Hacía unas semanas que ayudaba a vender libros de cocina a un amigo, me daba una pequeña comisión por cada libro que le vendía. Además de esa manera andaba entretenido, ya que no tenía trabajo, y si vendía algún libro, pues era una pequeña ayuda para los pequeños vicios que tenía.
La venta por supuesto se realizaba puerta por puerta, por lo que había que entrar a los edificios, e ir piso por piso, ofreciendo el libro, que era de cocina gallega-asturiana.
La primera semana, había ido con él, de esa manera veía como lo hacía y como debería realizarlo yo, al menos si quería tener algo de éxito. Empezaba una zona de la ciudad, y entrando en los edificios, subíamos al último piso, y desde ahí íbamos puerta a puerta, bajando, hasta haber ofrecido el libro a cada vecino.
Solíamos dejar el libro un día para que pudieran ojearlo, luego teníamos que volver a pasar a recogerlo, y si había suerte y el libro les había gustado, pues terminar de venderle el libro.
Al segundo día de estar yendo con mi amigo por los pisos vendiendo los libros, cuando terminamos, me pasó unos cuantos libros a mí, diciéndome que al día siguiente iría yo solo. Comenzaría por la zona de cuatro caminos, que eligiera yo donde comenzaba y que terminara la calle que eligiera.
Así que comencé desde cuatro caminos hacia el principio de la calle Fernández Latorre, y dejaría para el final la parte que quedaba junto al centro comercial de El Corte Inglés, que era donde había los edificios más altos.
Cuando llegué al principio de la calle Fernandez Latorre, quedaban 4 grandes edificios que quedan al comienzo de la calle Alfonso Molina, esa calle luego queda sin edificios, ya que está el viaducto que pasa por delante de la iglesia de San Pedro de Mezónzo. Así que también aproveché a ir a esos edificios. Además, que eran grandes edificaciones, y había muchas viviendas.
Cuando iba comenzar esos edificios, recordé que en el número 1, que era un edificio de 12 alturas, fuera donde me diera por el culo Jaime, en 2 ocasiones, y que en ese edificio trabajaba de conserje en la portería del edificio, Pepe, que también me había sodomizado en casa de Jaime, la primera vez que fui. Así que fui primero a ese edificio, esperando que el conserje se acordara de mí, y no me impidiera ofrecer el libro por los pisos. Además, si tenía suerte, hasta podría ser sodomizado de nuevo por el portero.
Miré el reloj y ya marcaban las 12 del mediodía, cuando caminaba para entrar en el edificio donde Jaime y el portero me habían dado por el culo. Nada más entrar ya me topé con el conserje. Hola, me dijo a modo de saludo, en esos momentos recordé que se llamaba Pepe, y viendo la sonrisa con la que me recibía, recordé la enorme y larga polla que tenía aquel hombre y lo bien que me había follado.
Le respondí al saludo a la vez que me empezaba a poner rojo como un tomate. ¡Dios! Tenía una sonrisa y mirada de lujuria, que me hizo estremecer a la vez que mi polla empezaba a ponerse dura.
Sabía que me había reconocido, aquellos ojos que me miraban sin pestañear me estaban desvistiendo con solamente la mirada. Tartamudeando y rojo como un tomate maduro, le dije que estaba vendiendo libros de cocina, y que si podía subir para dejar al que estuviera interesado un ejemplar para que lo ojearan y luego volver por él y vendérselo si le interesaba.
Vaya vaya, ¿tú no eres el amigo de Jaime? Me dijo.
Sí, soy Dani, y estuvimos en casa de Jaime hace unos meses, le contesté, bajando la vista al suelo, mientras le hablaba.
Me alegra volverte a ver. Esperaba que volvieras a hacerme alguna visita, pero… No volviste. Yo creí que te había gustado lo que hicimos en casa de Jaime.
Muerto de vergüenza, le dije que sí que me había gustado, pero que me daba vergüenza venir. Volví otra vez con Jaime, fue un día que me encontró en el cine, y esa noche me trajo a su casa, pero que cuando había marchado a las 7 de la mañana, él aún no estaba.
Bueno no te preocupes, cuando tú quieras repetir lo que hicimos en casa de Jaime, ya sabes donde encontrarme. Por cierto, ya sabes que Jaime ya no vive aquí, lo destinaron a Madrid. Bueno el apartamento sigue siendo suyo, pero él no está.
No, no lo sabía, le contesté.
Bueno, ahora cuéntame como es lo de ese libro de cocina.
Le expliqué un poco por encima, terminando por decirme él, que lo que podíamos hacer es que yo le dejara unos cuantos libros, y que él se encargaba de ofrecérselo a los inquilinos. No te preocupes ya verás cómo te vendo alguno.
Estuve de acuerdo, y luego de dejarle unos cuantos libros, quedamos en que, al día siguiente, por la tarde a última hora, pasaría de nuevo por allí.
Fui con él hacia donde estaba la conserjería y después de dejarle 5 libros, quedé en volver el miércoles, a última hora de la tarde.
Muy bien, me dijo el portero llevando su mano a mi culito. Y si quieres y te apetece, podemos hacer algo más, tienes un culito que me encanta, me decía magreándome el culo con su mano. Mira como me pones, decía cogiendo mi mano y llevándola a su entrepierna.
Yo todo ruborizado y empezando a estar excitado, palpé con mi mano aquel bulto que tenía en medio de sus piernas el portero, recordando la larga polla que se gastaba el muy cabrón.
Dios, que escalofrío recorrió mi cuerpo al palpar aquel órgano sexual. La boca se me hacia agua. Si el cabrón del portero seguía con aquello, me iba a correr en los pantalones. Ya me temblaban las piernas y solo le estaba manoseando su órgano sexual mientras él no paraba de magrearme metiéndome mano.
Acercó su boca a mi cuello, y mientras me mordisqueaba y lamía el lóbulo de la oreja, me decía, tranquila putita, no tiembles, déjame quitarte esa calentura y ganas que tienes, ya verás cómo vas a disfrutar. Vas a vender unos cuantos libros, y además vas a poder ir bien preñadito y satisfecho.
El muy cabrón del conserje no paraba de mordisquearme el cuello y el lóbulo de la oreja, mientras me susurraba al oído todo lo que me iba a hacer, a la vez que con sus manos me estrujaba el bulto que crecía en mi entrepierna.
Menos mal que estábamos en el cuarto de la conserjería, si no, cualquiera que entrara o saliera del edificio, podría pillarnos en aquella situación. Claro que, si no fuese así, el portero no se atrevería a hacer lo que estaba haciendo. Y el muy cabrón se estaba aprovechando que estábamos en el cuarto de la conserjería, se notaba las ganas que me tenía, y lo excitado que estaba.
No dejaba de magrearme y mordisquearme el cuello y el lóbulo de la oreja, gruñía y susurraba lo bueno que estaba y las ganas que me tenía. Cada vez iba un paso más, de estar magreándome el paquete y culito con sus manos; con la izquierda me abrazaba y sujetaba por la entrepierna, sobando mi paquete que cada vez estaba más duro, mientras con la derecha, sobaba mi culito de forma desesperada; fue cuando llevó su mano derecha a mi cinturón, y empezó a aflojármelo, hasta que consiguió su objetivo.
Tranquilo, tú estate quieto me dijo, al ver mi nerviosismo por ver como me intentaba bajar el pantalón. No tengas miedo, aquí estamos seguros. Dio un par de pasos hacia la puerta, llevándome abrazado a él, sujetándome por la entrepierna, y empujando la puerta de la conserjería, cerró la misma para que no nos fueran a sorprender.
Sin haberme soltado, empezó a desabrocharme el pantalón de manera desesperada, hasta que consiguió desabrocharlo por completo, cayendo este a mis tobillos. Sin perder tiempo, de un manotazo tiró de mi slip, bajándolo hasta dejar mi culito y genitales al aire libre, y mientras este iba cayendo hasta llegar a mis tobillos, con la misma mano levantó mi camisa, dejándola sobre mis hombros.
Joder, ya me tenía prácticamente desnudo frente a él, y totalmente expuesto para hacer de mí, lo que quisiera.
No se como hizo, pero cuando pude darme cuenta, el portero ya tenía su verga de fuera y empezaba a restregarse por mi culo. Me arrimó a la mesa que había en el cuarto, y apoyándome el pecho sobre ella, me inclinó, quedando totalmente expuesto y mí culito listo para ser sodomizado.
Quédate así y no te muevas, que vamos a follarte este culito tan rico que tienes, putita.
Anda abre bien las piernas y relájate, anda, se bueno maricón, que lo estás deseando y yo tengo los cojones que me revientan.
Pasó sus dedos impregnados con su saliva por mi culito, y luego de lubricar mi entrada con ellos, colocó la punta de su verga en la entrada a mi ano, y de un empellón, me enterró más de media polla en el culo.
¡Ohhh! ¡ooohhh! ¡ooohhh! Grité al notar como su verga entraba en mi cuerpo, abriéndome el culo.
Sujetándome por las caderas, volvió a darme otra envestida, terminando por enterrarme toda aquella enorme verga en mi cuerpo.
¡Ohhh! ¡ooohhh! ¡ooohhh! Grité al sentir como me había metido toda su polla hasta los mismísimos cojones. Me había abierto el culo, enterrando toda su virilidad en lo más profundo de mis entrañas.
Calla maricón, no chilles tanto que vas a alarmar a todos los vecinos, me decía rodeando mi cintura con su brazo, manteniéndome pegado a él. Tranquilo que ya la tienes toda dentro, me decía llevando sus manos a mis ingles, levantándome con ellas, a la vez que empujaba más su pelvis, encajándome más su polla dentro de mi culo.
¡Dios, que culito tienes pedazo de maricón! ¡ohhh que gusto! ¡ohhh que gusto se siente! ¡ooohhh que gusto da abrirte este culito, mariconazo! Lo tienes calentito y suavecito, me decía manteniéndome levantado en el aire con su polla enterrada en mis entrañas, mientras me sujetaba por las ingles, manteniendo su polla metida en mi culo, y sus cojones pegados en la entrada de mi ano.
Así maricón, así, vamos a preñarte este culito, te voy a dejar la semilla en esta barriguita que tienes, me decía acariciándome con sus manos el abdomen, mientras me dejaba apoyar los pies en el suelo de la conserjería.
Ay dios, que gusto me estaba dando el hijo de puta del portero, estaba que ardía de lujuria. Notaba sus cojones pegados a la entrada de mi ano, y su enorme tranca como me abría el culo, llegándome hasta la boca del estómago.
Mientras empezaba a bombearme lentamente, metiendo y sacando su polla abriéndome una y otra vez el culo, con su mano acariciaba mis genitales y polla.
Te gusta maricón, te gusta que te den polla por el culo. Mira como tienes la polla dura, cabrón. Decía el cabrón del portero sin dejar de darme por el culo.
El muy hijo de puta, con sus caricias y meneo que le estaba dando a mi polla, al ritmo de sus enculadas, me tenía excitadísimo. Si no paraba de menearme la polla, no iba poder aguantar mucho. Ya mi polla no dejaba de gotear semen, y con aquella mano acariciando mis genitales y polla, iba a explotar.
Para, para que me vas a hacer correr, le dije.
Pues córrete maricón, estás caliente, ¿eh? Decía pasando su mano por mi polla, notando como estaba toda pringada de líquido preseminal.
Mira como disfrutas, tienes toda la polla mojadita. Te gusta que te den polla y te sodomicen, ¿eh maricón? Pues no te preocupes, que tu macho te va a hacer gozar y dejar bien preñada.
Volviéndome a sujetar por las ingles, me levantaba en el aire, introduciendo su verga en mi cuerpo hasta la mismísima base, haciéndome gritar de tanto placer que me estaba dando. Notaba sus pelotas pegadas a mi culo y como su pelvis me golpeaba cada vez que me envestía. Escuchaba el sonido de su pelvis golpear mi culo con cada envestida que me daba, plof, plof plof, y como mi pantalón colgaba cada vez más junto a mis pies, e iba escurriéndose junto al slip, hasta que terminaron por salir de mis piernas junto a un zapato que me había salido del pie.
El portero al verme libre del pantalón y slip, sujetándome por las ingles, me levantó aun más, dejando mi pecho y cara pegada a la mesa, abriéndome más de piernas, a la vez que aumentaba sus envestidas, ensartándome salvajemente su polla en el interior de mi culo,
Yo gritaba y gemía, notando como la polla del portero profanaba mi cuerpo una y otra vez a un ritmo endiablado. Hasta que noté como me empezaba a correr, ¡ohhh! ¡ooohhh ohhh! Me corro, me corro, gritaba soltando varios trallazos de leche, mientras el portero seguía profanando mi culo, ensartándome una y otra vez su verga y abriéndome en canal.
Así maricón, así, córrete, córrete y deja que te preñe tu macho.
¡Ohhh que gusto! ¡ohhh que gusto! Oh maricón como me gusta cuando aprietas el culito, decía el portero sin parar de follarme, hasta que noté como sus dedos se clavaban en mi carne, sus envestidas eran más profundas, y su polla empezó a palpitar empezando a eyacular dentro de mi cuerpo.
Me corro, me corro, ¡ohhh que gusto! ¡ohhh que gusto! ¡ooohhh que gusto! Gritaba el portero derramando su leche en el interior de mi culito, dejándome preñado con su esperma.
El portero dejando que su polla fuese soltando sus últimas gotas de semen en el interior de mí culo, se tumbó sobre mi espalda, y mordiéndome la nuca, me susurraba lo bueno que estaba y lo mucho que le gustaba.
¡Ay maricón que bueno estás! Como me gusta preñarte este culito tan rico que tienes. Quiero follarte más veces, putita. Quiero que cuando tengas hambre de polla, vengas junto a mí para que te preñe este culito tan rico que tienes, me iba diciendo mientras me mordisqueaba la nuca y sus manos me acariciaban la polla, genitales y vientre.
Una vez recuperamos el aliento, y la respiración se fue normalizando, el portero terminando de sacar su polla de mi culito, se irguió, dejándome levantar de la mesa donde me tenía recostado.
Una vez me pude poner de pie y darme la vuelta, se apoderó de mi boca, y mientras me morreaba, me susurraba si me había gustado la follada que me había dado.
¿Te gustó, mi putita?
Sí, le contesté.
Pues mañana cuando vuelvas, te haré disfrutar otra vez, te volveré a preñar este culito tan bonito y apetecible que tienes. Y no solo mañana, si no que cuando tu quieras y tengas ganas, quiero que vengas a verme. Quiero que seas mi hembrita y disfrutes con la polla de tu macho.
No quiero que mi hembrita pase hambre, yo te preñaré todas las veces que haga falta.
Una vez nos limpiamos y me pude vestir, quedé con él para el día siguiente ir a recoger los libros o posible venta, y como estaba viendo, a ser follado de nuevo por el portero del edificio. Cosa que no me desagradaba, ya que me gustaba ser sodomizado por aquel macho, me gustaba ser su hembrita como él me decía.
Abrió la puerta de la conserjería, y sobándome el culito, nos despedimos hasta el día siguiente a última hora de la tarde.
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