La culpa la tienes tú (2): Después de la pillada
Me quedé en silencio. Sonrojado otra vez. No era para tanto, pensé. Mirando sus ojos tan cerca a los míos. Oliendo su tufo de tragos y con ganas de estamparle un beso en la boca. Sentía tan rico su cuerpo pequeño, cálido envuelto tan seductoramente en el mío. No me resistí. Me lancé a buscar su boca. Ella retiró su...