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Vino mate (Amor lésbico)

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–Paulina si no te das prisa llegarás tarde al aeropuerto y perderás el vuelo.

–Ya estoy lista papá, bajo en un momento.

–Está bien cariño, te espero en el auto.

Paulina terminó de aplicarse el labial vino mate que tanto le gustaba, colocarse la casaca, acomodarse la esbelta cabellera rubia delante del espejo y luego salió de su habitación rumbo al aeropuerto. Ella y su padre se mudarían a Londres donde empezarían una nueva vida. Por motivos de estudio Paulina viajaba unos meses antes que su padre, pero era definitivo ese era su ultimo día en Ecuador.

Lo más difícil fue despedirse de sus amigos y compañeros de colegio, pero ante frases como "nada entre nosotros va a cambiar", "te escribiré todos los días", "nos odiarás de tantas videollamadas que te haremos", regalos y demás, el momento había pasado sin grandes tristezas más que las propias al escuchar el "hasta pronto" de seres queridos.

–¡Nicole has venido! –gritó Paulina entusiasmada al ver que su mejor amiga la estaba esperando junto al coche de su padre.

Nicole era una chica hermosa, de cabello castaño oscuro y ojos color miel, a quien le encantaba vestir con vaqueros ajustados que resaltaran sus largas piernas y sexy trasero. De la cintura para arriba las sudaderas cortas eran su prenda favorita ya que estas destacaban sus grandes bustos y abdomen plano. Ambas se conocieron en preescolar cuando apenas eran niñas y desde entonces se habían vuelto inseparables.

–¿Pues qué creías tonta? Es mi mejor amiga quien se va, obvio que iba a venir –. Alcanzó a decir Nicole antes de ser atrapada por el fuerte abrazo de Paulina, que la hizo trastabillar y por poco termina arrojándolas al suelo.

–¡Muy bien niñas! Suban al coche que nos vamos –dijo el padre luego de guardar el equipaje y tomar su lugar en el volante.

La despedida en el aeropuerto fue como cualquier despedida entre mejores amigas; lagrimas que corrían sin cesar, abrazos que deseaban ser eternos, sentimientos a flor de piel, consejos y promesas.

–¡Tómalo! Pero no lo abras hasta que estés en el avión, ¿te quedó claro? –dijo Nicole a su amiga al tiempo que le entregaba el sobre que hasta ese momento había llevado en la mano. Paulina asintió sin protestar al notar que a su amiga se le quebraba la voz al hablar. Guardó la carta en el bolsillo de la casaca, luego le regaló una última sonrisa y se alejó hacia la zona de embarque.

La ciudad de Cuenca era un espectáculo de luces; la Atenas del Ecuador estaba de fiesta y se veía hermosa desde el aire a esas horas de la noche. Paulina decidió que era el momento; abrió el sobre y leyó en la carta lo siguiente:

"Amada mía.

Conocerte fue el primer regalo que la vida me dio. El segundo fue conocer el verdadero amor a tu lado. Hoy nuestros caminos se separan, pero quiero que sepas que te llevas mi corazón. Yo me quedo con tu mirar de azules ojos, con el sabor de tus besos, con el aroma de tu piel, con la calidez de tu cuerpo desnudo, con tu sonrisa de placer, con el feliz recuerdo de aquellas noches que pasamos en la playa de Montañita, en esa cabañita un poco alejada de las demás, ahí donde ni el golpeteo de la lluvia, ni el rugido del mar pudieron acallar nuestros gemidos, nuestra risa y nuestro llanto. Donde nos amamos tanto y donde te amé más que nunca y más que a nadie en la vida.

Paulina eres y serás para siempre mi único y gran amor.

Siempre tuya, Nicole."

Al terminar de leer la carta la aferró contra su pecho y sonrió a pesar de que lloraba. Recordó que al salir de casa cuando corrió a abrazar a Nicole, sin que ella lo notara le introdujo en un bolsillo del vaquero, su labial favorito como último regalo y con una notita en su interior que decía:

"Te dejo mis besos, no los gastes. Te amo para siempre."

Dedicado a:

Kathu y Diana, cuya romántica historia conocí varios años después de escribir este relato.

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