Hacía mucho calor y se sentía en el coche a pesar de estar a cubierto en las cocheras, lo puse en marcha y también el acondicionador de aire.
El asfalto de la calles despedía su clásico olor a recalentado, había poco tráfico a aquellas horas y no tardé mucho en hacer el recorrido hasta cerca del centro donde se hallaba la clínica.
Me detuve ante una pastelería para comprarle unos dulces o lo que tuvieran para llevar en esos casos, el coche lo dejé en segunda fila y tenía que vigilarlo por si llegaban los agentes del tráfico, mientras la dependienta me pesaba unos bombones por los que me había decidido sin pensarlo mucho.
La clínica estaba ubicada en un edificio viejo de una de las arterias principales de la ciudad, vestigio de las antiguas edificaciones que aún quedaban, con las contraventanas pintadas de verde y un escaso jardín en dos de sus fachadas, las otras estaban al abrigo de grandes edificios de hormigón, acero y cristal.
En recepción un chico y su compañera trabajaban en el pequeño mostrador moviendo documentos y atendiendo el teléfono.
-Por favor, ¿Ian Lezcano? -el chico me miró un momento y luego buscó en una lista que tenía bajo el mostrador.
-Habitación catorce, es en el primer piso. -me mostraba con la mano la escalera y ascensores colocados en un lateral de la estancia.
Subí los dieciséis escalones hasta el pasillo superior y busqué el número de la habitación, era un clínica pequeña, seis habitaciones por piso, no llamé a la puerta y la abrí, inmediatamente escuché el sonido de las voces que salían de un televisor colocado en la pared enfrente de la única cama que había.
No podía ver la cara de Ian porque tenía las piernas recogidas y se la tapaba, me fui acercando lentamente hasta conseguir verle, estaba con los ojos cerrados, se había quedado dormido arrullado por el murmullo de la televisión.
Me senté en una silla al lado de la cama y me dediqué a observarle, solamente tenía sobre él una sábana blanca que le tapaba el pubis, dejando el pecho y las piernas al aire, aún tenía arañazos en el rostro y el labio inferior partido, el brazo derecho escayolado desde el hombro hasta más abajo del codo, los dedos índice y corazón de la otra los tenía entablillados, el pecho con contusiones violáceas en los pectorales, parecía que las piernas eran las que menos habían sufrido.
Le pasé los dedos sobre el yeso de la mano izquierda y movió un poco el dedo anular y el meñique empezando a despertar. Se me quedó mirando, sin sorpresa, como si estuviera esperándome o supiera de mi llegada.
-¿Ya vuelves bello durmiente? su sonrisa era cautivadora.
-Hola Ángel, sabía que vendrías.
-¿En que ibas pensando?
-Por favor no me riñas como mi madre y mi hermana, ellas son bastante para eso.
-¿Como te encuentras?
-Bien…, mal…, bueno bien pero ya ves que no puedo moverme mucho.
-No lo necesitas, la clínica tiene auxiliares para atenderte, te he traído unos bombones e igual preferirías algo para leer, revistas que te entretengan.
-Solo puedo poner la tele. -de mala forma cogió el mando que tenía al lado de la mano entablillada y apagó el televisor.
-Vaya momento que elegí para tener el accidente, cuando hace más calor. -cogí la caja de bombones que había dejado a los pies de la cama y la comencé a abrir, escogí uno con forma de corazón.
-Abre la boca. -obedeció al instante y le puse el bombón en los labios, era cierto que hacía demasiado calor en la habitación y parte del chocolate se quedó derretido en los labios.
-Gracias Ángel, son muy buenos, rellenos de avellana, come tu uno, ya que los has traído los tenemos que consumir. -me senté en el lateral de la cama y traté de limpiarle los labios del chocolate que le había quedado, en lugar de limpiarlo lo estiré hasta la barbilla.
-Pareces un payaso de chocolate. -solté una risa y él puso los labios en forma de corazón.
No lo pensé como debía y me incliné sobre su cara, le pasé la lengua por la barbilla y los labios llevándome con ella los restos del bombón, luego le deposite un suave beso para no dañarle el labio herido.
Cuando me aparté tenía los ojos muy abiertos mirándome.
-¡Oh Ángel!, ¿qué has hecho?
-Ya ves, lo que no debía, darte un beso, premiar tu temeridad. -no dejaba de mirarme y pequeñas gotas de sudor le aparecieron en la frente.
-Eres peor que el auxiliar que me limpia, todos los días me martiriza con la limpieza y tu lo haces con un beso. -desvió la mirada y le seguí, como no tenía slip, el bulto de su pene hacía la tienda de campaña en la sábana, y estallé en carcajadas.
-Pero bueno, ¿eso si que ha quedado sano? -no podía dejar de reír aunque procuraba no hacerlo muy alto, le miraba la cara, y aunque parezca increíble en Ian, se estaba poniendo rojo.
-Perdona Ángel, estoy hipersensible, llevo más de quince días sin poder tocarme, ni arrascarme cuando me pica algo. -parecía confundido pero la tensión de su pene no cedía y continuaba levantando la tienda humedeciéndola del seminal que expulsaba.
-En el mostrador he visto a dos enfermeros, chica y chico, muy guapos por cierto, podías pedirles que te alivien, seguro que lo harían encantados.
-No te burles por favor, que a veces me desespero. -imprudente como soy puse la mano sobre su pene y empujé para aplastarlo.
-¡Oh! Ángel no hagas eso, luego será peor. -sin hacerle caso levanté la sábana, su verga miraba al techo de la boquita le salía una gota de cristalino seminal, se la sujeté por la base y comencé a masturbarle suavemente mientras miraba sus ojos despavoridos y excitados.
-Lo voy a hacer, por esta vez solamente, si nos sorprenden y te echan de la clínica tuya será la culpa. -mientras seguía masturbándole, bajando y subiendo el prepucio que le cubría el rojo glande, examiné por vez primera sus atributos sexuales de macho.
Tenía un bonito pene de unos diecinueve, o más centímetros, un grosor proporcionado y el glande era más fino y casi sin corona, un bello ejemplar de verga, el prolijo vello le cubría los testículos y se convertía en un manto en la base de la polla.
-¡Oh Ángel, gracias! ¡Ah! ¡Ah! ¡Ah! ¡Ah! ¡Ah! -respiraba entrecortado y era una prueba de que su pecho aguantaba. Bajé la cabeza y le lamía el glande rodeándolo con la lengua.
-¡Wauuuu! -dejó salir un grito ahogado que repitió varias veces. ¡Wauuu! ¡Waaauuuu! ¡Wauuuuuuu! -y con distintas intensidades, a la vez elevaba lo que podía el culo pidiendo que deseaba que su verga se perdiera en mi boca.
Me la introduje hasta que mi boca hizo tope con los vellos de la base y allí le hice juego de garganta deglutiendo, Ian alucinaba gimiendo enloquecido, solamente tuve que seguir chupándola para exprimirle a la vez que le masturbaba con una mano, para que se derramara en abundantes chorros de esperma.
Tragué todo lo que puede pero el precioso líquido termino por salírseme por las comisuras resbalando hasta sus huevos. Mientras se la limpiaba con la lengua y besándole los testículos, no dejaba de temblar.
Terminé y me le quedé mirando, tenía la boca completamente abierta y jadeaba con los ojos cerrados.
-¡Ay! ¡Ay! Ángel, gracias ha sido increíble. -me levanté de la silla y coloqué la caja de bombones en la mesita a su lado.
-¿Puedo ir al baño? -me señalo con los ojos una puerta entornada en la otra pared. Quería enjuagarme la boca, no deseaba bajo ningún concepto que cuando Alberto llegara fuera a notar lo que le había hecho a Ian. Cuando regresé mi amigo no dejaba de mirarme, como un perrito al que su amo le dado el mejor bocado.
-Gracias por lo que has hecho, de verdad espero no haberte molestado. -le veía contrito esperando mis palabras.
-No veo el motivo Ian.
-He tirado tanta leche, estaba lleno y no te he avisado, por eso pienso que igual te molesté y no quiero que te enfades.
-¿Molestarme? Esta vez lo he hecho porque he querido, y además tu leche sabe rica, me ha gustado. -me reía y se le alegró la cara.
-Entonces podemos…, Ángel creo que me he enamorado de ti, podemos seguir así, si tu lo quieres.
-Eso ha sido por esta vez tan especial y no volverá a ocurrir.
-¿Por que no? -le miré un instante antes de hablar. Pensaba que Ian no era un mal chico, como todos los demás había cometido un error y ya se lo había perdonado. Además era un muchacho guapo, con un cuerpo que me gustaba, pero…
-Porque te quiero de amigo Ian, y si hacemos esto al final no lo seremos. ¿De acuerdo? -no sabía lo que él veía en mi pero creo que los ojos se le humedecieron.
-Amigos…, seremos lo que tu quieras Ángel, eres un chico increíble, el mejor que he encontrado. -le acaricie los dos dedos que tenía sanos y cogí la caja de bombones.
-Abre la boca y ábrela bien, esta vez quiero que no te manches de chocolate porque no voy a limpiarte. -obediente me hizo caso, y luego seguimos hablando un rato sobre nuestros amigos y mi viaje hasta que llegó Alberto.
A pesar de hablar con él casi todos los días, al verle mi corazón dio un salto, me levanté con rapidez para abrazarle, no sabía lo me pasaba y eso me cohibía bastante para expresarme.
-¡Ya era hora de que volvieras! Se te ve mejorado, te han cuidado bien en Francia. -no quería dejar de abrazarle pero me di cuenta de que no era lógico y me separé de él para volver a mirarle.
Saludó a Ian con un pequeño golpe en el hombro sano mientras reían los dos, luego se sentó en la silla dejándome a mi que me sentara en la cama y sin preguntar abrió la caja de bombones para coger uno y ofrecernos a nosotros.
Estuvimos un buen rato hablando hasta que Alberto se levantó con la intención de marcharse. Yo también lo hice y me incliné para dar un beso a Ian en la mejilla.
-Volveré a visitarte cuando me sitúe en casa.
-No hará falta, me darán el alta en dos o tres días, las piernas las tengo bien y puedo moverme si me visten, en casa estaré mejor. -nos despedimos y salimos a la calle.
-Quieres pasear o te vas a casa. -le pregunté caminando hacia donde había aparcado el coche.
-Quiero estar contigo, ya es bastante. -me sujetó ligeramente del brazo.
-Me gustaría que me aconsejaras Ángel, bueno que me des tu opinión.
-No parece que eso me vaya a suponer mucho esfuerzo, ¿no crees?, venga habla.
-Para eso tenemos que ir a mi apartamento, la consulta se refiere a él, dejé el coche en mi casa después de salir del trabajo y está cerca, podemos ir andando, ¿qué te parece? -le miré sorprendido pero confiando en él, no pensaba que fuera una encerrona.
-De acuerdo, luego me acompañas hasta aquí para no perderme. -empezamos a caminar en sentido contrario, acercándonos a la parte antigua.
-Te voy a adelantar lo que quiero, el apartamento siguiente al mío lo han sacado a la venta y he pensado en comprarlo, hacer obra uniendo los dos, ahora puedo permitirme pedir una hipoteca y pagarla poco a poco, voy mejorando en mi trabajo y prefiero seguir viviendo donde estoy, me gusta mi barrio y mi casa. -no dejaba de hablar, no paraba de explicarme sus planes, sus ideas sobre la reforma y la disposición de los huecos, solamente por la ilusión que tenía merecería la pena que se arriesgara a comprarlo.
Llegamos enseguida, caminando entre calles se adelantaba y no estaba tan lejos. Según iba mirando tenía que darle la razón, era un rincón de la ciudad acogedor aunque viejo, también me gusto el silencio que reinaba una vez que accedimos al patio central y los ruidos de la ciudad se amortiguaron.
El lugar era ideal, aquel antiguo patio con enormes jardineras y el techo cubierto casi totalmente de cristal, le confería un aspecto hasta bucólico. El apartamento que estaba a la venta era justo el situado al final de la galería después del suyo, el espacio era el mismo pero con distribución distinta.
En su mesa de estudio desplegó varios planos, lo tenía muy trabajado y adelantados los dibujos de lo que deseaba hacer, después de explicarme cada detalle de los espacios de la primera planta y a segunda se me quedó mirando expectante.
-¿Que te parece, te gusta? -le miré indulgente, me gustaba pero si hubiera sido lo contrario no podría decírselo y matarle la ilusión.
-Me gusta Alberto, también me gusta lo que tienes actualmente pero lo que proyectas es mejor, es una obra importante y también te costará un dinero extra además del precio del apartamento. -no perdía la sonrisa y la satisfacción le resplandecía la cara.
-Trabajaré duro, cada vez me encargan más trabajo y más importantes, lo voy a conseguir Ángel, pero me importa que a ti te guste. -me quedé pensativo un instante, no veía el sentido a que su casa me gustara, mi silencio lo debió malinterpretar.
-Ya se que no podrá compararse a las casas donde tu vives, ni a las que podrás comprarte con tu dinero…
-Pero es tuya Alberto, tu te las has ganado con tu trabajo y esfuerzo, lo que yo tenga algún día habrá sido regalado, hay una diferencia significativa y estoy más orgulloso de lo que has conseguido tu que de lo mío.
Ya se distendió la tirantez del momento y continúo explicándome los detalles hasta que se hizo tarde y le pedí que me acompañara para recoger mi coche.
Cuando llegamos y al abrir la puerta me dio un abrazo.
-Me gusta que estés de vuelta y gracias por escucharme. -le di un rápido beso en la mejilla y me introduje en el coche para volver a casa.
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Agosto resultaba caluroso y apetecía estar tumbado o en la piscina nadando. Oriol había salido de viaje acompañando a su marido a un congreso de médicos y luego se pasaron el resto del mes viajando.
Los amigos que venían a la piscina disminuyeron por salir de vacaciones con sus familias, o a viajes organizados entre ellos. Alberto también partió para estar con su familia unos pocos días y me llamaba cada día, había encargado a un arquitecto la organización profesional de sus proyectos e iba dando los pasos necesarios.
Ian empezó a recuperarse y ya solo tenía el brazo enyesado como muestra del accidente, llegaba algún día a pasar un rato en la piscina, ahora lo tenían que traer y y luego alguno nos encargábamos de llevarle de vuelta.
Álvaro e Irina comunicaron a todo el mundo su embarazo, habían tardado muy poco para conseguir la descendencia tan deseada, y Pablo, ya era poco frecuente que me llamara.
Nos visitó en una ocasión, pero no era yo el que le interesaba, venía para hablar con don Manuel y Eduardo, siempre aportando sus ideas y genialidades, quería comenzar a desarrollar nuevas semillas en asociación con una laboratorio y necesitaba nuevos asociados que financiaran el proyecto.
Sabía que Eduardo y don Manuel le ayudaban en alguna sociedad que habían creado entre los tres, compraban las tierras que salían a la venta y todo ese trabajo hacía que prácticamente no le quedara tiempo para otras cosas. Pasó una noche en la casa, en su habitación aun con algunas cosas suyas.
Hablamos de tonterías y ninguno deseaba tocar el tema que a mi me interesaba. La situación no habían cambiado desde que marchó y todos los condicionantes persistían. No hubo nada entre nosotros, él no me buscó a la noche y yo tampoco aunque deseaba que hubiera sido lo contrario.
Cuando Oriol y David volvieron de su viaje, Ana María pensó que se había descuidado con su físico, nos llevó a los dos a las sesiones de belleza, a los salones que tanto le encantaban. Pidió que nos probaran unas uñas postizas que le gustaron mucho y se apresuró a comprarse para ella misma varios diseños.
Eran preciosas y nos sentaban muy bien, había bañadas en oro, y con destellos de brillantes, pero eran bonitas para lucirlas en una fiesta, o llevarlas para provocar, no para usarlas con cotidianidad.
Como no había quien le pusiera freno, nos compró a los dos varios juegos, disfrutaba gastando y eso no se lo iba a quitar nadie.
Volvemos a mis compromisos con Eduardo. Ya tenía claro que cada semana o algún día más tenía que medicarse y luego pasaba uno o dos días mal, cuando se recuperaba volvía a su actividad, incansable por ganar dinero que ya no disfrutaría y nos dejaría a los demás.
Ese mes atendí tres de sus compromisos, sin más, los tres eran hombres mayores, como todos los demás educados y que solo iban a gozar de mi cuerpo follándome, y yo a cumplir con mi obligación que no ocultaré, también me daba mis satisfacciones y si lo tenia que hacer que no fuera solo por obligación. Sí, me gustaba la verga y no iba a dejar pasar la ocasión de disfrutarlas, bien mamándoselas o por mi culito que tanto lo gozaba.
Una vez me encontré con la sorpresa de que había contratado a Yasin, uno de esos, ya raros días, donde se encontraba bien y con deseos de verme ser follado por otros. Ahora que ya no estaba Pablo recurrió a nuestro moreno amiguito y el catálogo de la agencia lo tenía como su libro de cabecera.
A veces pensaba que Eduardo, de alguna manera, estaba enamorado de mi y que actuaba como un marido que entregaba a su mujer a otros hombres, que disfrutaba viendo como otros me follaban ante sus ojos y de allí sacaban su placer.
Yasin había cogido cuerpo, su delgadez extrema se había rellenado de músculo y se había vuelto más rotundo y consistente. Era una sorpresa para mi, según Eduardo, como si me hiciera un regalo donde el participaría de espectador.
Ana María esa noche se había preparado para ir al casino y antes de la cena llegó Yasin, hacía bastante tiempo que no le había visto y su cara no era tan delgada, sus gruesos labios se le había llenado y solamente sus manos de largos dedos parecían no haber cambiado.
Después de la primera sorpresa salté del asiendo y corrí a abrazarle, luego de tenerle unos segundos pegado a mi nos separamos y le vi tan, tan varonil que comencé a pensar en lo que se avecinaba, ya desde ese momento podía sentir contra mi tripa lo que resultaba muy difícil disimular, el tubo de su larga verga, como globo sin inflar, se le notaba muchísimo.
Me estremecí y llegue a pensar si podría volver a entrar en mi. Deje de elucubrar obscenidades sexuales para preguntarle por Gustavo y Óliver, sus compañeros de trabajo, y no podía recordar más nombres.
Nos sirvieron la cena en el comedor pequeño, solamente estaban allí Berta en la cocina y Tomás atendiéndonos, y cómo no, el inefable Dulce esperando sus regalos.
-¿Como están Óliver, Gustavo y los demás. -Yasin comía con ganas sin decir que no cuando Tomás le servía, yo me reservaba, sabía que no debía comer mucho, menos que otras veces si no quería tener consecuencias no deseadas.
-Gustavo ya ha dejado la agencia, Óliver sigue trabajando, hay gente nueva, han ampliado el catálogo y algunos más se han ido. -eso ya lo conocía porque aparecían en el catálogo recientemente recibido las ausencias y las nuevas ofertas de muchachos.
-Un cliente se encaprichó de él y se lo ha llevado para su uso particular, hablamos algunas veces y está contento, le ha regalado un apartamento y le pasa una renta más que suficiente, ahora tiene que satisfacer a un solo macho y pude permitirse algunos lujos. A veces algunos putos tiene suerte. -Yasin se explayaba sin reparo en decirnos las vivencias de sus compañeros, durante la cena habló de otros pero me interesaban menos que Gustavo al que conocí más cercano.
Terminó la cena y pasamos al salón, tomaron un café que yo no quise y mientras Eduardo miraba las noticias de la televisión, en su mayoría hablando de política y desgracias, Yasin me acompañó a mi habitación.
En el baño me desnudé para hacerme la limpieza, Yasin uso mi cepillo de dientes y luego se sentó en el retrete mirándome.
-Angel estás guapísimo, mejor que nunca, mi polla ya tiene ganas de tu culo. -se acomodó el bulto de su entrepierna.
-Tendrás que esperar, Eduardo quiere estar a nuestro lado, ¿lo sabes?
-Si, el viejito ya me ha hablado, quiere gozar, y quizá sea la última vez de vernos follar, es una pena como está, nuestro mejor cliente con su amigo don Manuel… -no entendía si la pena era por Eduardo como persona, o porque se le marcharía un cliente.
-Date una ducha rápida y luego me dejas, tengo que prepararme para poder admitir tu verga.
-Esta no ha crecido, tampoco es más pequeña que cuando la conociste. -se agarró la polla a la vez que se reía. Era un auténtico grosero pero gracioso y adorable.
Se desnudó con rapidez mientras le miraba. !Waw¡ Su polla le pendía y le llegaba hasta casi la rodilla, su ducha fue rápida y concisa y cuando salió del cubículo cerrado entre cristales entre yo, no quería sentir la tentación tan cercana de su soberbio esplendor de macho, mi culito empezaba ya a desearlo y eso era bueno porque estaba dispuesto y quería ser penetrado por la negra polla, me tenía ya empalmado.
Me limpié explayándome en la limpieza interior, aquella vega me llegaría donde ninguna otra, me puse crema en abundancia y notaba como podía meterme los dedos sin problemas, estaba claro que mi culito estaba mejor preparado para Yasin que la primera vez que lo usó.
Cuando salí a la habitación Yasín se había puesto una bata mía que le estaba pequeña y se le pegaba al cuerpo, estaba sobre la cama, tendido, con las piernas cruzadas esperando entrar en acción.
Me senté a su lado completamente desnudo y coloqué la cabeza sobre su pecho ahora ya marcado de potentes pectorales y muy negro en contraste con mi piel.
-¿Me cuidarás Yasin?
-Soy un profesional bebé, y además te aprecio mucho. – me alcé un poco para llegar a su boca tan grande y besarle los labios.
-Házmelo despacio, hace tanto tiempo que lo hicimos y no se si mi culito te aguantará.
-Seguro que si bebé, ya te la metí y cuando mi verga conoce un culo no es fácil que lo olvide. -y dándonos besos nos encontraron Eduardo que entro en la habitación seguido de Tomás portando la consabida bandeja con las pastillas azules y un vaso con agua.
Nos pusimos en pie cuando entraron, a Yasin se le salía la verga de la bata y Tomas nos dejó solos al instante. Me abracé a Eduardo y le acompañé al sillón desde donde nos miraría.
-He traído una pastilla para ti Yasin, quiero ver tu verga de caballo actuando de verdad. -miré la verga pendiente y a mi me encantaba así, un poco blanda y elástica, aquel fiero garrote totalmente duro sería capaz de cometer un homicidio con mi culo y mis tripas.
Eduardo se abrió la bata que llevaba puesta, su pene era un tubo de blanca carne, gordo y flácido con la cabeza caída mirando al suelo, al principio creí que las pastillas eran para el, pero no iba a cometer tamaña locura. Mientras estaba mirando como Yasin se tragaba la pastilla también le admiraba el perfecto cuerpo hasta sentirme deseoso de aquel estupendo macho, joven y bien armado.
Se acercó a mi y me abrazó para cogerme de las nalgas y elevarme hasta que nuestras bocas quedaron a la misma altura y sus gordos y golosos labios se apoderaron de los míos. Me sabían ricos y los mordisqueaba con avidez hasta que su enorme lengua me exigió que abriera la boca para que entrara.
Yasin me demostraba que era un buen profesional como me decía anteriormente, besándome y yo luchando con su gorda lengua que ocupaba toda mi boca, hasta que me rendí a la fuerza de su músculo bucal y pasé a responder, sumiso y rendido a las exigencias de su lengua cuando me reclamaba las caricias de la mía.
Sus besos eran eternos y su aliento abrasador, recordaba las llanuras de la tierra de sus antepasados, inundadas de luz y ardientes como el sol que derretía las piedras.
Su verga crecía sin parar encerrada entre su cuerpo y mi vientre, pasé las piernas aferrándolas a su cintura y me elevé sujetándome de su cuello, hasta que la manguera de carne negra quedo pegada en la raja de mis abiertas nalgas y rozando con suavidad mi ano.
-¡Joder Yasin! Si que te ha crecido.
-No, solo me ha engordado. -creí marearme al escucharle decirlo y bajé la mano para cerciorarme de lo que terminaba de escuchar. No la veía diferente a otras veces, pero si él lo decía alguna verdad habría en ello. Que rica verga tenía en mi mano, no la quería dejar mientras recibía todos sus besos y caricias de sus labios por mi cara.
-Te voy a preparar un poco ricura, quiero que goces de verdad con la verga de tu amigo Yasin. -me dejó sobre la cama y con las manos me dirigió para que me colocara arrodillado ofreciéndole el culito.
Aunque sabía lo que vendría no pude evitar un grito cuando su lengua, de repente, atravesó mi esfínter violándome el ano y metiéndose en mi cuerpo.
-¡Ahhh! Yasin, que bruto eres.
-Solo es la lengua cariño, disfrútala que luego será mi polla y a esa si que la vas a sentir. -volví a gritar cuando otra vez volvió a empujar con fuerza y su lengua me penetró como una auténtica verga.
Mi amante era un genial profesional de sexo y me comió el culo dejándomelo todo abierto, luego me metió los dedos, uno a uno hasta que tuvo tres o cuatro en mi culo, perdí la cuenta, solo deseaba sentir su magistral cogida de culo que me daba.
Acercó el cuerpo y al final pude cogerle la verga que como anhelaba, su nabo era un prodigio de la naturaleza, algo tremendamente grande, suave y delicado que se estremecía e hinchaba las venas al sentir mi mano
Hubiera sido suficiente para que me corriera con sus dedos follándome profundamente, pero teníamos que terminar el espectáculo para Eduardo y me colocó a cuatro patas al borde de la cama.
-Voy a ir despacio, relájate para dejarme entrar. me sentía tan deseoso de su polla que no me hubiera importado que me doliera, que me entrara y me rompiera por dentro.
Con una paciencia infinita apuntó la gran polla en mi culo y apretó, me relaje pensando que aquello ya había estado dentro de mi y ahora volvería a poseerme hasta hacerme saber lo que era un profesional del sexo y bien preparado.
Seguirá…