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Respondiendo preguntas de un lector

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Hace unos días, Félix, quien me ha escrito un par de correos y con frecuencia hace comentarios, puso en un comentario de "Tropa loca 4", lo siguiente: “Me gusta tu manera tan directa para decir que sí, e irte a la cama con quien te apetece. ¿También te acostaste con alguien que tú no querías?”

Sí, en mis treintas y cuarentas anduve cogiendo mucho. En varias ocasiones me tiraba a tres el mismo día, pero separados, pues nunca me pasó por la cabeza tanta promiscuidad, lamentablemente... Hasta pasados los 70 años, motivada por un relato de Ber titulado “Tumulto”, decidí disfrutar a mis amantes juntos, ya lo relaté en “Bodas de oro”

Pude haber remitido a Félix a que leyera algo que ya comenté cuando me lo preguntaron: con la mayoría, hice el amor emocionándome, pero muchas veces me decepcionaron; con otras personas, lo hice por caliente y por amistad con algo de piedad: lo deseaban y me parecía que con su deseo y esfuerzo se ganaron el pase para asomarse por un instante a ver cómo era el cielo, y de paso bajarme la calentura. Lamentablemente también hubo dos violaciones que prefiero olvidar. Pero contaré aquí una de ellas.

Andaba paseando en un bosque de un país centroamericano con Helen, una de mis hermanas, y Eduardo, cuando nos cortaron el paso tres sujetos armados. Ni idea si se trataba de soldados, de desertores o de guerrilleros. Con cinchos elásticos ataron de pies y manos de Eduardo, quien se portó como un corderito, diciendo sí a todo. Su premio fue presenciar en primera fila la violación. Cuando lo contamos, el novio de mi hermana, muy engalladito dijo “Si yo hubiera ido, a ustedes no las habrían tocado” y miró con severidad a Eduardo. “Quizá te hubiesen matado primero y luego a ellas”, le respondió Saúl, tratando de descargarle penas a Eduardo, quien se había puesto lívido por la mirada de enojo que había recibido del novio de mi hermana.

Me pareció buen gesto de Saúl, pero a él nunca lo sentí molesto porque unos más se hubieran cogido a su esposa. Aunque sí enojado por el hecho de haber ocurrido en violación.

A mi hermana únicamente uno la violó: le levantó el vestido, le quitó las bragas, él solamente se sacó el pene muy erecto y la penetró salvajemente. El tipo, una vez que se vino, se quedó sobre ella para reponerse, y, cuando lo hizo, se levantó desfallecido de satisfacción; pasó a hacer guardia y suplir en el amago a su tercer compañero. Mi hermana se quedó tirada llorando. No era para menos, el trauma le duró mucho tiempo. Antes de retirarse de ella, el violador empujó a Eduardo, haciendo que su cara quedara sobre el pubis peludo de mi hermana y le ordenó “Límpiala bien, para que no le moleste la lefa al que sigue”. Pero no hubo más para ella. Eduardo, muy asustado, se puso a lamerle la pucha a mi hermana cuando el sujeto le apuntó con el rifle a la cabeza.

Mientras se cogían a mi hermana, otro sujeto, quien parecía ser el jefe, me desgarró la ropa rompiéndola ayudándose con un filoso cuchillo. Yo estaba paralizada del miedo, incluso de que me tasajeara con su arma tan cortante, y no opuse resistencia. “Aquí está lo más sabroso”, exclamó al romper el broche de mi sostén haciendo saltar mis tetas. Desnuda, me tiró en la hierba, él también se desnudó completamente y se abalanzó sobre mí magreándome a su gusto las chiches, chupándolas y dando uno que otro pequeño mordisco de vez en cuando. Sin soltar su boca de mi pecho, me penetró dolorosamente pues yo no estaba lubricada. Una vez que eyaculó ríos de semen dentro de mí, invitó a quien había estado custodiando la acción para que eligiera a quién quería cogerse. Otra vez fui yo… Me sentí menos mal al ver que no eligió a mi hermana que continuaba llorando amargamente, a pesar de que ya estaba limpia por los lengüetazos de Eduardo, a quien volvieron a acomodar sentado para seguir viendo todo lo que ellos hacían.

Eduardo se sentía muy mal de ver cómo gozaban conmigo sin poder hacer algo. Mi hermana no se atrevió a moverse, se quedó acostada y sollozando sin abrir los ojos. El segundo individuo no se desnudó, se quitó un chaleco antibalas y el cinturón con cargadores, luego se bajó los pantalones y se resbaló en el esperma de su compañero. No fue tan doloroso como el anterior, además de que su picha era más delgada, pero yo quedé intemperita, solamente deseando que terminaran y se fueran. Pasó lo mismo que con el primero, me cogió chupándome las tetas, se vino y siguió mamando mientras se reponía para darme otro revolcón.

Mis pezones estaban hinchados de tantas chupadas y ese fue el atractivo para que, quien había abusado de mi hermana, le solicitara al jefe darme una descarga más de semen que aún le quedaba. “¿Aguantas otra más, putita?”, me preguntó el que al parecer mandaba. Yo, resignada, sólo abrí las piernas y levanté los hombros. El sujeto que violó a mi hermana, conmigo si se desnudó, “A esta puta hay que disfrutarla con toda la piel”, dijo y me puso su verga, semiflácida en la boca, ordenándome “Chúpala para que te entre bien parada, puta” y me acarició las chiches. Después de unas pocas mamadas y jalones de escroto que le di, se le puso enorme y se acostó sobre mí para hacer exactamente lo que sus compañeros me habían hecho. Eduardo, a veces bajaba la cara y cerraba los ojos, para disimular su enojo y su terror, pero recibía un jalón de cabellos y una orden: “Fíjate bien, para que lo hagas cuando quiera recordarnos”. Aunque sus palabras nos molestaran, llevaban un tono esperanzador de que nos dejarían con vida. El violador de mi hermana terminó dentro de mí y se Puso de rodillas, una a cada lado de mi cintura, arrastrándose haciendo que sus huevos recorrieran mi piel hasta rebasar mi pecho, colocando su colgante y mojadísimo pene en mi boca para que yo se la volviera a chupar. “Límpialo”, dijo y yo lo hice sin protestar, pero sintiendo algo de goce al lamer la mezcla de los tres. “Carita de puta”, exclamó, seguramente al descubrir visos de placer en mis ojos. Sin más, ellos se fueron y nosotros nos quedamos en silencio. A los pocos minutos, mi hermana trató de liberar a Eduardo, cosa que pudo hacer después de que éste le indicara que sacara una navaja de la bolsa del pantalón.

Yo seguía encuerada, con las piernas abiertas y escurriendo semen de la panocha, ¡cinco eyaculaciones mayúsculas!, como si llevaran meses de no coger. Eduardo se acercó a mí y me preguntó cómo me sentía. “Mal, pero déjame descansar”, le dije, y entonces me di cuenta que no me sentía tan mal, lástima que no pude disfrutarlo… Aún me quedaban ánimos de bromear cuando Eduardo, con los jirones de unas de mis prendas, me estaba limpiando: “¿A mí no me limpiarás como a mi hermana?”, le pregunté con una sonrisa que me correspondió dándome un beso en la boca. “No sabe tan mal”, le dije cuando se retiró al sentir en su lengua los resabios del sabor que aún me quedaba en la boca. “¡Golfa!”, me susurró al oído. Me puso de pie y aun temblando de miedo, se quitó la camisa para ponérmela.

Mi hermana Helen se tranquilizó cuando, en tiempo, le bajó la menstruación. Yo soñé varias veces con el hecho, fuera como pesadilla donde veía que les disparaban en el cráneo a Helen y a Eduardo, pero me despertaba asustada, gritando “¡No!” en el momento que me apuntaban a la frente; llorando me abrazaba a Saúl quien sus abrazos cariñosos y besitos en los ojos me calmaba de inmediato. Otros sueños fueros lo contrario, volvía a sentir las vergas de cada uno y me revolcaba de goce en la cama; Saúl me veía dormida y arrecha, sonreía y me chupaba las tetas para acompañar mi placer, yo despertaba y cogíamos muy rico. Al pobre de Eduardo, le avergonzaba verme y, a las dos semanas, me lo tuve que llevar al hotel para dejarle claro que yo no lo juzgaba mal por su inactividad. Todo volvió a la normalidad…

Respecto a otros, ¡claro que hubo muchos que me decepcionaron!, pues yo esperaba mucho más de ellos y no me hicieron venir, incluso un par de ellos con eyaculación precoz, la cual sentí apenas me introdujeron la mitad del falo. Como es natural en mí, al quedarme insatisfecha, tuve que buscar, en cada caso, la ayuda de otros machos que, me constaba, podrían bajarme la temperatura, y lo hicieron de muy buena gana cuando me los tiré…

Seguramente también me gozaron dos o tres más sin mi consentimiento, pues, por borracha o pasada, sólo me enteré por los estragos cuando desperté al día siguiente: cubierta de semen por todas partes, adolorida en boca vagina y ano, además de lo asquerosa, mojada y llena de pelos que estaba la cama como constancia de que hubo otros más en el banquete donde me violaron con la anuencia del galán “Al fin que no se da cuenta por lo borracha”. (Esas fiestecitas a las que te escapas a la recámara del galán y sólo sientes las primeras eyaculaciones, pero te quedas dormida en sus brazos, y así, con él, amaneces toda vapuleada.)

El segundo párrafo del comentario, Félix decía: “Al parecer, al ocurrir los cuatro hechos de ‘Tropa loca’, tu amante de planta era Eduardo, pero cogiste con muchos más. Cuenta alguno que sí te haya gustado mucho, pero que no quisiste hacerlo tu amante.” Ahí sí los voy a remitir a mi relato “La fiesta de disfraces”. donde hablo de Mauricio (suspiros), el único caso donde pienso que la regué al espantarlo, en lugar de convencerlo a que siguiéramos…

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