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Cerrando un buen trato

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Las palabras que siguen son una transcripción exacta en cuanto a la veracidad de los hechos que cuentan y, estoy cada día más seguro que realmente pasaron. Están basados en una conversación, que mi amigo grabó subrepticiamente, en la que me vi envuelto casi contra mi voluntad con una atractiva mujer casada que ese día conocimos en un bar un jueves cualquiera de principios de octubre. Agonizaba el año 2016.

I

El reloj del cerro marcaba las 10 de la noche. El tránsito era lento por la avenida debido al clásico embotellamiento nocturno, uno más. Sabía que mi compadre de toda la vida me estaría esperando en el bar del hotel. Al dar la vuelta pude verlo parado al borde de la esquina, realizando todo tipo de señas y morisquetas, incluso de aquellas. Subió al carro casi en movimiento y nos fuimos al local del que me habían hablado.

Llegamos media hora después. A mitad de camino entre la entrada y la barra, mis ojos se acostumbraron a la semi penumbra y comencé a distinguir rostros. A poco de llegar a la barra, choqué accidentalmente con una mujer baja de unos 30 y algo de años (o eso representaba), cabello largo y fino, agraciado rostro y un agradable perfume.

Yo: discúlpeme, mi dama, solo un tonto como yo no la vería pasar…

Mujer: idiota…

Juan Carlos (JC): que lindos modales tienen en esta ciudad…

Yo: déjala, es una rota… aunque, al fin y al cabo, la culpa fue mía… vamos por los margaritas.

Encontramos una mesa desocupada a menos de dos metros de donde se encontraba acompañada, la chica bonita y mal educada, de un hombre que parecía su esposo y dos parejas más. Me llamó la atención por el síndrome de florero de mesa que manifestaba una de las amigas. Era crespa, entrada en carnes y con un descomunal culo.

En el transcurso de la siguiente hora fue un show aparte la mesa de esos locos. Las doce y media de la noche no alcanzaban a ser cuando la otra pareja, no la de la gordita gritona, se despidió para irse. Las risas y las bromas continuaron por otra media hora.

El esposo de Valeska (supimos el nombre de la chica mal educada al poco rato por boca de la gordita que a su vez se llamaba Rosana) de pronto contestó el celular y tras hablar menos de un minuto, le dijo algo al oído a su mujer y luego de decirle a sus amigos que volvería, partió.

Momentos después la pareja de Rosana siguió los pasos del esposo de la chica que acababa de salir con rumbo desconocido. En cuanto el primer tipo se fue, Valeska, como si no recordara el episodio que hacía poco habíamos protagonizado, comenzó a mirar hacia nuestra mesa disimulada, pero constantemente.

Poco más de 5 minutos después el teléfono de Rosana anunciaba que la hora de despedirse había llegado. Sin embargo, la gordita, luego de mirarnos fijamente por casi medio minuto, de un beso en cada mejilla de su amiga, se despidió para en instantes perderse entre la gente.

Una vez quedó sola, Valeska se levantó de su asiento y caminó directamente hacia nosotros al tiempo que, coquetamente, jugaba con su largo cabello. Al notarlo, me levanté y raudo fui por otra silla para nuestra auto invitada. Tras presentarnos, saludándonos de mano, tomó asiento, encendió un cigarrillo y con una sonrisa casi angelical soltó: -qué me dicen de ustedes, chiquillos?

Para aquellos que no leyeron “Esclava del placer” y quieran saber cómo es nuestra esposa infiel les comento que la imagen que decora el cuento es real.

Por casi 15 minutos gozamos de una casual, fluida y amena conversación. De pronto, mi compa se disculpa para dirigirse al excusado. Valeska, lo notamos, si bien ebria no se encontraba, tenía en el cuerpo varios mojitos por lo que todo fue risa hasta que otro teléfono, esta vez el suyo, nos interrumpió.

Sin decir nada se puso de pie y, sin vacilaciones, caminó hacia el sector de los baños donde había menos ruido para contestar. Estuve solo por poco más de un minuto, pues JC apareció como un fantasma. Su rostro era todo sonrisa.

JC: adivina a quien me encontré a la salida del baño y no me vio…

Yo: a Valeska…

JC: exacto… pero lo que ignoras es lo que alcancé a escuchar de su conversación… te lo adelanté viejito… es una putita esta chiquita y se hace la de la chacra…

Yo: por qué hablas así de alguien que no conocemos, Juanca...

Juanca: -con su cara de "me extraña viejito", señaló.- Escuha, hombre... cuento corto: la chiquilla dijo que estaba con Rosana; que se quedaría un ratito más; que ella la iría a dejar y cuando comenzó a despedirse, me vine… y ahora qué opinas, amigo mío?

Yo: opino que… -me callé, en cuanto vi a Valeska a menos de dos metros de nosotros.-

Valeska: pedimos otro o seguimos la conversa en otro lado?

Yo: sin saberlo pedí para todos… mira de hecho ahí vienen con la tabla que también pedí por si teníamos hambre…

Con el trago que pedí para Valeska, no tardó en quedar arriba de la pelota, soltándosele la lengua de tal forma que las palabras brotaban de su boca como un torrente, un tsunami por largo rato contenido… Pudimos reproducirlo gracias a la astucia de JC quien lo grabó en su celular desde la llegada del picadillo y los tragos.

Tras una hora de escucharla, de pronto, guardó un hermético silencio, inclinó la cabeza y suspiró. Que sus mejillas y pecho estuviesen teñidas de rojo, denotaba que el alcohol nadaba en su sangre. Cuando la ausencia de conversación empezó a parecer incómoda, con un rápido movimiento, levantó su rostro, buscándonos. Con intensidad nos miró, a ambos, a los ojos. Parecía que nos escaneara, tratando de descubrir nuestros pensamientos.

Valeska: Saben guardar secretos… si les cuento algo… ustedes me darían su opinión?

Yo: por supuesto...

JC: no faltaba más.

Valeska: quiero que sepan que nunca me arrepiento de nada… eso...

Y comenzó.

Desde acá, no seré yo el que contará la historia, sino que tomará el micrófono, Valeska, quien relatará (en raconto) su increíble historia…

Antes de comenzar les daré algunos tips para que comprendan mejor el contexto. Mi esposo sabe que lo engañé con un tipo el 2010. Luego de la tormenta, le pedí perdón y él, noble como es, lo hizo. Él, hasta la fecha, está convencido que fue solo eso y nada más. Sin embargo, perdí la cuenta de todos con los que me he acostado desde que estoy con él.

No es que sea malo en la cama o algo por el estilo. El problema soy yo que, a veces, no logro controlar mi calentura y le entro no más. Eso no quiere decir que me acuesto con cualquiera. Solo lo hago con los que quiero sin dejar, por supuesto, desatendido a mi amado esposo. Que por qué no lo dejo??? pues porque lo necesito. Por los niños, por el negocio, por mi estabilidad emocional... Ahora que lo pienso... nunca se lo he dicho.

Siempre presumo, incluso con él, que la empresa es mía, que funciona gracias a que soy la que vendo más carros, pero, para ser honesta, los clientes llegan casi todos listos cuando es él quien los atiende. Tal vez nunca se lo diga, pero la verdad es que en este dúo, yo soy la cara bonita y él, el corazón y la cabeza de todo... En fin... qué les puedo decir... desde temprana edad he sido caliente.

II

A fines de mayo del 2015, un par usuarios de la zona franca austral me compraron dos vehículos cada uno, representando aquel negocio la semilla que a la corta germinó, creció y un lucrativo y amargo fruto dio.

Una semana después de la entrega de los carros, uno de los usuarios sureños (Rodrigo), minutos antes de cerrar, se hizo presente con una mujer que buscaba un carro. El rato pasó y fui despidiendo a todos los demás, quedándonos los tres hasta las 9 pm. Casi al final de la reunión, recibo un mensaje de Rodrigo donde me pedía, por favor, que la despachara por pegote.

El auto de la mujer acababa partir y de inmediato, el sureño grandote mirándome a los ojos con deseo, sin rodeos me dijo, -te follaría aquí mismo, chica calentona-. Con una sonrisa adornando mi cara, repliqué, -todos los sureños son puro bla, bla, o tú eres el único-.

Tuve sexo en la oficina con Rodrigo, sencillamente porque me gustaba. La cuestión, al menos en ese momento, quedó ahí, como lo que fue, sexo casual y mediocre, debo agregar. A mi esposo le tiré el cacho y como siempre, respondió.

Ahora bien, los meses pasaron. Agonizaba enero de 2016 cuando Rodrigo, de la nada, volvió llamar. El motivo era que el fin de semana siguiente arribaría a la ciudad con un suculento negocio para los dos. Los días pasaron lentos. Me devanaba los sesos pensando en cual sería el negocio del cual, el sureño hablaba.

Al llegar, me contó que si me la jugaba con todo, tendría la oportunidad de ser los primeros en obtener con la suficiente antelación la lista de aquellos que serían transferidos a otra destinación. El dueño del tesoro era un militar retirado de unos 60 y tantos años, radicado ya en Punta Arenas y su cliente por años.

Para ello, Rodrigo insistió permanentemente en que tenía que impresionar, al viejo que me presentaría, con el mejor servicio y el más bello carro que le pudiera ofrecer, guiñándome el ojo pícaramente como broche de oro a sus palabras. No pude evitar mirarlo con desprecio.

El casi medio minuto de frío silencio que siguió a la conversación, fue quebrado cuando Rodrigo, en un tono casi de súplica, de su boca soltó:

Rodrigo: usted cree que nosotros podríam…- Al ver mi mano levantada con la palma hacia él, calló de una-.

Yo (Valeska): no y no… estuvo rico, pero ni tanto tampoco. Además, nada nuevo tienes para ofrecer por lo que te ofrezco seamos socios de negocios… nada más… tómalo o déjalo.

Rodrigo: comprendo… acepto.

Yo: entonces… deja ver si te entendí. El Don José que me presentarás está buscando un automóvil. La idea es atenderlo bien para que suelte la lista de los transferidos… Es eso?

Rodrigo: afirmativo.

Yo: y cuando me dijiste que vendría?

Rodrigo: el sábado siguiente y estará hasta el martes. Debes cerrar ese día para que el lunes solo te quede la notaría. Comprendes, cierto?

Yo: perfectamente… déjamelo a mí no más. Este negocio no se me escapará.

El día acordado llegó y, en resumen, fue perfecto, pues como siempre la presencia de mi marido resultó impecable. Ese día fui vestida con un vestido de seda muy sexy y corto. Como detalle, no usé sostén, lo que claramente fue decisivo a la hora de lograr el cierre de la venta. Durante toda la reunión, el viejo, no sacó los ojos de mis piernas o escote. Si bien al principio me trató de sra, a mitad de la conversación ya nos tuteábamos sin fingida cercanía.

Al final, el acuerdo que firmamos el lunes en la notaría daba cuenta de la importación y venta de 3 vehículos por la suma de 50 millones de pesos, cancelándose el 50% al momento de la firma y el otro 50% contra entrega. El arribo estaba programado por la naviera entre fines de abril o principios de mayo de ese mismo año. Además me pasaría la lista con la condición de recibir por cada venta efectiva una conveniente comisión. Estábamos felices.

III

Por diferentes inconvenientes, el embarque y posterior llegada sufrió un considerable retraso, sin embargo, el 30 de mayo, por mail, le avisé a Don José que sus carros llegaban el 3 de junio y que ese mismo día, si todo salía bien, serían entregados. Don José contestó casi de inmediato, asegurándome que estarían en la ciudad un día antes: Rodrigo, Oscar (dueño de uno de los carros) y él, para arreglar los detalles al primer día hábil de la semana.

Ese lunes, muy temprano por la mañana (7:30 am), parados fuera de un café céntrico fumando, esperaban por mí los tres pingüinos. A la distancia los noté algo nerviosos, mas cuando la distancia se acortó, lograba verlo con prístina claridad. En cuanto vieron que me acercaba, dejaron de charlar. Fue obvio para mí que yo era el centro de la conversación.

Rodrigo, una vez acomodados en nuestra mesa, llamó al garzón. Luego de realizado el pedido, comenzaron los tres a hablar entre ellos sobre temas varios: fútbol, militares, autos, como retomando una conversación anterior y de paso, ignorando mi presencia. Cuando me sentí cansada de escucharlos (menos de 2 minutos habían pasado), los interrumpí.

Yo: no les voy a negar la importancia que tiene esta venta para nosotros. Detecto desde antes de saludarnos un ambiente tenso que me dice que pasa algo y que ese “algo” es determinante… hablen ahora o me levanto y marcho totalmente humillada por un trío de perfectos y arrogantes estúpidos.

Don José: discúlpenos señora Valeska… pero antes que nada, le presento formalmente a uno de mis clientes, el señor Gorta, Oscar Gorta…

Yo: mucho gusto, caballero… -le dije rápida y desabridamente al nuevo para luego dirigirme a don José- ahora resulta que de nuevo soy la señora Valeska… donde quedó el Vali o el Chica???

Rodrigo: al grano, don José, por favor…

Don José: sí, señor… Vali… En cierta medida, un 90% diría yo, que el negocio de los carros es un hecho. Llevo conmigo el 50% faltante, de hecho… El punto es que no le puedo pasar la lista así como así… no puedo… imagínese cómo quedo yo si estos atrasos son frecuentes… me cocinarían vivo allá y lo perdería todo…

En ese momento lo tuve todo claro. Supe que aquel viejo cochino de mediana edad (55) quería “servicios especiales” de mi parte a cambio de la lista. Sus ojos, sedientos de lujuria al menos así me lo confirmaban. Observé a los otros dos que por sus miradas detecté que estaban de acuerdo con lo expresado por el viejo. Ordené las palabras en mi cabeza y les dije,

Yo: Don José, para empezar, este error en los tiempos fue mío, pues le di los tiempos ideales y lo normal es aumentar a ese lapso de tiempo dos o tres meses para evitar, precisamente lo que me acaba de decir… ahora, don José, sepa usted que si hay algo que yo pueda hacer para cambiar el “no puedo” por un “sí puedo”, le ruego no dude en comentármelo… por favor, sin vergüenza… tiene el permiso de hablar de lo que sea…

Don José: bueno… en ese caso, si usted accede a juntarse con nosotros tres, hoy mismo, a la hora que usted estime conveniente en un lugar apropiado que oportunamente le señalaremos para por tres horas hacerla nuestra… Los límites los impondrá, por supuesto, usted… Si acepta, la lista es suya desde este mismo momento… qué me dice?

Yo: cuántos nombres tiene la lista?

Don José: 26.

Yo: Acepto, pero con dos condiciones…

Don José: pero aún no le he dicho qué queremos hacer…

Yo: no es necesario, ya lo sé… Escuchará mis condiciones?

Don José: la escucho.

Yo: la primera es que si no le vendo al 50% de los nombres de la lista en las fechas indicadas para ello, me compensará a mi entera satisfacción en lo que proporcionadamente le solicite: sea esto que haga, me dé o deje de hacer…

Don José: le doy mi palabra, señora.

Yo: y la segunda es… quiero me prometa, bajo juramento, que me conseguirá las listas de las otras ramas… sé de buena fuente que conoce a sus pares y que es amigo de uno de ellos y que mantiene buenas relaciones con los otros 3…

Don José: y si no las consigo todas?

Yo: me compensarás prometiendo exclusividad y que publicitarás a mi empresa entre tus compañeros y cosas por el estilo… eso lo podemos arreglar…

Don José: eso es todo???

Yo: No… no me gustan los lugares corrientes o vulgares; bebo champagne helado en una copa decente, al menos de vidrio y por sobre todo, cero tolerancia a la violencia, sobre todo a la física…

Don José: Entiendo… Me parecen razonables sus peticiones por lo que evidentemente estamos dispuestos a cumplirlas. Entenderé que con esto el acuerdo está sellado por lo que pasaré a preguntarle por su disponibilidad…

Yo: inmediata y por toda la mañana… Ah… una última cosa… él –apuntando a Rodrigo- no puede estar presente… no lo quiero tener cerca. Y necesito un poco de tiempo para prepararme…

Don José: -se miraron y asintieron- En ese caso, una hora después de la notaría, le enviaré por mensaje la hora y dirección a la cual deberá asistir. Sea puntual, pues la estaremos esperando. Antes de ir por la firma y si usted me permite el atrevimiento, Rodrigo aquí le presentará en letra manuscrita nuestro singular cuasi contrato. Léalo por favor. Verá que contiene los términos que exigimos de usted a cambio de la lista y la leal promesa de conseguir las otras similares de mis pares.

Yo: pásalo… -sin siquiera leer el título, lo firmé.-

Don José: perfecto… entonces… nos vamos a la notaría?

IV

La mañana fría y despejada avanzó. A las 8:30 am aún estaba fresco el clima por lo que lo único que hice antes de ir por mi lista, fue guardar el dinero y cambiarme el abrigo por uno negro y largo. Acababa de decidir quitarme los calzones cuando el esperado mensaje llegó. Las detalladas instrucciones no daban posibilidad a la equivocación. Decía: Sra Valeska, debe dirigirse al hotel Diego de Almagro y en recepción preguntar por Eduardo Reyes. Él le dirá el resto para llegar.

Eduardo, resultó ser un chico de unos 24 años, 1,70 mts. moreno, atractivo y atlético cuerpo. En cuanto crucé el umbral de la entrada, Eduardo, con gestos de su alzada mano, llamó mi atención. Me acerqué sin dudarlo.

Eduardo: buenas noches, señora. Es usted la persona que busca a Don José, no es así?

Yo: entonces supongo que tú eres Eduardo Reyes… qué tienes qué decirme, chico?

Eduardo: el señor me pidió lo excusara por su demora. Llegará con unos 30 minutos de retraso, por lo que me solicitó además, atenderla y cumplir con sus deseos en su ausencia. Desea pasar al bar o directo a la habitación para esperar, mi señora?

Yo: está bien… a pesar de la hora (8:50 am) quiero ir al bar… te acepto una copa de champagne. Me sentaré allá, -señalando con el dedo una mesa media escondida entre unos grandes maceteros y la pared. -

Eduardo: hago que se lo lleven de inmediato, señora.

Yo: y por qué no me lo traes tú? –le dije toda coqueta-

Eduardo: Estoy en turno hasta las 4 de la tarde y debo estar en la recepción… pero si la señora a esa hora aún está por acá, con gusto la atenderé.

Yo: gracias… eres muy dulce…

Estaba algo nerviosa y lo noté cuando en menos de 10 minutos ya había bebido 3 copas llenas del burbujeante brebaje y comenzaba a sentirlo. El cuarto trago llegaba cuando ya los otros tres anteriores viajaban por mi sangre como Pedro por su casa. Quería estar ebria, pero también necesitaba estar bien para tratar de llevar la situación como me conviniera. Los sureños llegaron en el momento en el que vaciaba la cuarta copa. El reloj del bar anunciaba que eran las 9:20 de la mañana.

Don José: -aún a unos 8 metros de distancia- discúlpanos Valeska, pero tu presencia aquí, me deja onerosamente endeudado con su persona… permítame resarcirla de inmediato. Tome, -dijo en cuanto quedó parado frente a mí, al otro lado de la mesa. Lo flanqueaban Rodrigo y Oscar. Luego agregó,- se sirve otro, dama?

Yo: no… a lo que vinimos, mejor será… solo tenemos un par de horas antes que los autos bajen del barco... -y pensé mientras después de verificar lo que era, guardaba en mi bolso,- lo que rápido se empieza, rápido termina-.

Oscar: cómo usted lo diga, señora…

Rodrigo: Pase usted primero entonces, -me dijo, pasándome la tarjeta que abría la puerta- yo los sigo. Necesito hablar con Eduardo y además, no estoy invitado.

Yo: oh, vamos… no seas infantil… puedes estar allí… escuchaste bien… estar, ocupar un espacio físico… nada más…

En cuanto la puerta se abrió, cada uno de nosotros tomó un rumbo diferente. De esa manera, Oscar, fue por unos tragos, Oscar encendió la música y corrió las cortinas mientras yo tomaba asiento en el sitial más alejado de la entrada. Tras unos cuantos minutos de ajetreo, los dos tipos convergieron donde me encontraba.

Don José: -pasándome una copa llena- tome… cómo lo hacemos???

Yo: que les parece que bebamos un poco mientras llega el pánfilo de Rodrigo…

Don José: es usted una mujer muy audaz, Valeska…

Oscar: audaz y bella…

Yo: jajaja… gracias por los piropos… y miren quien acaba de llegar… que bueno… a ver qué hora es… -mientras hablaba en mi mente solo había un pensamiento… lo tienes… ahora a pagar el precio, pero lo tienes…- Ahora escúchenme por favor… no es no… si me hacen daño, mejor me matan, porque les juro que me dedicaré el resto de mis días a arruinarles la vida… ni sueñen con que les pasaré el culo, por lo que también mejor olvídense de las dobles penetraciones y otras vainas similares… me tendrán, pero en mis términos o nada… -y pensé, puta, pero con clase.-

Oscar: al menos a mí y creo que a ustedes también, parecen justas y adecuadas sus peticiones, las que acataremos a rajatablas. Quiere otra copa?

Yo: por favor… gracias…

Don Jorge: está usted satisfecha, mi dama?

Yo: hasta ahora, si…

Don Juan: entonces, como nada dijo del trato verbal, siento que tengo la libertad para decirle lo siguiente… desde ahora, dejarás de ser la señora Valeska para pasar a ser nuestra puta, por lo que nos dirigiremos a ti en esos términos… Dicho lo anterior, -tomó de mi brazo para ponerme de pie y continuó.- ahora te dejas de hablar, quitas la ropa, te subes a la cama y nos esperas en cuatro… mientras nosotros nos preparamos… -al ver que no reaccionaba de inmediato, elevando la voz, repitió,- AHORA!!!

V

Comencé a desvestirme rápidamente, como si me fuera a tomar una ducha. Tanto don José como Oscar de puro calientes que estaban casi no pusieron atención mientras me despojaba de lo único que llevaba aparte de las botas: mi vestido. Solo Rodrigo se dio cuenta de la ausencia de ropa interior y su bulto fue evidente debajo del pantalón.

Tuve que esperar menos de un minuto para sentir sobre mi glúteo derecho la primera mano de la mañana. Moderadas nalgadas y toscas caricias eran acompañadas con insultantes frases emitidas por diferentes voces como: que puta más rica eres o te daremos la verga que te falta, chica putita o epítetos sencillos como perra, zorra, zorra infiel, puta caliente y escatolalias similares.

Si bien llegué a ese lugar pensando que era solo un trabajo que terminar, esa idea comenzó a derrumbarse antes incluso de lo que había pensado pudiese pasar, pues el trato de puta escort que recibía, impensadamente comenzaba a excitarme.

Por algunos minutos que no pasaron de los cinco, entre don José y Oscar se turnaron para tocar, morder, chupar, lamer, besar, apretar y gentilmente golpear mi cuerpo con las pullas y vítores de Rodrigo como telón de fondo y bizarro complemento para mis aún reprimidos gemidos.

Estuvieron a punto de lograr que acabara en dos oportunidades, antes que don Juan me penetrara. El viejo, siempre a lo perrito y de manera brusca, pero sin dolor, clavó su corta y gruesa verga en mi coño solo para iniciar una frenética follada, que se extendió por menos de 3 minutos. Con Oscar, una vez reemplazado don José, fue más o menos igual.

En menos de una hora, los dos cacheros de las pampas patagónicas estaban fuera de combate y sin siquiera con sus manos o lenguas, lograron hacerme acabar. Estaba caliente y quería mi orgasmo. Después de dudarlo un par de segundos, con un ademán de mi mano, llamé a Rodrigo.

Aún vestido, frotándose la verga por encima del pantalón, obediente lo hizo de inmediato. Al llegar a mi lado, casi con desesperación bajó el cierre para ofrecerle a mi boca su delgada, larga y erecta verga la que acepté de inmediato.

Chupé con devoción esa verga por largo rato. Estaba afanada en ello, cuando en rápidos movimientos, me tomaron por las caderas y penetraron, follándome desde la primera estocada con un rápido y profundo mete y saca.

Como comenzó a producirme dolor, me acosté completamente de vientre sobre la cama, quedando mi boca al borde de la cama con la verga de Rodrigo hasta la mitad y la verga de Oscar en mi aún excitado, pero ya mal tratado y dolorido coño.

En esos instantes, don José, al notar que mis ojos se cerraban al tener la verga de Rodrigo llenando mi boca, tomó su celular y tomó una foto. Aún con los ojos cerrados, vi el resplandor de todas formas lo que verdaderamente me molestó. Detuve la fiesta entre insultos y golpes al aire.

Yo: desgraciado… o la borras justo ahora delante de mis ojos o pesco mis cosas y me voy en este mismo momento…

Don José: discúlpame, me dejé llevar… lo haré, pero antes quiero que la mires…

Yo: mándamela ahora… y ahora bórrala… -miré mi reloj de pulsera. Ni una hora y media había pasado- rompieron el acuerdo… Acaban ustedes dos y se acaba… y si a usted no se le para antes de eso, pasó la vieja no más… ahora sigamos, que me quiero ir…

Entonces, acostándome mirando al techo, abrí las piernas y apuntando a Oscar le dije, -tú primero, ven.- Unos minutos después, Oscar, era reemplazado por el viejo quien había logrado una media erección, pero suficiente dado lo mojado que estaba el coño. El viejo duró unos cuantos suspiros antes de acabar en mi estómago entre sonoros quejidos.

Después de todos, por fin, era el turno de Rodrigo. En cuanto llegó a la cama, le pedí se acostara para cabalgar su dura polla. Sabía que en esa pose poco sería lo que aguantaría. Ya no me interesaba el orgasmo (lo buscaría con mi esposo). La prioridad número uno era terminar con esto. Finalmente, mi idea tuvo el efecto buscado, pues menos de dos minutos después, el sureño acababa en mi coño gritándome lo puta y bruja que era.

Cuando me encontraba a medio vestir, medio minuto después, comenzaron sus reclamos que no consideré hasta cuando aparecieron las amenazas. En ese momento los detuve con el mismo gesto de la mano alzada con la palma extendida.

Yo: miren los jetones… no me vengan con esos cuentos… si me juegan chuecos, sus vidas se arruinan… compórtense como los hombres y caballeros que dijeron en algún momento ser y cállense… -Continué con mi perorata mientras me vestía. Una vez con la ropa puesta, me acerqué, siempre halando en voz alta, a la puerta. Una vez abierta, me di la vuelta y rematé-. Debería darles vergüenza… aún no me han pagado mis servicios de puta… así que o me depositan de aquí a la noche 200 mil cada uno o ya lo saben… -cerré la puerta con un sonoro portazo.-

VI

Con una mezcla de frustración y alegría llegué a mi departamento. Como cualquier día hábil, estaba vacío. Me tomé una caliente y larga ducha durante la cual, empero, no me masturbé, porque sabía que eso no lograría satisfacerme. Antes de meterme a la tina, llamé a mi esposo, pidiéndole que regresara a la casa porque lo necesitaba con urgencia. Terminaba de esparcir crema por todo mi cuerpo cuando siento que entra, como una tromba, al dormitorio.

Esposo: qué necesitas. Vali… wow… qué bella eres… nunca me canso de mirarte… lo sabías, pequeña diablilla, cierto???

Yo: mi conchita está palpitándo y me dice que quiere tu rica vergota para jugar con ella…

Esposo: -desvistiéndose rápidamente- pues en ese caso, trataremos de darle en el gusto a esa bella y golosa conchita…

Con sus manos y lengua en un par de minutos logró excitarme tanto que me hizo acabar tan brutalmente que tuve ganas nuevamente, una hora después. Hicimos el amor por largo rato, acabando tres veces, logrando los dos, en la última, el clímax al mismo tiempo.

Tan deseosa estaba que el suertudo de mi esposo me pudo follar y tratar, a petición mía, como si yo fuera una puta contratada y dispuesta a todo. Así, tapó y acabó en mis tres agujeros una vez en cada uno en lo que estoy segura será una sesión que siempre recordará. (yo igual)

Esposo: estabas caliente, amor… me gusta cuando eres así conmigo…

Yo: -en la cocina, lavando platos mientras mi esposo preparaba la ensalada.- y a mí me gusta serlo… estuvo rico, chini… de postre podríamos volver a hacerlo…

Esposo: jejeje… por supuesto que sí… pero ahora me podrías contar el desenlace de la teleserie de ese usuario de punta arenas y sus compipas… sabes, antes que empieces, quiero decirte que no me agrada ni el viejo ni ese Rodrigo… andan con secretos…

Yo: naaaa… son unos pueblerinos tontos… y ahora que me lo recuerdas, le tengo que mandar algo que se me olvidó al viejo… dame permiso…

Esposo: tan secreto es que no lo puedes mandar desde acá…

Yo: es que tengo el 1% de carga, voy a la pieza. Vuelvo al tiro.

A partir de ahora, vuelvo como relator en lugar de Valeska.

Los dedos se movían sin tocar el celular, imitando la acción de estar escribiendo el mensaje de texto. Tenía la mirada perdida, más allá de la pantalla. Suspiró una, dos veces. Levantó la vista, buscándonos.

Vali: -sin dejar de mirarnos a los ojos- a veces me siento mal por engañar a mi chini, pero es necesario hacerlo para estar bien los dos… Lo amo o eso creo, me gusta el sexo con él, pero ni con él ni con nadie, es suficiente… soy una puta caliente y lo acepto…

Yo: eso no lo sabemos a ciencia cierta… verdad JC?

JC: estás en lo cierto, amigo…

Vali: por qué dicen eso???

Yo: porque aún, después de medio año de lo que acabas de contarnos, veo que sigues engañándolo clandestinamente y eso que recién venimos conociéndote…y además porque hay que ver para creer... o eso dicen...

Vali: Vali: no digas estupideces, Cri… déjalo así… Mejor me voy… ustedes solo me juzgan…

JC: Nadie te está juzgando… El tema es que ni mi amigo ni yo tenemos antecedentes que prueben concretos que prueben que eres una puta caliente… En cambio, solo contamos con la caliente historia de una mujer en estado de ebriedad, en medio de una juerga con dos hombres a los que acaba de conocer…

Yo: así que tómate otro trago a ver si lo terminamos de comprobar…

Vali: jajaja… tontos… ahora déjenme contarles el final po… queda poquito…

JC: pues dale…

Vali: en el trayecto, mis dedos se movieron a la velocidad de la luz. El mensaje que borré en cuanto confirmé su lectura decía así: “Don José, Rodrigo y Oscar… quiero partir dándoles las gracias por el negocio que hoy sellamos y por aquellos negocios que en el futuro estoy segura fructíferos serán. Les recuerdo que los tres aparecen follándose a una puta en una imagen que de hacerse pública en su pueblo, acabaría con sus reputaciones y actuales vidas. Les reenvío una copia corregida de manera que solo ustedes han quedado reconocibles, pues me parece justo que los 4 tengamos una copia. Finalizaré mis palabras con algo que quise decirles en sus caras, pero por miedo no lo hice. Quiero que sepan que es la primera vez que tengo sexo sin siquiera un mísero orgasmo… Póngale ojo a sus esposas porque me tinca que están insatisfechas y eso es peligroso, chiquillos… No olviden el depósito… hasta nunca.

Al terminar la historia, la mirada vacía de Valeska, luego de uno o dos pestañeos, volvió. Miró su celular… Todos miramos la hora. La una y media. Al levantar los ojos y encontrarse nuestras miradas en su rostro de niña buena se dibujó una enigmática sonrisa.

No sabíamos si era cierto lo que acabábamos de escuchar, pero en ese momento muy poco nos importó, pues la verdad, todos habíamos quedado ultra prendidos y calientes… Prueba de ello fue que no pude evitar una tremenda erección que por estar al lado de Valeska, no logré ocultar aunque ella se hizo la desentendida…

Este es el fin de la precuela de “Esclava del placer”, el cual fue publicado primero y donde les cuento lo que sucedió después de finalizado el relato en aquella caliente e inolvidable noche, donde realmente conocimos a Valeska y hasta donde podía llegar su puteria.

(9,40)