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Venganza en agosto

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Un día caluroso de principio de agosto, pudiera ser un martes, martes 2 de agosto.

Estaba cubriendo las vacaciones de su compañero, solo tenía un día de descanso a la semana, y trabajaba 9 largas horas allí encerrada.

El verano estaba en plena efervescencia, el sol quemaba las aceras, las piscinas repletas, ni alma por la calle.

Recibió una llamada de su jefe. Que querrá este ahora pensó ella.

Hola Maite, que tal todo por allí? te llamo porque como ya sabes todos los años tenemos gente que viene a hacer prácticas con nosotros, mañana se incorpora un chico que estará todo el mes contigo, irá de 16 a 21 de lunes a viernes, se llama Víctor.

Víctor...ese nombre resonó en su cabeza como un eco del que no te puedes desprender. Víctor, nah, no es posible, hay muchos Víctor por ahí seguro que no es él.

Él.

La persona de la que llevaba intentando desprenderse desde hacía meses, la persona que le provocaba insomnio, y cuyo recuerdo atormentaba de vez en cuando.

La persona que ocupaba su corazón y su mente, día si y día también.

Maite colgó el teléfono y siguió a sus cosas, pero con el pensamiento puesto en el día siguiente.

No la gustaba socializar demasiado, y aún menos ganas tenía de enseñar a nadie a realizar su trabajo, pero que remedio, pondría la mejor de sus sonrisas y a seguir.

Maite se arregló un poco más que de costumbre ese día, quería causar buena impresión.

Se puso ese vestido veraniego de flores, que dejaba a la vista sus hombros ligeramente bronceados y sus bonitas piernas.

Después de comer se tomó un té rojo con hielo en la terraza del trabajo, esperando que llegaran las 16.

Piiiii, sonó el telefonillo a las 15.56.

¿Si?

Hola soy Víctor.

Esa voz... le resultó familiar, pero no era posible, es imposible Maite, Víctor nunca ha querido dedicarse a esto, como va a ser él, relájate, es imposible.

Maite abrió la puerta y esperó impaciente a que se abriera la puerta del ascensor.

La boca se le cayó al suelo, y las bragas también, cuando esa puerta se abrió, cuando esa maldita puerta se abrió.

¿Qué coño haces aquí? le espetó.

Hola Maite, yo también me alegro de verte, ¿qué tal estás?

Chulo, engreído, prepotente de mierda, no has cambiado ni un poco, pensó ella.

Hola Víctor, ¿qué haces aquí?

Si me invitas a pasar te lo explico todo.

Se sentaron y Víctor le explicó que había hecho el curso de monitor y que había pedido las prácticas en esta empresa, pero no el ámbito donde ella estaba, pero como el cupo estaba completo y le mandaron allí.

Resignada por lo que le esperaba en el próximo mes ella escuchó. Que mal lo iba a pasar, horas, días, allí metida con el chico que le había roto el corazón hacía unos meses.

Maite le explico un poco el funcionamiento de las cosas, le advirtió que al ser verano aquello estaba muy aburrido y que tampoco había mucho que hacer, le presentó al resto de personas y le advirtió que allí nadie debía saber que ellos dos se conocían y mucho menos que habían tenido una relación.

A las 21, él se despidió. Hasta mañana Maite, guiñando un ojo.

Uff que día más largo, y que mala es la intuición femenina que siempre acierta.

Jueves 4 de agosto, 40 grados a la sombra, que horror, encima los jueves son los días más aburridos, no hay nada que hacer y esto queda prácticamente vacío.

Víctor llegó puntual como siempre, con esa sonrisa de chulo de playa, y esos malditos ojos azules que siempre la hipnotizaban. Maite optó por hacerse la dura, era su escudo, él se merecía que fuera una hija de puta.

Oye Maite, que guapa estás hoy, el verano te sienta muy bien.

¿Qué pretendes? Si por mi fuera no estabas aquí, no me toques los cojones que bastante tengo con soportarte un mes entero, por cierto mi jefe me pedirá que te evalúe ándate con cuidado, vas a estar muy puteado, lo siento.

Uff que bien sentaba esa venganza, estaba en la gloria, se sentía poderosa.

Lo que tu mandes jefa, solo quería firmar una tregua contigo. Se que he sido un cabrón que me he portado muy mal contigo y que te he causado mucho dolor, no fue mi intención, simplemente me venía grande lo nuestro, nunca he tenido una relación de verdad, ahora lo sé, no me vas a creer pero he madurado, y me he dado cuenta de muchas cosas, entre ellas que nunca te he merecido y que no he sabido tratarte como te mereces, me arrepiento mucho de todo, aunque sé que ahora disculparse no sirve de nada, pero quiero que lo sepas.

El corazón se le hizo un nudo. MALDITO BASTARDOOO!!

Tenía que venir ahora a remover todo y ablandarme como él bien sabía hacer, pues no esta vez no iba a caer, no podía tenía que hacerlo por ella misma.

Gracias, espero que toda ese discursito que acabas de soltar te le creas de verdad, estaría bien...

Maite salió de la habitación, no quería seguir con esa conversación.

Viernes, último día de la semana en que vería a ese pequeño rompecorazones, tendría dos días para recuperarse de las emociones de la semana.

Maite estaba radiante, sudaba sex appeal, se había puesto un vestido blanco con una cremallera en el centro de arriba a abajo, no llevaba sujetador, hacía demasiado calor.

Víctor la vio aquella tarde y una descarga eléctrica le recorrió la espalda.

Trago saliva. Hola Maite, ¿qué tal la mañana?

Bien, todo tranquilo, estamos solos, todos han salido, volverán tarde.

Me voy a hacer un té helado, ¿ quieres otro?

Si, estaría bien.

Pues ven conmigo a la cocina y me ayudas, que no soy tu criada.

Como le ponía esa mala hostia, sonrío encantado.

Maite saco los hielos de la nevera, mientras Víctor hacia el té.

Que fresquitos están los hielos, que gusto con el calor que hace. Maite paso un hielo por su cuello, la sensación provocó que sus pezones se pusieran duros, las gotas de agua recorrían su pecho, mojando ligeramente el vestido.

Víctor intentó guardar la compostura al ver semejante escena, pero los pantalones le empezaban a apretar.

Cálmate, está mal, no te la mereces, no vuelvas a lo de antes, pensó él.

Maite fue a por dos vasos, estaban en la última estantería, tenía que ponerse de puntillas para llegar. El vestido se le ceñía al culo, ese precioso culo que a Víctor le volvía loco. Él al verlo le dijo, espera déjame ya te ayudo.

Víctor se puso detrás de Maite, la encerró contra la encimera y él. Maite sintió su excitación en la espalda. Seguían teniendo esa maldita química, esa química que jamás habían sentido con nadie.

Víctor dejó los vasos encima de la encimera, aquí tienes preciosa.

Maite se giró, estaban a dos centímetro de distancia, con la respiración acelerada, Víctor le aparto el pelo de la cara y no se aguantó más, la besó desesperadamente, apretando su cuerpo contra el de ella.

Maite se dejó hacer, sabía que no debía, pero él era su debilidad, había fantaseado con ese momento tantas noches... recibió su lengua encantada.

Se sobresaltó cuando él la puso encima de la encimera, recorrió su cuello con la lengua y fue bajando la cremallera del vestido, mordiendo sus pezones, tan apetecibles como siempre señorita, dijo él.

Estaban solos, pero corría el peligro de que alguien volviese antes de tiempo. La situación era excitante.

Víctor cogió una silla, se sentó con Maite en brazos. Sentía su polla dura.

Cuanto he echado de menos esto, nadie me pone como tú, he soñado con tu coño todas las noches.

Maite le arrancó la camiseta y le araño sus fuertes brazos.

Víctor clavó sus manos en el maravilloso culo de Maite.

Estaban sudando, cachondos, como perros en celo, se deseaban, se ponían como nadie más en el mundo.

Maite se puso de pie y se quitó el minúsculo tanga que llevaba, se apoyó en la mesa quedando su coño expuesto y le dijo, métemela.

Víctor se bajó los pantalones y los bóxer como un loco desesperado y agarrando ese bonito trasero, se la clavó.

¡Ohh!, gimió ella.

Música para mis oídos, tus gemidos son mi banda sonora favorita, no hay nada que se le compare.

Víctor entró y salió de ella a placer, apretando sus tetas por detrás, tirándola del pelo, azotándola como a ella le gustaba, sentía un calor tremendo en la punta de la polla, ese coño le volvía loco. Cuando no pudo más se corrió en su espalda, y 5 segundos después se puso a llorar abrazándola.

Perdóname Maite, he sido un gilipollas, un niñato, no he sabido tratarte. Eres el amor de mi vida, te necesito, te necesito como no he necesitado a nadie en mi vida, llevo meses asqueado, solo. Eres una mujer increíble, lo tienes todo, no quiero vivir ni un solo días más sin ti, te amo, te amo...

Maite, ojiplática, miraba el hielo en la encimera derretirse... que acababa de pasar... el sueño de su vida echo realidad, todas esas palabras con las que había fantaseado, ahora las estaba escuchando de verdad en la boca de Víctor.

Maite se giró, no dijo nada, abrazó a Víctor y lo estrechó entre sus pechos, le dio un beso en la frente y pasó su mano por el pelo castaño de él, con ternura, con mimo, como tantas veces había hecho.

Cuando Víctor se calmó, miró a los ojos de Maite esperando una respuesta.

Maite, le miró con cariño y le dijo, me has dejado a medias con tu declaración de amor, que te parece si terminas lo que has empezado y después hablamos. Maite se subió encima de la mesa y abrió sus piernas, dejando su sexo a la vista.

Víctor respondió obediente, si cariño, se arrodilló ante ella y comenzó a succionar con condescendencia el clítoris de Maite.

Maite triunfadora, ganadora de la batalla, no cabía de gozo en su cuerpo, estaba pletórica. Disfrutó de su cunnilingus como si fuera el primero de su vida.

Maite, te lo mereces.

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