Un mes después de que Cornelio, su exesposa Stella y yo hiciéramos un trío a petición de ambos, Cornelio fue a mi casa para tomarnos unos tragos. En la plática, obviamente salió lo que ocurrió en nuestro trío. Ambos recordamos gustosos los detalles. Más adelante Cornelio me hizo otra confesión.
–Hace una semana, Stella me hizo participar en otra de sus locuras –dijo, pero se apresuró a aclarar que lo del trío no fue locura– Lo que hicimos tú y yo con ella no fue locura, fue amor entre ella y yo que quisimos compartir contigo.
–¿Qué locura hicieron? –pregunté con curiosidad.
–Ella me había dicho que le habían gustado ambos tríos, porque yo estuve presente –dijo refiriéndose al primero con Ociel, el macho de turno de Stella en esa ocasión–, pero que quería sentir más machos juntos tratándola como ‘la reina de la fiesta’ y me propuso algo muy loco –dijo meneando negativamente la cabeza–. Dijo que quería tener juntos a varios de quienes la aman regularmente. “Tú y otros cuatro o cinco”, me dijo.
–¡Zaz! ¿Les dará batería a todos? –pregunté, dudando de que fuera capaz de satisfacerlos.
–¿Les dará? ¡Nos dio!, porque eso hicimos la semana pasada. Y seguramente puede con más, incluso viniéndose ella también en cada cogida –precisó, dejándome con la boca abierta y algo triste por no ser yo de los requeridos.
–¿Cómo fue? –pregunté ávido de saberlo.
–Me dijo que ella se encargaría de invitarlos y decirles qué trajera cada quien para la fiesta, además de ‘las bolas bien cargadas’.
–¿A cuántos invitó? –pregunté asombrado.
–No sé a cuántos invitaría, pero los que fuimos, además de mí, Carlos, Ociel y Guillermo, que ya has oído de ellos, también fue David que llevó a un sobrino joven de unos 18 años, que Stella había conocido antes en casa de David porque vive con él –los nombró Cornelio, y ante un “¿Por qué?” que lancé cuando dijo ‘sobrino’, explicó–. “Tráetelo”, le dijo Stella cuando David le preguntó si podía llevar a Jacobo. Quizá para estrenar algo que ya se le había antojado. Lo cierto es que todos sabrían a qué iban…
–¡Sí que es una puta tu exmujer…! –exclamé, agradeciendo que no me hubiera invitado a mí, porque no estoy preparado para participar más allá de espectador.
–¡Putísima! –Cuando estábamos en la sala, después de haber bebido un poco y bailado cada uno con ella, abrazándola y magreándola en cada turno. Ella puso un disco para hacer un estriptís. El baile estuvo muy cachondo, y nos aventó cada prenda. A mí la última a la cara: su calzón bastante mojado.
–Ese baile ha de haber estado muy caliente… –dije recordándola desnuda.
–¡Estuvo de poca madre! Ante los gritos de los presentes, nos advirtió que ellos tenían que desvestirse antes de atreverse a tocarla. “Ya encuerados y con el pito parado, lo que quieran, mis amores”, dijo y todos empezamos a desnudarnos. Lo más caliente fue cuando ella siguió bailando sin ropa, pues, conforme alguien quedaba totalmente en pelotas, ella le pasaba los pelos de la pepa en la cara o las nalgas. Al terminar su danza, yo me quedé sentado, pues aún no me quitaba todo y mientras lamía sus pantaletas veía cómo se iba la jauría sobre ella. La mamaron y manosearon por todas partes. Hicieron una rueda y ella, cargada por todos, fue circulando para su uso Unos se vinieron y otros no, pero todos, menos yo, le dieron. Después, también cargada, se la cogieron por pares uno por atrás y otro por delante. También tuvo dos vergas en la raja al mismo tiempo, pero no pudieron hacerle igual por el culo. No sé qué les dijo a los de la última pareja, pero me la llevaron cargada, con las piernas abiertas y me restregaron el pelambre lleno de semen en la cara… Por la calentura, no pude evitar ponerme a chuparle la vagina, las piernas y las nalgas para dejárselas limpias. Es un decir, porque le seguía escurriendo semen y jugos con cada mamada que le hacía.
–Descansamos sentados –siguió contando mi amigo–. Ella ensartada en mi palo rígido, ya que yo no me había venido todavía. Todos con nuestro vaso en mano, brindamos por la hembra más bella de la fiesta.
–¡Qué puta es Stella! –volví a exclamar– Pero no me has dicho lo que sentiste cuando te obligó a chuparle la vagina y anexas –insistí.
–Ya te dije que yo estaba muy caliente, además que me gusta tragarme el atole que hace con sus parejas. ¡Me encantó!, pero hubo más que no había hecho.
–¡¿Más?! –pregunté azorado.
–Sí, eso fue apenas el comienzo. “A ver, otro brindis hasta ver el fondo”, dijo Stella y continuó “Brindo por el amor que todos ustedes me han dado, ¡salud!”. Todos apuramos lo que quedaba en el vaso. En voz baja, me dijo “Quiero que aún no te vengas, pero que la tengas dentro de mí para lo que sigue”. Pensé que quizá fuera a saltar sobre mí para que todos disfrutaran el movimiento de su frondoso pecho, pero no, ella tenía en mente algo más sofisticado.
–¿Qué podría ser? –pregunté e inconscientemente me apreté la verga sobre el pantalón que ya estaba húmedo por el presemen que solté al escuchar las locuras de Stella.
–Stella aclaró que, “Para lo siguiente, sólo van a participar los que tengan el pene bien duro”. Imagina a todos sentaditos en los sillones o en la alfombra viendo quienes tenían la verga inhiesta, y los que no, porque aún no se reponían de la cogida que le dieron a la puta de Stella, estaban jalándosela para revivir la verticalidad.
–Bueno, ver a tu exmujer desnuda es suficiente para ponerte así, más si sabes que tiene ganas de coger –dije dándome otro apretón más.
–Sí, por lo que veo, a ti te basta con imaginártela… –contestó, cambiando la vista hacia mi mano en mi paquete.
–¡Perdón!, pero sí… –dije por toda explicación de mi conducta.
–¡Ja, ja, ja! No te preocupes, a mí también se me para cuando me acuerdo de ella, ja, ja, ja –dijo Cornelio con jocosidad.
–Bueno, sígueme contando que tengo curiosidad.
–Stella nos explicó: “Cada quien escogerá ‘mamada’ o ‘cubana’, y eso le haré. Para hacer mejor mi tarea, mi asistente me dará cariño mientras lo hago” dijo poniéndose de pie y se dirigió a Jacobo, quien le quedaba más cerca, para preguntarle. “Mamada”, contestó el muchacho. Stella se hincó y tomó el pene en sus manos, pero antes de metérselo a la boca volteó hacia mí y dijo “¡A ver, asistente! Métemela, mi amor”. Así que, ante la envidia generalizada, la empalé y ella se puso a mamar.
–¡Órale, qué puta! –grité.
–Jacobo se vino casi de inmediato. Stella, con la boca llena de esperma volteó y me pidió un beso, vaciando la leche en mi boca. Todos gritaron asombrados y se oyeron gritos de “Puta”, “Yo quiero”, “Él no aguantó nada”, etcétera –dijo Cornelio y, antes de que yo le preguntara, continuó– Me gustan los besos blancos que me da ella, ya lo sabes, he probado de Ociel y de ti. Sin salirme de ella, Avanzamos de rodillas al siguiente sujeto, que era Guillermo, quien tiene una tranca enorme. “A éste le queda bien una cubana”, dijo la puta envolviéndole la verga con las tetas y comenzó el franeleo. Guillermo la acariciaba y besaba lo que podía de ella, en tanto que yo la tomaba de la cintura para que no se fuera a salir de mí. De pronto, soltó un par de chorros que cayeron en el torso y ombligo de Guillermo. Ella recogió el semen con la lengua y volvió a besarme.
–¡Más leche, habrás quedado empachado! –dije admirado.
–Pues no me empaché, al contrario, me gustó cómo lo hizo y lo disfruté. Además, pude darme cuenta que había sabores distintos, pero no niego que me gusta más cuando lo tomo de la panocha. Así pasaron los cinco; en el último beso probé el semen de Carlos mientras me estaba viniendo en ella, al fin que ya habíamos terminado la ronda.
–¡Uff! Sí que estuvo novedosa esa fiesta –dije con tono de envidia.
–Y eso que apenas eran las dos de la mañana… –me advirtió mi amigo.
–¿Hubo más? –pregunté.
–¡Claro! La oportunidad se prestaba para que Stella siguiera poniendo en práctica sus fantasías –me dijo Cornelio, preparándome para más sorpresas–. Después de bailar otra ronda con cada uno, en las cuales todos dieron muestra de sus habilidades: Vals, Tango, Danzón, Rock y Lambada. Yo la hice bailar Twist para que sus tetas se movieran violentamente. Casi todos los que bailaron pegados querían meterle la verga y ella se dejaba, pero no permitió que eyacularan, ella tenía otros planes.
–¿…? –“¿Cuáles? pregunté con la mirada arqueando las cejas.
–Stella trajo unas toallas que extendió en la alfombra diciéndonos que ella quería ver lo que se siente en el ‘Bukkake’ “así que quiero verlos masturbándose y viniéndose sobre de mí. No se vale en el pelo ni lo desperdicien fuera de mi cuerpo”, concluyó y se acostó bocarriba sobre las toallas recogiéndose el pelo acomodándolo atrás, bajo el cuello.
–¡Qué loca! Tú, ¿dónde elegiste venirte? –pregunté.
–No tuve que hacer elección pues ella me dijo “Tú no, sólo acaríciate los huevos y la verga si te dan ganas, yo te digo cuando te vengas”. No tardó mucho para que le cayeran chorros de esperma a Stella. Desde la barba y chiches que fue la venida más arriba, hasta los pelos de la pepa. Cuando todos acabaron, ella estaba con mucho esperma en la piel y con vellos de distintos grosores y colores. Abrió las piernas y extendiendo sus brazos hacia mí me dijo “Ven, Cornelio, hazme el amor…” y me extendí sobre ella, abrazándonos y dándonos un beso. Todos empezaron a animarnos con aplausos y gritos mientras que nos embadurnábamos el frente con el semen que le regaron. ¡Nos vinimos riquísimo! Me dio un beso y dijo “Gracias, mi amor”.
–¡De verdad que fue apoteósica la reunión! –exclamé viendo el rostro feliz de Cornelio que rememoraba esa última cogida.
–Sí, pues allí terminó la reunión tumultuaria. Stella nos agradeció la presencia y dijo que ya estaba cansada y que en su cama sólo cabían tres o cuatro. Ociel tenía que pasar lista en su casa y darle un chorro de amor a su esposa y se despidió después de vestirse. También se despidieron David y su sobrino Joel. Carlos Guillermo y yo, no hicimos el intento de vestirnos, queríamos dormir con Stella.
–¿Y durmieron? –pregunté.
–Seguimos tomando. Stella le pidió a Carlos que forjara unos porros ‘de la buena’, pues durante la reunión ya había sacado unas bachas de mariguana y las circuló entre los que quisieron. La puta ‘le dio las tres’ mientras se la cogían. Ahora, sentándose un rato en el miembro de cada uno, se echó todo el cigarro. “Fuma”, me pidió poniendo me el cigarro en la boca. “No, Nena puta, no me gusta”, le dije y se levantó para ensartarse en Carlos y pasarse el humo boca a boca, entre risas y carcajadas. “¡A la cama, mis putos!, los quiero dentro a los tres, elija cada uno su hoyo”. Nos dijo, arrastrando las palabras, al terminar de fumar. Guillermo en el culo, Carlos en la boca y yo bajo de ella, metiéndosela otra vez en la pepa. Sí, me toco otro beso blanco con el semen que probé la primera vez en su pucha…
–¿Y durmieron? –volví a preguntar.
– A ratos, pues cuando nos daban ganas, nos la volvíamos a coger. Ella sí se quedó dormida por lo borracha y ‘pacheca’ que estaba, así que no podía protestar. Entre sueños, vi cómo se la folló Guillermo por la boca, mientras Carlos le daba por atrás, no sé si por el culo o por la vagina, pero la pobre quedó escurriendo semen en la cara. Lo probé una o dos horas después cuando le di un beso cogiéndomela de misionero agarrado de sus chiches.
–Pobre Stella –dije.
–Tal vez, pero ella sabía que todo eso podría pasarle… Incluso dormida lo disfrutaba porque nos encajaba las uñas en sus orgasmos. Amaneció llena de semen, con las chiches y las nalgas adoloridas y con moretones, quejándose del dolor; nosotros teníamos las marcas de sus uñas en las muñecas y espalda. “Ven”, me dijo, empujándome la cabeza hacia su pepa para chupársela y obligó a los otros a chuparle las tetas. Sabía riquísimo y se vino soltando flujo.
–“Gracias, mis amores, ya váyanse que quiero dormir al lado de mi esposo”, dijo Stella como a las nueve de la mañana y me abrazó. No me di cuenta cuando se fueron ni cómo se despidieron, seguramente con un beso cada quien.
–¿Y no le reclamaste que te haya dicho ‘esposo’? –pregunté intrigado.
–No, me gustó que me sintiera así, cornudo, pero su esposo. ¡Es tan hermosa…!
–Sí, tú la amas y ella también, al parecer esa fiesta fue para ustedes dos, y los demás solamente fueron comparsa –aseguré. Cornelio asintió con la cabeza y un dejo de tristeza en la mirada.