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Una historia de sexo: Mi amante Virginia

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Acababa de llegar a Madrid, soy arquitecta y una de las mejores empresas de este país se había fijado en mi trabajo, estaba ilusionada y muy contenta, a mis 28 años tenía un buen trabajo, un buen sueldo, y un piso precioso que me habían cedido durante dos años, era un ático de dos habitaciones en una de las mejores zonas de Madrid enfrente del retiro, de hecho desde mi habitación se podía ver el parque en todo su esplendor y del salón salías a una terraza espectacular desde donde podías ver todo Madrid.

Me llamo Lara y esta fue mi historia, una historia de sexo sin fin, sin control, de orgías delirantes, en una espiral de destrucción personal.

Estábamos a mediados de julio y estábamos pasando una de esas olas de calor sofocante, el domingo cuando salí del Ave en la estación de Atocha, serían las tres de la tarde y era como entrar en un horno, metí mis maletas en un taxi que me llevo a mi nueva casa que la verdad estaba muy cerca de la estación.

Tenía tanto calor que nada más entrar en mi nueva casa deje las maletas en el pasillo, quería darme un baño relajante, me iba quitando la ropa hasta quedarme completamente desnuda de camino a la bañera, llenándola de agua más o menos fría, empecé a meterme cuando me di cuenta de que no tenía ni gel, ni champú, tan siquiera una pastilla de jabón.

Al bajarme del taxi me había fijado que justo al lado había un pequeño supermercado de esos que abren las 24 horas los siete días a la semana, lo tenía abajo y tenía prisa por descasar así que simplemente me puse el vestido sin el tanga, ni el sujetador, era tan solo entrar y salir ¿qué podía pasar en ese periodo tan corto de tiempo?

Estaba pagando, no había tardado prácticamente nada, al salir junto con dos chicos más la puerta empezaron a sonar, los chicos salieron corriendo y los empleados detrás, uno de ellos me empezó a señalar como que yo iba con ellos y después de discutir un poco me retuvieron acusándome de robar, yo no me lo podía creer ¿pero no me habían visto comprar los muy inútiles?

Cuando llego la policía me pidieron la documentación mientras me decían que esperara, fue cuando me fije en ella por primera vez, una mujer policía guapísima, tenía puesto una gorra y su coleta salía por detrás, un pelo castaño claro, ojos verdes, una nariz pequeña con pequitas, labios carnosos y bien definidos, blanca de piel, delgada y con dos senos muy sugerentes, ella también se fijó en mí y en más de una ocasión nuestras miradas se cruzaron, quedándonos mirando unos segundos.

Estaba cansada del viaje, sudorosa y estaba en una situación un poco rara, me reía yo misma de la situación, y en mi mente se repetía una frase continuamente “sin bragas y a lo loco” joder no me había puesto ni el tanga ¿y si les daba por registrarme?, para colmo me sentía observada continuamente por aquella policía que no me quitaba ojo, pues sí, estaba muy enfadada y a la vez bastante asustada, aquella mujer se acercaba y se dirigió a mí con una voz autoritaria “señorita sígame”, entre con ella en un cuarto pequeño, me dijo que ya estaban terminando todo que había sido un error pero no obstante me tenía que registrar, debí poner una cara muy rara porque me comento si había algún problema ¿problema? problema ninguno solo que no llevo ropa interior, me decía a mi misma, estaba tremendamente incómoda con la situación.

Me dijo que levantara las manos y que separara un poco mis piernas, tenía los ojos cerrados de la vergüenza que sentía, la policía se había quitado los guantes, estaba detrás de mí, media más o menos como yo cuando empezó a pasar sus manos alrededor de los míos la policía empezó a tocar mis brazos, aquello me extraño, ¿pero si mi vestido era de manga corta? me preguntaba, subió hasta mis hombros de pronto sentí sus manos en mis senos, más que registrar parecía que me los acariciaba una y otra vez, estuve por revolverme pero no me atrevía, aquello era surrealista.

Llevaba puesto un vestido muy corto sin posibilidad de esconder nada, aun así sus manos siguieron bajando por mis caderas, toco mis nalgas con ambas manos, siguió hacia los muslos, estaba muy enfadada pero aquella situación la verdad que me estaba poniendo caliente, la note como se arrimó a mí por detrás, entre nuestros cuerpos ningún centímetro de separación, notaba sus pechos sobre mi espalda, paso sus manos al interior de mis muslos y empezó a subir, sus manos levantaron mi vestido, rozo mi sexo con sus dedos, se dio cuenta de que no llevaba bragas y volvió a bajar pero ahora note como sus dedos índices se metieron entre mis labios hasta llegar a mi clítoris, uno de ellos volvía a bajar metiéndose en mi vagina un poquito para luego volver a subir recorriendo toda mi vulva rozando mi clítoris nuevamente, podría haberme revuelto, decirla algo, no lo hice, aquella situación me empezó a excitar y empecé a disfrutar.

Noto como abrí un poco las piernas al a la vez que mi cabeza giro dejando el cuello libre sin mi melena, una mano empezó acariciar mi seno y la otra bajo otra vez a mi coño, moviendo sus dedos sobre mi clítoris y metiendo sus dedos en mi vagina que estaba empezando a humedecerse, unos segundos más y empezó a lamer mi cuello, busco mi boca y me beso metiendo su lengua, estaba tan caliente que ya me dejaba hacer, al poco se separó de mí sin decirme nada se marchó dejándome allí con aquella calentura. Me comentaron que estaba todo en orden, me pidieron perdón y me subí a casa por fin, de camino de la tienda a mi casa la buscaba entre los policías pero no la encontré, aquella preciosa policía que en vez de registrarme, literalmente me había metido mano ya no estaba, se había esfumado.

Ya en casa me bañe por fin, quise olvidarme de aquella experiencia totalmente surrealista y me metí en la cama, había llegado con una semana por delante para instalarme, era ya miércoles y no paraba de darle vueltas a lo que ocurrió el domingo cuando sonó la puerta, al abrir me encontré con una cara conocida, era ella, la policía del domingo, no sé por qué, quizás por un instinto de protección enseguida cerré la puerta pero esta volvió a llamar, en esta ocasión y llamándome por mi nombre me dijo que no me asustara.

- El otro día me fije en ti nada más llegar y vi que tú también me mirabas, me gustaste desde un principio, sé que me aproveche, lo siento. Así de esa manera empezó a disculparse y continuó hablando por detrás de la puerta.

- Si quieres te puedo invitar a una cerveza o me puedes dejarme entrar y empezar de nuevo. Estaba llena de dudas, quería abrir pero por otro lado no, quería conocer aquella mujer que desde un principio me fascinaba pero por otro lado no.

No sé por qué, pero al final decidí abrirle la puerta y la invite a pasar, empezamos hablar, abrí una botella de vino que fue cayendo poco a poco, empezamos a reírnos con historias raras como la del otro día, se llamaba Virginia, tenía mi edad y sin el uniforme era una chica cañón y lesbiana, bueno por lo que me comento era bisexual, después de haber consumido una botella de vino y estar abriendo otra, le dije en plan de coña que a mí me gustaban las pistolas y que ella no tenía, nos reímos a carcajada limpia y me soltó que porque no la había probado y saboreado pistolin, las carcajadas fueron en aumento, Virginia se empezó arrimar a mí, yo empecé a sudar, estaba nerviosa cuando me beso en los labios, me quede quieta sin saber que hacer, dejo su copa de vino en la mesa, me quito la mía y me cogió de las manos, “puedo seguir”, me dijo mirándome fijamente a los ojos, yo simplemente asentí.

Sus labios empezaron a recorrer mi cuello con suavidad, su lengua lamió el contorno de mis labios como queriendo entrar en mí y al final lo consiguió, nuestras lenguas se encontraron, los besos ahora eran profundos y apasionados, su mano habían alcanzado otro objetivo, mis senos estaban siendo acariciados una vez más por aquellas manos suaves, llevaba puesta una camiseta de tirantas que enseguida me deshice de ella cuando sus labios buscaron mis pezones, estaba tan excitada, era mi primera experiencia con una mujer, nunca lo había ni tan siquiera imaginado, Virginia seguía lamiendo mi cuerpo y con su mano me empujó hacia atrás tumbándome en el sofá, empezaba a quitarme el pantaloncito que llevaba y me seguía diciendo ¿puedo?, yo simplemente asentía.

Me dejo totalmente desnuda en el sofá, empezó a tocar mi vulva, acariciar con sus dedos mis labios mientras miraba como yo me mordía con los dientes el labio inferior, sus dedos empezaron a oprimir mi clítoris mmm, dos de sus dedos lo acariciaban circularmente y agachado la cabeza me volvía a preguntar, ¿puedo? y yo volvía asentir pero ahora con un “si por favor”.

Me abrió de piernas y metió su cabeza entre ellas a la vez que me miraba a los ojos, empezó a saborear mis labios inferiores a succionar mi clítoris, una y otra vez recorría mis labios bebiendo de ellos, estaba tan caliente y tan húmeda que no podía aguantarme más, me levante la cogí de la mano y me la lleve a mi cama.

Me tumbe y la invite a venir, nos mirábamos deseosas la una de la otra, Virginia muy despacio se quitó una tiranta de su vestido, luego la otra y el vestido cayó al suelo quedándose desnuda delante de mí, no llevaba ropa interior, me hizo una mueca de complicidad y se tumbó encima de mí, nuestros cuerpos se unieron, nuestros pechos se aplastaban los unos a los otros, nos besábamos con frenesí, empezó a moverse como si me quisiera follar con una polla imaginaria, nos tocábamos y acariciábamos.

Nuestros sexos unidos, mojados, el olor en la habitación era de lujuria, juntando nuestras vulvas, frotándolas, arriba y abajo, nuestros clítoris se unieron en un baile de placer, las dos gemíamos y ¡¡¡aaahhh!!! empezamos a dar pequeños gritos de placer, nuestros cuerpos se paralizaban por momentos, algo me recorrió desde la punta de los pies a la cabeza, nunca antes había experimentado un orgasmo con una mujer, mi vagina se inundaba, las dos terminamos empapadas de nuestros flujos que salían como pequeños chorros de placer.

Nos quedamos tumbadas en la cama, estaba mirando por la ventana mientras que acariciaba suavemente el cuerpo de Virginia, estaba muy tranquila, muy relajada, sentía las sabanas mojadas pero no estaba dispuesta a levantarme todavía aunque necesitábamos una ducha urgente las dos.

Virginia se incorporó me beso en los labios y mirándome a los ojos me dijo que lo sentía pero se tenía que ir, “lo he pasado de maravilla contigo y me gustas mucho Lara, siento tener que irme pero mañana si quieres te llamo”.

Le dije sin pensármelo dos veces que sí, había disfrutado tanto con ella, primero de su compañía y luego del sexo que quería repetir, quería conocerla mejor, Virginia se duchó, se puso la poca ropa que había traído y se marchó. Me quede un buen rato todavía allí pensativa, había tenido mi primera relación con una mujer y me había gustado, Virginia aparte de una mujer muy guapa, era simpática, independiente, misteriosa, un poco alocada y sobre todo una incógnita para mí, era una mujer que había fascinado, que me había embrujado y no pude ver lo que se avecinaba, una espiral de sexo sin control, en la que no me iba ni a reconocer en un futuro.

Este relato pertenece al primer capítulo de los siete que componen la historia, una historia que como vosotros iréis descubriendo tiene un poco de todo y espero que la disfrutéis tanto como yo la he disfrutado escribiéndola para vosotros.

Un besito.

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