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Deep blue sea (Parte 3)

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Ava no pudo ocultar la impresión. ‘La casa’ era en realidad una enorme mansión blanca y elegante, oculta entre jardines en una de las zonas más exclusivas de Londres. Por supuesto que los dueños de una corporación multimillonaria no vivían en departamentos como el suyo, no estaba acostumbrada a tanto lujo.

-¿Tú casa? – preguntó admirando la fachada cuando se detuvieron.

-Era de mis padres, pero sí, ahora es mía.- respondió Amanda.

En ese instante la puerta se abrió y apareció una mujer mayor, de aspecto amable y sabio.

-Niña Amanda, todo está preparado.- habló de pronto sorprendiendo a Ava –Y esta debe ser la señorita Brenner, ¿Dónde está el pequeño?

-Llámeme Ava por favor.- la corrigió sorprendida, ¿Acaso Amanda le habló sobre ellos? La interrogó con la mirada pero no obtuvo respuesta.

-Rosa es la señora de la casa, mi Nana y de mi hermano, lo que necesites no dudes en pedirlo.- le aclaró Amanda.

-¡Oh!! Pero si es un angelito! – exclamó la señora que abrió la puerta en busca del bebé, con tanto movimiento ya se despertaba –Hola pequeño.- la voz de Rosa se transformó en un arrullo suave, Ava abrió los ojos sorprendida. Su experiencia con bebés debía ser infinita. Observó como la mujer le tocaba la frente y murmuró algo que no alcanzó a comprender mientras lo sacaba de la sillita. Por segunda vez en el día Sebástian se iba a los brazos de una extraña sin protestar. Vaya familia –Las habitaciones están listas, el encargo llega en una hora, José subirá las maletas y la habitación de la señorita es la roja, enséñale donde está, mientras llamaré al doctor Benson.

Ava estuvo a punto de abrir la boca, cuando Amanda negó con la cabeza, Rosa ya se adentraba en la casa con Sebástian muy a gusto en sus brazos.

-Es inútil intentar contradecirla, aquí todos somos subordinados. No te preocupes por el bebé, está en manos expertas. Vamos, te mostraré la casa y tu habitación.

Pero Ava se sentía como un pez del agua, en un lugar desconocido, entre personas desconocidas, su hijo era lo único a lo que podía aferrarse y se lo habían arrebatado. A pesar de eso siguió a su ex –jefa hacia el interior de la casa, que era incluso más impresionante de lo que se imaginó. Una sala de juegos, biblioteca, recibidor, terraza con piscina, una cocina enorme, territorio de Rosa según Amanda, otro salón de estar más privado con una chimenea. Regresaron al recibidor donde dos enormes escaleras a cada lado subían a una segunda planta donde estaban los dormitorios, ocho en total y seis baños.

-Esta es mi habitación.- señaló Amanda la segunda puerta a la derecha del pasillo –La roja es esta.- dos puertas más adelante frente a la suya. Para su sorpresa Rosa ya estaba allí cambiando el bebé y las maletas a un lado de la cama.

-Este niño es precioso. Me tomé la libertad de desempacar algunas cosas para cambiarlo.- dijo Rosa con una sonrisa, Amanda observó a su invitada, temía que pudiese sentirse incómoda.

-No tenía que molestarse.- respondió Ava apenada.

-Tonterías, ha estado cuidando de su bebé, debe estar agotada. Un poco de ayuda no es molestia, crie a mis hijos y a la niña Amanda con su hermano, me encantan los niños.

-Igualmente le agradezco, Amanda ya está haciendo mucho por mí.- contestó poco acostumbrada a tanta amabilidad y atenciones.

Era la primera vez que la llamaba por su nombre y le gustó, con suerte la formalidad iría desapareciendo.

-Bueno, yo me retiro que debo resolver algunos asuntos.- anunció Amanda, le quedaba un largo camino de investigaciones y toda la situación sobre el robo la tenía irritada y quería resolverlo cuanto antes –Estás en casa, aprovecha para relajarte y descansar, nos veremos en la cena, se sirve puntual a las 8.

-¿Te marchas? – preguntó Ava y al instante se arrepintió, lo cierto era que se sentía a gusto en su compañía y un poco menos fuera de lugar.

-¿Necesitas algo más? – Amanda se detuvo curiosa.

-No gracias, solo darte las gracias por todo.

-No es nada.

-Hablaremos más tarde.- concluyó Ava apenada y Amanda asintió antes de retirarse.

Rosa observaba en silencio el intercambio de miradas, reconocía cuando dos personas tenían mucho que decirse y estaban a punto de cambiar la vida de la otra. Nadie le había dicho que no podía cooperar un poco.

-Es bueno ver a la niña relajada, ha estado tan preocupada últimamente.- se lanzó Rosa.

-Me temo que es culpa mía.- respondió Ava tomando asiento al borde de la cama junto a Sebástian.

-En lo absoluto lo creo y su estás aquí, es porque Amanda opina lo mismo, diría que más que eso, nunca trae a nadie a casa, ni amigos, ni novias, ni nada.-continuó Rosa despreocupada vistiendo a Sebástian.

-¿Novias? – se escuchó preguntar en voz alta. Eso había sido imprudente.

-Sí, aunque no es que alguna haya valido el tiempo, todas con cuerpo de Barbie y cerebro de plástico.

Ava estaba sorprendida, por suerte Rosa no se había percatado de su imprudencia, no quería que malinterpretara su reacción. ¿Amanda tenía novias? Ni siquiera sabía por qué le sorprendía, una mujer hermosa y elegante como ella, con dinero podía tener el mundo a sus pies si lo deseaba. Quizás por eso le afectaban tanto sus miradas, sabía cómo conquistar a una mujer. "Oh, por favor, suficiente tontería," no es que Amanda fuse una devoradora, mucho menos se interesaba en madres solteras acusadas de robo de guante blanco. Le había inspirado lástima por Sebástian y era la razón por la cual estaba allí. Además, nunca estuvo interesada en mujeres más allá de curiosidad y ni siquiera en colegio hizo nada por satisfacer esa curiosidad pasajera. Esos tiempos quedaron atrás, aunque no tenía dudas de que Amanda era capaz de satisfacer cualquier curiosidad, incluidas las suyas. "¿Pero qué...?"

-¿Le importaría que me dé un baño? No la molestaré más, se lo prometo.

-Vaya niña, no molesta nada, llevaré al pequeño a los jardines.

Ava fue hasta las maletas y desempacó algunas cosas, preparó el baño, se dio el lujo de una ducha caliente y gel de baño exquisito, se lavó el cabello y estuvo lista en cuestión de minutos. Miles de preguntas daban vueltas en su cabeza, sobre todo el hecho de que Amanda estaba interesada en las mujeres y su curiosidad excesiva con el tema. "Déjalo ya Ava, cada quien lleva su vida como desea." Por lo demás, disfrutaba del descanso, confiaba en Rosa plenamente y el bebé estaba a gusto con ella sin embargo, los problemas de su vida continuaban allí, esperándola.

Con el cabello pelirrojo libre para secarse, jeans, una blusa blanca y sandalias, fue en busca de Rosa y su hijo. Cuando bajó las escaleras, tres hombres, cargaban varias cajas hacia el piso superior en lo que ella seguía su camino hasta la terraza trasera. Era media tarde ya, corría una brisa suave y Sebástian retozaba sobre un colchoncito sobre el suelo, para su sorpresa, no era Rosa quien estaba allí sino Amanda. Con las piernas desnudas, llevaba shorts cortos, estiradas y cruzadas sobre un banquito acolchado, una camiseta ligera y la laptop sobre las piernas, alternaba la mirada entre lo que escribía y el niño, siempre atenta. En ese instante Sebástian lanzó el juguete de goma para morder al suelo y Amanda dejó el pc a un lado para recogerlo y entregárselo. Pero la mirada de Ava estaba fija en las piernas interminables y los muslos bronceados y definidos por el ejercicio, unos pies delicados y uñas pintadas de rojo, sencillas y elegantes. El abdomen plano se adivinaba bajo la camiseta y un escote de senos firmes y generosos quedaba a la vista cuando se inclinó. Ava reaccionó de golpe cuando el calor le subió a las mejillas, avergonzada por lo que estaba haciendo y más que eso, lo que estaba sintiendo.

Amanda alertaba sus sentidos curiosos con su atractivo, era una suerte que viviera por sendas opuestas de la vida y la situación en la que estaba fuese tan complicada, no necesitaba buscar problemas innecesarios por tonterías de colegio, como un caso agudo de hormonas rebeldes, ya no era una adolescente. Y bajo esa consigna puso freno a sus pensamientos, aunque a veces las palabras no fuesen necesarias. Cuando alzó la mirada Amanda la miraba a los ojos. Enrojecer era algo que no podía evitar, sobre todo porque los ojos de la mujer frente a ella eran como un espejo, reflejaban muchas cosas, promesas, deseos y el conocimiento de que no le era indiferente. Como había dicho, suerte que su vida fuese un desastre complicado y eso la mantenía firme con los pies sobre la tierra. Suspiró y se acercó.

-Debiste haberme llamado, esto es demasiada molestia.- dijo arrodillándose junto a su hijo con irritación y aparentando la mayor naturalidad imposible.

¿Sería posible? Amanda se equivocaba pocas veces y estaba segura de que no era una de esas. Rosa le había pedido cuidar el bebé para terminar la comida y ella aceptó gustosa mientras terminaba unos informes. Ava se duchaba y no pudo evitar que su imaginación volara hacia la ducha, hacia una piel suave y exquisita rociada con cientos de gotas dulces que le encantaría... Un suspiro agotado, no había que ser un pecador para auto-flagelarse, que manía la suya. Si Ava supiera lo que estaba pensando, si llegase a imaginar siquiera que parte de los motivos por los que estaba allí, era la atracción que sentía por ella, estaría en problemas serios. Pero se llevó la sorpresa del siglo cuando la encontró recorriendo su cuerpo con una mirada de evidente interés y algo más, sabía diferenciar bien una cosa de otra y de alguna manera imposible, no le era indiferente a Ava Brenner.

Algo se agitó en su interior, como el cazador que avista a la presa, el preludio y la emoción de la caza. El silencio observó la reacción de vergüenza al ser descubierta y se guardó la sonrisa. Por el momento le dejaría creer que lo pasaba por alto, la situación de Ava con la compañía era delicada y no quería complicarlo más para ella, pero entre tardes y noches, indagaría un poco más en esa mirada esmeralda que la había devorado en secreto.

-Deja de disculparte, yo me ofrecí, Rosa está terminando la comida y tiene razón en que puedes usar un poco de tiempo para ti.- contestó Amanda relajada, con satisfacción observó cómo rehuía de su mirada.

-No me has traído de vacaciones, ni para que hagas de niñera.- contestó irritada. Le molestaba que la tratara tan bien, que diese tantas vueltas a sus intenciones y que todo fuese un misterio –Se supone que vine a trabajar.

-Y lo harás, pero todo a su tiempo. Apenas llegaste hace un par de horas, ha sido un día agotador y necesitas acomodarte.- le respondió con calma, teniendo en cuenta el tono -¿Te molesta aceptar ayuda? ¿O es solo porque viene de mí?

La pregunta tomó a Ava de sorpresa y por primera vez la miró.

-Ehm... no, es que... No entiendo, con todo lo que sucede, ¿por qué me ayudas? – era angustia, incertidumbre, el temor de quedar en la calle y perder a su hijo.

-Porque eres inocente y no te mereces lo que te han hecho, mucho menos que pague un niño.- respondió con el tono frío que había utilizado en la Sala de Conferencias, era evidente que la situación la disgustaba, al menos con respecto al bebé.

-¿Cómo puedes afirmar algo así? No me conoces.- inquirió sorprendida con la sinceridad, realmente lo creía.

-Intuición, no tienes una gota de maldad como para hacer algo así, además, utilizarte de pantalla fue tan obvio y tan tonto, un error estúpido, es casi una burla.

Sí que tenía buena intuición, al menos en la parte en que carecía de maldad y astucia para robar semejante cantidad de dinero. Además de que nunca expondría a su bebé a quedarse solo por ir a la cárcel.

-Vaya, supongo que debo darte las gracias, otra vez.- sentía que le debía hasta el alma y ni todas las gracias del mundo serían suficientes.

-No me las des todavía, hasta que no se atrape al culpable, sobre todo porque ese será tu trabajo.- le soltó de pronto cerrando la laptop y poniéndose de pie –La cena está lista.

Ava no salía del shock, aún.

-¿Pero cómo...?

-Después, a comer primero.- recogió a Sebástian en brazos, Ava estaba tan distraída por la sorpresa, que no atinaba a nada –A Rosa no le gusta que lleguen tarde a la mesa, ya te explicaré.- dijo y se marchó al comedor, Ava no tuvo más opción que seguirla.

Para cuando llegaron a la mesa Ava era un mar de preguntas y confusión. ¿Atrapar un ladrón ella? Era contadora, no detective. Amanda percibiendo la inquietud, le entregó el bebé a Rosa que había hecho comida especial para él y tomó asiento a la cabeza de la mesa señalando la silla a continuación para ella.

-Relájate Ava, te lo explicaré con detalle.

Rosa que había escuchado el intercambio preguntó curiosa sobre la situación, Amanda le explicó de manera resumida lo que ocurría y el papel de Ava, incluyendo parte de las razones por las que estaba allí, estaba segura de que Rosa había deducido la otra mitad, pero se reservó los planes futuros y los detalles de su nuevo trabajo. Planes futuros, ¡JA!

-Si la niña Amanda te ha creído inocente, entonces no tienes que preocuparte.- sentenció Rosa con confianza, no dudó un instante y eso descolocó a Ava.

Sus padres eran buenas personas, pero vivían en un pueblo de mente cerrada y preferían continuar así, en su burbuja. Cuando su hermana Elena comenzó con problemas de conducta, la típica etapa rebelde de la juventud, le pidieron que recogiera y se marchase, Ava se fue con ella. Si sus padres podían abandonarla, ella jamás lo haría. Por eso la familiaridad, la confianza y el trato maternal y cariñoso de Rosa estaba haciendo mella en su firmeza y derrumbando las defensas que había construido en su vida. Su hermana era la única persona que permitió en su corazón hasta que falleció y ahora su bebé. La parte de ella que añoraba una familia, el calor de una madre, aún lloraba la pérdida de algo que nunca tuvo, a pesar de haberse repetido tantas veces que no lo necesitaba. Tenía que marcharse de allí antes de derrumbarse, de mostrarse vulnerable y continuar deseando algo que no le correspondía. Luchando contra las lágrimas, consiguió hablar a pesar del nudo en la garganta, apenas si había comido tres bocados y estaba a punto de devolverlos sobre el plato.

-Me disculpan por favor, voy a retirarme. No se preocupe Rosa, yo acostaré a Sebástian. Gracias por todo.

Amanda la observó intrigada pero no la detuvo, algo había cambiado en Ava en cuestión de minutos. Quizás se debía a la presión y podía reconocer cuando alguien necesitaba espacio. Terminó de comer mientras Rosa retiraba las sobras y la vajilla, dejarían la conversación sobre trabajo para otro momento. Subió a las habitaciones y se detuvo frente a la puerta de Ava indecisa, al final tocó. Segundos después, la joven abrió la puerta en un pijama discreto y juvenil, pantalones cortos un poco más debajo de la rodilla, camiseta sin mangas ajustada, estaba descalza y no llevaba sostén. Sus senos relativamente pequeños para una madre que daba el pecho a su bebé, algo que estaba asumiendo, pero redondos y perfectos con pequeños pezones que se marcaban a través de la tela. La piel era de la misma palidez suave en los brazos y en el pecho, como en las mejillas y la nariz, estaba salpicada de pecas diminutas. Amanda se mordió la lengua para resistir el impulso, de pronto quería besarlas todas y algo debió delatar sus intenciones, los pezones de Ava se endurecieron bajo la tela, el pecho se agitó ligeramente y cuando finalmente alzó la mirada, tenía las mejillas encendidas. ¿Cuánto tiempo la había estado mirando? Al parecer el suficiente como para ponerse en evidencia.

-Vine a ver si necesitaba algo antes de irme a dormir, o para Sebástian.- logró decir en un tono de voz ronco y profundo, iba de mal en peor. Ella que lo controlaba todo, se ponía en evidencia por segunda vez y quizás era eso lo que necesitaba. ¿Cuántas veces no la habían acusado de no tener corazón y jugar con las emociones de las personas? Lo que sea que fuese aquello, quería experimentarlo, así que no se molestó en ocultar su interés.

Ava deseó no haber respondido a la puerta, no quería ver a nadie, mucho menos cruzarse con Amanda que se las había arreglado para en un solo día, desenterrar anhelos del pasado y ninguno agradable. Pero lo hizo y allí estaba, consciente de la mirada atenta sobre su cuerpo, que reaccionó traicionero a los estímulos de su propia mente. Amanda la miraba con deseo y no era tímida en lo absoluto para mostrarlo, la hacía desear retroceder el tiempo, a cuando podía darse el lujo de explorar lo que sentía sin consecuencias y complicaciones. Pero el tiempo no iba a retroceder y su vida ya estaba patas arriba. Además, si Amanda prefería mujeres como modelos, ella no tenía nada que ofrecer, excepto ser la diversión del momento y se negaba a eso. Pero no se lo ponía nada fácil, sus ojos azul hielo se habían oscurecido y la desnudaban, se estremeció como si supiera todo el placer que podía recibir y que prometían, estuvo a punto de dar un paso adelante, pero en vez de eso retrocedió cruzando los brazos sobre el pecho para cubrirse y alejándose de la tentación personificada.

-Nada, Sebástian ya está dormido y yo también lo necesito, estoy agotada.- respondió con un ligero temblor en la voz –Así que buenas noches. Si no te importa prefiero que conversemos mañana.

-Mañana será entonces.- comprendió la indirecta, podía sentirse atraída por ella, pero no se dejaría arrastrar y si era sensata, ella tampoco –Buenas noches.- se despidió y se marchó a su habitación.

En sueños complació cada fantasía con Ava y besó cada centímetro de su cuerpo y si pensó que los sueños aliviarían la necesidad, no pudo equivocarse más. A la mañana siguiente en el desayuno tuvo que alejar con frecuencia las imágenes de los besos y las caricias, sobre todo cuando Ava apareció en el comedor, en jeans ajustados, una blusa sencilla blanca y tenis deportivos, demasiada piel para avivar su imaginación y ni siquiera lo necesitaba. Ava por su parte, había probado los besos de Amanda en sueños y los labios le ardían desde el instante en que sintió su mirada sobre ella al entrar. Aquello estaba mal en todos los sentidos y podía írsele de las manos en cualquier momento.

-Buenos días.- saludó con naturalidad mientras tomaba asiento en la mesa.

-Buenos días, ¿descansaste bien? – le preguntó Amanda en apariencia distante.

Aquello solamente irritó a Ava, las actitudes cambiantes le desagradaban. Primero la miraba como si quisiera besarla y ahora prácticamente le era indiferente. Probablemente había perdido el interés después del rechazo la noche anterior y debería sentirse aliviada, podía largarse con sus rubias de cuerpo plástico y cabeza vacía, en vez de jugar con ella e intentar complicar su vida. Entonces, ¿por qué la irritaba tanto la indiferencia? Y ni hablar del pensamiento sobre ir a dedicar atención a una de esas barbies. "¿Qué demonios estaba pensando?" Se reprendió al instante, era libre y podía hacer lo que le daba la gana, además de que no le interesaban los jueguitos de seducción para una noche de sexo y después ser desechada. Su curiosidad podía quedarse perfectamente donde estaba, en el pasado.

-Fue una noche perfecta, Sebástian durmió corrido, lo cual es un milagro, ¿Y tú? – preguntó con educación.

-Fue interesante, hacía mucho que no soñaba así...tan vívido.- comentó con descuido y curvó los labios en una sonrisa. Tan vívidos que no pudo resistir la necesidad de extender la mano y tocarla. Antes de percatarse, apartaba un mechón pelirrojo del rostro y en el proceso acariciaba la mejilla con la punta de los dedos –Aun así, tienes el rostro agotado y marcas de sueño.

Ava se quedó paralizada cuando fue consciente de que Amanda alzaba una mano para tocar su rostro. ¡Retrocede!, fue la orden inmediata de su cerebro, pero había algo en su mirada, preocupación, anhelo, además de que ella misma lo deseaba, que la tocase. Contuvo el aliento cuando sus dedos la rozaron y cada fibra de su cuerpo recibió el impacto de un estremecimiento, inconsciente se inclinó para percibir más el contacto que no había sido suficiente para satisfacer sus propios deseos. Quería lo que Amanda podía ofrecerle, la experiencia de su vida, quería dejarse llevar y cada vez cedía más a los impulsos de olvidar todo y lanzarse al vacío, o en su defecto, a sus brazos. Por suerte para ambas, Rosa entró al comedor en ese instante y la burbuja se rompió sobre sus cabezas como un balde de agua helada.

Amanda parpadeó desorientada, estaba jugando con fuego, siendo irresponsable. Ava no era una de sus conquistas para una noche, no pertenecía a su mundo, ni siquiera estaba segura de que verdaderamente tuviera los mismos gustos y que no fuese la típica curiosidad. Era una joven con una vida complicada, madre soltera, sin tiempo para juegos de seducción con los que intentaba confundirla aún más. Tenía que recuperar el control y enfocarse en ayudarla, como debió ser desde un inicio. Rosa actuó con normalidad a pesar de haber presenciado la escena antes de entrar. Nunca había censurado a su niña, pero el poco sentido común que estaba demostrando la tenía desconcertada. ¿Acaso no se daba cuenta que Ava no era igual a las mujeres que frecuentaba? La joven tenía una vida difícil ya como para agregar más presión y no dudaba que una vez que abriese su corazón, Amanda lo destrozaría, consciente o no.

-¿El bebé es alérgico a algo? – preguntó cambiando el ambiente.

-No, a nada según los exámenes.- contestó Ava que tenía dificultades para normalizar los latidos de su corazón.

-Perfecto entonces.

-Rosa, si puedes cuidar del pequeño, necesito conversar sobre algunos temas con Ava.- habló de pronto Amanda, sorprendiéndola por la dureza en el tono. Rosa frunció el ceño pero asintió y desapareció a la cocina sin decir palabra. Ava la miró interrogante, no comprendía que había sucedido, ni la razón de un cambio tan brusco, o quizás sí lo sabía –En el despacho estaremos más cómodas y es más privado. Si terminaste sígueme.

Parte irritada y parte curiosa la siguió. En cada paso notaba el cambio y para cuando llegaron al despacho y tomaron asiento, Amanda había levantado un muro de hielo y su mirada era tan inexpresiva como cuando la había conocido. Decidió serenarse y enfocarse en el problema y la razón por la que estaba allí.

-No estoy segura como puedo ayudar en lo que me has dicho.- dijo rompiendo el hielo -¿No tienes personal más capacitado?

Amanda abrió el pc y los archivos que Daniel había reunido, estaba claro que no los analizaron lo suficiente en su momento.

-Quizás sí, pero quiero investigar por mi cuenta y confío en ti para que me ayudes. Créeme, serás recompensada, además de la garantía de que podrás limpiar tu reputación y continuar trabajando una vez que se haya resuelto. ¿Lo necesitas por escrito?

-¿Qué? – preguntó desconcertada.

-La garantía.

-No, no sé Amanda, ¿Qué significa todo esto? ¿Por qué me ayudas? Me ofreces casa, trabajo, la oportunidad de probar mi inocencia.- pero bien sabía que nada era gratis en la vida –Cualquier otro ya me hubiese lanzado a la cárcel sin dudarlo. Has dicho que no haces nada sin un motivo y quiero saber cuál es. Que quieres de mí.- concluyó mirándola fijamente, aunque cada vez tenía más claro lo que Amanda pretendía de ella.

Tenía valor para enfrentarla, le daba crédito por eso, pensó Amanda mientras le permitía desahogarse. La presión era demasiada y se estaba quebrando y ella contribuyendo, por mucho que quisiera no podía evitarlo. Aguardó un par de minutos antes de ordenar las ideas para una respuesta.

-Te dije antes, que todos son sospechosos, no confío en nadie. Quien hizo esto sabía cómo eludir las revisiones y ocultar el dinero. Detectamos el problema por una casualidad, de lo contrario las pérdidas hubiesen sido mayores y el ladrón habría conseguido cubrir los errores a tiempo, e ibas a parar a la cárcel. Es evidente que sabe cómo funciona la compañía y muy de cerca.- en ese punto tenía lógica, reconoció Ava, era alguien que sabía cómo manejar las transacciones encubiertas.

-¿Sospechas de alguien? – preguntó curiosa.

-Tengo varias ideas y ninguna prueba, por eso estás aquí. Eres la más beneficiada en que esto se resuelva y eres honesta, estás obligada a serlo, de lo contrario te destruirán la vida. Tu motivación es algo mayor que el dinero, tienes un hijo por el que velar.- dijo con una conclusión tan evidente como cierta. Cada argumento era irrefutable, calculado y analizado, donde todo se limitaba al simple trabajo y el hecho de que ella estaba contra la espada y la pared.

-Tienes razón en que haré todo lo que sea necesario para probar que soy inocente.- pero había algo más, ambas lo sabían, mencionarlo significaba reconocer sus propias dudas.

-Entonces todo aclarado. Contigo fuera de la Empresa, como principal sospechosa y todas las pruebas aparentes, el estafador confiará en que está a salvo y cometerá un error. De hecho, ya lo hizo.- mencionó y Ava abrió los ojos de la sorpresa –Y ese rastro es el que necesito que sigas sin alertar a nadie. Todo lo que necesitas está aquí.- le cedió una laptop que estaba a su lado y señaló además varias cajas con carpetas llenas de documentos –Trabajaremos juntas cuando esté aquí, el resto avanzarás sola y cada día me tendrás un informe.

-Eso puedo hacerlo.- le dijo decidida, no todos los días tenía la oportunidad de probar su inocencia y Amanda le había dado todas las razones adecuadas -¿Qué debo buscar?

-Descubrí dos transacciones de apenas unos días antes de tu contratación en la Empresa. Esos documentos tienen que estar ahí.- señaló las carpetas –Escondidos, pero están. Puede que el rastro electrónico haya sido borrado, pero tengo la esperanza de que esos papeles existan y sabremos qué ejecutivo aprobó esas compañías y ordenó las transacciones.

-¿Crees que será tan sencillo? – preguntó con duda, aunque la esperanza crecía a cada palabra.

-No, pero el estafador tampoco es tan inteligente como quiere hacernos creer. Tú fuiste su primer error.

-Lo haré porque de esto depende de mi vida, mi futuro, pero no tengo garantías de nada.

-Te ofrecí ponerlo por escrito.

-No servirá de nada si no puedo probar que no robé ese dinero. Está en cada papel, tendrás que entregarme tarde o temprano.- entendió angustiada pero firme. Le maravillaba como aún no había caído bajo un colapso nervioso, Sebástian la mantenía en pie, era su pilar y su fuerza.

-Eso... lo decido yo.- la escuchó contestar con seriedad, hablaba la ejecutiva una vez más.

-Alguien tiene que pagar Amanda.- la esperanza era muy tentadora y también la destruiría si se permitía tenerla.

-Y lo hará créeme.

-Estás siendo arrogante y ofreciéndome algo a lo que no me puedo aferrar.- le reprochó con lágrimas en los ojos, la mirada azul de Amanda se oscureció como si fuera a desatarse una tormenta.

-No estaría donde estoy si no estuviese segura de lo que hago.- contestó Amanda con la rabia bajo la piel, quería rodear la mesa, abrazarla, besarla y asegurarle que todo estaría bien, pero no podía –Necesito que te enfoques, no irás a la cárcel, no lo permitiré.- palabras confiadas, una sentencia.

-¿Por qué?¿Por qué lo haces?

Una batalla de miradas, de deseos, de palabras que esperaban a ser pronunciadas, aunque fuese en el silencio de los pensamientos.

-"Porque eres mía," – Amanda escuchó las palabras con tal claridad en su cabeza que casi creyó que las había pronunciado en voz alta, pero no. Aunque no por eso la revelación era menos perturbadora. Lo que sentía hacia Ava no tenía explicación, posesividad sería la palabra más adecuada, atracción, como nunca antes la sintió con nadie y una pérdida de control, que la tenía enojada y fascinada a la vez. Pero no fue esa la respuesta que salió de sus labios –Porque un hijo necesita a su madre y porque no me sirve de nada que vayas a la cárcel, cuando el ladrón todavía está en la Empresa.

(9,40)