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Tiempo de lectura: 4 minutos

Leyendo otros relatos alocados he decidido contar mi experiencia, no sé si sentir vergüenza de esto, pero simplemente fue lo mejor que me pudo pasar, quizá por el morbo o por el simple hecho de que algo prohibido siempre sabe mejor, en fin, fue así como mi hermano y yo empezamos a follar duro cuando teníamos la casa sola.

Me presento, mi nombre es Luján, tengo 23 años, soy estudiante de psicología y muy reservada ciertamente en muchas cuestiones, mido apenas 1.50 centímetros, una cintura delgada y sin alardear pero un culo realmente delicioso, mis pechos son algo pequeños para mi gusto, tengo el cabello liso hasta la cintura. Soy la menor de 3, Hugo, 31 años quien ya está casado y viviendo en otro país y Daniel, 25 años quien vive aun con nosotros en casa. Mis padres ya tienen edad, pero sin embargo son amorosos y no muy exigentes ya que somos mayores, capaces y trabajadores. Todo inicio un día lunes, día que tengo libre tanto en lo laboral como en la universidad, raramente Daniel se quedó en casa por una leve fiebre, mis padres habitualmente atienden un pequeño negocio a unos 20 minutos de casa desde la mañana hasta mitad de la tarde. Esa mañana como de costumbre me levanto a prepararme un sándwich pues detesto desayunar dulce, iba normal, duermo solo con un short cortito y una remera pequeña y blanca, al llegar a la cocina Daniel ya estaba desayunando.

– Buen día enfermo, ya estás mejor?

Le dije mientras pasaba a un lado camino a preparar mi desayuno a lo que él sólo dio un gesto de que iba mejor. Saque lo necesario del refrigerador y me dispuse a bajar un plato para seguir con lo mío, Daniel justo terminaba con su desayuno, cambiaron la ubicación de los platos y me quedaban un poco alto para mi escasa estatura.

– Salta, salta, tú puedes!!

Me decía Daniel burlándose al verme querer tomar un plato de lo alto de la alacena, no noté que estaba justo detrás.

– Espera te ayudo.

Dijo por atrás justo cuando pegué un salto para alcanzar yo sola el plato que necesitaba, en su deseo de ayudarme y mi deseo por alcanzar aquella vajilla terminé estirando el plato y este cayó al piso rompiéndose mientras yo estaba siendo aplastada por mi hermano contra el mueble de la cocina, fue delicioso. Daniel mide 1.80 exactamente, blanco, ojos cafés, no muy atlético pero bastante guapo. El salto que di ayudó para que al caer quede atrapada entre su verga y el mueble.

– ¿Estás bien?

Me dijo en lo que aún estaba sin tocar el piso, su miembro encajado en mi gran trasero y sus manos acorralando mi cintura, me apretaba fuerte pero era evidente que fue sin querer. De apoco dejó que bajara por completo y soy testigo de que en ese momento su verga empezó a crecer por el suave contacto con mi culo. Estábamos así por un momento, no le respondía nada pero era obvio que su pene estaba feliz por estar tan cerca de su hermana. Debo admitir que lo que hice en ese momento fue lo más sucio que he hecho en mi vida, estaba apoyada aun al mueble y procedí a hacerme para atrás con mi trasero empujándolo.

– Quítate que quiero desayunar, levanta el plato que rompiste.

Le dije y luego volteé a verlo, el hijo de puta no dijo nada y tampoco parecía tener vergüenza, estaba solo en short, sin remera y su erección era más que obvia. Fui a la mesa y me divertía viendo juntar los pedazos de porcelana esta vez tratando de disimular esa verga dura que obvio le molestaba al agacharse. Fui aún más perra porque ni siquiera había terminado el primer sándwich y fui a la mesada a preparar otro teniéndolo a él en el piso limpiando, hacía el sándwich lo más lento posible, mi culo triunfante lo exhibía moviéndome muy suavemente tentando a mi hermano mayor.

– Era uno de los preferidos de mamá.

Me dijo mientras me daba una nalgada retirándose con los restos del plato en una bolsa, los puso en el basurero y fue a su cuarto. Me apresuré con el sándwich y apenas terminé fui a molestarlo más. Puse el oído a la puerta y sabía qué hacía algo ahí dentro, golpee la puerta a lo que tardó un poco en abrir.

– Ay qué quieres ahora.

Me dijo y era obvio que se acomodó el short para abrirme, yo ya sabía que él prefería masturbarse en su cuarto y usaría eso como arma para mi plan. Me senté en la cama y vi algo abultado bajo la sábana.

– Oye qué es esto?

Dije quitando una vieja remera blanca bajo las sabanas, estaba pegajosa por el semen que había limpiado.

– Hey deja eso!!

Me dijo lanzándose sobre mi en lo que traté de que no me quitara la remera, amanecí tan perra que logré ponerme boca abajo y la remera con semen de mi hermano la lleve hasta mi cara y la estaba oliendo.

– Ffffhhhh, huele muy rico

Dije teniéndola en la cara a lo que él me quitaba la remera y la arrojaba en un bote de ropa sucio en su cuarto, me reía con fuerza pues él estaba avergonzado, y caliente, literalmente hablando, estaba con algo de fiebre pero también con la verga muy dura pues la sentía sobre mi culo. Luego tenía que hacer que pase, teniéndolo sobre mí moví mi culo muy suavemente, sabía que le encantaba y funcionó.

– Te gusta hermano?

Le dije en lo que seguía meneando mi cola pegada a su pene. Ni siquiera me dio respuesta alguna, bajó mi pequeño short, no siquiera fue necesario humedecer su miembro por lo húmeda que estaba, sin mediar palabras empezó a penetrarme.

– Aaahhh, hermano, sii

Era tan puta que gemía como loca y le pedía a mi hermano que no deje de meterme esa verga. ¿Se imaginan? Mide 1.80 y yo toda pequeñita siendo vorazmente comida, fue delicioso, un deleite. Escuchaba como los resortes de la cama bailaban en el tremendo vaivén de ese movimiento de pelvis sobre mi. Ciertamente me estaba aplastando y penetrando muy, muy duro. Me jalaba del cabello y no paraba siquiera para mediar palabras. Cansado de la posición quizá, fácil y rápido quitó su miembro y me volteó, abrió mis piernas y como si de un maniquí se tratase llevó mis abiertas piernas hasta mis hombros y volvió a introducir su cosa en mi. Me penetraba como si no hubiera un mañana, y luego empezó a rellenarse mi vagina con abundante semen caliente. Fruto de la fiebre y la calentura de su hermana, ni siquiera nos dimos un maldito beso esa primera vez. Así es, primera vez ¿qué esperaban, seguimos haciendo travesuras cada vez que se da la oportunidad.

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