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Persuasión a la perversión (I)

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A finales de año la empresa notificó que trasladaría parte de la plantilla a una sucursal de otra ciudad. Aplicarían criterios y nos notificarían, y si no accedíamos al traslado, despido con indemnización y a la calle.

Yo no quería irme, pero también necesitaba el trabajo, no podía permitirme quedar sin él. Estuve cruzando dedos de que no fuera uno de los elegidos hasta que me llamaron para saber si aceptaba ir o elegía la opción "B".

Más por necesidad que por placer, accedí al traslado. Notifiqué mi marcha del piso dónde estaba y me busqué otro en la nueva ciudad. Como allí no conocía a nadie, opté por compartir piso, así que busqué una habitación.

Al principio no tuve mucha suerte. El piso elegido estaba plagado de cucarachas y estaba muy sucio. Había otro inquilino, un señor mayor que estaba de paso e iba pasando gente, cada dos o tres meses se mudaba alguien y cambiaban los inquilinos. Me quejé de la suciedad al estar yendo y viniendo la gente y conseguí arreglar un aumento del alquiler incluyendo así un servicio de limpieza a domicilio una vez a la semana. Así conseguí eliminar a las cucarachas y que el piso estuviera limpio. Por primera vez, se alquilaron todas las habitaciones, y una de ellas, fue una chica, un poco más joven que yo. El propietario me pasó el contacto a ver si la podía atender, que él no podía. Ningún problema. "Si consigues que alquile una habitación es gracias a tus esfuerzos por adecentar el piso. Antes al igual se metía una chica allí", dijo. "Si se lo queda, te regalo un mes de alquiler".

Siempre hace ilusión que reconozcan tus esfuerzos y te veas recompensado. Y tenía ganas de tener una chica en casa, solo esperaba que fuéramos afines lo suficiente para entablar una amistad, así ya es más fácil salir de casa. No tenía intención de tirarle la caña a saco y tratar de acostarme con ella. Con todos los cambios últimamente estoy bastante apático. No me apetecía salir a conocer gente, o a ligar. Me daba mucha pereza empezar de nuevo todo el procedimiento que lleva al sexo para un breve momento de placer.

En mis últimas relaciones, en el momento en el que las tenía en la cama y empezábamos a follar, ya me aburría. Me costaba horrores llegar al orgasmo. Al principio uno piensa que un mal polvo lo tiene cualquiera, pero cuando empieza a ser recurrente con varias personas y en varias ocasiones, uno reflexiona y le entra la apatía. Me estaba preguntando si me estaría volviendo asexual, aunque fantaseaba con amigas y me masturbaba con normalidad.

Sarah apareció en el piso a la hora acordada acompañada del novio, un pijo remilgado que parecía haberse perdido por el edificio. Ella sin embargo, era una chica exuberante, alta y voluptuosa con pelo largo castaño y reflejos rojos, ojos marrones grandes, cara redonda y una gran sonrisa.

Mi apatía me permitió controlar la situación y tratar el tema con indiferencia. El novio, el típico machito, hablaba por ella.

—¿Pero la habitación es para los dos? —les pregunté.

—No, no, es para ella sola —dijo con rintintín, él no iría a vivir a semejante tugurio.

Le expliqué, a ella, las condiciones. Y él se lo volvía a explicar otra vez añadiendo algo más que se inventaba haciéndose el listo, y yo con gusto lo desmentía. Me miraba con desprecio pero al final se calló y nos dejó hablar. Cabe decir que no lo volví a ver por el piso durante toda mi estancia. No sé si no quería volver a pisar ese piso o si ella lo mandó a la mierda, aunque espero que sea lo segundo.

Así pues estuvimos tres personas en el piso. Dos chicos y ella, aunque el tercero solo estaba entre semana por trabajo y los fines de semana se volvía a casa.

La verdad, si hubiera estado en esta situación hace unos años, iría con una erección por casa todo el día. Su atuendo por casa era una camiseta de tirantes que se le veía toda la forma del pecho y unos shorts deportivos. Y aunque no tenía ganas de tirármela, si que fantaseaba con ella en la intimidad.

Empezamos una vida normal de compañeros de piso, a veces salíamos a tomar algo y conocimos más gente y en otras ocasiones nos quedábamos en casa viendo pelis. Parecía una vida de pareja, pero a medida que la iba conociendo mejor, me caía peor. Todo lo que tenía de sexy lo tenía de tonta. No reflexionaba o pensaba sobre las cosas que hacía. Al principio pensaba que se hacía la tonta, pero con el tiempo me fui dando cuenta de que no. Poco a poco fui marcando distancias, y cuanta más distancia marcaba, más cariñosa se ponía intentando contentarme.

Un día que le dije que me escaqueé de nuestro viernes de película alegando que estaba cansado y que me iba a dormir, me animó a ver un capítulo con un colacao e irme a dormir después. Para tampoco ofenderla ni discutir dije que vale. Así se introdujo una nueva rutina, con la cual curiosamente, empecé a dormir mucho mejor, aunque a veces me despertaba con un dolor de huevos increíble.

Al principio no le di importancia, sueños eróticos o húmedos los tiene cualquiera, sobre todo con un bombón como Sarah en casa, aunque ya me desahogaba bastante pensando en ella. Pero empezó a ser lo bastante recurrente como para llamarme la atención y ya considerarlo fuera de lo normal. Empecé a hacer una hoja de rutina a ver qué podía ser el detonante, y anoté cuando me despertaba bien y mal, y todo lo que hacía antes. Encontré un patrón, el colacao que me hacía Sarah cuando veíamos series.

Me sentía paranoico. No entendía que podía tener que ver, pero por probar, la siguiente noche me escaqueé a la cocina alegando que estaba demasiado frio y me preparé uno nuevo.

A la media hora de irme a dormir, entró Sara a mi habitación. Estaba despierto pero me seguí haciendo el dormido. Llevaba una pequeña linterna y se acercó a mi cama, notaba su presencia y la luz. Me movió un poco, como comprobando que estaba dormido y yo interpretaba mi papel. Dejó la linterna en la mesa y me cogió la mano y se la llevo a su pecho, suspirando y apretándome la mano con la otra. Me estaba costando no empezar a magrearle las tetas y me estaba generando una erección de caballo.

Después se metió mi mano en su entrepierna y empezó a masturbar con ella como si fuera un consolador. Cuando apreció mi erección, me quitó el pantalón, escupió sobre mi pene y extendió su saliva con la mano. Me encantaría abrir los ojos y verla haciéndome una paja y mandarla hacerme una mamada. Esto me estaba excitando y mucho. Escuché un ruido que pertenecía a la funda de un condón, pues me lo estaba poniendo. No me lo podía creer. Mi compañera de piso me drogaba y me follaba. ¿Cuántas veces lo habrá hecho? Pensé en que me lo podría haber pedido, pero seguramente lo hubiera dicho que no, por pereza. De repente, vi claro varios momentos en los que se me estaba insinuando y yo, pasaba de todo.

Me empezó a montar, tranquilamente, sin prisa, como si fuera romántico. Me cogió una mano y se acarició la cara con ella y la otra me la paseaba por sus senos. No sé cuánto rato pasaba, pero cuando te haces el dormido la variedad no abunda, y pronto me empezó a aburrir, quería correrme pero no llegaba. Ella sin embargo aceleró el ritmo y me apretó las manos contra su pecho hasta estremecerse y soltar varios gemidos disimulados. Parecía preocuparle despertarme con sus gritos pero no por cómo se movía encima mío.

Cuando acabó, se bajó como si fuera una atracción de feria, me quitó el condón, me limpió la entrepierna y me dejó tal como me había encontrado. Eso sí, con una erección del copón. La tía me follaba y me dejaba a medias. Eso explicaba el dolor de huevos. Aunque cuando se fue, me acabé lo que ella empezó.

Me hubiera gustado este juego si yo también acabara. No me podía quejar tampoco porque supuestamente no sabía que me violaba algunas noches. Técnicamente ya no sería violación, porque lo consiento aunque ella no lo sepa, pero las anteriores sí. Si fuera al revés, se armaría la del cristo y me iría a prisión, pero de alguna manera, esto me estaba excitando y poniendo a tono. Ahora sí que quería follármela, y esperaba, que al hacerlo, no me aburriera, tener un buen orgasmo y pasar este bache sexual.

Decidí escoger la venganza y hacerle a ella lo que me hacía a mí. Como ello me excitaba pensaba que al tener el control podría acabar y a gusto follándomela como quisiera. Solo se trataba de intercambiar las tazas del colacao y ella tomara su propia medicina.

Resultó más fácil de lo esperado. Nos fuimos a dormir y al cabo de una hora entré a visitarla. Comprobé que no se despertaba para nada: le di una bofetada, le sobé las tetas agresivamente y no se inmutada. "Perfecto", me dije. Le quité la camiseta y los shorts que usa de estar por casa y la contemplé en su desnudez. Sus tetas eran hermosas, aunque algo fofas. Tenía belleza natural y buenas curvas. Unas sesiones de gimnasio a la semana no le vendrían mal. Muchas chicas darían lo que fueran por tener un cuerpo así sin esfuerzo. La dieta tampoco la cuidaba mucho.

Me despeloté y elegí sus tetas para terminar de consagrar mi erección. Escupí en su canalillo y me empecé a hacer una paja cubana agarrándole las tetas todo lo que no las había agarrado en las noches que me follaba ella.

Estuve a punto de llegar al orgasmo, pero me reservé. Satisfecho con la faena me puse un condón y la empecé a penetrar. Se sentía riquísimo y apretado. Tener el control sobre la penetración me daba más placer, supongo que porque llevaba queriéndolo hace tiempo. Aunque estaba disfrutando embistiéndola con violencia, no veía donde estaba la venganza en este punto. ¿Y si se estaba haciendo la dormida como hice yo? Esto es lo que ella quiere, que me la folle duro.

No veía posible que con lo tontita que es haya desarrollado una estrategia así.

Quería hacerle daño, que le doliera como a mi los huevos.

La di la vuelta, y le abrí el culo contemplando su ojete. Metérsela allí violentamente seguro que le causara dolor ahora y mañana. Si se hace la dormida, seguro que gritará o me mandará parar antes de que le destroce el culo. No tenía ninguna intención de hacerlo con paciencia ni con cariño.

Fui a buscar una muestra de lubricante que tenía y le empecé a meter un dedo para lubricar por dentro. En mi cara se dibujaba una sonrisa, notaba lo apretado que estaba mi dedo y pensar en metérsela y lo apretadito que estaría me llevaba el pene a dar espasmos. Lo que más me satisfacía era lo que le iba a doler.

Metí y saqué el dedo y lubriqué bien mi pene y me preparé para el gran momento. Mi glande estaba apoyado en su ojete. Si no me paraba ahora, estaría drogada seguro.

Empecé a apretar. Menos mal que tenía una erección dura como una piedra, costaba mucho abrirse camino, y eso me excitaba más, me costó llegar al final sin correrme. Se la iba clavando sin piedad, y cuando llegué al fondo, al sacarla me molestó un poco. Faltaba lubricante. Ya con el camino abierto, tiré lo que quedaba de la muestra en su culo y la penetré de nuevo. Esta vez entro mucho más suave. Aquello era maravilloso, apretado, rugoso pero suave, nunca había follado por el culo a nadie. No sabía qué me estaba excitando, el tabú de la violación, la novedad del sexo anal, la sumisión o la satisfacción que mañana le iba a doler y no sabría por qué.

Le seguí rompiendo el culo hasta que no pude más. Era lo contrario que me pasaba siempre, quería seguir pero necesitaba correrme. Se la saqué y me corrí entre sus nalgas. Restos de sangre confirmarían que iba a haber dolor.

Para rematar la faena, recolecté mi semen y se lo esparcí en la boca. Limpié todo y la dejé como si no hubiera pasado nada.

Seguro que mañana se despierta con buen sabor de boca. Y dolor de culo.

Al día siguiente mis deseos se hicieron realidad. Estaba en la cocina haciéndome el almuerzo cuando la escucho levantarse e ir al baño. Llegó a la cocina con cara agria y caminando a tropezones.

—¿Qué te pasa? —pregunté.

—No sé, me duele el culo como si hubiera echado una piedra del tamaño de un coche.

Se hizo el silencio mientras se preparaba los cereales. Yo estaba disfrutando del momento.

—¿Como si te hubieran follado el culo toda la noche?

Me levantó la mirada rápido. Nunca debió haber pensado tan rápido.

—¿Quieres un colacao para quitarte el mal sabor de boca? —le dije con una sonrisa malvada.

No dijo nada, pero su cara lo decía todo. Buscando qué decir, pues la había pillado de lleno y encima devuelto su propia medicina.

—Podrías habérmelo pedido cabrón —dijo resentida—. ¡Me has violado!

Me quedé estupefacto ante la acusación, aunque cierta, injusta.

—¡Tu también podrías habérmelo pedido en vez de drogarme y montarme por la noche! Esto lo has empezado tú, y aunque me suene raro, ¡me has violado tú, y varias veces!

—¡Pero si no había manera de que me follaras! ¡Nunca me he esforzado tanto para que alguien me haga caso! ¡Pasabas de mí!

—¿Y tu solución era drogarme y follarme en sueños?

—No pensé que te fueras a enterar, además, solo iba a ser una vez pero...

—¡Una vez los cojones! Hasta hoy, ¡cuatro veces mínimo!

—¿!Estabas despierto!?

—Despierto para que me dejaras a medias.

—Haberlo dicho y seguro que nos lo pasamos mejor.

—Si claro, seguro que esa es la reacción que hubieras tenido.

Estábamos casi gritando y se hizo un silencio, ambos queríamos dejar de discutir. Yo me había vengado y quería experimentar con ella.

—¿Disfrutaste? —me preguntó

No pude evitar formular una amplia sonrisa mientras asentía lentamente.

Bajó la mirada y suspiró.

Empecé a hablarle y conté el por qué de mi apatía, pero que anoche cambió.

—El caso es que, me gustaría experimentar más contigo, sin drogas.

—Sin drogas —asintió feliz alzando el meñique—. Juramento de meñiques.

—Juramento de meñiques —dije entrecruzando mi meñique con el suyo con un poco de incredulidad.

—Entonces... Como me debes unos cuantos orgasmos... —le dije afilando la mirada— ¿me haces una... —me interrumpí y cambié a imperativo mientras me bajaba el pantalón—. Hazme una mamada.

Me miró fijamente, atisbando una sonrisa, mientras se arrodillaba con dificultad.

—Pero porque yo quiero.

—Lo que tú digas. Hazlo.

Hacía tiempo que no estaba tan cachondo. El mandarla a chuparme la polla me había puesto a cien, más que el hecho de que lo esté haciendo. La tenía de rodillas degustando mi polla para satisfacerme. Ese era su deber.

Estaba muy bien al principio, pero mantenía un ritmo bastante estable y quería más caña.

—Chupa más fuerte puta —le dije asombrándome a mi mismo. Denigrarla me ponía más. En un momento estaba disfrutando como al principio. Empecé a acompañarla con la cadera mientas chupaba, estaba follándome a su boca. Quitó sus manos y me agarró del culo empujándomelo para meterle la polla bien honda en su garganta.

— Ya casi... —atisbé buscando el éxtasis mientras le agarraba la cabeza copulando con su boca. Un par de embestidas finales marcaron la eyaculación. Empezó a toser con mi polla la boca mientras me corría y le salía por las comisuras. Al acabar y sacársela, le vi la cara, roja, con ojos llorosos y la boca abierta, llena de mi lefa y de saliva, tratando de respirar.

Me satisfacía plenamente ver que ha sufrido.

—Eres una buena putita. En un rato te veo —.Le escupí y la mandé a lavarse.

No sé por qué, pero me ponía a cien. No la quería ni me caía bien. Me gustaba físicamente, pero me excitaba el dominarla, denigrarla y hacerle daño, sexualmente hablando.

Y solo era el principio.

(9,60)