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Mi harem familiar (4)

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Un domingo por la tarde, regresaba a casa y me encontré en el porche, saliendo de ella a Vicente, el esposo de mi tía Miriam, la gemela de mamá. Trataba de besar a mamá, como descuidadamente, cerca de la boca y ella no se lo permitió. Eso me molestó mucho y se lo reclamé:

-¿Qué te pasa, quieres besarla en la boca, descarado? ¿No respetas?

-¿Qué te pasa a ti, carajito? ¡Vamos respetando, que soy tu tío, carajo!

-¡Este carajito te va a dar tus coñazos si no le quitas las manos de encima a mi madre! Y lárgate de aquí, chulo de mierda, que sé muy bien porque estás aquí. Mamá no te va a prestar más dinero, sinvergüenza. ¡Fuera de aquí y no regreses nunca!

Mamá se zafó de la mano de Vicente en su cintura y trató de tranquilizarme. Vicente se quedó desubicado y optó por salir de allí. Ana le abrió el portón y luego se lo tiró casi en la espalda para que no se devolviera.

Ya más tranquilos, Sugey nos contó que el descarado había venido a pedirle prestados Bs. 250.000,00 para un negocio redondo, donde se ganaría el doble y le devolvería los reales en dos meses. No se recordó, convenientemente para él, que ya mamá le había prestado Bs. 50.000,00, luego Bs. 20.000,00 y por último Bs. 80.000,00 en los tres o cuatro meses anteriores y no había regresado de ellos ni medio. La excusa fue que esos negocios todavía no daban el retorno, pero que el nuevo, en dos meses cubriría todo.

Pocos días después y quizás debido al encontronazo de mi casa, mi tía Miriam por fin se decidió y puso al imbécil de su marido de patitas en la calle. Ella y mi prima Andrea, dos personas muy caras para nosotros, quedaban libres de semejante fardo, pero el asunto traería cola. Dos meses después de echarlo de casa, la administradora ejecutó un desahucio por falta de pago de los alquileres, de más de 12 mensualidades. El asunto había pasado a legal y se decidió echarlas.

Inmediatamente mamá se enteró y le dijo a su hermana que no se preocupara, que en nuestra casa les tenía listas sus habitaciones, esperándolas de inmediato. Mamá enseguida nos planteó el asunto durante la cena y al unísono nuestra respuesta fue la que ella esperaba. Se vendrían a vivir con nosotros, ésta ahora sería su casa, con todos los derechos incluidos, porque ella era su hermana gemela y nada más que hablar.

Y nuestra tía y nuestra prima, para los efectos de Ana y míos, nuestra otra hermana, se mudaron. Vendieron todo lo que no necesitaban, mamá extendió un cheque por los pagos demandados y nueva vida, con nosotros, sin Vicente. Por cierto, poco después supimos que el tipo se fue del país, con urgencias. Excelente noticia.

De esa manera, Ana, la chica del gran corazón, ese que no le cabía en el pecho, le cedió pero casi tuvo que obligar a Miriam a aceptarlo, su habitación principal, con vestier y baño incluido y se fue a una de las dos habitaciones sencillas. Andrea ocupó la que había sido mía antes de construir la nueva y, por cierto, le dije a Andrea que allí quedaba por las noches mi otro yo, mi alter ego dicen, para su disfrute. Ella siempre reía mis chistes, aunque fueran tan malos.

Tuve que desarmar el juego de cuarto de mi hermana y mudarlo, luego tuve que fajarme con los juegos de cuarto de Miriam y Andrea, pero lo hice con gusto, ayudado por mis hermosas parientas.

Ahora tenía a dos mujeres exactamente iguales, Sugey y su gemela Miriam, hermosas y deliciosas y a mi hermana adorada, Ana y a la no menos hermosa y adorada Andrea. Dios me seguía rodeando de maravillas. Tenía que ser un mensaje que me enviaba. Algo subliminal, digo yo.

Nuestra convivencia se hizo, poco a poco, más y más agradable. Miriam era exactamente igual a mamá, tanto que solo Andrea y yo podíamos reconocerlas de espalda, porque de frente si lo hacía Ana. Nadie más podía.

Por su parte, Ana y Andrea, que desde niñas eran muy buenas amigas, se encompincharon más aún y me incluyeron de inmediato en todas sus ocurrencias. Total que el ambiente familiar en casa era de lo mejor, como nunca antes. Vivía con cuatro mujeres realmente especiales, hermosas y divertidas. Miriam cambió radicalmente, dejó atrás su tristeza y mamá también, al tener a su gemela cerca.

A veces me hacía el equivocado y la abrazaba de súbito, a Miriam, en cualquier lugar donde me la encontrara, le colocaba descaradamente mi miembro entre sus jugosas nalgas y la besaba por el cuello, haciéndole ver que la creía Sugey. Ella se reía, se dejaba hacer y luego me aclaraba:

-Yo sé que tú sabes que soy Miriam, no tu Sugey, pero no importa, mi amor, es muy rico ser tratada con tanto cariño. Por mí, te puedes “equivocar” todos los días. Mi hermana se lo perdería, pero yo no… te amo… tú eres un aprovechador, porque si alguien nos sabe distinguir a mi hermana y a mí, ese eres tú. Pero no hay problemas, mi cielo…

-Tú debes ser bruja, como tu hermana, que siempre me descubren las intenciones, por más cara de pendejo que ponga. Pero bueno, que vivan las equivocaciones, ahora que sé que no te molesta. Estás de un bueno que no sé cómo controlarme… jajaja. Yo también te amo y no solo eso, es que te tengo unas ganas que ya te digo… Cualquier día de éstos te rapto y abuso de ti.

Ella sonreía pícaramente, algo semejante a su hermana. Sus miradas me elevaban la temperatura de manera abrupta. Llegué a pensar que lograría conquistar a Miriam antes que a Sugey.

Yo continuaba con mi cortejo a Sugey, diariamente, sin cortarme por la presencia de Miriam y Andrea. También me encontraba de vez en cuando con Ana en algún sitio de la casa y sin que nos vieran, nos besábamos. Aprovechábamos cualquier oportunidad para hacer el amor en casa, cuando las demás no estuvieran o durmieran. A Miriam la tenía sometida a mis “equivocaciones” y disfrutaba de abrazar ese cuerpo delicioso. Solo a Andrea no la había incorporado a mis “ataques” porque deseaba ir despacio y a lo seguro con ella. Prefería primero definir mi situación con Sugey sin abrir nuevos frentes de batalla.

Un sábado por la mañana me encontraba en mi habitación culminando mis ejercicios, sudando a chorros, cuando de pronto entró Ana totalmente desnuda y me agarró de las manos.

-Mi amor, Miriam y Andrea salieron a visitar a alguien y Sugey fue al automercado. Ella siempre se tarda más de una hora, así que tenemos tiempo para bañarnos juntos y ya sabes… para qué… – y me miraba con su carita de niña mala, mordiéndose el labio inferior y cada tanto mirando hacia mi entrepierna.

-¿Estás segura? Mira que tú no quieres que Sugey lo sepa y nos puede capturar in fraganti… a mí no me importa, pero no quiero que pases un mal rato…

-No te preocupes, lo tengo todo controlado.

Enseguida procedió a llevarme al baño, me quitó el short y los interiores y nos metimos a la ducha. Nos mojamos y comencé a enjabonar su bello cuerpo, hasta sus más recónditos rincones, todos fueron atendidos por mí y el jabón, para su placer. Luego fue su turno de atenderme ídem. Para culminar, la puse contra la pared de la grifería, de frente y le levanté una pierna, para poder penetrarla desde atrás. Ella estaba realmente excitada, ronroneaba como si fuese una cachorrita… la penetré fácilmente, con mi pene embadurnado de aceite para bebés y empezamos un mete saca delicioso, lento pero profundo. Después de un primer orgasmo, ella decidió voltearse para seguir de frente, porque deseaba lengua. Entonces le dije que me tomara del cuello y enroscara sus piernas, como un candado, alrededor de mi cintura. La elevé y la penetré de una certera estocada y continuamos con nuestra deliciosa labor. Le daba con cariño, pero la hacía sentir profundamente y ella me lo manifestaba con sus jadeos y gemidos, intercalados con besos y chupadas de lengua. Y también de conversación, porque le gustaba hablar mientras cogíamos:

-Mi amor… que rico… nunca lo habíamos hecho así, de frente en la ducha… Hummm, que rico… siento que me va a salir por la boca… ayyy, que sabroso está esto… coño, por qué no lo habíamos intentado antes… hummm, sigue así, mi cielo… te amooo… dame más, papi, así, suaveciiiitooo, con cariñooo… que verga tan grande y tan sabrosaaa. Me matas… ¿No te peso mucho, mi amor?

-Si, estás tan gorda que ya no puedo contigo, pero sigue gozando, anda, que todavía falta bastante…

-Sugey no sabe… de lo que se está… perdiendo… ayyy, que rico… si supiera… estaríamos peleándonos por ti… mi vidaaa… que duro lo tienes, papi… que rico… cógeme así, rico, como tú sabes… así…

De repente, sin aviso y sin protesto, apareció en la puerta del baño… Sugey…

-¿Qué no sé de lo que me estoy perdiendo? Si, me lo imagino, pero sabes que no puedo, hija, ya te lo he dicho. – nos sorprendió Sugey con las manos en la masa, totalmente.

Del susto, mi pene se descompensó y se salió de la vagina de Ana, casi que de inmediato. Mamá nos acababa de cortar la nota y de qué manera. Yo me sentía avergonzado, no sabía que decir, hasta que la misma Ana le dijo:

-Tú dijiste que era asunto nuestro, mamá y como pensé que ibas al supermercado y siempre te tardas bastante, pues quisimos aprovechar, porque nunca lo habíamos hecho en casa por respeto a ti. Pero bueno, tarde o temprano lo ibas a saber. Y el bobo este que no cerró la puerta.

-Yo no trataba de espiarlos ni nada parecido, solo fui a comprar una salsa que necesitaba y no podía destaparla, por lo que vine a buscarlo a él para que me la abriera, toqué y no me oía, así que abrí, escuché la ducha y los oí. Pero no se preocupen por mí, sigan con su perversión, lamento haberlos cortado. Yo sabía que ustedes andaban enrollados y me lo negaron, me mintieron. – y dio la espalda y se retiró, medio ofuscada.

Ya no pudimos continuar, de modo que me vestí y bajé a enfrentarla, para ver en qué estado de abatimiento se encontraba. Estaba en la cocina tratando abrir el frasco de la salsa, esos que tienen una tapa al vacío. Se lo quité de la mano y lo destapé y luego la abracé y la besé en la frente y:

-Mami, lo lamento. Sabías que esto iba a pasar. No sé porque ella no se atrevía a decirte nada, yo quería pero ella decía no estar preparada aún y me pidió tiempo. No me gusta ocultarte nada, lo siento, debí decirte. Es mi culpa.

-Tranquilo, mi amor. Ustedes ya son mayores y sabrán lo que hacen. No pienso impedirlo. Como dije antes, es asunto de ustedes, pero me mintieron descaradamente.

-Si, mami, es cierto y me disculpo. No podía decírtelo porque ella me pidió tiempo para hacerlo, me decía que no estaba preparada para hacerlo, por algo entre ustedes, no sé, algo así como celos de mujeres…

-Si, mi amor, es cierto. Entre ella y yo existe un cierto conflicto de celos de mujeres, por ti, ¿sabes? Cada una te considera de ella y no quiere ceder terreno… pero no importa. Solo les pido que sean prudentes, que nadie lo sepa, ni siquiera Miriam y Andrea. Y cuidado con un embarazo.

-No, mami, no te preocupes, seremos más cuidadosos ahora que nos descubriste. Y del embarazo no te preocupes, que ella toma la píldora y además lo hacemos siempre, siempre con condón. Sin eso, no lo hacemos, porque nos da terror. Preferimos ser doblemente preventivos que cometer un error como ese. Lamentablemente nuestro amor es proscrito y nunca podremos tener la felicidad que un hijo nos podría dar.

Realmente ella lo asimiló con entereza y el tema no salió a relucir más. A partir de ese momento, Ana y yo lo hacíamos en mi habitación insonorizada, muy de noche, cuando todos dormían. Al menos una vez a la semana, para no abusar. A veces, salíamos a algún motel de paso, pero preferíamos en casa. Hasta donde supe, ni Miriam ni Andrea se enteraron, pero como decía Ana, yo andaba en la luna, siempre.

Poco después de haber sido atrapados in fraganti, invité a Sugey a cenar y luego bailar un viernes por la noche, aprovechando que se habían suspendido las clases ese día. La doña me aceptó la invitación a cenar, pero no a bailar, aduciendo que no era muy normal que una madre saliera a bailar con su hijo. Ni modo, salimos a cenar. Pero la señora se vistió de una manera especial, un vestido muy sexy que permitía insinuar sus variadas exquisiteces. Buen escote frontal, con tirantes por los hombros, corto a media pierna y con una abertura solapada al lado izquierdo, que permitía verle sus magníficas piernas al sentarse. Sin sostén y con pocos adornos. Vaya, que el mejor adorno era su belleza. El cabello recogido en un moño casual y los labios con labial rosado suave, su preferido (y el de mi padre, según supe después). Al verla bajar de su habitación, de esa guisa, me atraganté con el humo del cigarrillo y me sobrevino un ataque de tos. Estaba preciosa. Miriam, Ana y Andrea la alabaron y le gastaban bromas por mi ataque de tos, al punto que ambos nos ruborizamos. Por fin salimos, le abrí la puerta de mi carro y al sentarse, mostró sus piernas hasta la marca de las medias de nylon. ¡Llevaba liguero! Medias a medio muslo y un liguero casi imperceptible. Me iba dando una vaina.

Llegamos al restaurante, escogido por ella, por supuesto, nos sentamos en una mesa muy céntrica y enseguida se sintió blanco de las miradas. Los comensales nos observaban con diversas posiciones. Algunos simplemente admiraban su belleza, pero otros tal vez se preguntaban qué hacía semejante mujer madura y hermosa, en su plenitud, con un joven como yo. Otros pensarían que buscaba ese joven en semejante mujer. En fin, dimos que hablar esa noche. Ella se sentía en cierto modo incómoda, pero la convencí de disfrutar del momento y vivirlo sin vergüenza, ya que no le debía comportamiento ni explicaciones a nadie. A partir de entonces, la señora comenzó a coquetear conmigo, de manera ciertamente disimulada, pero evidente para los buenos observadores. El mesonero que nos atendía se mostraba realmente atraído por su belleza y donaire y hasta le temblaban las manos cuando nos servía el vino o el agua, al punto que derramó un poco de esta última sobre mis pantalones, por estar viéndola mientras me servía.

Fue una noche mágica, disfruté de una excelente cena, pero especialmente de la belleza de mi madre, de sus mohínes, de sus sonrisas, de sus miradas. De vez en cuando me lanzaba un besito soplado, con disimulo. Por mi parte, en un momento dado y notando que los manteles llegaban bastante abajo, me quité uno de los mocasines y comencé a tantear sus piernas por debajo de la mesa. Ella reaccionó casi que con un susto, pero al ver mi cara, se dio cuenta de lo que se trataba y sonrió pícaramente.

Al regresar a casa, por primera vez en todos estos meses de cortejo, justo en el comienzo de las escaleras la tomé de la cintura, la giré hacia mí y la besé en los labios, primero suavemente, cosa que aceptó sin reparos y luego le metí la lengua en su boca y trató de rechazarme, pero no se lo permití. La abracé más fuertemente y la besé con más pasión, con más ardor. Ella correspondió a mis besos con nerviosismo primero y luego ya con más calma, pero al terminar de besarnos, o mejor dicho, al parar para respirar, me dio una bofetada suavemente y me dijo con cara de niña traviesa:

-¡Bandido! ¡Que soy tu madre! Así no se besa a una madre, aunque haya bebido de más. Sinvergüenza, aprovechador.

Me le quedé mirando, como desconcertado, pero enseguida insistí y la besé más apasionadamente aún, cosa que ella no rechazó sino con un leve golpecito sobre mi hombro izquierdo, como si tratara de golpearme para mantener las apariencias. La apretaba contra mi cuerpo, con firmeza, para evitar que huyera.

-¿Vas a seguir? ¿No te basta ya con haberme besado de esa manera tan audaz, sino que quieres continuar? ¿No te das cuenta que soy tu madre, no una de tus amiguitas?

-Bueno, la verdad es que yo soy un sinvergüenza, un pervertido, lo que tú quieras, pero besas de maravilla. ¡Qué rico! Nunca había sentido algo tan sabroso al besar a una chica. Ni siquiera con Ana, que ya es bastante decir.

-Yo no soy una chica, soy tu madre.

-Si, pero besas rico, no lo puedes negar. Ahora si es verdad que estoy enamorado de ti como un loco. Si no te empatas conmigo, me iré a Siberia, al Polo Norte, a la Antártida, no sé adónde, pero no creo que pueda vivir sin tus besos.

-¡Payaso! ¡Pervertido! Eres un loco… pero la verdad es que también besas divino, mi amor; ahora entiendo las caritas de mi hija, cuando la acabas de besar… mira que me he dado cuenta ya varias veces, la besas antes de aparecer por la cocina para desayunar… los he pillado varias veces…

La señora se dio media vuelta, subió las escaleras y se metió en su habitación, tras lo cual cerró la puerta con botón por dentro, preventivamente. Según me dijo al día siguiente, temía que yo entrara e hiciera una locura.

**********

Y así pasaron los meses y se acercaba Navidad, vacaciones de la Universidad y del trabajo. Desde hacía un mes venía maquinando algo, junto con mi hermanita. Le iba a proponer a Sugey, mi adorado tormento, que nos fuéramos en la moto para Margarita, desde el sábado 14 hasta el 22 o 23 de diciembre. Ella y yo, como noviecitos, una aventura en forma. Partir de Caracas el sábado 14, como ya dije, pernoctar en Boca de Uchire en un motel de carretera que había visitado recientemente y que me dio buena espina, limpio, tranquilo, sencillo pero conveniente. La idea de pernoctar era porque un viaje de 5 horas de Caracas a Puerto La Cruz para Sugey, en moto, podía ser cansón, agotador. Boca de Uchire se encuentra exactamente a medio camino. Esa noche podríamos cenar en el pueblo y dormir en el motel y seguir camino al día siguiente, sin apuros. Llegar a Puerto La Cruz a un hotel de mejor categoría, para levantarnos a las 3 am para ir a hacer la cola del ferry. Llegar a Margarita, coger camino a Porlamar, para el apartamento de Ana Marisax, mi jefa, un lindo y acogedor apartamento, pequeñito, dos habitaciones y un baño, sala comedor cocina en un solo ambiente, un balcón cerrado con vidrios oscuros y todo muy bien decorado y dotado. A/A total, equipo de sonido, televisor en la sala y en la habitación de Ana, mini lavadora, mini secadora y la cocina totalmente equipada, hasta con abrelatas eléctrico, pues. Y un estacionamiento techado, con rejas para cada puesto. Excelente, encerraría la moto por las noches. Un sitio más que apropiado para vivir un idilio con una bella dama como Sugey. Ana me lo había prestado, sin ningún tipo de inconvenientes ni peros. Y sabía que iba con mamá, en moto, pero hasta allí. No sabía de mis intenciones. Le dije que mi madre quería correr una aventura y quien mejor que su hijo para acompañarla.

Allá en la isla, playas, restaurantes, discotecas, compras. Antes de salir de Caracas, enviaríamos por Aerocav una maleta con todo lo necesario. Una vez en el apartamento, tomaríamos un taxi para retirarla de Aerocav. Para el regreso lo mismo, a la inversa. Lo enviaríamos a nuestra casa, antes de partir en el ferry. Y para el camino, lo que lleváramos puesto y una mochila amarrada al paral trasero de la moto, con lo indispensable. Artículos de higiene personal, toallas, una muda de ropa.

El proyecto de aventura en moto por la isla de Margarita, parecía excelente, Ana, mi hermana, estaba emocionada. Pero faltaba un pequeño detalle: Presentárselo a Sugey. Ana me decía que si mamá no aceptaba ir, ella se iría conmigo, porque estaba muy emocionada con la idea y que si mamá aceptaba ir, para el año próximo sería su turno.

No sabíamos si hacerlo en reunión familiar, los cinco o solo mamá, Ana y yo. Al final, Ana me dijo que sin secretos, que Miriam y Andrea eran de nuestro núcleo familiar y sin rodeos, por lo que, una vez convencido –¿Qué raro que Ana me convenciera de algo?– me decidí a planteárselo luego de un desayuno familiar, un domingo.

-Sugey, querida mía, tengo un proyecto en mente. El viernes 13 de diciembre saldré de vacaciones de la Universidad y del trabajo. Entonces se me ocurrió algo muy especial, algo que me interesa muchísimo. Un viaje en moto para Margarita, para llegar al apartamento de Ana Marisax en Porlamar, para regresar el 22 o 23 y poder pasar la Navidad aquí en familia los cinco. ¿Qué te parece?

-Fantástico, que bueno, con lo que a ti te gusta andar en esa moto. ¿Y con quien vas, con Ana, me refiero a la Marisax?

-No, mi querida Sugey, con mi novia.

-¿Ah, sí, ya tienes otra novia? ¿Y quién es, la conozco? ¿Será Sarah, o Stefanía? ¡No me habías dicho nada, bichito!

-No… ninguna de ellas… se trata de ti… tú…

-¿Cómo? ¿Yo qué? ¿Yo soy tu novia?

-Si, claro, tengo ya seis meses cortejándote. Aunque no me hayas dado el sí, ya te considero mi novia… acuérdate de los papelitos, de tu admirador secreto. Ese soy yo. Y me dijiste que… bueno…

-¿Así que tú eres mi admirador secreto? Bandido. ¿Y quieres que me vaya contigo en la moto para Margarita?

-Si, de noviecitos… ¿Qué tal?

-Guao, no sé si de noviecitos, mira que tú eres muy peligroso y loco, pero dame detalles, porque me gusta la idea, en principio. No te estoy diciendo que sí, pero explícamelo todo y ya veremos.

Asombrado, me le quedé mirando, luego vi a Ana, que estaba sonreída y me decidí a comentarle con lujo de detalles lo que tenía planeado. Ella preguntaba, le daba las vueltas, rezongaba pero aceptaba todas mis explicaciones. Miriam y Andrea también opinaban, favorablemente a mí. Y entonces:

-Bueno, mi amor, me encanta la idea de irme de aventura con mi hijo adorado. Más aun sabiendo ahora como sé que eres mi admirador secreto. – me hizo un guiño como para dejar claro que ya lo sabía, pero que fingía.

-Siempre lo has sabido ¿quién más te podría haber dejado esos papelitos en tu bolso? Y, además ¿quién es el hombre que más te ama en esta vida y además el más cursi? Solo yo. Entonces ¿aceptas?

-Si, mi amor, acepto de mil amores, te adoro. Y no eres cursi, solo eres un romántico empedernido.

Continuará…

(10,00)