Yago (VI): Otra vez, el coronel
El capitán Salazar se despertó con un gran dolor de cabeza; y vio al cabo junto a él con la cabeza ensangrentada y sin sentido. Pero, en ese mismo instante, entró el sargento Diez, que se quedó quieto en la puerta como si hubiera visto al diablo.
- ¡Pasad!, y ayudadme sargento. No os quedé...