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Travesura a mi amante

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Regreso de estar con Bernabé, mi amante y, antes de que se me olvide, empiezo a escribir mi experiencia con la travesura que hice. Desde hace un mes había estado pensando darle a mi amante un beso con mi boca llena del semen de Ramón, mi marido, pero la única manera en la que creo que pudiera lograrlo es poniéndole un condón a mi esposo en la mañana, cuando generalmente me tomo un biberón muy rico, y llevármelo a la casa de mi amante para tragarlo allí, frente a él. El problema es que no usamos condón y mi esposo protestaría, si no es que sospecharía algo. Comenté esto con un par de amigos del foro y pregunté: “¿Qué se te ocurre que debo hacer para ponerle el condón sin que lo vea extraño?”

¡Achis, creo que está temblando! Ya pasó... Pensé que el mareo era por una baja de azúcar o algo así, producto de tanto movimiento que acabo de tener. Regreso después, voy a ver qué pasó.

Sí, efectivamente, lo de ayer fue un temblor en Michoacán. Los memes estuvieron prolijos entre los de la CDMX (tres sismos fuertes en la misma fecha: 1985, 2017 y 2022, aunque con epicentros en lugares diferentes). Hoy martes, después del susto de ayer, porque donde vivo no tiembla, vuelvo a escribir para contarles de mi travesura, pero hoy ya contaré que fue una travesura doble, ya verán porqué.

Kama Luxuria me dio la gran idea: “venden unas fundas para el pene texturadas, que funcionan igual que un preservativo, son de silicona, pero la gracia es que son texturadas, valga la redundancia, donde el pene queda como un cactus, lleno de puntas o pelotitas que rasparan tu clítoris, sentirás una sensación única, de gran placer, porque aumentará la estimulación en tu clítoris y paredes vaginales sensitivas. Cuando estés follando con tu marido y él te esté penetrando pídele que compre esa funda, que la viste en Internet y que quieres sentir esa sensación, quieres que te encule sintiendo esas texturas, dile que eres suya y que imaginas su verga llena de puntas y quieres montarla.". Además, me puso unas direcciones de Internet donde se anunciaban los artilugios.

Vi los anuncios y sus imágenes. Así que esa noche, al estar cogiendo, le conté a mi marido lo que vi en Internet, le recordé que ya habíamos visto un video donde una madura se lo ponía a un joven y por eso lo busqué en la red, y le dije: “Voy a averiguar dónde los venden y te digo para que me compres unos”.

Al día siguiente, fui a comprar una carne que le gusta a mi marido porque recordaba que, junto, hay una tienda de juguetes sexuales, sólo se ve el anuncio “Venus Sexshop“, pintada de amarillo y no se ve bien hacia adentro. Así que, sin titubear, me metí. Me atendió una joven y de inmediato le pregunté por lo que deseaba. Me mostró de varios tipos y texturas (sólo en fotos del catálogo). Me dejó claro que no todos los tenían allí, pero que podía hacer un pedido. Afortunadamente, el que me interesó sí estaba en la tienda y compré un paquete de tres.

El domingo de la semana pasada se los enseñé a mi marido y usamos uno varias veces. Sí, ¡yo sentía delicioso!, pero a Ramón no le convencía. Se lo quité y se lo puse al revés, con la textura hacia su pene y se vino facilito.

–¡Ah, sí sentí distinto! –exclamó y se lo quité, pero se había roto.

–Uh, parece que no se debe usar así –dije tomándome el contenido a través de la rotura y le di un beso muy cargado de semen.

–¡Eres muy puta, mamita! –gritó al terminar el beso, después de que le revolví su leche con mi lengua trenzada en la suya.

–Me gustó cómo pusiste la cara de caliente al cogerme así, papito, por eso te compartí algo de lo que me gusta tomar…

–Yo creo que se rompió porque los condones sólo se deben usar una vez –me dijo Ramón.

–La dependiente me dijo que “podía usarlos más de una vez, si se trataba de la pareja con la que no usaba condón, de lo contrario úselo sólo una vez, como uno común”.

–Saaabe, entonces ¿por qué se rompió? –preguntó mi marido.

–Es que no viste la cara de puto que tenías y el meneo que me dabas con la verga, ¡estabas poseído! –le contesté.

El sábado siguiente usamos tres veces el mismo condón. Practiqué otra vez el vaciado en mi boca y me aceptó mi marido el beso, otra vez más, volteado con la textura hacia el falo soltó leche como vaca, me vacié lo del condón en el pecho y lo tallé hasta que se puso espumoso. “¿Quieres tetas con crema?”, le pregunté. “¡Puta!”, me contestó. La última vez se lo puse de manera normal y le pedí que me enculara.

–¡Así sí se sienten bien las bolitas y espinas con tu culito apretadito mamacita! –gritó Ramón moviéndose con rapidez y se vino abundantemente.

Al descansar, se lo quité y lo vacié sobre mis pies, los cuales friccioné como si de una loción se tratara. El resto lo distribuí en mis axilas. Ramón dormitaba, el condón también se había roto, al parecer, la enjundia era peligrosa para la vida del condón. El domingo cogimos normalmente, hicimos el 69 dos veces y, en ambas, me vine en su boca, que no dejaba de chuparme y sorberme al sentir mi calentura. Durmió como un bendito, con la dicha de un ángel. Al amanecer, me quiso dar el biberón matutino como despedida, antes de salir a trabajar.

–Mámame, mami… –dijo, y yo abrí la boca.

Calculé que ya estaba lo suficiente caliente y le puse el condón. “Mejor cógeme papasito, quiero sentir esto otra vez” dije y lo obligué a cogerme de misionero. Yo me sentía muy arrecha porque me imaginaba que al rato le daría esa leche a Bernabé con un beso. Mi marido se vino, le quité el condón con mucho cuidado y él se metió a bañar.

En la cocina, mientras estaba el café, puse el condón en un pequeño vaso tequilero para evitar que se volteara. Al terminar de preparar el desayuno entró mi marido y desayunamos. Se dio cuenta que el condón estaba en el vaso.

–¿Y eso? –preguntó.

–Al rato me lo voy a tomar. ¿Tú también quieres tu café con leche? –dije haciendo el ademán de verterlo a su taza.

–¡No! –gritó quitando su taza–. Tú tómatelo como quieras –sentenció.

–Eso voy a hacer… –dije, y él entendió no sé qué, pero seguramente no era lo que yo había concebido.

Al irse mi marido, tomé una liga y cerré bien el condón. Lo volví a meter en el pequeño vaso y, verticalmente, lo coloqué en el compartimento del cierre de mi bolso. Me vestí y fui directamente al departamento donde Bernabé me esperaba.

Al entrar, dejé mi bolso y ayudé a mi amante a desvestirme. Él ya estaba desnudo y pronto quedé igual.

–¿Quieres tetas con crema? –pregunté, ofreciéndole el pecho, aún escamoso en algunos sitios por el semen seco.

–¡Claro que sí mami! –exclamó y se puso a mamarme.

–También tengo patitas con leche –le dije antes de que pasara a lamerme las axilas.

Tomé mi bolso y, moviendo mis nalgas con la exageración de una puta que camina modelando, me fui rumbo a la recámara.

–¡Qué ricas nalgas! –profirió y me dio una fuerte nalgada.

Bernabé se puso a besarme y lamer mis pies, hasta dejarlos limpios, luego, la lengua siguió por mis piernas y llegó a mi panocha.

–¡Hueles rico: a puta muy cogida! –expresó después de olerme la panocha y se puso a abrevar la leche fermentada que mi marido me soltó el domingo. Bernabé me hizo venir con esa boquita que me enganchó a él desde hace catorce años.

Descansamos un poco y luego me monté en él. “Te traje un postre” dije y me extendí para tomar mi bolso. extraje el vaso y de él saqué el condón texturado que contenía el esperma de mi marido. Al parecer, él no conocía estos juguetitos, llenos de minúsculas bolas y espinas, pues lo miraba con curiosidad. Deslicé la liga con mucho cuidado y le dije “Es dulce de leche de buey, ordeñada en la mañana” y vacié el contenido en la boca. Le mostré la lengua con el esperma y le di un beso.

Aunque estaba asombrado, al sentir el sabor me correspondió el beso haciendo gala de su lengua en mi boca. Como yo estaba ensartada, sentí que su pene creció más de lo normal, lo que me hizo que pensara mejor el asunto: me separé de él y le puse el condón “Con esto siento más rico, mi amor” le dije al ponerle el gorrito de látex, que resbaló fácilmente pues aún estaba húmedo con el semen de mi esposo, y me volví a meter la verga para cabalgar hasta venirme.

Mi amante se vino mucho y quedó agotado. Lo besé mientras descansaba y le quité el condón conservando su leche. Puse la liga otra vez y acomodé el preservativo en el vaso que había dejado sobre el buró.

Le mamé la verga para limpiarlo y nos metimos a la ducha, donde me enculó. él ya no eyaculó, pero yo sí grité con el grandioso orgasmo que me provocó. “Toma, puta mancornadora”, me gritaba golpeándome con su pubis y huevos, y me daba verga sujetándome con fuerza de los brazos, mientras el agua tibia resbalaba por nuestros cuerpos.

Salí de la ducha casi arrastrando los pies. Tendimos las toallas sobre la cama y nos acostamos sobre ellas para dormitar un poco. Al despertar, y antes de cambiarnos, volví a meter el vasito con cuidado en mi bolso.

Salimos de su departamento viéndonos con ojos de becerro a medio morir, como dos adolescentes enamorados. En su auto me llevó muy cerca de mi casa, aunque él insistía en dejarme frente a la puerta de la privada ya que me veía muy cansada. Pero lo convencí de no hacerlo pues nos podría ver algún vecino.

Llegué a la casa, llevé el vaso a mi recámara y lo coloqué en el peinador, junto con los frascos y botes de afeites para disimularlo. A la media hora, me dispuse a escribir lo que había pasado y me sentí mareada (era el sismo y ya conté esa parte). Le dije a mi hija que fuera a la cocina económica y comprara lo que viera rico, porque no pensaba yo hacer de comer.

Una hora después, mientras veía las noticias por Internet, llegó Ramón, mi marido, quien me dijo que suspendieron las actividades pues uno de los muros que estaban levantando parecía que se caía con el sismo. Nos sentamos a ver la televisión y nos acariciamos calentándonos.

–Veo que te acabas de bañar, vieja cochina, ya hueles a dama. Desde el viernes que no lo hacías.

–¿Qué puede haber mejor que estar cogiendo? –le pregunté dándole apachurrones en la verga que le creció más con las caricias, mientras lo besaba amorosamente.

–¿Qué tal estuvo tu café? –me preguntó en alusión al esperma que le dije que me tomaría.

–¡Oh, se me olvidó! Era para después de bañarme… –exclamé poniendo cara de sorprendida y haciendo ademanes de haber cometido un olvido–, pero ahorita me lo trago.

Lo tomé de la mano y lo llevé a la recámara. Cerré la puerta y lo comencé a desvestir. “Encuérate mientras me lavo las manos y la cara”, me dijo metiéndose en pelotas al baño. Aproveché para quitarle la liga al condón y colocarlo ciñéndolo a la boca del vaso, tal como él lo había visto en la mañana.

Al salir del baño, se puso de pie al lado de la cama y me hinqué para chuparle el falo. El presemen comenzó a brotar con las primeras lengüetadas y jalones del tronco que le daba con una mano y con la otra acariciaba sus huevos.

–Acuéstate, que quiero usar el condón otra vez –le ordené y tomé el vaso. Hice lo mismo que con Bernabé, a horcajadas me ensarté en su verga. Me tomé el semen, pero dejé una buena cantidad en la boca para darle un beso.

–¡Qué esposa más puta tengo! –dijo, pero, en lugar de negarse abrió la boca para saborear la mía llena de leche que él creía era suya. ¡Fue un beso riquísimo! pues con su lengua recorrió mis encías–. ¡Qué sabroso beso!, parece que ya reposado sabe mejor que antes –dijo y metió la lengua al vaso donde estaba el condón. ¡Yo estaba asombrada con esa actitud! Después me sacó la verga de la panocha y la metió al vaso para colocarse él el condón–. Ahora sí, putita, cabálgame –dijo al acostarse, poniendo los brazos en cruz.

Nos vinimos y me quedé sobre él casi desmayada. Dormimos más de una hora. Al despertar, Ramón tomó el vaso y metió la verga en él para quitarse el condón, dejándolo como lo había tomado.

–Al rato lo volveremos a usar. Después de comer, te lo meteré por el culo –me advirtió al dármelo. Yo tomé el esperma y me sorprendí aún más cuando me dijo –¿Me das otro beso, mamacita?

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