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No lo pienses demasiado (Parte 7)

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Nos vestimos y bajamos para encontrarnos con Laura y Juan.

Irene: Bueno Juan antes de nada, suelta todos los chistecitos que se te ocurran y nos los ahorramos a lo largo de la noche, porque esto va a pasar continuamente. -Cogí a Carla por la barbilla y le planté un beso con lengua.

Juan: Madre mía si así empieza la noche, a mitad me vais a tener que llevar a un hospital.

Irene: A mitad de noche espero no estar ya contigo, no te ofendas.

Juan: Jajaja lo mismo digo. -Con una sonrisa de oreja a oreja cogió a Laura por la cintura.

Salimos del hotel y fuimos a un bar que nos habían recomendado para cenar de tapas. Durante la cena Laura y Juan estuvieron también muy cariñosos lo que nos ponía a nosotras también la situación más fácil. Después de la cena salimos a un garito cercano a tomar unas copas antes de volver al hotel, era más un trámite que otra cosa puesto que las dos parejas estábamos deseando volver. Carla notó que Juan se excitaba cuando nos veía besarnos y sobarnos mientras bailábamos, y eso la excitó.

Carla: Juan se está poniendo malísimo de vernos. -Susurró en mi oído.

Irene: Y eso te gusta por casualidad? -Yo no podía ver a Juan, pues estaba detrás de mí.

Carla: Es raro pero sí...

Irene: Y crees que esto le gustará?

Empecé a comerle el cuello y a abrazarla apretando nuestros pechos.

Carla: Sí... tiene toda la pinta. Creo que ya va siendo hora de irnos al hotel, no aguanto más.

Irene: Eso es todo lo que necesitaba oír.

Laura y Juan estaban de acuerdo en que era hora de irnos, volvimos a paso ligero al hotel y en el ascensor esta vez fue Carla la que me manoseaba mientras veía la reacción de Juan que nos miraba de reojo mientras devoraba a Laura, salimos y ni nos despedimos antes de entrar en la habitaciones.

Carla: Irene estoy a mil ayúdame a bajar.

Casi arrancaba mi ropa, parecía que tuviera mil manos, su cara era puro vicio y sus ojos estaban clavados en los míos. Ella me tenía a mi apoyada en la puerta, así que la giré, le bajé los pantalones y la ropa interior empapada y mientras sujetaba sus brazos por encima de su cabeza contra la puerta, la empecé a masturbar con dos dedos, sin dejarla que me besara y sin apartar nuestras miradas, hasta que cerró con fuerza sus ojos, soltó un gemido y sus piernas se debilitaron. Era el segundo orgasmo de Carla en la noche.

Carla: Gracias... -Dijo sin casi poder hablar.

Nos terminamos de quitar la ropa y nos metimos en la cama, dejé que Carla se recuperara un poco antes de seguir.

Irene: Bueno cuál es la sorpresa? -Desde que lo dijo no había podido pensar en otra cosa.

Carla: Uy es verdad! Espera que ahora vengo.

Me quedé en la cama mirando lo que hacía, se dirigió al armario, de su maleta saco una bolsa y me la dio. Al abrir la bolsa me quedé a cuadros, dentro había un arnés que llevaba incorporado un consolador de unos 15 cm, era algo que no esperaba encontrar.

Carla: Qué te parece?

Irene: Bueno pues, no sé, nunca he utilizado uno, claro que tampoco me había acostado antes con una mujer y aquí estamos. -Estaba nerviosa y Carla lo notó.

Carla: Tranquila verás que lo pasamos bien.

Carla se metió en la cama, se puso encima de mí, se metió debajo de las sábanas, besaba mi cuerpo y mordía mis pezones, colocó las piernas de forma que al mover nuestras caderas podíamos rozarnos el clítoris y a los pocos minutos las dos llegamos al orgasmo casi al mismo tiempo. Era el tercero de Carla. Mis caderas pedían más movimiento y Carla seguía con ganas de más, era increíble el aguante que tenía. Debajo de las sábanas hacía demasiado calor, así que las quité, me levanté y me puse el arnés que había quedado a un lado de la cama. Carla seguía súper excitada tumbada en la cama y recorría su propio cuerpo con las manos como si fuera el mío mientras me miraba. Me acerqué a ella, abrió la piernas y poco a poco la penetré con el consolador, soltó un gemido fuerte y me rodeó con sus piernas, al principio era movimientos muy torpes en los que ella no parecía disfrutar mucho y yo tenía miedo de poder hacerle daño.

Carla: Vamos mi niña, no lo pienses demasiado y déjate llevar. -Dijo esa frase y se mordió el labio.

Con esa frase me encendió totalmente, poco a poco empecé a cogerle el truco, ella me acompañaba con el movimiento de sus caderas y sus gemidos ahora me indicaban que sí lo estaba haciendo bien, se mordía el labio y recorría mi espalda con sus manos en cada penetración. Estaba disfrutando de ver su cara de placer y el roce del arnés estaba haciendo que yo casi llegara, pero quería aguantar para que ella lo hiciera primero.

Carla: No pares... ahora... por... favor... -Casi no podía hablar.

Mi movimientos eran cada vez más rápidos y rítmicos, a ella le encantaban y a mí me encantaba verla. De pronto la espalda de Carla se arqueó levantándose levemente, gimió con fuerza, mordió mi hombro y sus uñas se clavaron en mi espalda haciéndome un par de arañazos. Ese estallido de Carla, el roce del arnés y el dolor de sus uñas en mi espalda hicieron que yo también soltara un gemido tremendo acompañado de orgasmo increíble pocos segundos después de ella. Este ya era el cuarto de Carla y ya parecía estar algo cansada.

Me tumbé al lado de ella, sin quitarme el arnés con el consolador empapado.

Carla: Sin palabras...

Irene: Eres increíble rubia.

La veía cansada pero tras unos minutos de descanso, yo quería volver a repetir, me había flipado la sensación de tener el control con el arnés.

Irene: Crees que me aguantarás otro asalto?

Carla: Claro, cómo no.

Se incorporó y como si estuviera haciendo una felación, empezó a chupar el consolador, limpiando su flujo, mientras me miraba con esos ojitos. Eso me puso a mil.

Le pedí que se tumbara, le di la vuelta poniéndola boca abajo, empecé a besar su espalda hasta que llegue a su culo y lo mordí con rabia. Le ayude a incorporarse poniéndola a cuatro patas, puse mis manos en sus caderas y otra vez poco a poco la penetré con el consolador. Empecé a acelerar el ritmo y podía ver cómo los pechos de Carla se movían con cada embestida mía, cómo ella agarraba las sábanas con las manos y las retorcía y sus gemidos en cada penetración. Le di un par de palmadas en el culo y ella giró su cabeza mirándome con una sonrisa.

Carla: Al final volvió tu dureza. Me encanta verte así.

Era cierto que había estado toda la noche conteniéndome para no hacerle daño, pero ya no podía reprimirme más, con una mano la agarré por el pelo y con la otra acariciaba su clítoris mientras la penetraba con fuerza. El escándalo que teníamos montado con nuestros gemidos debía de oírse en toda la planta el hotel pero nos daba igual. Yo llegué al orgasmo primero y a los minutos llegó ella. El quinto de Carla.

Ahora ya sí, me quite el arnés empapado por las dos y lo tiré al suelo de la habitación, me tumbé a su lado, que aún estaba boca abajo y la besé en el hombro. Se acercó un poco a mí y se me abrazó poniendo también una de sus piernas sobre mi.

Carla: Ya no puedo más.

Irene: Lo sé, ahora tenemos que descansar. Que duermas bien guapa.

Carla ya no contestó. Estiré el brazo, apagué la luz y las dos nos quedamos durmiendo.

Por la mañana sonó el despertador, yo me levanté al baño con cuidado para no despertar a Carla que aún seguía dormida. Me metí sigilosamente por debajo de las sábanas, separé las piernas de Carla y empecé a lamer sus labios con delicadeza, su clítoris y a introducirle la lengua. Enseguida sus manos se enredaron en mi pelo, su cadera se movía al ritmo de mi lengua y sus gemidos se oían en la habitación. No tardó en llegar al orgasmo, agarrando las sábanas con fuerza y arqueando su espalda. Terminé de limpiarlo todo abajo y subí besando su cuerpo hasta llegar a su boca.

Irene: Buenos días rubia. -Continuaba besando su cuello.

Carla: Buenos días mi niña, así da gusto despertarse.

Me tumbé acariciando su cuerpo y jugando con sus pezones que estaban duros después del orgasmo.

Irene: Vamos a darnos una ducha y bajamos a desayunar? Estoy muerta de hambre.

Carla: Sí yo también, vamos.

Al entrar en la ducha Carla miró mi espalda, vio los arañazos que me había hecho por la noche y con mucho cuidado los recorrió con los dedos.

Carla: Madre mía! Eso he sido yo? Te duele? Lo siento muchísimo, no quería hacerte daño. -Su voz se notaba preocupada.

Irene: No pasa nada, apenas me duele y en el momento me encantó.

Carla: Pero eso no va a desaparecer en dos días, que le dirás a Iván?

Irene: Tranquila ya se me ocurrirá algo, no te preocupes por eso ahora.

Nos dimos una ducha rápida y bajamos a desayunar, Juan y Laura ya nos estaban esperando.

Laura: Buenos días escandalosas!! Tendréis hambre no? Jajaja. -Juan y ella se reían.

Carla: Buenos días sosos!! Pues sí que tengo hambre, pienso asaltar el buffet.

Juan: No somos sosos! Somos discretos chavala!!

Irene: Pues eso, sois unos sosos. -Le saqué la lengua a los dos.

Al parecer habíamos formado un buen jaleo la noche anterior, ya que hasta los trabajadores del hotel nos ponían ojitos, pero bueno no nos conocían de nada así que nos daba igual. Desayunamos y nos fuimos al curso que duraría hasta la noche.

Era un curso de rescate a múltiples víctimas en condiciones adversas. Por la mañana era parte de teoría y por la tarde era práctica, realmente era interesante y muy útil, por lo que la mañana se pasó volando. Comimos con todos los participantes del curso y después volvimos a clase. Teníamos que ponernos por parejas para practicar inmovilizaciones y distintos métodos de evacuación de personas, como era lógico Laura se puso con Juan y yo con Carla.

Irene: Carla se me está ocurriendo que igual podíamos llevarnos una de estas cuerdas... nunca se sabe cuándo te pueden hacer falta.

Carla: Jajaja que peligro tienes! Te faltaba la cuerda a tí!!

Irene: Ya sabes que la seguridad ante todo. Mejor tenerla y no usarla, que necesitarla y no tenerla. -Le saqué la lengua y le guiñé un ojo.

Laura: Ya estáis otra vez!! Es que no pensáis en otra cosa? A ver si me voy a tener que comprar un pulverizador con agua.

Juan: Precisamente yo estaba pensando lo mismo que Irene, todo por seguridad claro.

Irene: Laura eso eres tú qué tienes la mente sucia, verdad Juan?

Juan: Sí en qué estás pensando Laura?

Carla: Que tontos sois!!

Ese día fue cansado y la mañana siguiente tenía que pinta de que sería más cansada aún, ya que haríamos un simulacro en terreno abierto donde tendríamos que aplicar lo aprendido y se esperaban lluvias. Ya por la noche había tormenta y como el tiempo no acompañaba, cenamos en el hotel, charlamos un poco comentando el día y nos fuimos a nuestras habitaciones a descansar.

Al llegar a nuestra habitación estábamos realmente cansadas, nos dimos una ducha calentita y nos metimos desnudas en la cama.

Carla: Es nuestra última noche juntas. -Dijo con tono triste.

Irene: Ya... no me lo recuerdes, la vuelta va a ser dura.

Carla: Irene igual esto se nos está yendo de las manos...

Irene: A que te refieres exactamente?

Carla: No sé, esto iba a ser un juego de sexo entre dos amigas y yo ahora mismo aquí no veo eso. Empiezas a ser una parte importante de mi vida.

Irene: Ya... bueno... tú también lo eres de la mía, y tienes razón creo que ya no es sólo un juego, pero cuál es el problema?

Carla: Igual ahora a la vuelta deberíamos distanciarnos un poco o algo.

Irene: Más? Esto ha sido una excepción, sabes tan bien como yo que esto no es lo normal, normalmente pasan semanas entre nuestros "encuentros". No quieres seguir? -Algo por dentro dolía.

Carla: Sí sí quiero seguir, no creo que pudiera dejarte aunque quisiera. Pero sabes que tenemos unas responsabilidades...

La besé para que no siguiera hablando y ella me siguió.

Irene: Podemos dejarlo para otro momento? -En mi garganta había un nudo que casi no me dejaba hablar.- No me hagas esto ahora.

Carla: Está bien...

Empezamos a besarnos suavemente, acariciándonos sin prisa, entrelazando nuestras piernas y moviendo nuestras caderas. Teníamos una sincronización perfecta de movimientos, respiración y gemidos. Mirándonos fijamente a los ojos en todo momento, sin perder detalle la una de la otra. Carla se puso el arnés, se metió entre mis piernas y me penetró suavemente, sin prisa y con mucha dulzura, besándome en todo momento. Las dos nos corrimos casi al mismo tiempo y aún con el arnés puesto y el consolador dentro de mí Carla me besaba y me miraba a los ojos.

Carla: Te quiero mi niña.

Irene: Yo también rubia.

Se retiró para quitarse el arnés y volvió a mi lado.

Irene: Prométeme que esto no se acaba aquí.

Carla: Te lo prometo.

Nos estuvimos besando y acariciando en silencio hasta que las dos nos quedamos dormidas.

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