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Mónica, la puta renacida

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El enamoramiento, enaltece. De quién nos enamoramos es "la mejor, la más linda, la más simpática, más inteligente..." Lleva un tiempo darse cuenta que esa persona no es así... Y no tiene por qué serlo.

La otra cara de esta moneda, es el deseo. Así como el enamoramiento idealiza... El deseo degrada. Pensemos nomás en las expresiones que usamos para referirnos a quienes deseamos... "Es una yegua, una perra, una zorra"... Esa persona se degrada a un animal. Quienes sean "fierreros" dirán ... "Es un camión" la cuestión es que la mujer deseada, pierde su status de ser humano. Ustedes, mujeres, no están exceptuadas de esto... Más de una vez habrán dicho " potro, chongo, toro, etc..."

¿Por qué? ¿Por qué lo que deseamos lo tiramos a menos? Porque el deseo siempre, es deseo de placer. Y el placer es barro, y nos encanta estar embarrados, enchastrados, embadurnados de ese placer que nos ensucia y deleita.

Nos encanta degradar, y que nos degraden... Solo eso puede explicar cómo Mónica, una mujer de lo más respetable, a quien cualquier alusión a la promiscuidad horrorizaría y hasta ofendería... Cabalgaba mi verga pidiéndome que le diga puta.

Todo esto empezó hace unos meses, cuando empecé a ir a correr a un campo lindero a un colegio cerca de mi casa. La costumbre la agarre para despejarme un poco a la mañana, y tratar de conocer gente con buena onda. Estaba pasando por una etapa de bastante tedio.

Se sabe que los grupos de "runners" siempre tienen buena onda, y me interesó intentar algo así. Se sabe también, que toda regla tiene su excepción, y el grupo que allí se reúne, resultó ser una flagrante excepción. Lo defino como un rejunte de gente tan frustrada como pedante. Un par de tipos que no tienen otro tema de conversación que el precio de las zapatillas que sacan en cuotas aunque no lo reconozcan, con un concepto propio muy sobrevalorado, al punto que parecen haber olvidado que no están en un circuito olímpico, sino en un descampado perdido en el conurbano bonaerense.

A este grupo patético, lo decoran algunas pendejas que se pasan boludeando (tomando por tonto, para quienes no compartan jerga) a estos tipos, que si bien no se si las cogen, se nota que son el único motivo real por el que ellos están ahí. En honor a la verdad, por básicas que sean, esos culitos apretados en esas calzas (leggins) enterradas son un espectáculo digno de ver, y volver a ver.

Por si alguna duda queda, detesto a las personas que viven de aparentar. Pero para mi fortuna, este grupo nada estimulante (con la mencionada excepción de los culos de las chicas, que estimulan y mucho), no son los únicos que hacen uso del campo en cuestión. También hay algunos corredores solitarios, o gente que solo va a caminar y que no forma parte del grupo, como mi caso, y el de Mónica.

Mónica es una mujer madura, cincuentona, con semblante amable, de castaña cabellera y ojos miel. Es la típica señora de barrio, que podemos encontrar en el almacén, en misa, o claramente, caminando en una plaza o campito por las mañanas. Solía vestir pantalones tipo jogging bastante anchos y buzos o camperas igual de amplias. Se mantenía alejada del resto, pero nos cruzábamos generalmente cuando nos retirábamos porque nuestros caminos coincidían.

Así comenzaron los saludos, los comentarios, y un arduo trabajo de hormiga para concretar cierta confianza. Al comienzo me di cuenta de que hacía mucho tiempo que alguien menor no la trataba con complicidad. Jamás la trate de "usted" y le hice notar siempre que disfrutaba su compañía, cosa que era cierta, mantener una buena conversación con ella hacía que pasara por alto los ya destacados culos que corrían por ahí en más de una ocasión, y una mujer nota eso.

Con el correr de las semanas mis comentarios se volvieron halagos sin miramientos que no tardaron en subir de tono, temperatura y picor. Por su parte, solía reír y desechar lo que le decía, tomándolo como broma, aunque yo le aclarase que no era así... Y que si se descuidaba un día íbamos a terminar en la misma cama.

"Cállate nene, sos casado y yo también" repetía entre risas. Pero yo sabía que mis palabras hacían mella, pues su vestimenta cambio por calzas ajustadas, camperitas al cuerpo y más coquetería de la necesaria para ir a correr o caminar, lo que provocaba más comentarios de mi parte... Supe así, que los disfrutaba.

El terreno estaba allanado, y mi fijación por saborear entera a esa mujer era insoportable.

Yo corría o trotaba, ella solo caminaba, la convencí de que trotemos y ahí llegó mi oportunidad.

- Pará un poco por favor!

-¿Que pare? ¿Me convences de trotar y querés que pare? ¡Que poco aguante nene! ¿Ya te cansaste?

- No, eso no. Es hermoso escucharte así agitada... ¡Pero me estás matando! Los ratones viste...

-¡Que raro vos! ¡Siempre lo mismo! Deja que me agite tranquila que es lo único que me agita hoy por hoy...

-¿Y eso? ¿No está habiendo acción en casa?

-¡Años! Jaja mi marido ya se dio de baja, al menos conmigo, no sé que hara por ahí... Pero yo si no me agito acá, no me agito querido.

- Y bueno, él se lo pierde... Y vos ¿No te diste de baja no? ¿Cuando vas a dejar que te agite yo?

Ahí se paró en seco, yo me detuve unos pasos más allá...

-Yo me di de baja a la fuerza, o lo había hecho, pero me estoy dando la oportunidad de redescubrirme y disfrutar cosas que quiero y que antes no me había permitido... Así que tené cuidado con lo que decís, puede que tengas que demostrarlo sino.

Me acerque hasta quedar frente a frente con ella, la mire fijamente mientras sonreía y hablé sin desviar la mirada...

-¿Cuando y donde?

- Ahora, en mi casa- dijo desafiante.

-Ok, vamos...

-Vamos!

Y fuimos. Pienso que si bien ella quería, lo dijo solo para desafiarme, y medir hasta qué punto pensaba llegar. Muy mal. Eso era exactamente lo que yo quería y la verga ya me estaba palpitando mientras caminábamos a su domicilio. Me sorprendió que me diga que vayamos a su casa, si bien sabía que el marido pasa todo el día en su negocio, y su hija ya no vive con ella, las vecinas indiscretas siempre comentan... Pero parecía no importarle, y a mi por supuesto, mucho menos.

El trayecto fue tan breve como silencioso, quizá ella creía ingenuamente que iba a arrepentirme, aunque imagino que deseaba que no me retracte. Llegamos sin demora, y cuando cerró la puerta tras de si, fue como si todas las dudas y planteos morales la apabullaran y aturdieran al unisono. Se quedó parada con la vista clavada al suelo, completamente inmóvil, entendí entonces que si no daba el paso yo, todo se arruinaría.

Permanecía parada dándome la espalda en el centro del living, me acerque silencioso por detrás tomándola por la cintura, y apoye mi bulto en su cola... Apenas rozándola, un contacto sutil, pero lo suficientemente cercano para que sienta el latir de mi verga atrapada entre mis ropas, a modo de invitación.

La invitación, fue respondida. La sutileza, la elegancia y recato de una mujer que se mueve y actúa con gracia... brillaron totalmente por su ausencia. Tiro su culo hacia atrás y lo movió frotando mi pija con fuerza, como si quisiera ser ensartada a través de las ropas. Yo comencé a lamer su cuello y metí la mano en su calza buscando su concha, mis dedos se abrieron paso sorteando su ropa interior, y al fin se congraciaron con un tacto exquisito. Una caliente humedad recibía a mis falanges inquietas, como un comité de bienvenida a un sexo suave, depilado y hambriento. Yo la pajee con ganas, la masturbaba llenando mi mano de esos labios húmedos y de ese clítoris deseante, y los hundía en ese interior tan caliente como apretado. Ella gemía, esos gemidos parecían sonar a reencuentro, reencuentro con el placer, con el sexo, con la trola que llevaba durmiendo en ella hacía años... Seguía amasando con su orto mi verga, mientras la paja que le hacía no cesaba, tome sus tetas sobre la ropa también y fue como accionar un botón de encendido. Su orgasmo inundó mi mano, y empujó su culo mucho más atrás... Su grito no fue seguido de silencio... Al contrario, pareciera que su lengua encontró rienda suelta en todo sentido...

- Ay nene... Ni me bañé... ¿Que cochina no? Mostrame cómo quedaron esos dedos...

Mmm ¿A ver? ¿Los puedo probar?

Metí mis dedos en su boca y sintieron como su lengua los recorría saboreando su propia acabada... Mónica los succionaba mirándome fijo… y supe que esa mujer iba a devorarme...

-Yo tampoco me bañé... ¿Te importa eso?

- Mmm no... Quiero saborearte así, ponete cómodo en el sillón que te voy a devolver el favor... Hace meses que quiero tragarme tu verga.

Me senté, y empezó el show. Se desvistio para mí, muy lentamente, mientras se acariciaba, y me mostraba por primera vez su desnudez, su blanca piel, sus curvas marcadas aunque no firmes, sus tetas de rosados pezones y su pubis depilado como una nena...

Se acercó y tiro de mi short y boxer al mismo tiempo, dejando al fin libre mi poronga que se estiró en toda su longitud y se mostraba a ella con vigor y dureza...

-Cuantas veces la veía marcada en esos pantalones que usas y me moría por tenerla así... mmmm

Y se la metió en la boca sin más preámbulo, empezó a petear con brusquedad, casi atropelladamente. Babeaba la verga de forma increíble, se atragantaba y hundía mi poronga en su garganta mientras su saliva plastificada mi falo. Se la sacaba y la pajeaba intensamente mientras la contemplaba, y después lamía y chupaba mis bolas... Su mamada fue una oda a la intensidad, al morbo y al hambre de pija que tenía...

- ¡Que rica nene! ¡Que verga dura! Me encanta... Dame de tomar tu leche... ¡Dame leche hijo de puta!

No pude resistir mucho ese pedido, me calentaba demasiado ver a esa mujer en ese rol tan sórdido... Agarre su cabeza y hundí mi chota en lo profundo de su garganta y dejé salir la leche que tanto pedía... La recibió, la saboreo, se le salió de la boca y la juntaba para volver a tragarla... Después volvió a chupar, para no desperdiciar una sola gota.

Se paró, y agarrándome la poronga me pidió que la siga... La seguí... Ella me guiaba, llevándome agarrado de la verga hasta su habitación, cuando pasamos la puerta, soltó mi pene y se dirigió a la cama... Se acostó boca arriba y se abrió bien de piernas...

-Veni nene... Coge a tu puta...

Pocas cosas me excitan más que una trola boca sucia, cuando hablan guarro mi verga reacciona con voluntad propia, y ahí estaba al palo de nuevo...

Me sentí tentado a chupar esa concha, pero en los pocos pasos que me llevo llegar hasta la cama, las ganas de penetrar a esa hembra caliente se adueñaron de mi razón.

Me tumbe sobre ella y la embuti sin esfuerzo alguno, mi verga babeada y su concha inundada eran el equipo perfecto... Empecé a bombear sin tregua, y la hija de puta gemía y gritaba pidiendo más... subí sus piernas a mis hombros y me enderecé para disfrutar más la vista mientras seguía cogiéndola sin tregua.

La puteaba, la insultaba, la escupía y apretaba su cuello mientras seguía castigando su argolla caliente a pijazos...

Estuvimos así unos largos minutos, hasta que quiso montarme... se subió a mi pija y empezó a cabalgarla enloquecida...

-Decime Puta! Dale decime puta!

- Puta de mierda! Mira como estás de mojada trola barata... Tantas ganas de poronga tenías?

-Si! De la tuya tenía ganas! Sabes cómo me pajeaba pensando en esta verga que me estoy comiendo... Porque hace rato quería ser tu puta! Decime puta dale!!

La cabalgata culminó en dos acabadas simultáneas que nos dejó rendidos...

Nos recostamos abrazados mientras ella con un dedo recorria mi verga en reposo... Y de su concha escapaba toda la leche que le dejé adentro...

Después de hablar y reír nos levantamos, en bolas aún, yo no podía bañarme ya que no tendría excusa para llegar asi a mi casa, y me dispuse a ir a buscar mi ropa que había quedado en el living para irme... Me vestía y me ofreció desde la cocina algo de tomar, acepte y fui a buscarla al verla en bolas aún... Supe que mi egreso de esa casa iba a demorarse, esta vez la avasallé yo, la besaba y amasaba sus nalgas con fuerza, la di vuelta con brusquedad, y la hice

Apoyarse en la mesa... Y ahí volví a cogerla. En la mesa donde le da de comer a su marido, se comía mi poronga caliente mientras me decía que la rompa toda...

Acabó, pero yo no cesaba mis embestidas, y las mantuve unos minutos más...

-En las tetas nene... Dejame bien sucia de tu guasca... Enlechame las tetas forro dale!!!

Acabe rociando mi última acabada en esas gomas blancas... Termine de cambiarme y me fui sin que me acompañe, dejándola ahí, regodeandose en mi leche, en el deseo, en el placer, en el barro.

Este fue nuestro primer encuentro, y pronto contaré lo que pasó al poco tiempo de esta mañana tan particular y caliente...

Gracias por leer! Cualquier comentario o mensaje es bienvenido!

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