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Trio de desconocidos

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Para Elena era la primera fiesta a la que iba sin sus hijos, sin su marido y soltera. Al entrar chocó con una jovencita casi de la edad de su hija que tenía un vestido diminuto. Se sintió fuera de lugar. Aun así entro, un joven la miro extrañado era la única mayor ahí y las miradas se lo hacían saber. Pensó que era un error, su amiga del spinning la invitó y al final le aviso que no llegaría.

A pesar de tener 43 Elena se conserva esbelta, nunca dejo de hacer ejercicio, su alimentación era prioridad. Así que a pesar de los años seguía siendo atractiva. Además la gravedad no se portó tan mal con sus senos, eran grandes, siempre trataba de ocultar sus pezones que sobresalían en sus blusas, con ese vestido entallado no era la excepción. Su culo es tema aparte, gracias a él se le abrieron muchas puertas. Cuando su esposo la dejo, fue su mejor arma para ascender en la empresa de publicidad. Sus nalgas grandes y su cadera pequeña volvían loco a cualquiera. Aunque ella decidía muy cuidadosamente a quien darle de su miel.

El mismo joven que la miro al entrar, ahora le extendía su mano con una cerveza, ella no sabría su edad. Se veía muy joven, aunque muy seguro de si mismo.

—Parece que te perdiste, ten toma una cerveza

—No no, es que me invitaron y al final no... Es un cuento muy largo.

—Tengo tiempo, cuéntame. Me llamo Samuel

—Elena, mucho gusto.

—el gusto es mío, ¿Bailamos?

Los ritmos nuevos no eran lo suyo, aun así Elena hizo un esfuerzo y Samuel aprovechaba cada movimiento para tomarla de la cintura.

En el rincón, Melisa ahogaba sus penas con tequila. Descubrió a su novio con otra y trataba de borrar sus recuerdos con alcohol, iba a esa fiesta dispuesta a lo que sea que le sacará de la mente a ese imbécil. Melisa a sus 21 años apenas tenía su primer rompimiento amoroso, le parecía increíble. Ella tenía miles de seguidores en sus redes sociales, es muy bonita y cumplía las fantasías de su novio. No sabía cómo o porque dejó de quererla. Miraba con recelo a la señora que bailaba embarrada a un joven que podría ser su hijo.

—¿Todo bien? —le pregunto una de sus amigas.

—No, me dejó mi güey y según yo vengo a ligar... Mejor esa ruca agarro algo, ¿y yo? Nada güey, no sé que pedo.

—Tranquila, ese güey le tira a todo, y la señora... Seguro no le dan hace un tiempo.

—Voy por otro tequila.

—Órale, aquí ando lo que se te ofrezca.

Después de varias cervezas Elena ya perreaba como si fuera experta, sentía la verga de Samuel en sus nalgas y. No le importaba que la vieran, a su lado todos bailaban igual. La niña del vestido corto se movía tan sensual que varios chicos se acercaron para que les restregara su culo. Era bellísima a los ojos de Elena. Rubia, piernas largas, culo pequeño pero redondo y tetas paraditas. Le sonrió mientras Melisa se empujaba azotando su culo contra un tipo que disfrutaba tomándola de la cintura. Elena sentía ese calor en su interior que hace años parecía había perdido.

—¿No que no sabías bailar? —le del Jo Samuel mientras la tomaba de la cintura y la giraba tocando sus enormes nalgas.

—Esto no, pareciera que está cogiendo —la risa iba acompañada de un pequeño jadeo, estaba muy caliente y sabía que tenía que salir de ahí o acabaría en algo desastroso.

Los chicos se acercaban a Melisa, estaba muy borracha y aprovechaban para tocar sus nalgas y tetas. Su amiga tuvo que ir al rescate. La subió a una habitación donde ella se soltó a llorar por su ex.

—Mira, descansa y al rato te pido un taxi amiga.

—Te amo amiga, tu me entiendes

—Ya tranquila, duérmete un rato. Voy por un café para que se te baje.

La verdad es que su amiga quería seguir de fiesta, y no de nana de una pseudo influencer con problemas de auto estima. Melisa vómito y se lavó la cara, se miraba al espejo preguntándose. ¿Por qué a ella le pasaba eso?

El primer beso de Samuel fue al cuello de Elena que brinco mientras su piel se erizaba.

—¡Oye! Vas muy rápido.

—Es que estás muy buena —sus manos bajaban de la cintura a sus nalgas y regresaban para sentir por completo sus nalgas.

—Estas bien chiquito, ¿Cuántos años tienes?

—Veinticinco, ¿Son suficientes no?

—Podría ser tu mamá

—qué bueno que no —busco sus labios y obtuvo respuesta de ella, que lo tomo de la cabeza para darle un buen beso de lengua.

—Estas loquito —le dijo mirándolo a los ojos.

—Este culote me pone así —Samuel tocaba ya su culo como si nadie más los viera, se besaban y cada vez se ponían más calientes. La humedad en la entrepierna de Lucia iba creciendo, así como su deseo de cogerse a ese muchacho.

Un ruido la despertó, Melisa se había encerrado en el armario para escapar de todo, el sueño y el cansancio la vencieron pero alguien había entrado. Movió un poco la puerta, era una pareja que forcejeaba para quitarse la ropa. Minutos antes, Samuel tomo de la mano a Elena y la subió a una habitación.

—¿A dónde vamos?

—Donde podamos estar solos.

Apenas cerraron la puerta se comían a besos, el levantó su vestido y trataba de zafar su brasier, los pezones de Elena están duro y erectos. En cuanto recibió la lengua de Samuel en sus pechos se estremeció y trato de sacarle el cinturón y la camisa. Ninguno de los dos se dio cuenta que detrás de ellos, Melisa los devoraba con la mirada.

—Si fueras mi mamá igual te cojo, estás bien buena.

—Qué bueno que no, vamos a ver esa verga que pagabas en mis nalgas —en cuanto bajo el bóxer de Samuel, una verga grande y gruesa se asomó. Tanto los ojos de Elena, como los de Melisa se abrieron sorprendidas por el tamaño. Samuel seguía besando sus pechos y sobándole las nalgas, la humedad de su panochita le mojó la mano, así que la volteo y separo sus piernas. Su cabeza se hundió en medio y su lengua se perdió en el interior de ella. Elena agradeció el haberse rasurado dos días antes.

—¡Aaaah! Siii que rico siiii sigue sigue! —Elena tomaba del cabello a Samuel para que no parará, su lengua le estaba dando un placer indescriptible. Ella no paraba de jadear. En el armario Melisa paso del enojo por aquella señora, al morbo. Miraba como gemía y le causaba envidia.

—¿te gusta que te la chupen?

—¡Me encantadas sigue no pares siii que rico me la mamas!

El ruido de ambos les impidió escuchar a Melisa que se acomodó para poder verlos mejor, metió sus dedos en su boca y lo metió bajo su vestido. Se dio cuenta que no hacía falta, ya estaba muy mojada de mirar a aquellos dos.

Elena tuvo un orgasmo de esos que parecían perdidos en el baúl de los recuerdos, su cuerpo se estremeció mientras sonriente Samuel frotaba su clítoris para registrarse en el placer que Elena tenía.

—¡Que rico oooh ooooh!

—Ven, te toca —Elena se arrodilló frente a él y comenzó a chupar lentamente la punta, sabía que eso les encantaba. Así como mirarlos a los ojos. Era experta eso, chupaba sin apartar la vista de Samuel que en cambio cerraba los ojos inmersos en el placer que con su boca ella le provocaba.

En el armario, Melisa termino silenciosamente, su orgasmo le iba escurriendo poco a poco por las piernas mientras tenía los ojos en blanco. Entonces salió a gatas hasta estar al lado de Elena. Ambas cruzaron la mirada, ella cachonda y Elena un poco espantada. Tanto que dejó de mamar aquella verga. Melisa Romo su lugar como y fue hasta que Samuel abrió los ojos que se dio cuenta que la rubia del vestido corto estaba con su verga hasta la garganta.

—¿Pero qué carajos? —beinco espantado y Melisa al no saber qué hacer se fue contra Elena, la beso mientras acariciaba sus enormes tetas, Elena no sabía qué hacer, nunca antes se besó con una mujer. Intento frenarla pero Melisa se fue a sus pechos. Lamía suavemente sus pezones logrando que pujara de nuevo.

—Niña no haaaa haaaa basta —Samuel dándose cuenta de su buena suerte, despojo de su vestido a Melisa, su culo era más hermoso de lo que imaginaba. Intento quitarle la tanga, pero ella se incorporó y metió su verga en la boca. Miro a Elena y sin palabras le cedió el turno. Mientras Elena chupaba aquella verga gorda y grande. La chica rubia le comía las tetas y metía sus manos entre sus nalgas.

—¡Dios mío gracias! Decía Samuel mientras ambas chupaban su verga. Melisa besaba insistentemente a Elena que ya no se resistía y respondía a sus besos.

Fue Samuel quien las vio en la cama, tumbó a Elena boca arriba, separando sus piernas para meter su verga. Melisa lo beso y luego se acomodó sobre la cara de Elena. Asfixiada, no sabía qué hacer con esa pequeña panocha rosada sobre su cara. Saco la lengua y fue Melisa la que comenzó a sacudirse como loca. El sabor a mujer era nuevo para ella.

—¡Que puta delicia! —exclamo Samuel mientras metía su verga en Elena

—¡Haaa!

—Eso chupámela siii

La verga de Samuel entraba y salía sin dejarle descanso, apenas podía gemir con la lengua de fuera y el roce de aquella panocha sobre su boca. Melisa se estiraba para besar a Samuel. Que estaba incrédulo de todo aquello. Seguía a Melisa en todas sus redes y odiaba las fotos con su novio. Se la jalo varias veces en su honor y hoy la tenía ahí, desnuda sobre aquella mujer que conoció apenas hace unas horas.

Cambiaron de posición, ambas estaban empinadas, desde atrás Samuel miraba aquel enorme culo de Elena y el perfecto, duro culo de Melisa. Primero metió su verga en Elena, sus nalgas se movían de forma espectacular, además ella torciendo el cuello lo miraba penetrarla, ella sabía que eso les gustaba y ella disfrutaba de ver su cara enrojecida mientras metía su verga. Melisa la jalo y la beso, parecía obsesionada con besarla. Elena ya disfrutaba de sus besos. Al final Melisa era un sueño de mujer. Sus ojos verdes la miraban mientras con su mano buscaba su culito para meter ahí un dedo. Sentía rebotar contra si mano el cuerpo de Samuel. Elena respondió de la misma manera, su mano entro entre las nalgas de Melisa y sobo desde abajo hasta arriba, sintiendo ambos orificios y sintiendo la respuesta de ella en sus besos.

Luego, Samuel por fin tomo las caderas de Melisa, era un puto sueño, efectivamente su panochita era rosada, apretada, vio como su verga iba entrando lentamente en lo que imagino durante mucho tiempo.

—¡mmmm! —gimio Melisa mientras Elena contemplaba aquellos cuerpos jóvenes desnudos junto a ella. Le lamió el cuello a Samuel, el pecho, su abdomen, hasta bajar a dónde chocaba contra las nalgas de Melisa, beso sus nalgas perfectas y redondas. Luego interrumpió para chupar un poco más la verga de Samuel y después acomodarla para que siguiera penetrando a la hermosa rubia que ansiosa movía su culo. Elena metió su cabeza bajo Melisa para chuparle las bolas a Samuel que agitado gemía de placer.

—Siii siii méteme la verga siii —Melisa tía casi pareciendo llanto, con la cara metida en las sábanas de la cama y su culo mirando al foco.

—Pinche Melisa estás bien buenaaa no mames que rico culo.

Elena se volvió a empinar a un lado de Melisa, para que Samuel le diera más de su verga, solo que el busco otra entrada. Habían pasado muchos años desde que intento un anal, arrepentida por el doloroso proceso. Ahora aunque quería negarse, parecía que no podía. No sería ella la que parará aquel placer del que disfrutaban los tres. Jalo una almohada y mientras Samuel empujaba su verga para que entrara en su cola, ella apretaba los puños y la quijada. Melisa le separaba las nalgas para que el metiera su verga, incluso escupió un poco sobre el culo de Elena que seguía conteniendo el grito de dolor.

—No va a entrar no va a aaah aaaah uuuy haaa! —Después del dolor inicial, los embates de Samuel le provocaron un placer que para ella valía la pena. Melisa se escurrió debajo de ella y en posición de 69 con su lengua estimulaba su clítoris. Elena quería responder, pero el dolor solo lograba que pujara como loca.

—¡Huuy si si si! —Samuel estaba dando más de lo que esperaba pero no resistía más, la cadera de Elena chocaban contra él, veía como si verga se perdía en su cola y ya quiso separarse. Termino dentro de Elena, ambos se retorcían se placer, Apretaba sus nalgas y sentía como su semen llenaba ese culote frente a él.

—Que riiico —exclamo Elena, aflojando el cuerpo mientras el salía de su cola, pero Melisa seguía chupando, mamo un poco la verga de Samuel y luego succionó el semen que escurría de la cola de Elena. Lamiendo su agujero dilatado y logrando que Elena brincara con la sensación.

Los tres se incorporaron y besaron, sus lenguas compartían el sabor de sus sexos. Fue l amiga de Melisa tocando la puerta la que terminó la fiesta.

—¿Estás ahí Meli?

—Siiii, salgo en un momento.

—Tu ex llegó... Solo...

—Ok

Se miraron y se vistieron lentamente. Elena se despidió de ambos con un beso francés, sabía que ese lugar no era para ella. Samuel nunca olvidaría aquello y Melisa se preguntaba si quería ver a su ex novio.

Dos semanas después en el cumpleaños dieciocho de su hija, Elena reconoció al tipo en el fondo de su sala. Era Samuel, iba de novio de su hija.

—Mira mami, te presento a Samuel

—¿Es tu novio?

—Somos amigos —interrumpió el sonriendo.

—Mucho gusto Samuel, creo que eres mayor para ella.

—¡Mamá!

—No creo que la edad importe, ¿Usted qué cree?

Entre ambos se hizo un silencio largo, mientras cruzaban la mirada.

—Nos vemos joven —dijo Elena alejándose con su vestido entallado.

—Espero que si —dijo Samuel mordiendo su labio. Miraba ese culo que lo volvía loco.

Melisa regreso con su ex, pero tampoco podía sacar de su cabeza a esos otros dos desconocidos.

@MmamaceandoO

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