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Mi suegra, un amigo, Yesica y yo cogiendo en Tepoztlán
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Tiempo de lectura: 4 minutos

En uno de esos días jueves que no vendíamos tortas, decidimos irnos de paseo junto a mi suegra Melinda a subir el cerro del Tepozteco. Quienes viven en el centro de México ya lo han de ubicar, para quienes no son de aquí, les contamos que es un municipio de Morelos y una de sus atracciones es un cerro en el cual en una de las partes altas tiene unas ruinas arqueológicas, una de las razones por la cual es un destino turístico.

En aquellos años teníamos un amigo que vivía ahí en Tepoztlán, con mucha condición física para subir y bajar ese cerro y al haber nacido ahí, conocía muchos senderos y el modo de subir a otras partes más altas de ese conjunto de montañas. Su nombre es Mario.

En esa ocasión él nos recibió en la caseta de cobro, que era el lugar donde hacían parada los autobuses. Yesica y Melinda prepararon unas tortas y ensaladas, pues la idea era subir y explorar lugares a los que los turistas tenían prohibido pasar, pues en muchas ocasiones ha habido personas que se extravían por no conocer el lugar, pero nosotros llevábamos un buen guía.

Para Melinda era la primera vez que subiría al cerro, Yesica y yo ya habíamos ido en varias ocasiones, si bien no teníamos la condición física de Mario, sí alcanzábamos a llegar a la cima. A la mitad del camino, Mario nos sacó por un sendero, el cuál debíamos escalar agarrándonos de algunas raíces de los grandes árboles que hay ahí, pasamos por barrancas y en algunos lugares, nos abrazábamos al cerro para pasar de un lado a otro. Y luego de un buen rato y de sortear varios peligros, estábamos en la parte más alta que el de la pirámide a la que se tenía permitido acceder.

Estando en la parte de arriba y luego de recuperar el aliento, disfrutamos de la maravillosa vista, nos tomamos fotos, exploramos entre los árboles y descansamos bajo la sombra de los árboles, preparamos la manta en dónde comeríamos y nos dimos cuenta que no llevábamos qué tomar, nos reímos nerviosos pues todos teníamos mucha sed, pero nadie se acordó de comprar bebidas.

Mario se ofreció a ir a comprar, pues él ya se conocía muy bien el camino, calculó que en una media hora estaría de regreso, sólo nos pidió que lo esperáramos para comer. Apenados, le dimos dinero y le agradecimos.

Nos recostamos sobre el mantel. Yesica y yo nos empezamos a besar, no tardamos en ponernos calientes, pues nunca habíamos tenido la oportunidad de hacerlo al aire libre. Nos quitamos la ropa y les aseguro que disfruté mucho el sabor a sal de su piel, pues habíamos sudado mucho al subir el cerro. Besé su cuello y sus hermosas tetas, le dediqué tiempo a sus pezones, pues me decía sentir rico que el aire fresco que hay a esa altura, secara mi saliva sobre ellos. No podía tocar su vagina, pues nuestras manos estaban muy sucias, al darse cuenta Melinda que mi novia sólo se frotaba una pierna con otra, se acercó y con cuidado abrió sus piernas y metió su cara entre ellas, Yesica se estremeció y levantó más su pecho, mi suegra le hacía un muy rico oral pues ya sabía dónde succionar para hacer que mi novia llegara al orgasmo. Pasó un rato antes que Yesica se viniera entre los labios de mi suegra y poco a poco se recuperaba.

Ellas se besaron en la boca, yo viendo a mi suegra en cuatro, comiéndose a besos a mi novia, comencé a desnudarla, ella no reparó en despojarse la ropa, echada a cuatro patas como perrita, penetré su panocha tan húmeda y cálida, apretaba muy rico. Hacerlo en un lugar así, nos tenía muy calientes. No me cansaba de penetrar su rica panocha, mientras Yesica me animaba a seguir dándole así de a perrito, nos decía que nos veíamos hermosos cogiendo. Mi suegra gemía fuerte mientras buscaba los labios de su hija, besándose apasionadamente. Melinda se cansó de estar de rodillas así que me pidió que me sentara, me inclinó un poco hacia atrás y se montó en mi verga, se movía delicioso adelante y atrás, arriba y abajo. Yo me deleitaba viendo su hermosas tetas grandes moviéndose sobre mí, ella sudando a chorros y sus hermosos ojos clavados en los míos, con tanto morbo y deseo, no tardamos en venirnos juntos, yo como siempre sintiendo su panocha succionar mi verga, pues tenía un movimiento interior único que me deslechaba delicioso.

Melinda se dejó caer sobre mí, mientras nos recuperábamos. No nos dimos cuenta que Mario ya tenía rato ahí parado, dándonos espacio por lo que estábamos haciendo.

-¡Que bárbaros! Me hubieran dicho que habían olvidado a propósito las refrescos, no que ahí vengo corriendo para que no se deshidraten. Pero valió la pena por lo que acabo de ver. – Nos dijo nervioso y agitado nuestro amigo.

Yesica, Melinda y yo tratamos de cubrirnos, pero Mario ya nos había visto todo. Se acercó a nosotros y nos pasó una botella con agua a cada uno, mientras se deleitaba viendo el cuerpo de mi novia y mi suegra.

Yesica me veía sonriente, pícara, ya me imaginaba lo que pasaba por su cabeza. Se hincó desnuda frente a Mario y llevó sus manos a desabrochar su pantalón y con su mano sacó una verga gruesa, no tan larga, morena y muy peluda. Se la empezó a jalar, lo masturbaba rico, Mario levantó su cara al cielo y mantenía cerrados sus ojos, disfrutando. Yo me estiré a mi mochila, saqué una tira de condones y se los pasé a mi novia, ella tomó uno y con cuidado se lo colocó a Mario, él no se la creía cuando Yesica se inclinaba a mamarle la verga y tan emocionado estaba que duró pocos minutos, llenando el condón de leche, retorciéndose de gusto, mientras Melinda y Yesica se reían.

Ver a mi novia mamando verga me la había puesto dura a mí. Teniendo a mi suegra sobre mí, sólo nos giré un poco de modo que ella quedó abajo y le metí mi tronco, levantando sus hermosas piernas y poniéndolas a la altura de mis orejas. Me encantaba verla moverse y disfrutarme, le metía la verga con muchas ganas, pues ella me excitaba mucho, además de la súplica que me hacía para que le metiera más la verga, la pedía con mucho deseo.

Mientras Melinda y yo estábamos así, Yesica estaba montada sobre Mario, disfrutando del grosor de su verga, moviéndose de adelante hacia atrás y él estaba agarrado a sus nalgas. Ella como casi siempre, entrecerrando sus ojos, buscando su orgasmo, el cual le llegó al poco rato, pues gimió fuerte, casi un grito salió de su garganta. Al igual que Mario, quien se vacío poco después.

Melinda y yo seguimos cogiendo bien rico, tardamos un buen rato más haciendo el amor, pero nos vaciamos al mismo tiempo en un orgasmo muy intenso. Ella escurriendo mi leche entre las piernas, la tomé por la cintura, antes de que se vistiera, para robarle un beso de lengua mientras el aire fresco nos secaba de a poco el sudor de nuestros cuerpos. Yesica y Mario ya estaban vestidos.

Mario era un chavo muy tímido y callado, buen amigo y apelando a su seriedad, le pedimos que fuera discreto en lo que habíamos hecho ese día. Él no diría nada y por el contrario, se ofreció a darnos un tour por otros lugares que conocía en otra ocasión.

Esa tarde comimos y terminamos abajo en el centro de Tepoztlán tomándonos unas cervezas, para ya por la noche regresar en autobús, sentados los tres en un asiento para dos, besándonos y cachondeando, acariciándonos bajo la ropa, ya que el autobús iba muy vacío. De más está decir que terminamos en nuestra casa haciéndonos el amor los tres tan rico como siempre.

Hasta el siguiente relato. Saludos.

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