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Mi sobrino Zalo cambió mi vida

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Gonzalo tiene 20 años, yo soy mayor que mi sobrino en 9 años porque tengo 29, mi hermana Amelia, la madre de “Gonzalito”, como ella le llama, tiene 40 años, ella es la menor de las chicas, yo el menor de los chicos; antes están, Antonio (2+1), Francis (2+), Guadalupe (4+1), Fernando (1+2), Luisa (1+1), Marcos (2+1), Fernando (3+), Amelia (1) y yo, Julián; entre paréntesis van el número de hijos, antes de la cruz los varones y detrás de la cruz las mujeres. En total nueve hijos les sobrevivieron a mis padres; entre Amelia y yo había un chico que murió a las pocas semanas de nacer por eso yo nací muy tarde mi madre tenía temor de embarazarse, pero llegué y aquí estoy. Amelia fue la última en casarse con Ambrosio, el más rico de mis cuñados, y se casó en los primeros meses de embarazo, luego ya no han querido tener más hijos porque Gonzalo les costó de sacar adelante. Yo permanezco soltero, soy el solterón de la familia y me gustan los hombres, eso que ahora llaman tan elegantemente gay y que cuando era jovencito me decían maricón.

Todos mis hermanos y hermanas tienen hijos, en total 22 sobrinos, 16 varones y 6 mujeres. De todas las edades y para que todos los meses compre algún regalo para celebrar el cumpleaños.

Todos vienen a casa a visitarme, les doy plata me dan dos besos y se van enseguida, mis sobrinos me visitan por dinero, pero Gonzalo que es un primor me visita para hacerme pasar mejor mi vida. Gonzalo viene de vez en cuando, eso significa que casi todas las semanas lo veo mínimo dos veces, pero últimamente suele venir también los sábados en la tarde, se queda en casa y el domingo cocina lo que le apetece para los dos. Yo ya sé lo que tengo que encargar al súper para que me traigan lo que necesito y lo que necesita Gonzalo. Casi todos en la familia le llaman Gonzalito como su madre, pero yo pronto comencé a llamarle Gonzalo hasta que él me dijo:

— Tío, no me llames Gonzalo que es muy vulgar, para ti quiero ser Zalo solamente.

— Pues todo tiene un precio —le dije— no me trates como a tu tío que ya eres mayor, llámame Yul, como mis amigos.

Entonces le expliqué que había cambiado algunas costumbres los sábados que venía a casa, porque yo salía con amigos en sábado noche para cenar y distraernos un rato. Si quería podía venir con nosotros, siempre que no se extrañara de nada de lo que dicen o hacen mis amigos. le pareció estupendo y, aprovechando el cumpleaños de Gonzalo que lo tenía que celebrar en domingo con toda la familia, lo adelanté a ese sábado para presentarlo a mis amigos. Así que les llamé para decirles dónde íbamos a ir a cenar y que les invitaba con motivo del cumpleaños de mi sobrino Zalo al que quería presentarles. Todos me contestaron que les parecía muy bien, son en total cuatro amigos. Así que reservé mesa para 6 en el Observatorio, un restaurante de lujo que hay junto al observatorio, centro de observación del cielo.

A Gonzalo le hacía ilusión conducir mi coche Porsche Macan, pero le dije que no esta noche, porque iríamos en taxi a fin de volver en taxi en razón de poder tomar algunos whiskys, pero al día siguiente para ir a celebrar su cumpleaños iríamos con el Porsche y él lo conduciría y más veces también. En mi interior estaba pensando en mi sobrino preferido, aún no pensaba en mis deseos de llagar a comerme a mi sobrino pero ya intuía que él sí lo deseaba. Era mejor esperar a ver el comportamiento de la noche.

Llegada la hora nos enfilamos en un taxi y esperamos a la puerta del Observatorio hasta que llegaran todos y en la misma puerta les presente a Augusto, Sebas, Indalecio y Francesco a mi sobrino Zalo, como vio que todos nos saludamos con besos, él hizo lo mismo con naturalidad como si los conociera de siempre. Pasamos adentro y Zalo se quedó rezagado con Francesco que solo tenía un año más que él e incluso tenía la cara más aniñada. Así que nos sentamos en una mesa para 6 más o menos por afinidad, como ocurre casi siempre. Solo que Augusto dijo:

— Buen, esto va bien, ya somos 6, ya nadie se queda para el postre; bien, Yul, por traer al chico.

Todos entendimos, sonreímos y seguimos conversando mientras iban sirviendo los aperitivos. Una hora comiendo y hablando da para mucho y ahí salió qué íbamos a hacer en toda la noche, porque mis amigos son de una vez a la semana y toda la noche, además hacía como tres semanas que no nos estábamos reuniendo, por lo que entre esto y el cumpleaños todos deseaban una buena velada. Esto los llevó a El Loix.

El Loix es una discoteca de ambiente, había que mover el esqueleto para estar en forma el resto de la noche. Mis amigos son como yo, bailarines y divertidos, a mí como a ellos nos gusta, si acompaña el ambiente hacer de todo, no tenemos problemas en eso. A primera vista y el primer deseo que teníamos todos era estar en una sala los seis desnudos y hacernos unas cuantas pajas, así que después de bailar, Sebas nos consiguió en la misma discoteca una sala con dos botellas de whisky y 6 vasos, nos desnudamos los seis y comenzamos a masturbarnos cada uno a si mismo mientras conversamos, luego comenzó Sebas a masturbar a su vecino y nos masturbamos uno a uno, como tres parejas, yo miraba a mi sobrino y a Francesco que ya no solo se masturbaban uno al otro sino que comenzaron a besarse, lo que imitamos los demás también, finalmente dejamos correr nuestra lefa al suelo, sobre una alfombra plástica. Brindamos con whisky y mientras hablábamos de pie, nos íbamos tocando uno al otro. Se vinieron de cara a mí mi sobrino y Francesco y se puso Zalo a mamarme la polla, mientras Francesco se la mamaba a él, la verdad es que a la vista de eso, los otros tres, Augusto, Indalecio y Sebas estaban haciendo lo mismo con la idea de penetrarse en cadena. No tardaron mucho Indalecio estaba follando a Sebas y este a Augusto. No distaban de nosotros más de una brazada, pero nos ignoraban porque estaban en lo suyo. Mi sobrino Zalo esperaba que yo lo follara, pero me agarré a Francesco que también lo deseaba y Zalo me pasó su polla por la raja de mi culo y me penetró de un solo golpe. Era necesario que lo hiciera conmigo para que aprendiera a no meterla a los demás para hacerles daño, de eso me encargaría yo de comentárselo. A la media hora aproximadamente ya estábamos verdaderamente cansados. Sebas había pagado este servicio para recibir a Zalo con honores, al poco rato, cuando ya estábamos muy charlatanes por el whisky y cansados de follar, nos metimos sobre los divanes para hacer una mamada en cadena los seis y descansar.

Eran las cinco de la mañana y ya la hora en que cerraban, así que pasaron dos señoritas con agua tibia para lavarnos y ayudarnos a vestirnos. Estábamos medio mareados y teníamos dos taxis a la puerta esperando. Pregunté a Francesco qué tenía que hacer y me dijo que nada hasta el lunes, lo invité a venir a casa y Sebas, Augusto e Indalecio se fueron en otro taxi después que nos despedimos hasta el siguiente sábado.

Llegamos nosotros tres a casa y Zalo me preguntó:

— Y ¿ahora qué? ¿Dónde duermo?

— Francesco conmigo y tú con Francesco, ¿te parece?, —le respondí

Se sonrieron los dos y nos desnudamos en mi habitación de ancha cama y comenzamos a realizar un trío. Cómo besa Francesco siempre me ha apasionado, lo que ignoraba es cómo besa Zalo, que mete la lengua hasta lo más profundo, así alternamos con los besos a tres y dos a dos, mientras dábamos placer a nuestras manos y a nuestras pollas con el rozamiento. Al rato ya nos sentíamos fuertes y Francesco se puso a comerse la polla de Zalo, mientras yo me comía la de Francesco. Cuando estábamos a punto de descargar paramos las mamadas de polla y nos mamamos los tres culos. Zalo metía la lengua en el mío, yo en la de Francesco, y notaba cómo Zalo empujaba y profundizaba, pero también noté que Zalo no iba a aguantar mas y le dije:

— Elige a uno y fóllatelo a tope.

Me eligió, era lo que deseaba y Francesco se puso a mirar cómo el sobrino penetraba al tío, pues yo me había puesto de rodillas y en perrito, se me puso Francesco delante y le comí su polla hasta hacerle descargar sus siete chorros grandes de lefa. Mi boca estaba repleta y pastosa, se me escapaba por la comisura de mis labios. Zalo se estaba besando con Francesco, pero a mi me entraron los espasmos del orgasmo y Francesco se tumbó de espaldas por debajo de mí y recogía mis eyaculaciones con todo su cuerpo y bastantes en la boca, pero yo aproveché para volver a mamarle la polla de Francesco mientras notaba la polla dura de Zalo en mi culo que ya estaba vaciándose para llenar mi interior. Zalo, al acabar, sacó su polla y quiso compartir conmigo la polla de Francesco, que con dos bocas alternando se puso a cien y llegó de nuevo a su orgasmo. Ahí nos quedamos los tres exhaustos sobre la cama, recogiendo restos de lefa de mi culo y del cuerpo de Francesco.

Descansamos con besos de sabor y nos fuimos a la ducha para lavarnos. No pudimos dejar la tentación de lado y una vez refrescados, volvimos bajo la ducha a follarnos el culo, me tocó enseñar a mi sobrino Zalo el cuidado que hay que tener metiendo poco a poco y parar para que se acostumbrara a la polla dentro. Esta lección es necesario hacerla para que la entienda toda la vida y nadie rehuya de follar con él. Francesco deseaba follarme y lo hizo como siempre, con la mayor de las delicadezas. Nos secamos con las toallas y nos metimos en la cama. Nos dormimos con la luz encendida. Despertamos hacia el mediodía, le dijimos a Francesco que se venía con nosotros. Nos volvimos a lavar y nos fuimos con el Porsche conducido por Zalo hasta su casa donde ya nos esperaba la mitad de la familia. Esa noche la volvimos a pasar los tres en mi cama.

Zalo dijo a sus padres que la Universidad la tenía más cerca de mi casa que de la suya que estaba en la otra parte de la ciudad, si tenían algún inconveniente en que se cambiara a vivir conmigo. Le dijeron que no había problema, solo una condición:

— El tío y tú, todos los domingos aquí en casa, de lo contrario al final ni nos conoceremos.

Mi hermana me lo comentó y le dije que era una gran idea. Desde ese día, mi sobrino Zalo me llevaba en el Porsche al trabajo, se iba a la Universidad y luego me recogía. Como él comía en el comedor universitario y yo en el restaurante frente a la empresa, solo teníamos que preparar la cena en casa. No necesitamos ya nunca más dos camas, la mía era muy amplia: «sobra cama para los dos, pues hemos dormido tres», decía Zalo. Y es que Francesco venía con cierta frecuencia a casa, porque día que se había enamorado de los dos, no de uno y nosotros dos nos habíamos enamorado de Francesco. Comenzó viniendo dos veces a la semana, en ocasiones hasta tres veces. Ahora, dado que tiene su familia muy lejos prácticamente vive con nosotros, y no hace falta instalar otra cama.

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