Habíamos terminado un fin de semana intenso de un certamen deportivo. Todos los deportistas y acompañantes nos alojábamos al mismo hotel. Después de la última cena celebramos la entrega de premios y empezamos la fiesta.
La discoteca del hotel estaba llena a reventar y nos lo pasábamos bomba bailando y charlando entre copa y copa. Éramos todos conocidos, todos deportistas que compartíamos la misma afición con mucha rivalidad en las pistas pero a aquellas horas y con tanto alcohol en el ambiente ya todos éramos colegas de fiesta.
Yo estaba allí con mi chico el cual me acompañó durante la competición. Además del trofeo de la competición lo tenía a él. Era mi mejor trofeo, lo paseaba de la mano orgullosa dando envidia al resto de mujeres del planeta tierra. Era el chico que siempre había soñado y tan deseado entre mis amigas: guapo, musculoso, ojos verdes, moreno y con las facciones de la cara masculinas pero a la vez con una similitud infantil que le hacía parecer inocente.
Yo como lo conocía, aún me ponía más esa cara de niño bueno que sé que luego se convertía en el tío más pervertido del mundo.
Bailábamos, bebíamos, nos arrimábamos, nos morreábamos con ansias de más en medio de la multitud hasta que llegó un punto que no pudimos más y decidimos irnos ya a la habitación.
Recuerdo ir-me de la sala de fiestas de su mano, medio tambaleando aún por el alcohol y con deseos ya de que me hiciera suya esta noche. Quería relajar-me y dejar-me ir. Realmente después de dos días de competición intensos ese día quería que me lo hiciera todo.
Nuestra habitación estaba en una 5ª planta y la subida con el ascensor fue intensa: me arrimó a la pared a morreadas y me levantó cogiéndome con las dos manos por el culo. En este momento ya noté su miembro duro que luchaba por salir de sus pantalones.
Se abrió la puerta del ascensor y llegamos a la puerta de la habitación sin dejar de tocar-nos y morrear-nos, arrimando-nos de pared en pared.
Ahora si, una vez dentro… no había límites. Yo notaba ya mi tanga súper mojado a través del pantalón, con un deseo increíble de que me la metiera rápido y fuerte.
Éramos solos el uno para el otro, y estábamos a punto de saciar nuestro apetito carnal. Me relamo recordando estos dos cuerpos jóvenes y guapos con tanta hambre de sexo.
Por fin, le desabroche el cinturón y los botones de los tejanos, que estaban a reventar y salió su precioso miembro para que me lo comiera todo enterito. Buenísimo, ya estaba jugoso y terso a mas no poder. Disfruté un buen rato comiéndosela hasta que noté que se acercaba un subidón y pare.
Literalmente me arrancó la ropa, me tiró a la cama y empezó a penetrar-me con fuerza. Aquello era sexo duro. Como pude le saqué la camisa para poder disfrutar de su cuerpo escultural perfectamente moldeado empujando encima de mi hasta que se vino fuerte. Se corrió en mi coño dejándolo a puntito para repetir.
Aún con el cansancio de dos días de competición intensa estaba tan excitada que mi cuerpo me pedía más. Seguimos morreándonos y toqueteándonos hasta que se le animó de nuevo la picha. La volvía a tener vil y fuerte como al principio y ya siendo una segunda vez… seguro me daría por mucho más.
Me puse encima de él y empecé a cabalgar-lo: arriba y abajo, delante y detrás. Llevaba toda su corrida anterior en mi coño y solo el roce de mi clítoris con su pubis ya me hacía llegar. Tuve un subidón detrás de otro hasta que ya, casi exhausta, y como última opción para que se corriera me giré cabalgando de espaldas a él para que viera todo mi culo fuere y redondo.
Me empezó a pegar en el culo y a tratar-me realmente como una chica mala… me encantaba. Empezó a tocar-me el culete y a pedir-me si me lo dejaba rebentar aquella misma noche…
Yo nunca había hecho sexo anal. Desconocía lo que podría pasar. Pero soy una chica atrevida y me animé a probar. Me giré otra vez para ver su hermosa cara de diablillo y empecé a presentar su excitado miembro a mi culete. Estaba todo rebosando de nuestros jugos y realmente fue bastante fácil. Poco a poco y en nada, casi la tuve toda dentro. Los primeros movimientos me retorcí de una sensación extraña…como de dolor y placer a la vez. Pero poco a poco, estas sensaciones se fueron convirtiendo en olas de placer que nunca había sentido. Y así, cada vez mas y mas hasta un nivel de intensidad que exploté como nunca antes lo había hecho. Me corrí increíble. Mis jugos inundaron todo su abdomen y a cada movimiento mío… le salpicaban en la cara.
Flipamos los dos. Nos reíamos mientras jugábamos con ese jugo sabroso de nuestros cuerpos. Me empapé las manos y se lo pase por todo su trabajado cuerpo: pechos, brazos, abdominales, cara… La saboreamos los dos a mas no poder hasta que se corrió otra vez.
Y así, empapados, cansados y saciados de sexo nos dormimos abrazados dulcemente.