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Mi vecina la repostera

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Resulta difícil de creer como podemos vivir en un vecindario sin conocer a los vecinos (al menos yo podría decirles que del 90% no conozco ni el nombre), en este caso, hablare de mi vecina la repostera (así le llamo porque se dedica a elaborar pasteles), nunca había intercambiado palabra alguna, todo contacto se reducía al visual (de mi hacia ella), es una mujer chaparrita (quizás no llegue al 1.65 m), su edad debe oscilar en los 40 años, de tez blanca, pelo largo color negro, llenita, con un par de buenas tetas y un culo fenomenal (no se calcular medidas pero creo que este anda en los 110 cm).

De manera que durante todos los años que tenemos de vecinos, toda la relación se reducía al saludo diario y esperar a que ella pase para ver ese par de fenomenales nalgas.

Aunque ella estaba casada, el esposo se dedica a las ventas (la verdad no sé de qué), no tenían hijos, lógicamente la razón no la conozco, sé que el marido sale por las mañanas y regresa hasta en la noche todos los días.

Esto hubiera podido ser mi relación con la vecina por siempre, si no hubiera pasado lo que a continuación voy a relatar.

El pasado invierno, la vecina busco a mi esposa (después de ir con varias vecinas supongo) para ver si podía ayudarle en la elaboración de galletas navideñas, ya que había recibido un pedido demasiado grande y sabía que sin ayuda no podría terminar en tiempo.

Cuando mi esposa me comento, en seguida le dije que fuera, la verdad no pensaba en lo que podía ayudarle a la vecina, solo pensaba en tener la televisión disponible para mi toda la tarde.

Empezaron los días de trabajo en conjunto, y mi esposa hacia que poco a poco me fuera interesando cada vez más en la vecina, ya que al parecer para no aburrirse platicaban sus vidas y mi mujer venía a deletrearme la vida y obra de mi vecinita.

A las primeras de cambio me entere que el marido de la vecina no fue necesariamente su gran amor, sino solo un premio de consolación, que no tenían hijos por un “problemita” del marido, que no se llevaban muy bien en la cama, ya que el, la tenía muy desatendida.

Así transcurrieron los días, entre las pláticas de los antecedentes de la vecinita y los tacos de ojo que me daba cada vez que iba por mi esposa al término de cada jornada, normalmente cuando estaba trabajando en la elaboración de galletas se vestía completamente diferente a como se vestía para andar en la calle, pero aun así era una delicia observarla, meneando su hermoso trasero, tal vez un poco más de la cuenta, quien sabe; los intercambios de palabras entre la vecinita y yo se empezaron a hacer cada vez más y más frecuentes, tanto en su casa, como en la calle.

Muy pronto las conversaciones comenzaron a subir de tono, yo no perdía la oportunidad de halagar su figura cuando pasaba por la banqueta meneando ese enorme y hermoso trasero, que ya hasta tenia medido cuales eran sus favoritos (por la manera como se sonrojaba al escucharlos), hacían que el repertorio de adulaciones cada vez fuera más extenso y más a gusto de la vecina.

Lógicamente ella tomaba sus desquites, sobre todo en donde se sentía cómoda, como dentro de su casa y delante de mi esposa, en la primera oportunidad que tuvo me ofreció una charola de las galletas que estaban elaborando, pegándola a su cuerpo, justo debajo de los senos, inclinándose hacia mí, como ofreciéndolos, mientras preguntaba ¿Gusta vecino?, en ese momento exploto en mi la necesidad, - tengo que poseer a la vecina (me decía a mí mismo), mientras veía con deseo ese par de tetas bamboleándose sobre las galletas. Tome una casi de manera instintiva, ya que mi cerebro estaba en otro asunto, mientras la probaba escuchaba la pregunta de la vecina - ¿le gustaron vecino?, a lo que de inmediato le conteste: están deliciosas, aunque habrá que probar toda la variedad vecina. Ella se incorporó, sin perder contacto visual, mientras contestaba: espero que hay suficiente tiempo vecino.

A partir de ese día, se incrementó el tono del intercambio de palabras, cada vez más directo, cada vez más descarado, al siguiente día que fui por mi esposa, mi vecina se acercó a mí con el pretexto de tratar de abrir un tarro de mermelada, y en su intento fallido de hacerlo, se empinaba y me repagaba sus tremendas nalgas en mi paquete, en otra ocasión al estar en espera en la puerta, intentaba pasar por donde no había espacio, para poder repegar ya fueran sus tetas o sus nalgotas.

La ofrenda de galletas cada vez más descarada, con sus tetas sobre las galletas, lo que me permitía cada vez que tomaba una poder pellizcarle el pezón, lo que me hacía pensar: una de dos, o la vecina es una calienta huevos, o me quiere volver diabético, ambas cosas no me favorecían.

Finalmente el pedido se completó, mi esposa dejo de ir a ayudar y yo deje de ver y tocar las delicias de la vecina, se acercaban ya los días de celebración (navidad y año nuevo) y mi esposa empezó a planear las cenas y a realizar compras (por supuesto sola, porque yo odio ir de compras en estos días ya que todo esta lleno a reventar)

Una de esas tardes, estando solo en casa tratando de ver algo interesante en la televisión, sonó el teléfono, vi el identificador pero no conocí el número, pensé: seguro es un vendedor, o un encuestador o de plano un extorsionador, así que conteste de mala manera, mientras del otro lado de la línea: hola vecino, soy su vecina Karla, como le va?, podrá venir a ayudarme un poco?; a lo que yo le conteste: claro que si vecina, voy en este instante.

De camino a su casa, iba pensando: ¿de qué será la ayuda?, ojala no sea de repostería, porque yo no sé nada, bueno, ojala tampoco sea de plomería o de electricidad porque tampoco se (soy un inútil y al parecer no me da vergüenza).

Llegue a la casa de la vecina y toque el timbre, mientras observaba el estacionamiento (solo había un vehículo), eso solo podía significar una cosa: el marido no está; cuando de adentro de la casa se escuchó un grito: pase vecino, está abierto; así que empuje la puerta y efectivamente se encontraba abierta, entre y cerré la puerta, mientras preguntaba:¿en dónde esta vecina?, se escuchó su voz que provenía de la cocina: acá estoy, tratando de preparar un pastel.

Al acercarme a la cocina, la vi como nunca la había visto, con un vestido color amarillo, que le llegaba exactamente por encima de las rodillas, lo cual dejaba ver sus bien torneadas pantorrillas, por el uso de zapatillas de tacón también de color amarillo, el vestido tenía un escote moderado, dejaba ver un poco de sus hermosas y redondas tetas, las cuales estaban coronadas por un collar de bisutería de color amarillo, de grandes perlas, que reposaban sobre sus acolchados senos.

Mientas me acercaba más a ella le pregunte: ¿en que le puedo ayudar vecina?, a lo que ella de inmediato me respondió: disculpe que lo moleste vecino, todos los números que marque mediante el comando de voz no me atendieron, solo usted, fíjese que estoy haciendo un pastel que me encargaron de última hora y la batidora se trabo, y al tratar de desatorarla me he llenado las manos de masa y no puedo desatascarla y tampoco puedo retirar la masa de mis manos y no quiero ensuciar mi vestido, ¿me ayuda?

En ese momento recordé la calentada de huevos que me había dado toda la semana y pensé: que ganas de hacerte pagar vecinita, pero solo atine a decir: ¿cómo puedo ayudarla?

Mi vecina con voz de apuro: me puede retirar la batidora, porque no puedo tomarla porque tengo las manos llenas de masa y no quiero embarrarme, dijo.

Claro que si vecina, permítame, pero conforme me acercaba, le vecina no se movía de su lugar, y al ser una cocina estrecha irremediablemente me atore, mi pelvis quedo exactamente entre sus prominentes nalgas, de manera instintiva, lleve mis manos alrededor de ella para tomar la batidora y colocarla en su sitio, mientras ella me reclamaba: ¡que hace vecino! Empezó a limpiarse los excesos de la mezcla de sus manos sobre la batidora, mientras que yo le respondía con tono de enfado: lo que me pidió que hiciera.

No sé si fue el movimiento de los brazos de mi vecina al limpiar sus manos sobre la batidora, pero yo sentí claramente que ella meneaba su trasero alrededor de mi palo, tan claro que de inmediato pude sentir una erección tan fuerte que sentí me empezó a doler.

Ya para entonces había quitado casi por completo el tiradero de masa que había realizado, entonces me dice que necesita moverse un poco hacia el fregador para lavarse las manos, pero yo no quería romper ese contacto, era como si después de 1000 viajes en el transporte público por fin te toca un buen culo pegado a ti, no deseas bajarte nunca; así estaba yo, por lo que me moví junto con ella hacia el fregadero, sin dejar de hacer contacto de mi palo con sus hermosas y suculentas nalgas; de nueva cuenta, no sé si fue el movimiento normal de la vecina al lavarse las manos, pero de nuevo sentí claramente el meneo de su trasero en forma circular alrededor de mi camote, además estoy seguro haber escuchado un ligero gemido.

Esto provoco que de manera inmediata mis manos se movieran de lugar, mi mano izquierda se movió hacia arriba, hacia sus tetas, mientas que mi mano derecha se escurrió por debajo de la falda, acariciando su rajita por encima de su ropa interior.

Mi mano izquierda se las arreglaba para acariciar cada una de las tetas, alternando el tiempo con tal precisión, como si alguna de ellas fuera a reclamar que le estuvieran dando más atención a la otra, además cuando hacia el cambio de teta, trataba de ir desabotonando el vestido amarillo; por otra parte mi mano derecha recorrían en toda su longitud la rajita de la vecina por encima de su ropa interior, pero presionando fuerte, como si quisiera hacer un agujero en la tela para pasar a tocarla directamente.

Ya para entonces la vecina se había secado las manos con una toalla, y me tenía tomado por el cuello, levantando sus brazos lo que de alguna manera facilitaban el trabajo de mi mano izquierda, fue entonces cuando por primera vez desde que la comencé a acariciar hablo algo: ¡llévame a la sala, vecino, quiero que me cojas en el sillón!

No me lo dijo dos veces, llegamos en unos pocos segundos a la sala, mientras en el camino trataba de desabotonar por completo su vestido, lo que fue más fácil teniéndola de frente, el vestido cayo, solo lo levante de inmediato para ponerlo en uno de los sillones, al voltear a verla, quede fascinado, tenía una lencería color perla muy combinado, en sus tetas aunque no son de tamaño King size, la vecina usaba una talla más chica, para que ambas se desbordaran por fuera de la tela, el espectáculo era en la parte de abajo, creo que no existe tamaño de ropa para cubrir tal tamaño de caderas, se veían ridículamente pequeñas sus bragas, entre la inmensidad de sus caderas, tal como se vería una perla dentro de la ostra, a partir de entonces una sola idea cruzaba por mi mente: tenía que saborear esa panochita, así que de inmediato hice que se tirara de espaldas sobre el sobre el sillón, la imagen era por demás apetecible: su lencería insuficiente para tapar esas bellezas, ese collar de bisutería amarillo y esos zapatos de tacón también amarillos, la hacían digna de la fantasía más refinada.

Una vez recostada en el sillón, de inmediato me hinque el suelo, abrí sus piernas y hundí mi cara en el triangulito de tela perdido entre sus caderas, chupaba toda su piel, alrededor de la lencería y a la vez con mi lengua trataba de removerla para dejar al descubierto su rajita, después de unos pocos intentos las bragas cedieron, haciéndose hacia un lado para dejar el paso libre a mi lengua para recorrer su rajita completa, el objetivo era el clítoris, pero deseaba recorrer toda la longitud de sus labios, al hacerlo pude darme cuenta de una gran cantidad de humedad que no provenía de mi lengua, sino de la vagina de la vecinita, lo que me obligo a rectificar la estrategia: quería comerme esa deliciosa raja, pero también quería satisfacer la necesidad de penetración de esa vagina ya húmeda, por lo que se me ocurrió una idea que cumpliera con las dos premisas: mientras mi lengua continuaba su recorrido hacia la parte superior donde se encuentra el clítoris, dos de mis dedos de la mano derecha se enfilaron hacia la entrada de su vagina.

La apreciación hecha por mi lengua fue correcta, porque mis dedos sintieron de inmediato la humedad de su vagina, mis dos dedos entraron con una facilidad extrema (como cuchillo en mantequilla dicen algunos); esto provoco que la vecinita abriera sus labios para ponerlos en forma de “O”, lo que me indicaba que la ruta era la correcta, mi lengua llego a su clítoris, que se encontraba ya hinchado, duro, listo para ser besado, lamido, mordisqueado; en tanto que mis dos dedos ya habían tomado la forma de un pequeño gancho hacia arriba, para estimular su punto G, haciendo entre ellos una especie de tijerillas que trataban sin ningún éxito de atrapar el interior de su vagina dilatada.

Ella ya gemía sin ningún pudor, con los ojos cerrados y moviendo su cabeza de un lado hacia otro, las manos de ella instintivamente se colocaron sobre las tetas, las libero del sujetador y comenzó a acariciarse los pezones, entre tanto yo seguía machacando por dentro y por fuera la vagina de la vecina; por una parte mi lengua se encargaba de tratar de tocar todas y cada una de las terminales nerviosas que le generaban placer a la vecina, mediante el método de ensayo y error, esto es, los movimientos que generaban gemidos, jadeos y escalofríos eran repetidos, los que no generaban nada se desechaban.

Mis dedos ya dueños de la plaza, se movían a placer dentro de ella, ya la humedad de su gruta era tal que se escuchaba al movimiento de mis dedos el sonido clásico de un líquido, finalmente en unos pocos minutos la vecina tuvo un orgasmo que me enamoro: sus gemidos se incrementaron en frecuencia y en volumen, hasta que en un gran espasmo combinado con un grito salió de ella un gran chorro que solo fue medio contenido por los de dos de mi mano.

Sin lugar a dudas era tiempo de cambiar de pose, así que me incorpore, finalmente le baje las bragas que se encontraban completamente mojadas y le indique a la vecina: ¿qué tal si te pones en 4 y me muestras ese culo tan portentoso que tienes?, ella esbozo una sonrisa, se incorporó, se giró sobre si misma y se colocó con las rodillas en el asiento del sillón mientras colocaba las manos en el respaldo, volteo la cara, para verme a los ojos como preguntado: ¿Qué estas esperando?

No sé cuánto tiempo tarde en despojarme de los pantalones y de mi ropa interior, pero me pareció una eternidad, me coloque justo detrás de ella, dejando espacio solo para observar cómo sería la maniobra de mi verga dentro de la raja perdida en la inmensidad de sus nalgas; la maniobra fue sencilla, con mi palo ya duro desde hace algunos minutos y su coñito empapado de sus propios jugos, de una sola estocada mi espada fue enfundada hasta la empuñadura, fue perfecto el estoque, ella lanzo un gemido al aire al tiempo que arqueaba su espalda.

Empezó el movimiento de ambos, mi vecina usando el respaldo del sillón con sus manos aprovechaba para impulsarse hacia atrás y adelante, al tiempo que yo hacía lo propio, tratando de hacer coincidir de manera perfecta el momento del choque, era todo un espectáculo multimedia, por una parte ver su tremendo par de nalgas temblar al momento de la penetración por el choque de nuestros cuerpos y por otro lado escuchar ese choque de carnes, que se escuchaba igual a un sonoro aplauso, un aplauso que se merecía la vecina, por la manera de mover su cuerpo y hacer más ricas las embestidas.

En un momento muy corto vi un elemento de deseo muy añejo: su larga cabellera, por lo que de manera inmediata tome su cabello de la parte media, rápidamente le confeccione una cola de caballo para de manera inmediata hacer como que cabalgaba una yegua, jalando su cabello haciendo que su cabeza se moviera hacia atrás, exhalando un gemido en cada nueva embestida.

En algunos pocos minutos, al ver bambolearse sus tremendas nalgas, se me antojo apretarlas así que trate de tomar cada una de ellas con mis manos y al tratarlas de apretar lo que hice fue separarlas y dejar al descubierto el diminuto agujero de su ano (así se veía en comparación a sus nalgas), regalándome una vista muy atractiva para una posterior incursión, pero mis pensamientos fueron interrumpidos por los gemidos de la vecinita, que entre murmullos alcanzaba a decir: ¡Que rico me abres las nalgas vecino, haces que se sienta más rico tu verga dentro de mí!

De manera que continúe el vaivén de mis caderas contra las caderas de la vecina, amasando sus hermosas nalgotas y escuchando el concierto de aplausos y gemidos hasta que los gemidos fueron incrementándose de volumen hasta convertirse en gritos; la vecina se derrumbó sobre el respaldo del sillón, recargada sobre el, apretó las piernas y empezó a tener una serie de espasmos que hacían que todo su cuerpo temblara, segundos después un chorro generoso de orgasmo salía de su vagina, empecé a disfrutar del hermoso espectáculo que otorgaba la fuente de la vagina de la vecina, mientras este se hacía más pequeño empecé a preguntarme ¿y yo como hago para terminar?

Me senté el sillón al lado de la vecina viendo como con el transcurso de los segundos recuperaba la compostura, hasta que volvió a recuperar el sentido, volteo a verme y se fijó en mi palo como se encontraba y de manera instintiva se agacho para empezar a regalarme unas buenas mamadas, dándole forma a su boca, se llevó el pene entre sus labios y comenzó a mover su cabeza hacia mi y después alejándola, mientras podía ver como mi verga desaparecía entre su boca para después aparecer de nuevo.

Tratando de distraer un poco la atención de su boca devorando mi palo, pude ver sus senos bamboleándose, eran unos senos de muy buen tamaño, coronados por unos pezones oscuros, grandes, que nunca había reparado en ponerles atención, era tan suculenta la vista que de in mediato se me antojo que esos senos me hicieran una masturbación, “la rusa” que le llaman, así que cual maestra castigando de las orejas al alumno mal portado, le tome los dos pezones y la jale hacia mí, para que cuando la tuviera cerca cobijar mi camote con sus lindas tetas, haciendo que la vecina entendiera de inmediato el mensaje, acomodo su torso cerca de mi miembro, lo coloco entre sus tetas, las apretó con sus manos y comenzó a moverlas hacia arriba y abajo, generando una sensación de placer nunca antes experimentada por mi pene.

Ocasionalmente cuando sus tetas dejaban salir a la vista a mi miembro ella le daba pequeños lengüetazos en la cabeza, el contacto de su boca combinado con la vista espectacular de sus senos y de su boca, hicieron que me dejara abandonar ya al orgasmo, ya no hice nada por detenerlo y solo me deje llevar, cerré los ojos y sentí como toda la leche depositada en mis testículos empezó a hervir, sentí las contracciones en mi pelvis y de repente un gran chorro de esperma salió de mi.

Abrí lo ojos para saber dónde había depositado mi leche, para darme cuenta que toda había ido a parar en las tetas de la vecina, y un poco en su barbilla, misma que de manera traviesa la vecina trataba de recoger con su lengua.

Nos reincorporamos, recordando el origen de aquella llamada, tome el vestido de la vecina y con cara de disculpa se lo entregue diciéndole: aún está limpio su vestido vecina, creo que lo puede seguir usando, mientras ella lo tomaba me contesto: voy a ir a cambiarme de ropa, me pondré algo ligero para terminar ese pastel que debo entregar, ya no voy a salir a ninguna parte, pensaba salir a buscar a algún hombre que me quitara las ganas de coger que tenía, pero finalmente si me pudo ayudar en algo vecino.

Ella se dirigió a su recamara mientras yo me vestía, termine y salí para mi casa, a continuar viendo televisión, cuando mi esposa regreso le avise: llamo la vecina, que quería ayuda con un pastel que estaba haciendo, a lo que ella contesto: deja voy a ver si aún necesita que la ayuden, a lo que de inmediato conteste: ya no es necesario, yo fui y ayude con lo que necesitaba.

Mi esposa me vio y con aspecto burlón me dijo: ¿tú ayudar?, pero si aquí nunca lo haces, seguramente solo fuiste a estorbar o a echarle a perder el trabajo, pobre vecina, ojala que nunca vuelva a necesitar de tu ayuda.

Regrese a enfocarme en el programa de televisión mientras pensaba para mí: Tal vez si pueda.

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