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El taxista casado

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Todo inicio el sábado pasado. Tenía una invitación a una cena con amigos y colegas del trabajo. Soy arquitecto, tengo 28 años, complexión normal, ni gordo ni flaco. Lo que sí me han dicho es que tengo unas buenas nalgas, las cuales sobresalen cuando utilizó pantalones justos.

La cena estuvo bastante relajada, llegué a eso de las 8 pm a la cita y se prolongó hasta ya pasada la madrugada. Tomé varias copas de vino que me dejaron algo mareado. Cabe recalcar que ya al calor de las copas, se me alborota la hormona y casi siempre me pongo muy cachondo.

Al despedirme ya de la cena para marcharme a mi casa, algunos amigos se ofrecieron para llevarme a casa pero no acepté. Tenía pensado regresarme igual que como había llegado, utilizando el servicio de Uber; así que lo pedí calculando que llegara en lo que terminaba de despedirme de la gente en la reunión. Como era un horario ya algo tarde (1 o 2 am), el tiempo que me marcaba el Uber era demasiado para mi, alrededor de 20 min, pero decidí esperar ya sobre la calle. Estaba yo impaciente de que el Uber no se movía de su lugar a pesar de que ya había aceptado el viaje, decidí esperar unos minutos más. Pasando ya 10 minutos decidí cancelarlo. Se avecinaba una tormenta y no tenía intención de mojarme así que comencé a caminar calle arriba esperando que pasara algún taxi para poder tomarlo e ir a casa. Pasaron fácil 10 taxis y a ninguno le hice la parada, tengo la suerte de tener el radar para escoger al chofer perfecto y así lo hice. La persona que decidí me llevara de regreso a casa era un taxista maduro, delgado, blanco. De unos 50 años aproximadamente y algo atractivo. En cuanto me subí el chofer detectó mi estado de ebriedad, no estaba tan borracho pero esas copas de vino habían ya comenzado a hacer efecto.

En ese momento yo ya iba bastante caliente y como el viaje a mi casa era muy corto decidí cambiar la ruta. Le pedí al chofer que me llevara por un camino más largo argumentado que quería que se me pasara la peda. Él accedió, e inmediatamente cambió dirección. Con muchos nervios comencé a acercar mi brazo a la palanca de velocidades tratando de que mi mano rozara con la suya y en cuanto pasó eso y el no puso objeción, fue el momento en el que me di cuenta que iba a acceder a algo más. Aprovechando que pasamos por un lugar bastante oscuro metí mi mano ya sobre su asiento y la puse sobre su entrepierna, el solo hizo un sonido de sorpresa y me pregunto si todo estaba bien, a lo que yo conteste: estoy muy caliente y necesito mamar una verga. Para eso yo ya había posado mi mano sobre su cremallera y pude sentir un bulto flácido pero que reaccionó inmediatamente a mi caricia. Comencé a tocarlo y el bulto fue creciendo. Él se paró en el camino y se quitó el cinturón de seguridad, se bajó el cierre y me dijo: vas, mámale. Comencé oliendo aquel pedazo de carne y el olor a sudor y peines me prendió rápidamente. Chupé y chupé cómo desesperado, hasta que me pregunto si me los podía vaciar en la boca. Obviamente respondí asertivamente con la cabeza y sentí los disparos caliente de su leche. Lanzó un gran gemido y empujó con fuerza mi cabeza hasta casi atragantarme. Bebí hasta la última gota de ese manjar. Era espesa, agria y con un sabor muy fuerte.

Después de esto le pedí me dejara por fin en casa. Al bajar del taxi me dijo que ni su esposa se la había mamado nunca así y que yo había sido su primera vez y que realmente lo había sorprendido. Me dejo su número telefónico y se fue. Espero poder contactarlo nuevamente.

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