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Recibiendo visita

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Era ya tarde, entraste al cuarto desnuda, hermosa. Yo veía en la tele una pelicula muy erótica, sin ser porno. Te acercaste a la cama y te acostaste a mi lado. Yo también estaba sin ropa, mi pene descansaba de la cogida anterior, lleno de nuestros jugos. Te inclinaste hacia mi semierecto instrumento y lo empezaste a chupar todo, separándote para llegar a mi boca y besarnos intensamente, relamiendo mis labios con tu lengua. Te acercaste a mi boca para darme a probar esos sabores, recorriendo con tu lengua mis labios. Los besos eran muy pasionales e intensos, regresaste dos veces más a él, lamiendo mis testiculos y volviste a mi boca para que tuviera la sensación de nuestros jugos y pudiera saborearlos.

Ya con mi pene nuevamente erecto despues de tus caricias orales, me dijiste que ya estaba listo y te sentaste en él, ensartándote profundamente. Te ves hermosa montando mi pene y me encanta sentir cómo me coges en esa posición.

Entraba todo en ti, y podía sentir tu vagina empapada. Movías tu cadera frotando tu clítoris contra mi cuerpo, lo que sé te provoca sensaciones que te llevan al orgasmo rápidamente, regando con tus jugos mi cuerpo a cada movimiento. Me decías que sintiera tu vagina muy mojada, llenita de semen. Te inclinaste sobre mi poniendo uno de tus pezones en mi boca. Yo abrí mis labios y me pediste que lo probara. Mi lengua lo recorrió y jugó con él. La desplacé a ese erógeno canal entre los dos senos y me puse a lamer el otro pezón. El sabor a semen dominaba. Me decías que lo habías hecho venirse también allí y que con su verga, aún dura, repartiste su corrida en ambos senos, frotando tus pezones con la punta. Sabes cómo disfruto de chuparte y comerte los senos y este sabor lo hacía más especial.

Mientras, mueves tu cadera y te vas corriendo, empapando mis testiculos y muslos. Te inclinas a besarme con el sabor de tus senos en mi boca y levantas tu cadera, hasta dejar sólo la punta dentro de ti y me dices que viera lo mojadito que sale mi pene de tu vagina. Reluce empapado, era su semen y tus corridas que acababan de suceder en el cuarto de al lado con nuestra visita. Te coges mi verga con intensidad, deseo y pasión, hasta casi hacerme venir en ti, pero quieres que se prolongue el momento y te detienes, aplazando mi corrida.

Se trata de Arturo, un amigo con quien ya hemos tenido intercambios anteriormente junto a su esposa Alma y que se fueron a vivir a Monterrey por cuestiones de trabajo. En esta ocasión tuvo que venir a la ciudad y lo invitamos a que pasara su estancia con nosotros.

Cenamos en un restaurante comida italiana acompañado con un buen vino y luego pasamos a un bar a disfrutar de un par de copas. Allí, aprovechando la música, bailamos brevemente. Alternaste pareja entre Arturo y yo. Cuando llegaron las calmadas, te tocó bailarlas con él, repegando sus cuerpos, haciéndole sentir tus senos hermosos, turgentes y regalándose unos cuantos besos y caricias en la pista aprovechando la intimidad que daba la media luz que prevalecía en ese momento.

Después de unas piezas y un par de copas, decidimos irnos a la casa. Ya de camino, Arturo se quedó en el asiento de atrás, y desde allí, se acercó al respaldo de tu asiento y comenzó a prodigarte besos en tu espalda y cuello así como acariciar tu cuerpo. Te inclinó hacia adelante para hacer a un lado el brasier, dejando tus senos libres al contacto con la tela de tu blusa, lo que aprovechó para acariciarlos, mientras seguía besando tu cuello, espalda y mejillas. Eso te prendió más y decidiste sacar mi pene de su encierro para ir tocándolo. Hasta que, en un alto, te inclinaste a chuparme, lamer mi sexo para incorporarte y darle a probar mis gotas a él en un beso excitante e intenso.

Cuando llegamos a la casa, apenas cruzamos la entrada, la sala fue testigo de la primer cogida donde primero nos sentamos juntos y nos sacaste nuestras vergas, te hincaste entre los dos para lamer nuestros penes alternadamente. Luego, que ya nos tenias muy erectos, dijiste que le darías la bienvenida como se debe y te montaste en su ya enhiesto pene. Las ropas ya habían desaparecido de nuestros cuerpos, excepto unas medias y tus zapatos de tacón.

Mientras, no dejas de masturbarme y me pides que me pare, para chupar mi pene. Me puse al lado tuyo, tomaste mi pene con tu mano, lo acaricias sin dejar de coger a Arturo y, asegurando que él te estuviera viendo, empezaste a lamer mi pene desde la punta y a todo lo largo, levantándolo para llegar a mis testículos. Era rico y excitante verte hacerlo. Alguna gota de líquido preseminal apareció en mi punta. Tu lengua la recogió e inclinándote de nuevo se la diste a probar a Arturo en un beso intenso.

Arturo no perdía detalle de tus caricias orales a mi pene mientras te comía los senos, te lamía toda, jugaba con tus pezones en su boca, los succionaba y apretaba entre sus dedos y tu desplazabas la cadera cogiendote su ya larga y endurecida verga, provocandote pequeños y excitantes orgasmos. Soltaste mi pene por un momento y acercaste tu boca a él, para que probara más de mis gotas, en un beso que mostró el grado de excitación de ambos.

En eso, tomaste mi pene, me acercaste más a ustedes y empezaste a frotar tus labios con la punta que lucía mojadita, empujando poco a poco para acercar mi pene a su boca hasta rozar mi glande en sus labios. Sin perder de vista sus ojos, le dijiste que la sintiera. Él no dudo en abrir sus labios y meterse primero la punta y luego aceptar otra parte más de mi pene, mientras tu acariciabas mi tronco con tu lengua y llegabas a mis testículos. El succionaba mi pene con mucha delicadeza y disfrutaba tenerlo en su boca. Lo besaste nuevamente y apresuraste tus movimientos de cadera provocándote el segundo o quizas el tercer orgasmo de la noche.

En la sala seguimos cogiendo los tres, alternamos posiciones, disfrutamos de que te montaras en uno y en el otro, e inclusive nos pediste que te hicieramos una doble penetración que tanto disfrutas, mojandonos con tus excitantes corridas y haciendo que nos vinieramos en ti.

Pasadas dos horas de intensidad y sexo, y pensando que Arturo tendría que atender algunas citas el dia siguiente se incorporó, recogió su ropa y se fue al cuarto de visitas, no sin antes agradecer la hospitalidad completa, y el poder quedarse en la casa en esta ocasión.

Recogimos las cosas, arreglamos la sala, dejamos todo en orden y nos retiramos al cuarto. Al pasar por enfrente del cuarto de visitas, la puerta ligeramente entreabierta nos dejó ver que Arturo se había dado un baño y descansaba desnudo sobre la cama con la toalla tapando apenas una ligera erección, mientras veía un poco la tele. No perdiste detalle de eso y me dijiste que volteara a verle.

Llegamos al cuarto, arreglamos nuestro atuendo del dia siguiente, tomamos un baño rápido y ya con tu ropa de noche, me dijiste que irías a darle las buenas noches a nuestro invitado, dandome un beso lujurioso y pasional. Sonreimos los dos y cruzaste la puerta hacia el otro cuarto.

En pocos minutos, era evidente que las buenas noches eran más que bien dadas y recibidas. Los gemidos de gozo de la cogida que te estaba dando Arturo iban en aumento con el ritmo de su penetración en ti, el golpeteo de sus muslos en tu cadera, que me hacía pensar que te cogía estando tú en cuatro puntos, llegando a provocar en tí un par de orgasmos intensos y notorios.

Momentos después regresaste a la habitación megacogida y llenita de su semen, pero con el deseo y la pasión de coger conmigo ahora en nuestra cama.

La noche se alargó para nosotros, disfrutando de una noche de lujuria y mucha pasión, y en poco tiempo Arturo apareció por la puerta de la recamara con su pene totalmente erecto, "quejándose" de que así no podía dormir y se integró de nuevo con nosotros. La mañana nos encontró disfrutando de los últimos momentos de nuestras corridas y orgasmos.

En algún momento de la madrugada, estando acostados los tres en la cama, tratando de descansar un poco, el teléfono de Arturo sonó. Era Alma para saber si todo había estado bien. Arturo no dudó en prender la cámara y dejarle ver a Alma una imagen de los tres totalmente desnudos, sudados, compartiendo la cama. Alma sólo se río, y te dijo: "te encargó que lo atiendas bien y que no llegue tarde Arturo a su cita" y nos deseó que pasaramos buena noche. Seguimos sus instrucciones al pie de la letra obedientemente.

Cuando la mañana clareó, Arturo se paró para bañarse. Justo antes de que se fuera hacia la regadera, y aprovechando esa erección matinal habitual, te sentaste en la cama, lo acercaste a tí para darle una deliciosa mamada, rápida, profunda, intensa, para hacerlo venir en tu boca, acariciando sus testiculos y masturbándolo alternadamente. Le pediste a Arturo su celular, tomaste una foto tuya con su pene erguido en tu boca y le dijiste que se la mandara a Alma, como muestra de los cuidados y buenas atenciones para él. Minutos después, Alma mandó una foto penetrándose con un consolador en ausencia de Arturo, a manera de respuesta. Todos reimos al ver la foto.

Arturo se fue a bañar y prepararse para sus actividades de hoy. Nos quedamos tú y yo jugueteando, entre caricias y besos, comentando lo rico e intenso de la noche y ya con mi pene erecto nuevamente por las caricias que nos dábamos, decidiste hacerme venir en tu boca.

Nos dimos un baño rápido y bajamos a preparar el desayuno para los tres.

La siguiente y última noche de Arturo en la casa fue también intensa y llena de deseo. Será motivo de otra entrega, si esta fue del agrado de ustedes.

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