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Primera vez con un viejo con ganas
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Tiempo de lectura: 7 minutos

Me llamo Santiago, pero me llaman Santi. Tengo 19 años recién cumplidos, soy atlético, mido 1.82 de altura, lo que me hace parecer flaco, pero no lo estoy; aunque voy constantemente al gym y me doy mis buenas palizas no me veo delgado, pero sí tengo cachas y un buen culo, de la delantera solo digo que me conformo con mis 18 cm. en reposo. Soy gay salido del armario muy pronto, todavía era menor; le doy a todo, pero lo que me gusta de verdad son los viejos con malas intenciones. Lo que pasa es que los viejos pasivos son muy cobardes y no se atreven tanto como los activos que son descarados o eso me parece a mí.

Me depilo todo cada quince días y el pecho cada semana. Las piernas y las axilas ya no los depilo porque he recibido en total ocho sesiones de láser y tengo las piernas muy lisas y los sobacos ya no me huelen. Me quedan cuatro sesiones que cuando pase el verano las emplearé en el vello púbico. También llevo muy corto el pelo de mi cabeza, rapado por los laterales y una cresta frontal que suelo fijar contra el viento.

Mis padres van cada uno por su lado, nunca se casaron, luego no pueden divorciarse, se juntaron, vivieron juntos, follaron y aquí estoy. Después de mi nacimiento se arrepintieron de haberse despistado y mi madre se fue no sé ni a dónde. Mi padre me puso una mujer que me cuidara y una tarjeta en la que me deposita el dinero que necesito. Como es rico, me dice que ya heredaré, de momento desea que no me falte nada.

Cada año me voy de vacaciones en verano y me lo paso de puta madre. Este año lo he dedicado a buscar viejos verdes con quienes pasar una tarde o noche y follarnos mutuamente. Porque a mí lo que me gusta es follar, pero un viejo que sea pasivo es más difícil de encontrar que una aguja en un pajar, y eso que los hay y no pocos.

En el pueblo donde me encontraba a comienzos del verano, descubrí viejos que miraban a los chicos del pueblo, pero no a las chicas, y me dije: “Santi, ahí los tienes”. Pasé por delante de ellos tal como voy por el mundo en verano, zapatillas blancas sin calcetines, short tejano desgastado, con rotos y de media caña, es decir, que se queda a la mitad del muslo, eso hace que los rotos queden altos y son tentadores y les doy un par de vueltas para que suban más y presumir mis piernas limpiamente depiladas; visto camisetas de tirantes muy sesgadas con espalda de nadador, gorra y gafas muy cursis, femeninas y llamativas.

Esperé a que los chicos se fueran y poco a poco los viejos que me miraban con ganas se fueron porque detrás de mis gafas no sabían adonde miraba. Pero un viejo que se rascaba sus huevos por encima de su pantalón se quedó en el banco sentado y de vez en cuando me miraba. Descaradamente me levanté, di media vuelta al parque y observé que me seguía con su mirada, y consecuentemente fui a parar al banco en donde se encontraba.

— Muy buenas.

— Buenas.

— ¿Qué tal por aquí, por este pueblo?

— Lo de siempre.

— ¿Qué es lo de siempre?

Esta pregunta le puso un poco nervioso y comenzó a contarme lo aburrido del pueblo y los chismes de la gente. Entonces me arrimé a él y me puse muy junto. No se inmutó y me quité las gafas poniéndolas sujetas a la camiseta delante del pecho.

— Joven, porque eres muy joven ¿no?

— Diecinueve años.

— Eres alto, tienes buenas piernas…

— Y sin pelos.

— Sí, sí, ya lo veo, ya.

— ¿Te afeitas?

— Las piernas ya no, me hice pasar laser.

Señalaba con el dedo sin parar de moverlo como diciendo que había oído hablar de eso del láser y tal, pero que no entendía mucho. Le pregunté si tenía nietos que le explicaran las cosas modernas y me contestó que nunca se había casado y por eso no tiene hijos, ni nietos. Le miré como si me extrañara y le subió un rubor a la cara. Me sonreí y le dije:

— Yo tampoco me casaré porque soy gay, digo, homosexual, esto es, maricón, me entiende ¿no?

— Sí te entiendo, ahora lo decís con facilidad y parece que está de moda, pero en mi tiempo, había que callar y sufrir…

— Ah, ya, ¿tú también eres…?

Miró hacia todos los costados y me aseveró con la cabeza, moviéndola varias veces.

— No te preocupes, que yo no diré nada a nadie, pues no conozco a nadie aquí, he venido de vacaciones como una semana, para ver ese castillo y conocer gente.

El hombre se animó a contarme la historia del pueblo y del castillo, cómo era la gente, me dijo que había otros que también eran como nosotros, pero todo el mundo se lo calla.

— Y… cuando tenéis ganas, ¿qué hacéis y cómo hacéis?

— Cuando éramos más jóvenes, escondidos, allá en el campo, pues eso, ahí podíamos hacer algo muy rápido, pero con miedo, ¿sabes?, no era como ahora que vosotros lo podéis presumir. Entonces había que conformarse pringándosela cada uno y aliviarse.

— Ah, ¿ahora como hacéis?

— Ahora…, ahora…, lo mismo…, me agarro del manubrio y me desahogo…

Se puso a sonreír. Entonces le insinué que me gustaría tener algo con él y me dijo:

— Ah, y dónde, si nos ven, yo ya la edad que tengo.

— ¿No te gusto?

— Mucho, ¿por qué crees que me he quedado? deseaba verte, mirarte, pero no esperaba que un chico guapo como tú se acercara a un viejo como yo.

— Tampoco pareces tan viejo…

— Mira, 68 años y desde los 30 sin tocar bola.

— Pero te apetece, lo deseas, te gustaría que yo te follara o prefieres follar tú.

— Me gusta más poner el culo, pero no sé si ahora podría después de tanto tiempo.

— Eso se prueba y se sabe.

Nos levantamos y me acompañó hasta donde tenía yo el coche, le invité a venir al hotel que estaba en la carretera, se subió al coche, me preguntó qué hotel era y le expliqué que se trata de uno que no se pasa por recepción, que es una especie de motel y se entra directamente. Eso le gustó y vi que se le marcaba en el pantalón el bulto. Yo estaba comenzando a calentarme. Le puse mi mano por encima del pantalón y noté que su polla era buena, grande, le dije:

— También me gustará tener tu polla en mi culo.

— Sí, pero primero yo, que mi culo ha pasado mucha hambre en muchos años.

Lo besé, me besó y cruzamos nuestras lenguas. Arranqué el coche y se pasó todo el trayecto, nos diez minutos, sin dejar de mirarme; pienso que ya estaba gozando y yo estaba preocupado de que se viniera antes de tiempo y se estropeara todo el asunto. La verdad es que el vejete de 68 años se portó muy bien.

Cuando estacioné el coche miró para todas partes y no veía a nadie. Salimos y nos metimos en la habitación. Tenía una botella de whisky y le ofrecí, aceptó, le pasé un vaso de plástico con whisky y se lo tomó de golpe. Tenía prisa y le dije:

— Calma, no tenemos prisa, vamos a jugar como cuando eras joven, pero sin prisas, ni mirando a ninguna parte, todo es nuestro. Lo calmé, le puse más whisky y comenzamos a charlar para calentarnos. Al poco me levanté para besarle y se incorporó, poco a poco fui quitándole la ropa y apareció lo que me imaginaba, una polla grande, unos huevos colgando en paralelo con la polla, un vientre no plano, pero sin barriguita, más bien se conservaba. Le pasaba la mano por su vientre y me dijo:

— Sigo trabajando la tierra, ya no por obligación sino cuando me lo pide mi hermano que no está muy bien, el pobre.

Entendí su vientre plano y su musculatura de trabajar la tierra. Pero él se admiraba también de mi cuerpo, tan dorado y todo él del mismo color.

— ¿Cómo tomas el sol?

— Siempre desnudo.

Se puso de rodillas delante de mí y se metió mi polla dentro de su boca y no quería perder tiempo. Me imaginé que estaba como desesperado y no quería que le saliera mal la oportunidad que se le había presentado. Como le pregunté por qué tenía prisa, me contestó que siempre que había hecho estas “cochinadas” lo tuvo que hacer deprisa. Así, que por mucho que yo lo frenara, el hombre estaba como apurado. Lo arrimé de cara a la pared y le metí en el culo mi polla para satisfacerlo y que no sufriera con la demora. Lo incliné un poco y como si fuera a mi medida, solo abriendo un poco mis piernas ya bajé mi polla a la altura de su culo y, estirando sus nalgas, la fui metiendo poco a poco.

— Dale de una vez, puto maricón, y perfora mi culo que está ansioso.

Necesitaba yo una arenga de este estilo y ¡zas! la metí de golpe, gritó y gimió, le había hecho daño, pero se puso a sonreír y me animó:

— Ándale, cabrón, ándale, y mueve tus caderas, maricón, perfora a este puto con hambre.

Inicié un mete y saca ya fuerte desde el comienzo para quitarle la ansiedad y como soy retardado en eyacular tardamos mucho, tanto que ya estaba sudando y le chorreaba el sudor hasta el suelo, yo me empapé de su húmedo sudor y con el mío propio y, como me había contagiado la prisa, tardé más de la cuenta pero al final comencé a sacar los chorros de mi lefa con cierta violencia y él viejo gemía y gemía, suspiraba y se le veía contento. Al acabar, me abracé a él por la espalda y comencé a morderle el cuello, el buscaba mis manos para que lo masturbara y lo hice hasta que se vino abundante. Me lo llevé a la cama y con una toalla le limpié el semen que expulsaba de su culo para que no ensuciara la cama y, para aliviarle, de daba besos a su orificio anal y gemía. Nos besamos abrazados y nos enrollamos las piernas estando nuestras pollas frotándose la una con la otra.

Luego le ofrecí su vaso de whisky y sorbimos los dos un trago, con un beso nos lo intercambiamos, así le preparé para que las próximas eyaculaciones fueran en nuestras bocas. Lo más importante es que el viejo estaba feliz y se le acabaron las prisas.

Cuando me pareció que ya habíamos descansado lo suficiente, más por él que por mí, nos pusimos en la postura del 69 y le dije que lo íbamos a hacer lentamente y alternando entre la polla y el culo, para poder jugar completamente. Le pregunté si tenía alguna prisa y me dijo que no, que vivía solo. Entonces me metí su pollón en mi boca para disfrutarlo y de vez en cuando le metía algún dedo en el culo, y también la lengua. Lo hacía para que me imitara, porque su culo estaba abierto, pero el mío no y su polla era gorda, muy gorda y quería que me dilatara el culo mientras hacíamos el 69. De vez en cuando nos mirábamos y le notaba feliz y animado. Pero todo llega, tanta excitación hizo que casi a la vez nos fuéramos y yo recogí en mi boca toda su agria y amarga leche, pero me pareció un verdadero manjar, con solera de años criado dentro de esos huevos gordos. No pudo hacer la misma cosecha con mi leche y se le derramó por su barbilla y cuello, pero le di la vuelta, lo puse sobre mi boca y con un beso cruzamos las dos clases de semen, yo me apresuré a recoger lo que había por sus clavículas y me dijo:

— Veo que no desperdicias nada, ahora me doy cuenta de por qué eres rico.

Entonces, como ya eran las 8 de las tarde le invité a cenar al pueblo de al lado y nos duchamos juntos. Tiempo que no se había duchado con alguien, ni lo recordaba, porque de joven se lavaban entonces por partes. Le dije que después de cenar lo llevaría a casa y si quería podríamos follar allí. Dijo que si llegábamos después de las 10 de la noche no nos encontraría nadie y estaba bien, sonreía plenamente de satisfacción.

Me folló esa noche y se quedó satisfecho. Le pregunté si conocía a alguien más con el que follara de joven y si le gustaría. Me dijo que a la mañana lo hablaría. Sin lavarme, con el sabor, el sudor y el semen del viejo en mi culo, espalda y en mi interior, me fui a mi motel y con todo eso me acosté para saborear bien el momento. Con un: «Ya me ducharé mañana…», se cumplió mi primera etapa.

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