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Aromas de tu semen entre mis piernas

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Desnuda, delante del espejo con mis ojos clavados en él, con la mirada perdida sin apenas poder moverme, casi sin poder ver… oler… o sentir lo que había a mi alrededor, solo el reflejo de mi cuerpo en el espejo, como si mi mente, me hubiera abandonado y se hubiera trasladado a otro lugar, a otro momento… a otro tiempo recordando como tus manos, tus caricias en mis pechos… la mirada perdida viendo como me acariciaba el pezón hasta llegar a excitarlo como tú lo hacías en mi areola de forma circular dejando mi pezón en el centro como una montaña interminable.

Mi boca exhalaba un pequeño gemido, gemido provocado por el recuerdo en que tu mano… ahora la mía, cubría la vulva y únicamente podía fijarme como mi dedo corazón rozaba mi clítoris, bailando con él, pegado a él con un movimiento circular y unos segundos más tarde, veía como me mordía los labios cuando mi dedo se metía separando mis labios vaginales hasta llegar a mi vagina, estaba húmeda… mojada y entonces me hizo volar no muy lejos de allí, no muy lejos en el tiempo para volver a tus brazos, a tus besos, sentir tus caricias… a sentirte una vez más… dentro de mí.

La reunión había terminado, todo hacía presagiar que aquel proyecto… mi proyecto saldría adelante, días, meses de trabajo que se decidían en unas horas en un despacho de la tercera planta, no era mi primer proyecto, pero sí el más ambicioso, si el más importante de mi carrera y todo se decidiría en unas pocas horas. No era la primera vez que te había visto, aquella misma mañana tomabas café en la cafetería de la esquina donde siempre desayunaba, de hecho me había fijado en ti, en la forma tan peculiar que tenías de untar la tostada con aceite y tomate, no sé por qué, pero algo me atraía de ti, como si estuviéramos conectados de alguna manera, como si tuviéramos una especie de vínculo, como si nos conociéramos de antes y hubiéramos hablado, aunque no conseguía acordarme cuando ni donde.

Cuando aquella mañana empezó, parecía que todo estaba en mí contra, mi móvil y no solo el corporativo echaba humo, era un día muy importante para mí al ser yo la arquitecta principal de aquel proyecto, estaba demasiado nerviosa incluso antes de salir de casa, no sabía qué ponerme y cuando resolví este dilema todos los astros se aliaron en mi contra, mi novio me tiraba el café en el vestido que había tardado tanto en elegir, estaba una vez más bloqueada sin saber muy bien como ir vestida, arreglada, pero informal, nerviosa, después haberme quitado el vestido y quedarme una vez más tan solo en ropa interior, abrí la puerta del armario que por primera vez en mi vida se me hacía demasiado grande, un traje en una mano, en la otra unos pantalones vaqueros, varios vestidos sobre cama y al final me decidí por una falda corta gris, una blusa blanca y una chaqueta a juego con la falda, las medias negras, unos zapatos de tacón un poco más altos de lo que yo solía llevar y el bolso a juego con los zapatos.

Una vez en el coche, tuve que volver a entrar en casa a por los planos y el portátil que metí en el bolso, mis problemas no habían terminado ahí, ya en la oficina y con la reunión comenzada me olvide del portátil que estaba dentro de mi bolso, baje corriendo a mi despacho de la primera planta, después intente subir en el ascensor que no llegaba, parecía que el mundo se me caía encima, pero a pesar de todos estos infortunios en el fondo sabía que todo iba a salir bien, antes de abrir la puerta de la sala de juntas, respire profundamente para dejar atrás toda aquella mala suerte, despiste, nervios o como lo quisiera llamar, pero nada ni nadie iba a evitar que ese día por fin mi nombre resonará en la sala de reuniones.

Nada más abrir la puerta, nuestras miradas se cruzaron y sentí un pequeño escalofrío, llámale casualidad, pero que estuvieras justo enfrente de mí y que fueras uno más de la delegación que nuestro cliente había enviado a la reunión, pues no sé tú, pero llámalo casualidad o quizás destino, no lo sé. Al entrar, todos me miraron cuando mi jefe me presentaba como la pieza clave del proyecto, como una de sus más fieles colaboradoras, una arquitecta con gran futuro, no estaba acostumbrada y más por mi edad a ese tipo de recibimiento, pero la verdad que lo agradecí aunque me hubiera gustado saber algo de aquella pequeña encerrona, ya que realmente no sabía que la reunión era con los clientes, un pequeño detalle que a mi jefe se le olvidó comentarme, al día siguiente y después de haberme dado la enhorabuena, me dijo que no me había dicho nada apropósito para que así, estuviera concentrada, descansada y evitarme una larga noche sin dormir.

La reunión fue larga, prácticamente todo el día y toda la mañana evitando tu mirada, había algo en ella que no podía evitar, nunca me había pasado que un hombre me pusiera tan nerviosa simplemente con su mirada, cuando hablabas mis ojos se dirigían a tus labios, tenías algo hipnótico sobre mí y lo peor fue cuando me pediste que te explicará una parte que no entendías muy bien, tuve que levantarme, acercarme rodeando toda la mesa y ponerme a tu lado, durante toda la mañana me habías estado escuchando, hablando, me mirabas fijamente y podía sentir algo en ti que no sabía muy bien como explicarlo, pero lo dejaste claro cuando estuve a tu lado, cuando me agache apartando mi melena y señalando y explicándote en un pequeño dosier lo que no entendías, los demás miraban y tú, tú me olías en vez de mirar al plano, tú dibujabas mis pechos por encima de mi blusa, sabía que intentabas ver más allá de mi sujetador negro de encaje que al agacharme solo tú podías verme, luego volvías a oler mi pelo cuando caía sobre ti, lo apartaba mirándote y nuestras miradas conectaban haciéndome temblar, haciendo que me pusiera más nerviosa de lo que ya estaba.

- Pero no seas tonta, es el cliente, es mayor que tú, céntrate. – Me decía a mi misma, cuando te miraba, cuando me hablabas a escasos centímetros de mi boca, cuando nuestras manos conectaban y los dos las apartamos deprisa.

- ¿Es posible que él también se sienta atraído por mí? – Volvía a interrogarme, era evidente que yo por él sí, por su risa, su olor, su dulce voz a la vez muy varonil, el tacto de sus manos… su mirada.

A partir de ese momento todo cambió, ninguno de los dos lo ocultamos, nuestras miradas se entrelazan continuamente, nos llamábamos con la mirada y nos empezamos a sonreír, sentía un deseo irrefrenable por ti, sentía como mi tanga se humedece sentada frente a ti, mirando el reloj y odiando que el tiempo ahora transcurra tan rápido. El resto de participantes de aquella reunión, se había evaporado, ya ni les sentía, ni se les veía hasta que mi jefe, con su voz ronca, se levantó de su sitio anulando la magia que había brotado en pocos minutos y teníamos los dos y entre risas dijo que por esa mañana ya estaba bien, era hora de comer y sin que sirviera de precedente invitaba él.

Una vez más mi mala cabeza me hizo volver a por mi portátil que alimentaba al proyector todavía encendido con las imágenes de mi proyecto sobre la pantalla, no habían pasado más de diez minutos cuando la sala de juntas se encontraba vacía y la tercera planta de mi oficina quedaba desierta y sin vida, encima de la mesa habían quedado los dosieres y varias copas de agua, al llegar me sentía observada a pesar de no ver a nadie y aun así, note tu presencia enseguida, tu olor me envolvía de nuevo y entonces sentí sus manos en mis caderas que subían por mi cintura poco a poco, acariciándome el cuerpo hasta que cubrir mis pechos con tus manos, me siento devorada por tus labios, impasible te dejo hacer girando mi cabeza para darte a beber de mi cuello, de mis labios que encajan con los tuyos sintiendo como nuestras lenguas juegan dentro y fuera de nuestros cuerpos, no sabía que me pasaba contigo, aquella mañana ni te conocía, aquella mañana me despertaba haciendo el amor con mi novio y ahora tú hacías temblar todo mi cuerpo, desde que te observaba en la cafetería algo me decía que eras un peligro para mí, ese tipo de hombre que puede poner patas arriba mi vida, llegarme a planteármelo todo, llegar a dejarlo todo por ti.

Mi respiración se aceleró tanto que mi corazón parecía salir de mi pecho, estabas detrás de mí besándome, acariciando mi cuerpo por encima de mi blusa, tan siquiera había abierto los ojos para ver si eras tú… sabía que eras tú, quién si no me podía ponerme tan nerviosa aparte de mi novio, quien sino más que tú que tan solo por el tacto de tus manos hacía temblar todo mi cuerpo… sabía que eras tú, por tu olor, porque desde que nos conocimos encontramos en la cafetería ya te quería, aunque hubiera sido un fortuito contacto por correo ya te deseaba y quería de algún modo ser tuya, deseaba de alguna manera incomprensible para mí… ser tuya, no… no me hacía falta mirar… sabía que eras tú.

Noto pequeños empujones por detrás de mí, siento tu miembro duro frotándose, golpeándome, intentando salir de tus pantalones mientras que los jadeos inundaban la sala de juntas, se puede percibir un débil olor a sexo, tengo mis labios humedeciendo mi tanga, estoy realmente mojada empapada de mis jugos y tú lo sabes, el olor me delataba, tus manos por debajo de mi falda tocan mis glúteos apretándolos y siento el roce de tu pene, las caricias de tus manos en mis glúteos suben hasta mi vientre por debajo de mi falda cogiendo las medias, el tanga y suavemente deslizándolas hacia abajo y sin que me digas nada me recuesto hacia delante, apoyando mi cuerpo sobre mesa con las manos extendidas sobre ella en una pose de sumisión, proclamándome vencida… esperando que entres, esperando sentirte.

Tus manos dejan mis medias y el tanga por encima de mis rodillas, oigo el sonido de tu cinturón al desabrocharse, de tus pantalones caer al suelo, tu pene roza el interior de mis muslos y tus manos… tus manos sobre la piel desnuda de mis glúteos apretándolos cuando tu pene empieza a penetrar mi vagina, un gemido inesperado deja un dibujo de placer encima de la madera de la mesa, te siento entrar dentro de mí, te siento bombear con delicadeza llenando y saliendo de mi coño, como la sacas y juegas con ella entre mis labios escondiéndose entre ellos subiendo y bajando, mezclando mis fluidos, envolviendo tu polla con ellos con ese líquido aceitoso que sale de mí, el anillo de la entrada de mi vagina se pinta con esa crema blanquecina que deja un rastro en el tronco de tu polla, cuando una vez más entras y sales, golpeabas mi clítoris con tu glande, me azotaras con tu polla y haces que me vuelva loca, tu polla se está escondiendo entre mis labios hinchados y esta vez de un solo golpe seco te siento entrar tan al fondo que no paro de gritar cuando bombeabas esta vez tu polla con fuerza dentro de mí, metiéndola muy profundamente y sin dejar de sacarla siento como me penetras cada vez más, me vuelves loca y te lo digo, vuelvo a sentirte tan dentro que no paro de gritar, gemidos que se pegaran en la mesa de madera, las paredes que hasta ahora retenían los gemidos al sentirme feliz, al sentir el placer que siento cuando tu polla va penetrando dentro de mí.

Ahora esas paredes son incapaces de retener mis gritos y mis aullidos y dejan escapar aquellos sonidos de nuestros cuerpos, sonidos que como palmadas crean tus penetraciones al golpear mis glúteos y meter tu polla en mi coño, sonidos acuosos al ser penetrada por ti, sonidos de respiraciones aceleradas, de gemidos y gritos de los dos, el sonido de mi cuerpo al deslizarse por la mesa, el crujido de esta soportando el peso y los golpes, el olor de mi coño, el de nuestros sexos que empezaban a sentirse en la atmósfera de la sala de juntas donde más tarde, nos tendríamos que volver a reunir.

No era la única que gemía, empezabas a resoplar, a emitir unos sonidos que me excitaban, era la primera vez que te oí hablar desde que empezamos a follar cuando me pediste que me diera la vuelta, los dos frente a frente nos empezamos a besar y agarrándome de la cintura y con un pequeño salto me levantaste para que me sentara en la mesa, me echaste hacia atrás sintiendo en mi espalda la dura mesa casi pintada de mi carmín al tener antes mi boca abierta sobre ella, mis piernas colgaban de la mesa con las medias y el tanga haciendo tope sin poderlas abrir más, levantándome una pierna me quitas el zapato y sacas las medias y el tanga de mi pierna dejando que cuelgue todo sobre la otra con el zapato de tacón todavía cubriéndome el pie, te metes entre mis muslos con tu polla golpeando mi coño, el glande nada más golpearme encuentra la entrada de mi vagina penetrando un poco en ella, notaba como tu polla abría mis labios y mi coño que lo empezaba una vez más a rodear por todos lados, lo sientes caliente, lo sientes húmedo envuelto de mí, tienes el rostro del placer, ese que no podemos esconder lo que sentimos, ese mismo que tengo yo ahora al sentir como vas penetrándome despacio, como noto que vas haciéndote camino apartando mi carne y rellenándola con la tuya, frunciendo el ceño por el placer que estoy recibiendo, ese mismo que me hacía tragar saliva en una espera de no menos de veinte segundos, pero veinte segundos eternos e insoportables por no tener ya su polla entrando y saliendo de mí velozmente.

Me miras a los ojos, luego a los pechos para desabrochar mi camisa blanca y apartas el sujetador liberando mis tetas, la verdad que siento alivio en mis pezones sobre todo cuando siento tus labios sobre ellos, besándolos y como una imposición de manos de un curandero me los calmas, los acaricias rodeando las areolas con las yemas de tus dedos, con la punta de tu lengua dibujándome, pellizcando mis pezones y me gustaba, me gusta todo de ti, me gustaba incluso eso que a los hombres os apasiona tanto como apretarlos las tetas como si fuerais a ordeñar y aun así me gustaba… y aun así te seguía regalando mis jadeos y gemidos.

Tus manos se deslizan suavemente por mi piel, por debajo de mi camisa que vas apartando hacia los lados muy despacio, hasta llegar a mi falda, un poco más abajo mis mulos reciben la electricidad al sentirte de nuevo, siento como los acaricias y siento como tu polla dentro de mí no permite que deje de mirarte, no permite que deje de sentirte y no permite que cierre la boca que sigue emitiendo pequeños gemidos, me levantas los muslos agarrándome de los gemelos y manteniendo mis piernas abiertas en alto, podía ver como haces con ellas una V perfecta y en el medio de esa uve estas tú mirándome con ganas de mí y es cuando te veo moverte hacia mí y noto como su polla se empezaba a deslizar primero suavemente, desapareciendo centímetro a centímetro dentro de mi coño, sintiéndome caliente, húmeda, mojada, rozando con ella todas mis paredes vaginales, deslizándose dentro de mí todo lo que dio de sí tu polla chocando con tus testículos sobre mi culo, miro tu rostro de placer, no pude evitar un gemido dulce que me hizo cerrar los ojos y abrir una vez más mi boca y sin dejar que bajara las piernas te tumbas sobre mí nuevamente, mis pechos son presa de tus manos, de tu boca, el bombeo de su polla dentro de mí es continuo, despacio, muy despacio sin apenas mover mi cuerpo, sintiendo el deslizamiento suave de tu polla dentro de mi coño y poco a poco voy sintiendo como se acelera todo, como jadeas por él esforzó notando cada vez más rapidez en tus movimientos y con más fuerza moviendo mi cuerpo hacia atrás, haciendo que me sujete a la mesa haciendo esfuerzos por bajar, tus gemidos como los de un oso, los míos dulces, casi aullidos de placer y los dos sentimos como llegaba un final que queríamos retrasar, pero ese tan deseado final y a la vez tan cruel.

Te levantas dejando mis pezones envueltos en tu saliva, coges con fuerza de mis caderas y sin parar de mirarnos, con nuestros rostros invadidos por el placer, tus movimientos de cadera pasan a ser como los de un tren de mercancías que no para, que no se resiste a parar, cada vez más fuertes cada vez más rápido, hacia delante y hacia atrás, los dos sudando por el esfuerzo, los gritos de los dos ya son incontrolables, te tengo cada vez más dentro de mí, tus penetraciones me llegan hasta el fondo de mi vagina con ataques rápidos y potentes, siento que me voy a desmayar y siento que mi cuerpo no me pertenece. Cada vez más fuerte más rápido, noto como las fuerzas me abandonan y como mis pies caen sobre tus hombros al no tener su control, al notar como sufren espasmos, ya no controlo mi cuerpo, eres dueño de él y con cada penetración mis pechos se mueven de un lado a otro como gelatinosos, mis gritos envuelven aquella escena cuando explote en un orgasmo tan largo como intenso, esperando a que tú también lo hagas, esperando hasta el último segundo antes de que eyaculases y verme cubierta de un manto blanco, nunca nadie me había hecho chillar tanto, nunca nadie me había hecho sentir así, cada célula de mi cuerpo estaba disfrutando de ti y no sé si el mismo u otro orgasmo, fue el que me hizo de nuevo volar, uno tan intenso que mi espalda se arqueaba sobre la mesa y sentía que era el final cuando algo caliente golpeaba en mi interior, cuatro, cinco chorros de semen llenaron mi coño mientras le oía como gemir, gruñir al correrte.

Al terminar te desplomas sobre mí con tu polla palpitando dentro de mi vagina y sintiendo como sigues pintando de blanco el interior de mi vagina y unos segundos más, los dos bastante sudados sin haber hablado, jadeando cada uno en el oído del otro notaba como perdías el volumen y dureza de tu polla, como retrocedía hasta salir de mí y con ella tu semen y mi flujo que caían sobre el orificio de mi culo y sobre la mesa, más tarde al bajar las piernas de tus hombros dejarlas colgadas sobre la mesa, esos mismos fluidos sacados de nuestra unión resbalaban por mis piernas.

Gracias a dios a esa hora no hay nadie en esa planta de dirección, tan siquiera las secretarias que están en su hora de la comida, pero una hora más tarde la reunión se reanudaba y la planta se llenaba de gente, a pesar de mis esfuerzos por ventilar aquella sala, seguía oliendo a mí… a ti… a sexo.

Durante la reunión me miras, me sonríes y me pides con la mirada un nuevo encuentro los dos solos y aunque sé que no me convienes, aunque sé que eres un peligro para mí, creo… creo no, de seguro que esa noche llegue tarde a casa, que mi novio tendrá que esperar despierto si quiere verme llegar porque yo quiero disfrutar contigo una vez más, quiero sentirte dentro de mí una vez más, también sé que tú sabes con certeza que su semen seguirá mojando mi tanga, que ese olor a sexo que me envuelve ha salido de mí, de ti y que durante esa tarde, esa noche... tendré el aroma de tu semen entre mis piernas.

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