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Solas tú y yo

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Dime amor, cuantas veces hemos hecho el amor a lo largo de estos meses, cuantas veces nos hemos quedado mirándonos la una a la otra sin saber como dejar de besarnos, sin decir nada que decir o diciéndolo todo con nuestras caricias, caricias sobre nuestros cuerpos desnudos, dime amor que soy yo para ti, cuantas veces me has dicho te quiero, cuantas te amo, cuantas noches hemos estado sin dormir esperando que el alba nos envolviera en un sueño profundo y cuantas mañanas hemos despertado sedientas de nosotras, pero a pesar de todas esas noches y todas esas mañanas nunca serán como ayer, dime amor lo que nos espera, serán todos los días como ayer, porque si es así yo estaré la primera para reclamarte, yo estaré la primera para desnudarte y amarte.

Son las once de la mañana y te veo dormir a mi lado, me encanta verte con el pelo revuelto, tu piel sedosa y la silueta de tu figura sobre las sábanas blancas, las curvas que ya me sé de memoria y que me han enamorado de tu cuerpo, de tu mente, de ti, son las once y no puedo más que volver a revivir las últimas horas contigo, quiero echar el tiempo atrás y volver a ese momento cuando llegué ayer a casa, las siete de la tarde y empezaba anochecer, me habías comentado que no ibas a estar, me habías mencionado aquella mañana que llegarías tarde de trabajar y sin embargo me has engañado, al entrar al baño allí estabas, la luz de las velas iluminaba tu cuerpo semidesnudo, unas bragas negras y un sujetador a juego las únicas prendas que ocultan tu cuerpo semidesnudo.

Extrañada crucé la puerta y solo sentí, tus dedos sobre mis labios impidiendo que hablara antes de que juntaras los tuyos a los míos en una grata bienvenida, hasta dos veces me besaste mientras me quitabas el bolso que colgaba de mi brazo, dos besos mas y mi abrigo caía al suelo, sé que te gusta ese juego, sé que te gusta desnudarme y también sabes lo que me excita a mí, así mientras dabas vueltas sobre mí como una peonza me ibas desnudando, primero mi chaqueta, luego mi blusa y a la vez que tus besos erosionaban mi piel notaba como me quitabas el pantalón, las medias con sumo cuidado hasta dejarlas con cuidado en el suelo, no olvidaré mi ropa amontonada en un rincón junto a la tuya, nunca olvidaré cuando nuestros tu piel rozo la mía, tu cuerpo contra la mío, solo las bragas de ambas y los sostenes impedían que la unión fuera perfecta, pero no tardamos mucho en sentirnos plenamente unidas, tus pezones clavándose en los míos, nuestras lenguas entrelazándose como si se acabaran de conocer, tu mano él mi vulva, la mía en la tuya, hay amor, nunca me sentí tan feliz.

El agua de la bañera está a la temperatura ideal, el jabón ha subido en forma de espuma, el aroma de rosas y jazmín rodea y moja nuestros cuerpos plenamente desnudos que mientras nos besamos y acariciamos, vamos flexionando nuestras rodillas sumergiéndonos en el agua caliente, ocultando nuestros cuerpos en la espuma cuando nos empezamos hacer el amor, te siento detrás de mí abrazándome y jugando con mis manos, tengo media melena mojada y llena de espuma no obstante, no impide para que me gire y te bese, tus manos juegan hacerme cosquillas en mi vientre, pasando tus dedos, pero sin pasarlos, rozándome, pero sin rozarme, manos y dedos que van bajando hasta acariciar el poco bello de mi monte de Venus, mis manos acarician los muslos que me rodean y empiezo a notar como tus dedos encuentran un poco mas abajo una nueva diversión, es ese momento que me haces gemir, es ese momento que mi boca se abre sin poderla cerrar sobre la tuya, regalándote mi aliento y mis gemidos.

Son las ocho y media de la noche y el agua sigue caliente, ahora son nuestros cuerpos la que la mantienen así, la espuma ha bajado y por debajo del agua se puede ver todavía el juego al que nos hemos dedicado las dos esa última hora y media, despacio con sumo cariño las dos nos hemos dado el placer que reclamábamos, besos, caricias y orgasmos han alimentado las velas que nos iluminan dándolas oxígeno, llamas que han sobrevivido a nuestros gemidos y gritos de placer, llama que sigue viva en nosotras y que no paramos de besarnos, el agua de la bañera ya en calma cuando descansamos jadeantes, pero las dos queremos mas y los besos que se han trasladado al salón, las velas encendidas se trasladan y junto a una chimenea encendida proyectan sobre las paredes unas sombras de dos cuerpos de mujer desnudos sentándose en el suelo junto al fuego, una alfombra de pelo blanco muy suave se nos ofrece para secar nuestros cuerpos mojados, quiero seguir haciéndote el amor, quiero que me sientas, pero quiero que sea un regalo para ti, como el baño lo ha sido para mí.

De un cajón saco dos vendas de seda negra, una para los ojos, otra para las manos, un día me dijiste, ¿confías en mí? Y yo confié, fue uno de esos días que tengo clavado en mi pupila, en mi corazón, mi cabeza guarda las cosa mas importantes de mi vida, las que me han hecho feliz y tu mi amor, tienes una sala para ti sola, hoy te pido que confíes en mí, te pido que confíes cuando me pongo de rodillas sobre tu espalda, besándote el cuello y acariciando con la venda negra tus pechos al pasar por ellos, te susurro al oído que confíes en mí a la vez que te la pongo en los ojos besándote el lóbulo de tu oreja, te siento nerviosa, pero excitada y en un segundo te dejo sin el sentido de la vista y noto como tu piel se eriza con mis caricias y mis besos te van tumbando en la alfombra blanca, subo tus brazos por encima de tu cabeza a la vez que mis labios te devoran, es el momento de confiar, de sentir como tus muñecas unen tus manos por medio de la otra venda impidiéndote mover.

Mi lengua recorre tus manos y tus brazos dejando un rastro de mi saliva, me detengo en tus axilas recién depiladas y muy suaves para besártelas, para sentir como tu cuerpo se estremece siendo culpables de tus primeros jadeos, de tus primeros lamentos por no poder participar, sin embargo me lo has prometido, me has prometido que no lo vas a intentar, no he querido atarte mas fuerte porque confió en ti, confió que no te moverás, que no bajaras los brazos, ni intentaras quitarte la venda de los ojos, mis besos en tus hombros, en tu cuello y observo como tu bello se eriza, como tu piel se rinde a mis labios, los lóbulos de tus orejas mojados con mi saliva jugando con tus pendientes en mi boca, tus pechos suben y bajan sobre tu cuerpo cuando tu respiración se acelera cada vez mas, son ahora tus labios los que reciben la atención de los míos, pero te tengo que regañar, no puedes besarme, no puedes moverte, te debes a mí, esta noche eres mías y te he prohibido moverte.

Los besos han llegado a tus pezones dejándolos mojados por un breve momento de tiempo, el tiempo justos de que sientas como mi cuerpo se levanta, he de ir a la cocina y volver antes de que a las dos nos falte el aire, aire que nos proporciona nuestros cuerpos al unirse, piel de mujer contra piel, la suavidad, la ternura, algo de locura y amor que trasmite la unión de dos mujeres al fundirse en una sola, me has llamado y no te he contestado, te sientes nerviosa y yo huérfana de tu piel, por esos segundos estoy tardando en regresar a ti y al llegar te veo tan bonita, allí desnuda, tumbada en la alfombra blanca calentada por la chimenea que chisporrotea delante de nosotras, las imágenes de tu cuerpo reflejadas en la pared como sobras chinescas, la silueta de tus pechos, la de tus pezones alzándose hacia arriba como dos colosos, te noto excitada, sé que tu vagina esta tan mojada como la mía, que pronto arrastradas por una tormenta perfecta, arrasara nuestro interior con un mar de fuego incontrolado y luego… tranquilidad.

“Ssshhh ya estoy aquí mi vida, ssshhh oye mi voz, siente mis manos acariciarte, mis labios besarte, no te muevas todavía eres mías, no te muevas siénteme encima de ti, siente mis besos y mis caricias”.

Ha sido un aviso que enseguida has entendido, ya puedo pasar tranquilamente la piedra de hielo que se va derritiendo con el contacto de tus labios de donde bebemos las dos, dibujando lentamente con él tu piel bajando muy por tu cuello, por tus hombros y clavículas hasta llegar a tus pechos, a su paso por tu cuerpo se van formando pequeñas gotas que al unirse se precipitan como ríos en todas direcciones, dibujando en tu piel pequeñas hileras sin saber donde caerán, sin saber que dirección tomar, pequeños ríos que acaban devorados por mi boca al lamer tus pechos, bebiendo de tu vientre al formar pequeñas lagunas, de tus pezones que se endurecen al sentir las gotas frías que caen y que se evaporan enseguida en tu piel una vez pasado tus areolas, poco queda del hielo y lo utilizo para saborear tu boca pasándotelo con mis labios.

Fresas, sé que te gustan las fresas y por eso voy pintando tus curvas, curvas de mujer, inolvidables para los ojos de un hombre, pero sobre todo para las míos, tu niña, tu amante secreta, no hay nada mas bello que dos mujeres amándose, la ternura de los primeros roces, la suavidad de las caricias, la pasión de los besos, besos que no paramos de darnos, caricias incapaces de parar, roces que es imposible de evitar cuando dibujo con mi lengua tus pechos, tu vientre, tus labios, limpiando el rastro de las fresas al pasar por tu piel.

No paras de preguntarme entre jadeos y gemidos si ya, todavía no, quiero que me disfrutes un poco mas de mis caricias.

Siente ahora el hielo entre tus labios, derritiéndose en tu clítoris, el calor inmediato de mi boca y noto como el aroma de la fresa deja entre tus labios tierra abonada para mí, para que saque de ti la mejor cosecha con tus gemidos al sentir como te lamo, como te riego con mi saliva, siente como dejo dentro de ti el aroma a fresa, como corto el calor de tu interior con un hielo que se va derritiendo como un iceberg en un volcán, quiero probar esa fresa impregnada de ti, la quiero compartir contigo.

Una vez mas me incorporo, pero no del todo, me tumbo sobre ti y voy subiendo mientras te beso, mientras que nuestros cuerpos ya sudorosos resbalan el uno sobre el otro hasta llegar a tu boca, hasta besar tus labios y poner entre ellos y los míos la fresa que ha estado en tu interior, sumergida en tus fluidos, fresa que vamos las dos devorando a la vez que nos vamos besando y sintiendo el calor de nuestras vaginas que se frotan la una con la otra, nuestros clítoris enganchados, sin quererse despegar, haciéndonos gemir, haciendo que salgan de nosotras pequeños gritos de placer y yo gritándote “ya, ya mi amor, ya”.

Es el momento de sentir tus abrazos, de sentir tus piernas rodear mi cuerpo, las dos rodamos por la alfombra mientras que ya es imposible que nada nos separe, es imposible que escape de ti, tumbada boca arriba y tú como la gran amante te eres sentada a horcajadas sobre uno de mis muslos, moviendo tus caderas sin parar, uniendo nuestros clítoris, empapándonos las dos de nuestros flujos que se unen en una especie de baile sin frenesí, a la vez que nos miramos a los ojos una vez que te he quitado la venda de los ojos, entonces veo tu rostro descompuesto por el placer como el mío, las dos sin pensarlo sin planearlo hemos empezado a movernos, a unir nuestras vulvas y fundir nuestros clítoris, nos gemimos y gritamos, dibujando en las paredes cuerpos de mujer.

Clavando mis codos en la alfombra me incorporo un poco, tú haces lo mismo frente a mí, las dos medio tumbadas, apoyadas en la alfombra con nuestros antebrazos y sin para de mover nuestras caderas, frotando nuestros clítoris admirando el placer de la una en la otra con nuestros rostros desencajados, las dos notamos por nuestros gritos que el fin está cerca, sé que el mío si, porque una ola de calor me arrasa por dentro, sé que a ti te ocurre lo mismo y las dos explotamos en un orgasmo interminable, las dos sentimos esos espasmos en nuestras piernas tan maravillosos, noto como mi vagina, como la tuya se contraen y se expanden como si estuvieran respirando el olor a sexo, al placer que nos acabamos de regalar, nuestros cuerpos brillan en la oscuridad, solo iluminados por la leña al arder y cuando todo está en calma, cuando nuestras vaginas han bebido la una de la otra, cuando el interior de nuestros muslos se ahogan en flujo, es en ese momento cuando vuelve la calma, cuando vuelven las caricias, los besos una vez más y una sola palabra entre el jadeo de nuestros cuerpos cansados, una palabra que hemos aprendido las dos a decir.

“Te quiero”.

Son las once de la mañana y te veo dormir, el recuero de la noche anterior me persigue, el baño, la chimenea encendida, la alfombra empapada por las dos, son las once de la mañana y te veo abrir los ojos y mirarme.

“Buenos días mi niña”

“Buenos días mi amor”

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Dedicada a una persona muy especial, a una persona que me hace vivir la vida desde otra perspectiva, la de mujer contra mujer.

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