Pablo se había entretenido más de la cuenta recogiendo los numerosos paquetes que Ana le había preparado, igual que hiciera Eduardo, para entregar a Ángel. Había pasado varios días comprando ropa de primavera y verano para el chico y no sabía muy bien si era su gusto por gastar el dinero de Eduardo, o simplemente por estar en las lujosas tiendas, pero disfrutaba haciéndolo.
Al final decidió que Eduardo tenía razón y que para el viaje era mejor llevar un coche convencional en lugar de uno deportivo, le pidió al chofer que le preparara el Mercedes Maybach, ultimo capricho de Eduardo, y cuando estuviera listo también llevara las bolsas y su maleta.
Echó una mirada a su reloj y apresuradamente bajó las escalinatas, el carísimo coche resplandecía cuatro peldaños abajo y el chofer le tenía la puerta abierta, pensó en el contraste que era vivir su vida en la ciudad, en la mansión de Eduardo, con lo que iba a encontrar en la hacienda de don Ernesto.
Entró en el coche después de quitarse la chaqueta para ir más cómodo y una vez en el confortable interior, oliendo la tapicería de piel blanca, miró hacia la fachada de la casa. Creyó entrever un movimiento en la cortina del salón y tuvo la sensación de que alguien le observaba oculto tras las espesas cortinas.
Respiró satisfecho al sentir la suavidad del volante en sus manos y apretó el acelerador, ahora le entraban las prisas por llegar a su destino, quería ver a su chico, ansiaba poder estrecharle en sus brazos, besarle y mirarse en sus bellos ojos, y muchas otras cosas más que de solo pensarlas sentía como respondía hinchándose el bulto de su entrepierna.
No había tenido el tiempo que quería para dedicarle, por sus estudios y las otras obligaciones que tenía que desempeñar encargadas por la organización, y ahora era el momento adecuado para pensar en él.
Había sido un duro trimestre en todos los sentidos, y no lo había pasado mal pero con mucho trabajo, los encargos, en su mayoría, había resultado satisfactorios, follarse a unas cuantas mujeres, algunas ciertamente guapas y jóvenes, darle la verga a varios pasivos y acudir a alguna fiesta sexual, lo suficiente para sentirse desahogado de sus deseos de sexo.
No era igual que con Álvaro y su amado muchacho, en realidad era muy diferente el hacerlo con unos o con los otros, lo mejor estaba por llegar y tenía varios días para disfrutarlos en la mejor compañía, desconocía como podrían estar las relaciones entre Álvaro y Ángel después del compromiso del primero con Irina.
Cuando llegó al control de acceso a la utopista tuvo que soportar las largas colas que se habían formado, encendió la radio y se dispuso a escuchar música aguantándose los nervios.
Por fin, después de largos minutos de espera había llegado su turno, estaba recogiendo el ticket de la máquina expendedora cuando escuchó la sirena de una ambulancia abriéndose paso hasta el carril reservado para urgencias y después emprender la marcha a gran velocidad.
-Mala suerte para alguno… -se dijo para si mismo y aceleró con la intención de dar alcance a las luces que brillaban en la lejanía.
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Habían pasado dos horas y León comenzó a sentir el cansancio, el trabajo resultaba aburrido y eran pocos los vehículos que le llamaban la atención como para tenerlos que desviar de su ruta.
Hizo intención de mirar a través del ahumado cristal del vehículo de turno, tenía los tintados cristales subidos e hizo una señal golpeándolo para lo bajaran, se tragaba de un matrimonio de mediana edad con tres pequeños en el asiento trasero.
-Puede seguir. -hizo un saludo de despedida y en ese momento se dio cuenta de que uno de los vehículos, que habían realizado el pago del trayecto, se detenía indeciso, no le quedaba otra opción que continuar hasta el lugar donde él decidiría si tenía que apartarlo o le permita continuar el viaje.
Bajaron la ventanilla y observó que viajaba un solo pasajero, se inclinó para mirar con detalle la parte trasera, encima del asiento había numerosas bolsas de plástico hasta cubrir la parte baja de la luna trasera.
No observó nada anormal salvo el detalle de que se detuviera cuando vio el control. Miró el rostro del conductor de nuevo, se trataba de un hombre grande y cara ancha, manos enormes que se aferraban fuertemente al volante, con la nariz rota y aplastada, el hombre lo miró a su vez y sintió el malévolo brillo metálico en la raya que había convertido sus ojos entornados.
-Por favor, desvíese a ese carril. -le señaló el lugar donde, unos metros a su derecha, otros policías tenían a cuatro jóvenes fuera del coche y les pedían que abrieran el capó.
Observó como el coche rodaba lentamente, mientras procesaba en su cerebro el rostro de aquel sujeto que había llamado su atención, lo recordaba de algo sin poder llegar a precisarlo y decidió acercarse donde se había detenido detrás del automóvil de los cuatro chicos.
-Ocupa mi lugar, voy a echar un vistazo. -el compañero que le cubría detrás de él se adelantó mientras León se encaminaba, con paso decidido pero cauto, hasta el coche objeto de su atención. Se inclinó sobre la ventanilla.
-Por favor salga del coche y apoye las manos en él. -fueron unas segundos eternos los que pasaron sin poder reaccionar al ver el brillo metálico del arma en la mano del individuo, hasta que sintió el golpe seco en el pecho que le tiró de espaldas al suelo, escuchó el duro y seco estampido del disparo en el momento de tocar el pavimento.
A la vez del rechinar de los neumáticos del coche que emprendía la marcha a gran velocidad, un acre olor a goma quemada llegó a su nariz y el grito de su compañero.
-Mantente pegado al suelo. -el aullido de las balas al pasar sobre él, y el tabletear del arma recién disparada, llegaron a sus oídos antes que el estrépito de metales siendo golpeados entre si en un choque violento.
-¡Alto, alto suba las manos y tire el arma! -volvieron a sonar dos disparos de pistola y seguidamente otra ráfaga del conocido sub fusil, y el silencio mezclado con el olor de la pólvora, y las carreras de pasos apresurados que llegaban hasta él.
-¿Estas bien? León, ¿estás bien?…
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Los vehículos parados delante de él no le permitían avanzar, miró expectante como los dos sanitarios de la ambulancia atendían a un agente tirado en el suelo, unos metros más adelante un cuerpo cubierto con una tela brillante plateada, a su derecha dos coches que se habían siniestrado y a cuatro chicos apoyados en el primero con la cara realmente asustada y sin poder hablar.
-¡Sigan, sigan por favor! No se detengan. -uno de los policías les hacía señales con la mano y el brazo extendido conminándoles a seguir su camino.
Pablo, como los demás conductores, miraba al pasar sin comprender lo que podía haber ocurrido, y como un tercer sanitario entregaba unas bebida a los asustados chicos.
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Llevaba todo día impaciente, no sabía si Pablo iría primero a la hacienda de don Ernesto, o si pasaría por la de Álvaro, en estos instantes echaba de menos la vista que tenía de la entrada principal desde la habitación que compartió con Álvaro
Después de comer se entretuvo mirando en el nuevo ordenador que Victoria mando instalarle, en recoger viejos apuntes y archivarlos, hasta que a las nueve de la noche escuchó el claxon de un automóvil. No era una costumbre de Álvaro y emprendió el camino bajando corriendo las escaleras.
Aún no habían llamado a la puerta y se precipitó para abrirla, había comenzado a anochecer, y aunque el invierno había pasado, el frío persistía cuando no se estaba al sol. No le importó recorrer los metros que le separaban del flamante automóvil del que se apeaba en ese momento Pablo, en magas de camisa y con el pelo alborotado.
Nos quedamos unos segundos observándonos hasta que arranqué a correr los pocos pasos que nos separaban y me dejé abrazar por los brazos que él me tendía.
-¡Pablo! -me besaba la cara mientras me tenía apretado contra él.
-¡Gatito! Si parece que has cambiado. -había tomado para si el apelativo que usaba Álvaro para referirse a mi. Nos besábamos por toda la cara sin darnos cuenta de que dos chicas de servicio y Victoria nos miraban desde la puerta.
-¿Podéis entrar en la casa?, con esa ropa os quedaréis helados. -escuchaba llegar la voz de Victoria muy lejana pero no podía dejar de besarle, olerle y sentirle de nuevo a mi lado. Se lo perdonaba todo, los tres meses que me tuvo privado de él, sus escasas y cortas llamadas de teléfono. lo importante ahora era que podía tocarlo.
Sujetándome de la cintura me subió los escalones y Victoria le abrazó para besarle, saludó a las dos chicas y les entregó las llaves del coche, sin más palabra sabían lo que tenían que hacer. Pablo no se sentía superior al resto de los empleados de las dos haciendas, a pesar de su posición privilegiada que todos le reconocían, los trataba como sus iguales.
El calor del salón nos envolvió en su tibieza, aún se encendía la calefacción y ardía la chimenea, don Mateo se levantó para saludar al recién llegado y pude ver la cantidad de paquetes que las criadas llevaban hasta el pie de la escalera donde los iban depositando.
-¿Te quedarás para la cena? Álvaro ha llamado para que no le esperemos, la familia de Irina ha llegado y cenará con ellos, a Ángel le gustará para no estar solo. -Victoria daba su permiso y dejaba el paso libre a que Pablo se quedara si él quería, rogué por que dijera que sí.
-Iré a saludar a mi tío y a los abuelos de Oriol, si no os importa retrasar la cena estaré para acompañaros. -se despidió con esa promesa que esperaba que cumpliera y nos quedamos solos.
-Cómo está cambiando este muchacho. -don Mateo hablaba a su mujer mientras recibía de ella la copa de vino blanco que había dejado sobre la mesa cuando se levantó.
Me disculpé y regresé a mi habitación, las criadas habían subido el montón de bolsas, sabía de antemano lo que contenían ya que llegaban con las marcas comerciales de las tiendas donde Ana María compraba.
Las aparté en una esquina para mirarlas en un mejor momento, me llamaron la atención unas bolsas de color marrón donde venían varios paquetes envueltos con papel del mismo color, supe que aquello era de Eduardo y extraje los paquetes intentando adivinar lo que contendrían.
Venía un sobrecito blanco pegado con cello en el paquete más grande, todo muy propio de la forma de hacer las cosas de Eduardo. Lo abrí y venía su tarjeta con el simple nombre y apellidos escritos en el centro con letra inglesa, y dos lineas de irregular texto con su letra.
“Todo es poco para ti precioso niño, espero que te guste”.
No había más, y por el trazo de la letra supuse que había realizado un tremendo esfuerzo para escribirlo de su puño y letra. Aún en la distancia y con todo lo demás que nos separaba, sentía su gran ternura que cuando estaba presente envolvía en una supuesta dureza.
Estuve varios segundos contemplando la tarjeta, se me habían hecho muy largos los meses que pasaron desde que dejé su casa. Comencé a abrir los paquetes empezando por los más pequeños. Cuando vi el ratón de Apple en la primera caja, supuse lo que habría en el resto y miré apenado el ordenador que me habían instalado unos días atrás, y estaba que olía a nuevo.
En otro paquete venía un disco duro externo, una bolsa de transporte en cuero negro para un portátil pequeño y faltaba la caja más grande de abrir cuando Pablo volvió a hacer sonar la bocina del coche anunciando su llegada.
La cena estuvo austera y divertida, sobre todo para los dos mayores que deseaban tener noticias de todo lo que pasaba en el entorno de donde venía Pablo y se mostraban muy interesados.
A pesar de todo el agradable ambiente tenía ganas de terminar para subir a mi habitación, y no precisamente para continuar abriendo los regalos. Por eso después de tomar un te en el salón, le pedí que me acompañara arriba, era una hora muy tarde para don Mateo y su mujer y sin ver la televisión como acostumbraban, dijeron que se retiraban.
-Es ya muy tarde Pablo, sería mejor que te quedaras a dormir, tienes habitaciones de sobra preparadas. -aquella santa mujer me había salvado la vida y no tuve que pedírselo yo.
Se fueron a sus habitaciones después de que Victoria nos besara, resultaba una deliciosa mujer y la verdad me encantaba, si ella me consideraba un hijo suyo, yo no le iba a la zaga y la quería como si fuera mi madre.
Cuando salieron del salón no puede contener mis ganas, me abracé a su duro cuerpo cogiéndole del cuello para que bajara la cabeza y busqué ansioso sus labios.
-Pablo, que ganas tenía de tenerte.
-Espera, vamos arriba, las chicas van a venir para recoger esto. -no creo que le importara ver lo que hacíamos pero me separé y cogiéndole la mano tiré de él impaciente.
-¿Qué sucede? ¿Ya no compartes la habitación con Álvaro? -se había detenido en la puerta sin entrar, mirando hacia el otro lado del pasillo.
-Es muy largo de contar y ahora no quiero hacerlo, esta es ahora mi habitación. -tuve que poderme detrás de él y empujarle para que traspasara el dintel.
Una vez cerrada la puerta comencé a desvestirle con los dedos temblando.
-¡Vale! Ya lo hago yo, tengo ganas de ti pero veo que las tuyas son mayores. -me abrazaba riendo en mi oreja y besando mi cabello.
-Cada vez que te veo estas mejor gatito mimoso, tierno y jugoso para comerte. -no dejaba de besarme, subiéndome para llevarme hasta su boca, yo me dejaba hacer pero sin perder el tiempo quitándome la poca ropa que llevaba, y como él no lo hacía bajándole los pantalones y agarrando su ya dura polla sobre la tela del bóxer.
-No la aprietes tanto goloso, la vas a tener todo lo que quieras. -había conseguida quedar desnudo y a él le tenía con la ropa en los tobillos a punto de desequilibrarse y caer, no me importaba y de un salto enrosqué las piernas en su cintura abrazado a su cuello.
Pablo me pasó las manos por los glúteos sosteniéndome, y con las bocas unidos en un beso desesperante introdujo la lengua en mi boca, su legua me sabía rica y su caliente saliva me gustaba.
A vez que nos besábamos con pasión increíble, muy pegado a él apretando las piernas alrededor de la cintura sentía la punta de sus dedos entre mis nalgas buscándome el agujero del culo. Mi ano como si presintiera que iba a ser invadido se abría como un capullo dilatándose y acogió un dedo de su mano abriéndose para que entrara, luego metió uno de la otra mano y tiró para abrirme más de lo que ya estaba.
La dura verga rozaba mis testículos pasando por ellos y me sujeté fuertemente del cuello echándome hacía arriba, buscando que la verga ocupara el lugar que ahora llenaban sus dedos.
Pablo me ayudó empujándome del culo sin sacar los dedos de él.
-Méteme la verga, por favor, es mía, la necesito mi amor, lléname de ella. -hablaba agitadamente en su cuello y sentía el capullo de la polla tanteándome la entrada del culo entre sus dedos.
Creía que me la metería teniendo los dos dedos dentro de mi ano pero los sacó para sujetarme bien de las nalga manteniendo mi peso, luego fue dejándome deslizar mi pecho pegado al suyo hasta que el glande penetro en mi cuerpo.
-¡Ayyyy! que rico, toda Pablito, dámela toda. -a pesar de que hacía muchos días que mi culo no recibía una verga se abría con facilidad para recibir el duro vergón de mi novio, no resultaba difícil, mi propio peso hacía que me lo empalara sin problemas, todo dependía de que él me dejara caer más o menos.
Gozaba esos momentos divinos de sentirme una pluma entre sus brazos y dependiente de sus deseos, ser manejado como un muñeco y tener que suplicarle que me dejara deslizar para meterme todo el miembro viril, duro y turgente.
De dos patadas se sacó los pantalones y el bóxer, y abrió las piernas para sujetarme mejor, con las palmas extendidas abarcando todas mis nalgas. En esa postura me tenía totalmente abierto, solo necesitaba tirar de sus manos agarradas a mis pompis para abrirme más y más, facilitando la entrada de la verga en mi cuerpo.
Así me folló unos minutos subiéndome y bajándome con sus potentes brazos, cuando se sintió cansado, y sin sacarme la polla, me dio la vuelta y me dejó con cuidado en el borde de la cama, con los pies en el suelo y el pecho sobre la colcha.
De esa manera la entrada de mi culo quedaba alta y justo a la altura de su pubis, le era fácil darme con fuerza por el culo en esa posición, y así tuve mi primer orgasmo ensuciando la colcha. Me apretó poniéndome derecho, mi verga apuntando al frente disparando los chorros de leche y el metido hasta los huevos en mi culo.
Creo que habían pasado tres horas cuando se dio por vencido, no se corrió hasta que me hizo descargarme otra vez, y sin haberse salido de mi, al fin tuvo su tremendo y violento orgasmo. Eran continuos disparos de su verga inyectándome el semen en mis entrañas profundas.
Terminamos rendidos, satisfechos, besándome el hombro y el cuello, y caimos en un dulce semi sueño tumbados de costado, hasta que la verga fue saliendo dejándome el culito abierto. Apagamos la luz, y sin ir al baño, abrazado por atrás como acostumbraba hacer en la casa de Eduardo, nos quedamos dormidos.
Desperté al sentirme solo, sin estar rodeado por los brazos de Pablo. En un primer instante creí que todo había si un sueño y que no lo que pasó la noche anterior fue una fantasía de mi mente.
Pero permanecía a mi lado, dormido de espaldas, en algún momento de la noche se había tapado con la sábana que se movía con el movimiento de su pecho al respirar. Mas abajo se dibujaba el perfil del pene sobre el bajo vientre y las abiertas piernas ocultaban el relieve de los testículos.
Miré su cara varonil con los gruesos labios abiertos y se le veía algún diente, le veía fuerte pero ahora dormido aparentaba vulnerable como un niño grande.
Deslicé la sábana dejándole desnudo, no se despertó y y le sujete el blando pene para comenzar a jugar con él, aún lo tenía húmedo y con restos del semen que me había metido horas antes.
Me moví con suavidad para no interrumpirle el sueño, a pesar de estar flojo era un pene respetable, especialmente grande y largo, superaba los quince centímetros en ese estado de flacidez, gordo y más largo se le ponía cuando su corazón bombeaba con fuerza para llenarle de sangre. Olía algo fuerte pero no desagradable, le día un besito en el pellejo que cubría el glande y pasé la lengua en toda su longitud, Pablo hizo un pequeño movimiento sin abrir los ojos.
Le observaba detenidamente con la cabeza apoyada en sus muslos que le apresaban los testículos y me elevé un poco para, así, tocarla con las manos, empecé a meter la polla en mi boca.
Comenzó a crecer y endurecerse para seguidamente verle como se le movían los músculos del abdomen contrayéndose, ya me llenaba la cavidad bucal y tenía que forzar la apertura de la boca para contenerla.
Seguía pendientes de él y de sus reacciones cuando abrió los ojos, lo hizo repetidas veces hasta quedarse con ellos abiertos mirándome risueño, sin inmutarse por que le hacía.
Su pene crecía y crecía y dejé de mirarle para centrarme en mi labor, me detuve un instante para sacarle los huevos de entre las piernas.
-Sigue, sigue, no te detengas ahora. -me sujetó por el pelo llevando mi boca de nuevo hasta la punta de la verga, empujó de mi nuca para introducirlo más en mi garganta.
Comencé a mamarlo de verdad, a comerme aquella rica verga metiéndola en lo más profundo de la boca, disfrutaba de su sabor y del roce que producía al pasar por las paredes de mi garganta la cabeza de la polla.
-Mama gatito, mama, había olvidado tu rica boca, sácame la leche precioso, la siento hervir en mis cojones nene, mama lindo. -y yo me aplicaba a hacérselo lo mejor que sabía, a gozar la dureza suave como la seda pasando por mis labios y la lengua, para encajarla en la garganta una y otra vez.
-Me voy a correr gatito, te voy a inundar de leche amor. -sentía como palpitaba la polla y empezó a subir las caderas para hacer más fuerte la cogida de boca, entonces dejé de chupar para que usara mi boca como si fuera una vagina o un culo, dejando que entrara hasta donde quisiera.
Con la boca tan abierta me chorreaba la saliva bajando a todo lo largo del pene y colgarle por los huevos. Pensaba que su corrida sería inminente y que estaba a punto de derramarse, en su lugar me sujetó la cabeza para sacar la verga y me colocó montado sobre su vientre con las piernas abiertas.
-Móntame gatito, quiero ver tu carita cuando me corra. -aún tenía cantidad de leche en mi culo que lo preparaba lubricándolo para recibir tan tremendo garrote de carne.
Sujeté la verga pasando la mano por detrás y la localicé en la entrada de mi ano, fui dejándome caer hasta tenerla dentro de mi y yo sentado sobre sus huevos y pubis.
-Ahora cabálgame como tu sabes gatito. -yo era la propia y religiosa obediencia, apoyé las manos en sus duros pectorales empezando a bajar y subir sobre la dura tranca que me atravesaba el vientre, metiéndola y sacándola al principio con prevención.
Después de un rato gozando de tan rica polla y mirando sus gestos lascivos, como se mordía los labios y apretaba, cerrando los ojos, al experimentar placer.
Y me di cuenta de que deseaba llegar al final al no poder soportar más el placer que sentía, me abrazó contra su pecho y elevé el culo dejándole espacio para que se moviera.
Me sodomizaba con fuerza, enterrándose en mi cuerpo elevando las caderas cadenciosamente, ahora solo le oía respirar atropelladamente mientras aceleraba la follada, mi pene se frotaba contra el vello de su abdomen y sabía que en poco tiempo yo también le acompañaría en el placer de vaciarnos los testículos.
Una última estocada metiéndome la verga hasta los huevos y se quedó suspendido, con el culo en el aire entre estertores vaciándose, y yo a la vez que él, gimiendo como poseído y queriendo llegar a su boca con la mía, para besarle mientras los dos vibrábamos en sensaciones placenteras, temblando sobre su cuerpo sudado y él encajado en mi culo con la verga metida hasta el fondo.
Lo besé una y otra vez, descansando y aun atravesado con la verga dentro sin salirse durante unos instantes.
-Buenos días gatito, ¿has descansado bien?
-He dormido bien y me he despertado mejor. -le mordí el labio inferior, luego le pasé la lengua abrillantándolo con mi saliva.
-Ha sido muy bueno amor, necesito despertar todos los días con mi macho a mi lado, poder chuparle la verga y que me de el desayuno. -como siempre que algo le hacía gracia dejó que escuchara su risita.
Estamos hundidos de semen gatito, ¿nos duchamos? -no quería bajarme de su pecho y perder el contacto, pero era cierto, mi semen pegaba mi piel del pecho con los pelos del suyo.
Me levanté con desgana y me encaminé al baño, la habitación lucía desastrosa, la cama desordenada, papeles de los paquetes abiertos, otro montón en sus bolsas, nuestra ropa por el suelo.
Estaba debajo del chorro de la ducha cuando Pablo entró en el baño estirándose deliciosamente y pronto me estaba lavando entre caricias y besos.
Salí antes que él y me dispuse a secarme y a recoger la habitación, me avergonzaría que las muchachas vieran aquel desaguisado, cuando él salió del baño estaba desnudo y recogiendo nuestra ropa, Pablo tendría que volver a ponerse la del viaje, después le dejaría un slip de Álvaro y la ropa que se pudiera poner ya que él es más ancho que su amigo.
Pasaba la toalla por su espalda ayudándole cuando mi móvil vibró, le dejé para que él continuara y me acerqué al teléfono, era una llamada de Alberto, y me parecía muy raro, no era esta una de las horas en que acostumbraba a llamarme.
-Sí, dime Alberto. -Pablo suspendió su secado y se enrolló la toalla a la cintura mirándome con extrañeza.
-Buenos días Ángel, perdona que te llame tan temprano pero creí que tenía que hacerlo, ¿estás bien?, ¿cómo te sientes? -me quedé en suspenso sin saber a lo que se refería.
-Estoy bien, con Pablo que ha llegado. -antes escuchaba su respiración agitada y ahora solo silencio, cuando volvió a hablar noté un tono de desesperanza en él.
-Perdona soy un estúpido, debía haberlo supuesto. -no llegaba a entender que le diera tanta importancia y menos que llegara a molestarse, porque de eso se trataba, no le gustaba que Pablo hubiera llegado.
-¿Me vas a decir el motivo de tu llamada?
-Anoche lo dieron en las noticias, con pelos y señales y tú no te has enterado aún, ¿nadie te lo ha comunicado?
-¿Pero el qué Alberto! ¡Habla de una vez!
-Tu secuestrador…, Damián ha muerto ayer a la tarde, enfrentado con la policía en un control de la autopista, camino de donde tu estás. -sentí un terrible escalofrío correrme por la espalda.
Seguirá…