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Se equivocó de timbre

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Aunque ya estoy viviendo de manera definitiva desde hace poco más de tres años en la casa que tengo junto al mar, he querido, aprovechando que hoy es domingo, arreglar la casa de la ciudad poniendo en orden algunas cosas, pues habiendo comenzado el verano, van a venir algunos amigos y familiares a pasar algunos días conmigo, pero no caben todos en la casa de la playa, así que los acomodaré en la vivienda de la ciudad, al menos para pasar las noches y realizar visitas turísticas.

Los domingos se llena la playa de gente, incluso mi playa nudista se llena de machos, hembras, mirones y textiles. Los demás días de la semana hay cierta tranquilidad, aunque no del todo, pero los domingos son endiablados. Es por eso que aproveché este día para preparar el acomodo para los más mayores, los primos de mi padre que son muy buena gente y los considero mis tíos muy queridos. Ellos solo vienen un par de días a la playa, les gusta más ir a visitar conocidos, realizar ciertas compras y ver edificios antiguos, como ellos dicen. A los más jóvenes los acomodo en la playa porque ellos prefieren sol, mar, culos, pollas y todo lo que acontece en una playa nudista.

He comenzado a las 9:00, temprano y, aunque he conectado el aire acondicionado en algunas habitaciones, me he desnudado para realizar ciertos trabajos que siempre me hacen sudar. La verdad es que en casa siempre voy desnudo porque soy nudista por convicción y deseo, además que me encontraba solo supervisando cada habitación, armario ropero, sala, revisando la cocina, los aseos y baños, para que todo esté en perfecto estado y listo para su funcionamiento. Estas cosas me gusta hacerlas solo para no recibir consejos. Cada año renuevo algún colchón o colcha o sábanas y tomo nota para encargarlo al centro comercial y que lo traigan.

Estaba por acabar, solo me faltaba la cocina, y escucho el timbre de la puerta. Acudo al visor y vislumbro a un tipo que desconozco: como el visor es en blanco y negro no distingo bien y no hago caso, regreso a la cocina. Vuelven a llamar al timbre y por si es otro, me asomo de nuevo al visor. Era el mismo tipo, sigo sin hacer caso. Regreso a la cocina y comienzo a comprobar los fuegos, todo funciona y de repente escucho el timbre de la puerta, no ya el de la calle, sino el de la puerta mismo del sexto piso que es donde tengo la vivienda. Ahora me asomo por la mirilla y me encuentro con un tío alto, largo, me parecía el mismo, pero no con certeza. Dudé si abrir, pero siempre pienso que alguien puede tener una emergencia. Entreabro la puerta y pregunto asomando solo la cabeza:

— ¿Desea algo?

— ¿Señor Iniesta?

— No, se ha equivocado, ese señor vive en el 5º, justo abajo, misma puerta.

— Gracias.

— No hay de qué.

Regreso a mi cocina, compruebo el frigorífico y estaba comprobando el estado del equipo de cocina, ollas, licuadoras, menaje de cocina en general, etc., y escucho de nuevo el timbre. Me vuelvo a asomar por la mirilla, el mismo tipo.

— Disculpa, mira, no me contesta abajo, ¿no sabes si ha salido?

— Yo estoy aquí desde anoche, he venido a acomodar cosas, quizá he hecho más ruido yo que los demás, no he oído nada ni nadie me ha pasado un aviso.

— Le llamo al teléfono y no me responde, me dijo que seguro que estaría en casa..., tengo esto para darle y no sé cómo entregárselo, pues lo necesita justo mañana...

Le noté muy preocupado y azorado por si no lo encontraba y tuve que plasmarle una invitación.

— No sabría que decirte, pero, mira, disculpa, si quieres pasas aquí y esperas, yo tengo como una hora más antes de marcharme...

Abro la puerta y veo que abre los ojos, entonces es cuando me doy cuenta que estoy desnudo...

— Disculpa, mira, no me di cuenta que estaba desnudo, es cosa de costumbre, pero si quieres entra y si no te parece lo dejas, yo no muerdo, pero...

— No, no hay problema, también me gusta desnudarme en mi casa de vez en cuando, pero estoy en un handicap ahora con el señor Iniesta porque necesita urgente esto mañana y...

— ¿Cómo es que has entrado al portal?

Salían unos niños y les he dicho que iba a la casa del Señor Iniesta...

— Ah, bueno, acomódate aquí mientras acabo mi trabajo, me queda como una hora para revisar todo y marcharme, ponte cómodo y si te sobra la camisa te la quitas, ¿te llamas?

— Ernesto, Ernesto Llaurí, soy pasante del señor Iniesta, necesita estos documentos para la vista de mañana, estoy contrariado.

— Ven, ven y tómate un refresco o una cerveza, que ya son casi las horas de tomar el aperitivo...

— Gracias por dejarme pasar, es extraño hoy esto, ¿no te da miedo que yo fuera un ladrón o cualquier malhechor?

— Hace tres años que no vivo aquí; aquí no encontraría un ladrón ni monedas de 10 céntimos, mira, mira...

Pasamos a la cocina, saqué dos cervezas del frigorífico, le di una y se puso a reír. Lo miro sorprendido y me dice:

— Ahora entiendo, tu frigorífico es una cosa con la pared, está empotrado, lo mismo la cocina, pero te queda el televisor, ¿no?

— Sí, pero está igual, es difícil robar cosas que se han montado aquí dentro porque no hubieran pasado por la puerta, ingenios de mi padre...

Le estaba creciendo el bulto de la entrepierna y veo que se acomoda su paquete con disimulo.

— Si te encuentras más cómodo, sin ningún problema te desnudas y dejas tus cosas ahí mismo, —dije.

— Es que verte así, con lo bueno que estás me ha entrado la calentura.

— Eso tiene remedio... —dije sin dar importancia.

— Eres gay, ¿verdad? —me pregunta

— En efecto —respondí.

— Yo también; disculpa, pero sí, me voy a poner cómodo.

Se desnudó, tenía buena polla, larga, no tanto como la mía, pero gruesa más que la mía. Pero, Ernesto o trabajaba mucho o iba a gym porque no tenía grasas corporales. El vientre era plano no tenía marcados los cuadros como el mío, pero su culo era bueno, redondo; nos parecíamos en muchas cosas. La polla, al sacarse su ropa, comenzó a marcar su slip como una tienda de campaña y cuando se lo quitó, se puso parada en paralelo a su cuerpo. Recogí su cerveza, se la di y nos besamos. Me lo llevé a una de las habitaciones y nos revolcamos en la cama buscando a ver quien quedaba encima del otro, pues parecía que ambos queríamos ser penetrados, pero como lo vi con tan pronunciada erección, abrí el cajón del velador y saqué un preservativo, que mordí para romper el envoltorio y se lo ensarté desplegándolo con mi boca. Saqué también un pomo de lubricante y me puse con toda la mano. Ernesto comenzó a penetrarme un dedo y dos y tres lentamente, me hacía feliz y vio que mi culo aguantaba, se puso en la cama boca arriba y me invitó a sentarme sobre su polla mirándolo. No lo dudé. Bajé mi culo en línea recta y su polla, que estaba ya muy dura, entró de una sola vez y me quedé quieto ahí para sentirlo todo. Luego comencé primero con unos círculos con la polla dentro para que se acomodara todo perfectamente y a continuación a bailar sobre esa polla gorda, mientras lo hacía mi polla decía siempre que sí, que le gustaba, iba desde mi vientre, tocando mi ombligo y el de Ernesto. Ernesto tenía ganas y se corrió pronto y sin avisar, pero yo notaba los espasmos. Esto me hizo endurecerme bien y tampoco pude aguantar más, me caí sobre la cara de Ernesto y lo besé, le di lengua y correspondió, degusté su saliva, sus sabores internos y me corrí entre los dos abdómenes. Nos quedamos quietos saboreándonos hasta tranquilizarnos.

— Ahora quiero que me folles tú, ¿podrás?, —dijo Ernesto sonriendo.

— Vamos a ver qué has hecho y ya te diré si puedo, —respondí.

Levanté mi culo y saqué su polla; le saqué con cuidado el condón, lleno de semen; metí el dedo, probé y me gustó. Me lo metí frente a la boca para que saliera a mi boca y Ernesto me atrapó, me besó y me robó de mi boca su propio semen o parte de él porque yo aún saboreaba algo. El beso fue fenomenal.

La segunda parte fue similar, pero me tocó hacerle disfrutar como él lo había conseguido conmigo, solo que se me puso en 4 y esa postura me gusta poco y lo atornillé hasta obtener la postura del misionero donde yo penetraba mejor y más, ahí sí, ahí él deliraba con sus gritos.

Me costó acabar en su culo, pero la follada me salió magistral. Jamás había escuchado tantos gemidos y gritos, pero cuando yo quería parar para que no le doliera, él decía:

— Sigue, sigue, maricón, no seas hijoputa, sigue.

— Soy hijoputa y maricón, pero también un cabrón.

Y le daba más duro. El insultaba para desahogarse, porque me consta que le dolía ya que yo lo penetraba profundo en cada embestida y a lo muy bruto, pero sus insultos eran mi estímulo. Cuando acabé, lo desatornillé y sin sacar mi polla de su culo, lo besé, entonces me echó toda su leche en la cara. Comenzó a lamerla y yo lo besaba para degustar su lefa.

Una vez calmados, salí de él y me saqué el condón, cuando se dio cuenta que me lo iba a beber me lo sacó de mis manos y, aunque ya parecía que estaba en estado semi sólido, se lo tragó a la boca, luego iba sacando poco a poco el condón, más limpio que la vajilla de plata. Quise probar los quesos de su boca y la verdad es que me gustó más. Es como si el queso hubiera fermentado. El semen siempre está bueno.

Nos fuimos a duchar y le dije que llamara al Señor Iniesta. Lo localizó porque el tal Iniesta ya había llegada a su casa, hablaron y le dijo que estaba en el sexto y que iba de inmediato, se vistió y, al salir, se encontraron en el rellano. Escuché que le daba las gracias y Ernesto regresó a mi casa para despedirse. Le dije que, si no tenía prisa, que me esperara unos minutos para poner orden a la habitación, me ayudó y, como ya no tenía prisa, lo invité a comer en un restaurante junto a la playa. Luego de la sobremesa, quiso bañarse y nos fuimos, tras dejar la ropa en el auto que estaba en el estacionamiento playero, derechos de cara al mar; así: ya desnudos y jugando entre nosotros, atravesamos la corta zona de dunas. El mar estaba genial. Lo que vino después ya lo contaré alguna vez.

PS: Parece que tengo un amigo más en mi haber y que esto no es momentáneo. Ya lo confirmaré, si así ocurre.

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