olor a semen, que es el sabor de la lujuria. Salí de la habitación y cerré la puerta con un candado, solo limpié la ranura de mi culo con una toalla y no planeé ducharme. Busqué al siguiente. No estaba lejos, lo encontré en el jacuzzi, le sonreí, salió de allí y nos pusimos en 69, ambos teníamos sed de semen. Sé que semen es muy bueno para muchas cosas. Pero creo que lo mejor del semen es que excita a más sexo y más placer. Me encanta eso de ir directamente al cuarto oscuro a soltar y recoger semen... A sí que regresé con mi compañero del 69 al cuarto oscuro y allí, ahora sí, noté que había mucho macho y muchas ganas. Continué con la fiesta. Dieron las 6 de la mañana cuando salía de allí para meterme en la cama y relajarme un par de horas.

Ese día, fui a la casa de mis padres, llamé y abrió la puerta Facundino, que se alegró mucho de verme. ¡Menudo beso me dio, me metió la lengua hasta la campanilla. Estaban todos, incluida mi madre. Al verme, gritó que me fuera «de su casa», se le opusieron mis hermanos y la trataron duro, de «asesina», era lo menos que le dijeron. Abracé a todos, fui a abrazar a mi padre que estaba llorando, me abrazó temblando. Fui a mi madre, se volvió de espaldas, le di la vuelta poniéndome de cara a ella ante mis hermanos y le dije:

— Aunque has sido mala madre conmigo, no por eso he dejado de quererte, solo he dejado de necesitarte y por eso soy más libre. Siempre serás mi madre, aunque revientes. Adiós, madre, hasta nunca más.

Estaba equivocado, la vida da muchas vueltas, pero eso lo dejamos para otro momento.

FIN DE LA SEGUNDA PARTE

(10,00)