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Confesiones de medianoche

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Era noche de chicas, otros tiempos. Por fin un momento de diversión después de una larga semana en la oficina. Me reuniría con mis amigas tras largos años sin vernos. Lo teníamos planeado con semanas de anticipación.

Muy entusiasmada, me envolví en un vestido divino de tirantes color azul profundo, con elegantes líneas color rosa pálido horizontales en las faldas de su caída de holanes. Me monté sobre unos tacones altos de un tono rosado más intenso, y para el frío, una cazadora de cuero. Sin embargo, debajo de todo eso, me atreví a ponerme una lencería de lo más erótica, de una sola pieza, encajes y trasparencias, como las que tanto me encantan. Todo era válido en esa noche especial.

Ya por la tarde, a las afueras de un popular bar en el centro de la ciudad, esperaba recargada en mi camioneta asentada bajo la luz de una farola que ya comenzaba a atenuar las sombras de la noche. La primera en llegar fue Paulina, muy guapa ella, con su abundante cabello largo y ondulado el cual dejaba caer libremente hasta un poco por debajo de sus hombros. Caminaba sensualmente, entallada en un vestido ajustado color crema, cinturón y botas negras, unas muy lindas por cierto, eran largas y de tacón alto. Por encima de todo eso se abrigaba con una gabardina de un café oscuro.

Nos saludábamos efusivamente, besos y abrazos, risueñas por encontrarnos nuevamente, cuando justamente llegaba Daniela. La única chica soltera de las tres. Apenas la vi en su vestido corto color amarillo de largo escote, morí de envidia. Se le veía hermoso delineando su esbelta silueta, enfatizando su cintura con ese precioso corte que dejaba una elegante caída desde sus caderas hasta sus largas piernas.

Le quedaba perfecto, resaltaba en su piel canela y su cabello largo negro y lacio. No lo negaré, es una chica realmente hermosa, exuberante y sexy. Claro, es la más joven, debe ser unos cuatro años más joven que yo, quien por esos días tendría unos treinta y cuatro, a la vez, dos años menos que Paulina.

Y las risas, más abrazos, y los coqueteos clásicos de chicas. Más tarde entramos al bar y la pasamos increíble. Bromeamos, platicamos, reímos y sí, también bebimos un poco. Recuerdo que unos chicos se nos acercaron e intentaron los suyo. Hicieron un buen esfuerzo, pero nada, esa noche era de nosotras y para nosotras, así que los mandamos a volar rápidamente. Sin embargo sirvieron de excusa para abrir el tema en torno a nuestras relaciones.

Bien sabíamos que Paulina llevaba ya casi ocho años de casada, pero Daniela seguía soltera después de separarse hacía un par de años. Yo vivía con mi actual esposo, pero aún no había nada serio en ese entonces.

-El chico rubio no estaba tan mal. –Nos decía Dani, como le decimos de cariño, acentuando una voz sensual y traviesa. –A mí me gustó más el moreno de los brazos grandes. –Confesaba Paulina ya con unas copas encima. -¿Qué hay de ti Nadia? -Me preguntaba Dani con una malévola sonrisa. –Mmm, ninguno. Ya están muy viejos, los prefiero un poco más jóvenes. –Le respondía con toda sinceridad y sin titubeos, dando apertura a una charla más íntima y personal, haciendo que aquel lugar nocturno nos comenzara a quedar muy grande.

Entonces decidimos trasladar la charla a un lugar más cómodo. Daniela propuso su departamento, que no quedaba muy lejos del lugar. Sabiendo que ahí estaríamos solas, todas aceptamos y nos fuimos en mi camioneta, pues era la única que había llegado en auto propio, por la distancia.

Confesiones

En el camino la pasábamos alegres, ruborizadas y riendo de cualquier cosa. Como yo era la que menos había bebido de las tres, sería la que conducía. Paulina se había sentado a mi lado de copiloto, lo disimulaba muy bien, pero sabía que ya estaba bastante mareada. Pero Dani, ella ya no podía fingir ni un poquito, y no paraba de hacer desmanes en la parte trasera de la camioneta.

Para cuando llegamos a su departamento estábamos como locas, lo siento por sus vecinos, seguro despertamos a todo el complejo. Enseguida Dani nos invitó a su comedor, y mientras tomábamos asiento alrededor de la mesa, ella sacaba de la alacena una botella de whiski para servirnos a cada una, acompañado con un poco de agua mineral.

-Cuéntanos de tus aventuras Nadia. Ya nos enteramos de que tienes gustos muy tiernos. –Me decía Paulina poniéndose cómoda para escuchar mejor. –Pues sí, he tenido un par de aventuras. –Les confesaba con mi bebida en mano, iniciando una pequeña historia en la que describiría mi más reciente atrevimiento cuando me le exhibí al hijo de mis vecinos.

Ellas escuchaban atentamente, sin interrumpirme apenas para hacer algún comentario ocasional. En tanto, yo me extendía en mis descripciones sin mediar palabra, sumergiéndolas en el relato de aquella aventura: <“En esas estaba cuando sentí una mirada. De reojo miré a la casa de enfrente y enseguida me percaté que el vecino conversaba con su hijo en la sala de estudio… Era natural que le arrebátese la mirada. Vestida en esa holgada blusa rosa cual dejaría ver mis senos debajo, aprisionados en mi sujetador deportivo color lila, y mis ajustadas mallas del mismo color metiéndose entre mis muslos y mis nalgas por los movimientos normales al realizar mi rutina de Yoga.”> Les decía.

Continuaba sin medida, pero al paso del tiempo las emociones comenzaban a aflorar. Ambas, atentas a mis palabras, navegaban en mis fantasías eróticas, imaginando cada escena y cada detalle que les narraba: <“Caminé cerca de la ventana, fingiendo distracción, acomodando mi cabello en una coleta, Ahí, sin voltear a ver, me llevé las manos a la espalada y me desabroché mi sostén. Enseguida lo dejé caer desnudando mi torso y exponiendo mis senos balanceándose a la intemperie y a ese chico, a ese afortunado muchacho quien espiaba mal escondido desde su cuarto, masturbándose con el espectáculo, delatado por el inequívoco movimiento de sus cortinas, al paso de su mano estrujando su miembro excitado por mí. Gracias a mí.”> –Mmm que rico. –Expresaba Daniela. –Y con ese cuerpo que tienes debe ser el chico más afortunado. –Agregaba Paulina.

Les sonreí cautivada por sus halagos, y seguía con mi recuerdo, llegando a la mejor parte: <“Estaba vuelta loca. Mis redondas y libres tetas se me endurecían aprisionadas por el helado frío al ser expuestas. Temblaba y sudaba pese a la poca ropa que vestía… Enseguida me abrí de piernas con todo descaro directo hacía la ventana del chico y comencé a tocarme. Me llevé las manos a mi vagina y la encontré receptiva, mojada y ardiente como una buena taza de café por las mañanas desbordando su tibio contenido, esgrimida para darle un buen sorbo sabroso… Sabía que le encantaba, podía verlo zanjándose con fuerza su miembro de adolecente precoz, gozando como nunca en su vida, al verme desnuda, masturbándome al otro lado de la ventana… Entonces lo miré. Le clavé firmemente mis delineados ojos cafés y le sonreí. Mirando cómo gozaba al ver escurrir mi trasparente eyaculación entre mis dedos en cada espasmo de mis músculos internos expulsando todo mi blanquecina y tibia lechita. Toda para él. A su vez, disfrutando de su propio orgasmo en ese mismo instante, haciendo eyacular su largo pene hinchado hasta secretar todo su contenido haciéndolo caer al suelo de su alcoba.”>

–Eres una loca. Yo nunca, ni pensarlo. –Estallaba Paulina, rompiendo con su silencio, visiblemente nerviosa. –Yo si me atrevería. Si el chico estaba tan bueno como dice, también le regalaba espectáculo. ¿Por qué no? –Afirmaba Daniela evidentemente excitada por el relato.

–¿Lo has hecho alguna vez? –Le pregunté, aprovechando que tenía la palabra, para cederle el turno. –No tanto así, pero alguna vez me enredé con un desconocido en una fiesta. –Comenzaba a explicar su aventura, la cual nos llevaría a fantasear con semejante explicación sin censura que nos relataba.

Se trataba de una noche de fiesta, donde habría conocido a un hombre de otro país, con quien habría terminado follando de desinhibida en uno de los cuartos de la casa de su prima.

Ya para ese punto las tres éramos confidentes de nuestros deseos más profundos. La noche era la única testigo de lo que ahí comenzaba a surgir entre nosotras y apenas comenzaba.

Escuchando aquellas palabras impúdicas de nuestra mejor amiga, de inmediato me di cuenta que a las tres nos gustaba tanto escuchar como el confesar. A Dani se le veía ya muy alterada, su respiración se hacía entrecortada, no dejaba de mover sus manos incontrolablemente, frotándolas sensualmente sobre su esbelto cuerpo, era la que más había bebido y no paraba de hacerlo, con la confianza de ser la anfitriona. Eso la llevaba a abrirse un poco más que nosotras. Pude notar en un par de ocasiones cómo su mano se deslizaba bajo la mesa ocultándose tras el mantel. Sabía que estaba tan excitada que seguramente se estaría tocando por debajo de la mesa, creyendo que no lo notaríamos, pero lo cierto era que no podía disimularlo tanto como ella creía.

A Paulina no se le evidenciaba tanto, pero estaba segura que también se le habían pasado los tragos. Sudaba por lo acalorada que estaba, roja cual tomate en su piel trigueña, se había puesto tan sonrojada que se había obligado a abrirse el abrigo, desnudando su escote, el cual dejaría ver que en sus endurecidos senos brillando por el sudor que en ellos corría, no vestiría ropa interior, haciendo que sus pezones levantasen los telares de su vestido.

Y yo, bueno, ya estaba resignada, seguramente no llegaría a casa ese día. Le pediría a Daniela que me dejara quedar en su sofá. Ya le había manado un mensaje a mi prometido para que no me esperara. En verdad me gustaba mucho aquella acalorada conversación. Me sentía encantada, la atmosfera nocturna me cautivaba con su natural frío silencioso, el cual habría empañado las ventanas con la contraste temperatura del interior, donde las tres amigas nos dejábamos enamorar por nuestras historias.

En ese momento Daniela terminaba su relato y nos había dejado boquiabiertas, no se había medido nada, siendo aún más abierta que yo, logrando que nos sumergiéramos en sus palabras, acentuando todavía más lo perceptibles que ya estábamos.

-Vamos Lina, es tu turno. –Le decíamos a Paulina, alentándola a despojarse de su carcasa cohibida. Ella siempre ha sido la más recatada de las tres, sabíamos que no sería tan fácil sacarle una historia íntima, pero no sé, quizá por los tragos se animó a confesar una aventura con su esposo en un baño público. No fue la gran cosa pero, ya era algo. Para ese punto estábamos tan calientes que ya cualquier cosa nos abochornaba incontrolablemente.

En cuanto terminó sabía que sería mi turno nuevamente, y no me guardaría nada. Inicié confesando cuánto me gusta exhibirme en público, vistiendo sensualmente para provocar a los hombres, como aquella ocasión en los probadores de la tienda departamental, en donde me follé al joven empleado.

<“En una ocasión me encontraba aburrida en mi cubículo frente a mi ordenador”> Iniciaba mi relato. <“Cuando se me ocurrió quitarme mi sujetador para quedarme únicamente con la blusa transparente que vestía ese día bajo mi saco negro. Así salí despreocupada y bien caliente… Una vez en mi escritorio de nuevo, me quité mi saco sin más y continué con el trabajo que tenía. Aquella sensación de mostrar mis pezones a quien fuese que pasare frente a mi cubículo me ponía muy mojada. Me toqué un poco ese día bien recuerdo.”>

Relataba con explicito detalle una de mis tantas exhibiciones en público, al mismo tiempo, miraba a mis amigas navegando en mis propias experiencias, quienes fantaseaban con lo que yo describía, a su vez excitándose más y más a cada palabra. Especialmente Dani, quien ahora delataba con sus movimientos que se estaría tocando bajo la mesa, podía ver su mano moviéndose sutilmente, seguramente masajeando su caliente vagina por encima de sus bragas. No la culpaba todas estábamos igual; temblábamos, cambiábamos de posición constantemente, estábamos muy ansiosas y teníamos los sentimientos a flor de piel. Nos relamíamos los labios y masajeábamos nuestras piernas con todo el deseo de masturbarnos ahí mismo tal y como lo hacía ella.

<“Un día fui a un mercadillo ambulante a pocos minutos de mi casa. Uno de esos días, estaba tan caliente, que me puse un vestido amarillo con estampado de rosas, holgado, debía ser fresco pues era uno día de verano, por lo que me decidí a no ponerme nada debajo. La sensación de estar desnuda debajo del delgado vestido, era muy fresca, pero sobre todo excitante… Estando en esas, me encontré con un puesto de ropa deportiva. Entonces se me acercó el vendedor, enseguida me di cuenta que me miraba con deseo y con perversión, seguramente se habría dado cuenta de mi desudes bajo mi vestido. Coqueteaba con el desconocido cuando encontré un top que me gustó mucho, sin titubeos pregunte si podía probármelo. Entonces me di media vuelta para darle la espalda al vendedor y sin más me bajé los tirantes de mi vestido, dejándolo caer hasta el suelo. Le modelé un poco hasta ponerlo como perro hambriento. Ya convencida y complacida le indiqué que me llevaría la prenda. Cuál fue su sorpresa al verme dejar caer de nuevo mi vestido que sujetaba con ambas manos a la altura de mi cintura, esta vez frente a él, sin ningún pudor, para después quitarme el top, quedando así completamente desnuda, frente a su mirada atónica, desquiciante e impotente en el rincón de aquella tiendilla callejera.”>

Finalizaba, sentenciando la historia con lo caliente que había quedado después de ese explicito atrevimiento. <“Saliendo del mercado ambulante, me tentaba a regresar a aquella tienda para follarme duro y sucio al tipo que me había visto desnuda. Recuerdo que apenas regresé a casa me masturbe como loca, imaginando que me cogía a aquel hombre frente a su esposa en ese mismo lugar.”

-Que rico. Yo si me lo hubiera follado. –Nos confesaba Daniela, perdida en sus sentidos. –Y lo hice. Le contesté. –Bueno, no a él, pero si a otro empleado. Un adolecente de una tienda departamental. –Continuaba mis historias de exhibicionismo que tanto me encantaban.

<“En aquella tienda había muchas prendas de moda… Me cogí algunas y me encaminé dispuesta a probarlo en los vestidores. En esas estaba cuando me detiene un encargado diciéndome que no estaba permitido probarse ropa íntima… Le convencía fácilmente con un poco de seducción femenina.”

“Una vez en la privacidad del cubículo me comenzaba a sentir aquellos cambios inequívocos que me indicaban cuanto necesitaba tocarme, aunque fuese un poco… Enseguida noté una cámara de seguridad en la parte superior apuntando directamente al espejo… no me importaba, y comencé a desnudarme por completo.”>

-Explicaba a voz seductora casi balbuceando de la excitación que me producía el confesar mis aventuras sexuales. Sin embargo en ese momento tuve que hacer una pausa en medio de la historia pues las bebidas habían hecho estragos en mí, y ya no aguantaba las ganas de ir al baño, así que tuve que dejarlas por un momento.

Amigas y confidentes

Rápidamente salí corriendo rumbo al baño, sin poder esperar un segundo para continuar con aquel momento tan especial y tal excitante. Al cerrar la puerta tras mis espaldas me bajé las bragas y fue ahí cuando me di cuenta de lo excitada que estaba. De inmediato noté lo mojada que había puesto mi ropa interior. No podía creer lo caliente que me había puesto, tenía mi vagina completamente lubricada con mis secreciones sin siquiera haberme tocado. No podía imaginarme lo caliente que debía estar Daniela, quien no podía ni disimularlo.

No me quedó más opción que sacarme las bragas y meterlas en mi bolso. Enseguida me arreglé un poco y salí de nuevo a paso veloz de regreso al comedor.

Cuando llegué me percaté que la plática había migrado a la sala. Ahora Dani esperaba en el sofá de una sola plaza a la izquierda y Paulina se posaba en el love seat a la derecha, dejándome el sillón triple en el centro para que continuara con mi explicito relato.

Risueña, me posé en medio de ambas, crucé mis piernas y continué con la historia. Lentamente el relato cobraba forma, avivando las llamas de los sentimientos más profundos y privados de las tres señoritas sonrojadas. Los detalles salían a la luz desde mis entintados labios rojizos, sin censurar nada en absoluto. <“Sabía que alguien me estaría vigilando a través de aquella cámara de seguridad, y eso me encantaba.”> Les confesaba. <“Ya desnuda, tomé aquella lencería que tanto me gusta, de una sola pieza, de encajes y trasparencias”>

-Te debes ver muy hermosa con un traje así. –Me decía Paulina. –Seguramente el tipo de seguridad tuvo el mejor día de su vida, que envidia. –Añadía Daniela. –Sí, me encanta usar esas prendas. Aunque solo la uso en ocasiones especiales, como está. –Les confesaba.

-No lo creo. ¿Dices que vistes uno debajo ahora mismo? –Me retaba Daniela, incrédula e insistente porque lo exhibiera, incitándome a que se los mostrara en ese instante.

Y me habían dado justo en el ego, ahí en mi punto débil, seduciéndome con halagos a mi figura. Y entonces me decidí. En ese momento me puse de pie y comencé a deslizar mi vestido. Estaba muy nerviosa pero al mismo tiempo me sentía tan enaltecida, tan hermosa, tan mujer y tan excitada, que me armé de valor y solté los tirantes de mi vestimenta dejando que cayeran hasta mis coquetos tacones altos color rosa, develando mi sensual lencería de telares y encajes trasparentes, exponiendo mis tetas erizadas con mis pezones bermellones, cintura delgada, largas piernas, y en medio de todo, se exponía a la vista mi desnuda vagina, depilada, tersa y brillante. Había olvidado por completo que recién me había despojado de mis bragas en el baño, dejando al descubierto mi húmeda y brillante vagina depilada frente a mis amigas.

No me molestaba en absoluto, me gustaba. Me enorgullecían sus miradas penetrantes e indiscretas saboreando hasta la más íntima parte de mi esbelto cuerpo, forrado en la más erótica lencería, mostrando mis senos tras los telares de encajes y mi vagina desnuda enmarcada por las pantimedias unidas al conjunto. Sus ojos se me calvaban y me embriagaban de poder, aún más que cualquier bebida, mientras les modelaba con una coqueta sonrisa, contenta de mi explicites.

-Te ves divina Nadia. –Te queda muy bien. –Que hermosa. –Me decían ambas casi coqueteándome, y más loca me volvía, enalteciendo mi ego y feminidad. No juzgaban, ni hacían comentarios ante mi atrevimiento o mi exhibicionismo nudista bajo mi cintura. Nada de eso, estábamos en completa confianza, y eso me hizo sentir lo suficientemente cómoda como para quedarme así, dejando mi vestido en el suelo alfombrado del departamento.

Ruborizada y encantada, regresaba a mi asiento, cruzando mis piernas elegantemente, dejando levitar mi pie derecho en mis zapatos rosas de tacón alto, jugueteando en el viento. Retomando mi historia con más énfasis y coquetería, llegando finalmente a la aclamada parte donde me follaba al joven empleado.

<“Me senté en la banca que estaba frente al espejo y separé mis piernas cuanto mi elasticidad me lo permitía. Sin pensármelo, baje mis manos y comencé a tocarme alrededor de mi coño caliente como caldera, restregando mi palma en mi clítoris que ya se asomaba ansioso por comenzar la acción. Estaba tan excitada que de inmediato me metí un par de dedos en mi húmeda vagina cuales se deslizaban sin problemas… No me importaba nada, estaba como cachorrita deseosa y ansiosa. Sin más continúe metiéndome el par de dedos hasta alcanzar aquel punto de placer erógeno en el interior de mi mojado coño, produciendo así un sonido pegajoso sonando mis fluidos entre mis dedos medios, mientras me estimulaba mi clítoris con mi pulgar y mis tetas con la mano restante."

“Sabía que me haría correr como nunca, no me importaba, lo necesitaba. Entonces aumentaba mis ritmos cada vez más y más, haciéndome la más maravillosa y placentera de todas las pajas que me había dado jamás, provocando que un par de gemidos se me escaparan de mi garganta entre sofocantes jadeos de éxtasis total… Ahí no pude más, me coloqué al borde de aquella banca para dejar mi coño fuera del precipicio y poder meterme mis dedos más adentro y masturbarme con más velocidad, metiendo y sacando mis dedos a gran velocidad en mi vagina mientras de paso rozaba ferozmente mi clítoris con los dedos de mi otra mano. Poco a poco comenzaba a sentir como aquellas tortuosas carisias lograban su cometido, haciéndome jadear y arrancándome uno que otro gemido casi grito desgarrador desde lo más profundo de mi ser hasta conseguir hacer estallar mi coño en un tremendo orgasmo, que expulsaba todos mis fluidos entre mis dedos produciendo un chapuceo al restregarse en todo mi sexo y mis manos hasta llegar a parar en el piso de aquel probador. Todo frente a aquella cámara de seguridad.”>

-Y ya ninguna de las tres podíamos ocultarlo, estábamos ebrias de sexualidad, más allá del alcohol en la sangre. Nuestra tez se ruborizaba por las sensaciones eróticas a flor de piel, provocadas por las palabras nacientes en mi boca al tiempo que observaba a mis amigas con los vellos erizados, relamiéndose los labios, a su vez, mirando mi cuerpo expuesto en mi lencería trasparente y mis tacones altos cual puta de lujo frente a ellas. Las tres, temblábamos y sudábamos muy nerviosas, pero sobre todo, muy excitadas.

Lina jugueteaba nerviosa con su cabello, perdiendo su mirada en mi cuerpo, en mis labios y en mis erectos pezones expuestos bajo los encajes, igualmente masajeando sus rodillas y un poco sus piernas, deseosa por llegar un poco más allá de sus muslos. Pero Dani, ella estaba incontrolable, a esas alturas, con el alcohol y la excitación, no podía contener sus manos que llegaban desde sus torneadas piernas hasta su entrepierna, deslizándose todavía más por debajo de su vestido hasta llegar a las fronteras de sus bragas. Se estaba tocando frente a nosotras con todo descaro, pero no dijimos nada.

<“Entonces me acerqué a la cortina, y tras asomarme un poco, pude ver al joven vendedor. Estaba ahí completamente embebecido al verme asomar. Le sonreí. Me encantaba. Regresé dentro de mi cabina dejando adrede un tanto más abierto, insinuando lo obvio… El afortunado empleado, se aproximaba lentamente, disimulando y asegurándose que nadie le viese. Al tenerlo en frente, le tomé de la mano y lo arrastré dentro del vestidor. Ahí le pregunté qué tal se me veía el conjunto que vestía. –Hermosa –me respondía temblando de pies a cabeza. Le sonreí coquetamente y le pregunté si le gustaba. –Sí. -Me balbuceaba como idiota.”

“Comencé a quitarme la parte superior para mostrarle mi par de grandes tetas. Él se paralizó. Entonces le tomé su mano y le restregué su palma en mis tetas. Ya tomando confianza, aquel joven vendedor continuó pellizcándome los pezones justo como me encanta."

"A manera de agradecimiento me arrodillé frente a él, le saqué su pene completamente erecto a punto de reventar la cremallera de su pantalón y sin más me lo tragué cual paleta de hielo. Como toda una zorra profesional le comencé a propinar una tremenda felación con desesperación y pasión, engulléndomelo hasta el fondo de mi garganta obligándome a aglutinarme con toda su tranca, moviendo mi cabeza de enfrenta hacia atrás, masturbándolo con ambas manos y sobando su endurecidos testículos.”>

-Y Dani se perdía en sus caricias completamente encantada por mi seductora voz, haciendo que aquella escena se plasmara en sus parpados cerrados, potenciando las sensaciones en su cuerpo relajado por el alcohol.

<“Una vez asegurándome de haberle humedecido por completo su pene tieso como roca, me puse de pie y tras bajarme las bragas de un veloz movimiento hasta los tobillos, le di la espalda y me agaché parando mi colita recargándome sobre la banca del vestidor… Esperé, estaba tan caliente que nada me importaba, entonces por fin, sentí aquel magnifico pene caliente entrando en mi húmeda cavidad vaginal deslizándose como guante aceitado con toda mi lubricación escurriendo de mi coño recién estimulado hasta el éxtasis… Una vez dentro el joven comenzaba con las memorables embestidas que yo aletargaba moviéndome a rimo contrario, alejando mi cola cuando el retrocedía y estrechándome cuando me la metía, apretujándonos para que su tranca entrara hasta lo más fondo de mi ser.">

–Hay, discúlpenme muchachas. –Nos decía Dani, soltando un profundo suspiro, antes de comenzar a tocarse ahora por debajo de sus bragas, separando sus piernas de par en par frente a nosotras, perdiéndose en sus caricias, tumbándose en el sofá como si estuviese sola, haciendo que su vestido se le subiese a su cintura para dejarnos ver su mano bajo los mojados encajes de su ropa interior negra, masajeando su clítoris y sus labios bañados en sus secreciones íntimas, rozando sus piernas con extrema sensualidad. -Continua no te fijes en mí. -Me decía perdiendo su mirada bajo sus parpados.

Paulina y yo le mirábamos atentas masturbarse placenteramente, haciendo dulces gemidos entre sus labios cerrados, contorneándose sobe el sofá, contagiándonos de su erotismo.

Mi respiración estaba muy agitada, sentía mi corazón en la garganta, mis piernas temblaban. Estaba tan excitada como ella, podía sentir toda esa humedad en mi entrepierna escurriendo por mis muslos. También necesitaba tocarme, en verdad quería hacerlo, pero en ese momento mi relato llegaba a su fin.

<“Poco a poco aquellos van y viene, en esos felices deslices de su falo entrando y saliendo de mi caliente y chorreante coño, comenzaban a acercarme de nuevo a otro orgasmo más, el cual recibiría con placer y goce… Así, bajé mi mano derecha hasta mi clítoris y comencé a pellizcarlo firmemente como más me gustaba, mientras sentía el feroz pene del vendedor embistiendo duro y profundo detrás de mí. Ahí, finalmente sentía que me venía de nuevo, así que paré la cola lo más que pude para permitir que su tranca entrase aún más profundo, y mientras apretaba fuertemente mis muslos y me estrujaba con placer mi clítoris, fue cuando un poderoso orgasmo estallaba en mi coño, escurriendo un par de chorros desde lo más íntimo de mi ser, empapando todo su pene hasta acabar en el mismo lugar que mi anterior filón de líquido vaginal.”>

-¿Ya no hay más Nadia? –Me preguntaba Dani deseosa de continuar. –Yo tengo una. –Me arrebataba la palabra Paulina. –Es una experiencia lésbica que tuve hace mucho, antes de casarme. –Nos decía.

Apenas escuchamos la introducción y nuestros cuerpos se estremecieron en un poderoso escalofrío que nos erizaba la piel, haciéndonos sudar y palpitar intensamente.

Íntimas amigas

La historia se desarrollaba con ella. No sabía qué tanto creerle, pero no importaba, estábamos tan calientes que solo queríamos escuchar su voz relatando cualquier escena de sexo, tan detalladamente como fuese posible.

Aun así aquella aventura parecía muy real, sonaba a lo que haría ella. Nos confesaba que había conocido a una chica en su antiguo trabajo, y nos relataba cómo había logrado cautivarla hasta llegarle a coger mucho cariño. Tanto así, como para invitarle a cenar y después follar en un hotel de paso.

<“… Estábamos muy nerviosas, nos sentíamos extrañas pidiendo la habitación del hotel… Parecíamos adolecentes primerizas, teníamos miedo de tocarnos, aunque ambas sabíamos perfectamente que lo deseábamos con toda nuestra alma”>

Nos decía, mientras Daniela y yo escuchábamos atentamente. En ese momento pude ver la mano de Dani regresar bajo los confines de su ropa interior, bajándosela de paso un poco más para tocarse mejor, sin pudor, sin miedo, sin vergüenza. Y entonces me uní a ella. Me dejé llevar y me recosté a lo largo del sillón, estirando mis piernas en torno a Lina, quien orquesta el relato en turno.

Y mis manos comenzaban a ponerse muy ansiosas, deslizando las yemas de mis dedos sobre los encajes de mi segunda piel que delataba mis duros senos levantando mis pezones cafés claro a tope bajo la trasparente tela. Mis piernas temblaban, y yo trataba de tranquilizarlas frotándolas con desdén, pasado de paso por mi entrepierna tan profundo como podía llegar en mis muslos al tener los pies cruzados, aún con los tacones altos.

Y Paulina continuaba su relato. <“Por fin las caricias encontraban un camino libre sobre nuestros cuerpos desnudos… Nunca dejamos de besarnos, nos encantaba, solo separábamos nuestras bocas para inmediatamente fundirlas en otra parte de nuestro cuerpo. Hombros, senos, ombligo, pies, piernas y nuestras jugosas vaginas.”

“Jamás había recibido una chupada tan rica, y nunca imaginé que me la fuese a dar una mujer… Al llegar mi turno estaba muy nerviosa, tenía miedo de no hacerlo tan bien cómo ella me lo había comido… La textura y el sabor… Me dejé llevar y seguí restregando mi lengua en su clítoris haciendo caso omiso a sus quejidos hasta hacerla venirse en mi boca”>

Escuchábamos la historia de Lina cual seguía su cauce natural, la escena sexual nacía entre sus húmedos labios, mientras los detalles florecían impúdicos y explícitos. Las imágenes aparecían nítidas frente a nosotras como si estuviésemos ahí mismo.

Yo estaba realmente excitada, volteé a ver a Dani de reojo para espiarla masturbándose sin recato, observándola abriendo sus piernas hasta posarlas sobre los apoyabrazos del sofá, masajeándose con sensualidad uno de sus senos al aire tras haberse bajado los tirantes de su vestido, mientras con la otra mano se estimulaba plácidamente introduciendo sus dedos medios en su mojada cavidad, apenas un poco oculta por sus bragas estiradas a la altura de sus rodillas.

Lina también la miraba, sus ojos se clavaban en sus manos acariciando todo su cuerpo, hasta su más íntima parte. Le excitaba mucho, se podía ver en sus facciones encantada con el sexual espectáculo que nos estaba dando.

Aquella vista me hizo estremecer, era demasiado. Trataba de contenerme jugueteando con mis pantorrillas, restregándolas una con la otra, recorriendo mis tacones rosas con sensualidad, intentando negarme a lo que tanto quería, pero ya no pude resistirlo más. Entonces separé mis piernas un poco, y comencé a tocarme. Apenas deslizaba mi mano sobre mi caliente vagina al descubierto y mi cuerpo se estremeció en un fuerte espasmo que me erizaba cada centímetro de mi piel.

Lentamente introduje mis dedos entre mis empapados labios mayores embarrándome toda mi lechita en mi vagina a medida que me penetraba masajeando mi clítoris de paso con mi pulgar. Cerré los ojos y me perdí en la voz de Paulina, quien continuaba exponiendo su aventura lésbica, mirándonos tocarnos frente a ella con tanto placer, obligándola a entrecortar sus palabras para tragar saliva cada que se le secaba la garganta, por lo excitada que la estábamos poniendo.

<“Así terminamos en un profundo orgasmo, frotando nuestras vaginas mojadas una contra la otra, nos besamos y al final solo sonreímos traviesas”>

Finalizaba nuestra querida amiga. Aquel relato fue corto. Conciso pero muy excitante. Estoy segura que Lina lo habría acortado, estaba incontrolable, las tres lo estábamos.

Al terminar de confesar su historia, Paulina se puso de pie y se fue al baño, apenas sonriéndonos, exclamando que no tardaba.

Se le veía muy abochornada, sin duda estaba muy caliente. Las tres lo estábamos. Al voltear la mirada a Dani, vi que seguía tocándose, lentamente como aletargando su orgasmo tan solo un poco para no hacerse venir ahí mismo. Entonces me miró y me sonrió. No era necesario decir nada, ambas sabíamos lo que sucedía en ese piso departamental. Le regrese la sonrisa coquetamente, relamiéndome los labios con una mirada muy seductora y coqueta.

-¿Tu lo harías Nadia? –Me pregunta Dani. -¿Hacerlo con una chica?, no lo sé. Quizá con alguien que le tuviese mucho aprecio. –Le respondía a su insinuante pregunta. Enseguida guardamos silencio un momento, mirando a la nada, mientras nuestras manos continuaban masajeando sutilmente nuestras partes íntimas. Al mismo tiempo, escuchando unos tenues gemidos proveniente del baño adyacente a la sala.

Sonreímos al darnos cuenta de que Lina se estaría masturbando también. –Nunca he estado con una chica. –Me confesaba Dani. –Yo tampoco, aunque siempre he querido hacerlo. –Contestaba temblando de ansiedad sabiendo lo que vendría, escuchando a Paulina dándose placer a raudales en el baño, gritando y gruñendo sin poder disimularlo.

Yo seguía tocándome sin miedo, sin pudor ni vergüenza, me sentía muy nerviosa pero en confianza, sabía que lo que sucediería en ese apartamento, de ahí no saldría jamás. Y me sentía tan bien, tan caliente y tan complacida que nada me importaba.

Cerré mis ojos de nuevo y relajé mi cuerpo dejándolo desfallecer sobre el sillón triple, estirando y abriendo mis piernas, sin importarme que una de ellas callera por el costado, afianzándola al piso alfombrado con mis zapatos altos rosados.

Mi mano izquierda recorría mis senos sobre su natural tela de seda negra, jugueteando un poco con mis pezones erguidos debajo, al tiempo que los dedos de mi mano derecha me masturbaban haciendo circulitos en mi clítoris, hundiéndose traviesos solo un poco dentro de mi húmeda vagina. Cuando de pronto sentí un calor radiante a mi derecha.

Asustada, abrí los ojos estremecida, enseguida miré el largo cabello de Dani tapándome la luz de la bombilla en el techo. Su rostro se ocultaba tras la sombra de la perspectiva, tan solo dejándome ver un poco sus hermosos ojos claros y sus labios pintados color moscada, brillando por la delgada capa de saliva sobre ellos.

Mi corazón explotaba insoportable, sentía como si se me fuese a salir del pecho. No supe que hacer. Me congelé. Creí que sería lo suficiente madura para responder, pero en ese momento sentí pánico, sabía lo que pasaba, pero no podía dejar de sentir miedo y mucha ansiedad, mirando a Daniela acercar su rostro poco a poco hacía mí. Y no me pude mover un centímetro.

Nunca me había besado con una mujer, y nunca me imaginé hacerlo con mi mejor amiga. Mis músculos se tensaron incontrolablemente, temblaba como condenada a muerte, sudaba y resoplaba sin poderme contener, cuando en ese momento finalmente sentí sus cálidos y húmedos labios sobre los míos.

Le respondí como puede, no sabía cómo hacerlo, pero tampoco quería quedarme muerta y que pensara que no la deseaba.

Besar a otra mujer por primera vez fue la sensación más extraña y excitante que jamás antes había experimentado. Pero me gustó, y mucho. Dani siempre ha sido una chica muy hermosa, confieso que siempre le había tenido un poco de envidia, pero ahora, ahí, completamente desnuda sobre mí, rozando nuestros labios con dulzura y cariño, todo era diferente. Ya no me sentía solo su amiga, ahora me sentía parte de ella, éramos dos amantes de toda la vida compartiendo su amor con toda naturalidad.

Ya relajada por el primer golpe de ansiedad, seguí besándola con cariño y sensualidad. Nos fundimos en ese largo beso, disfrutando el sabor de nuestros labios, el olor a mujer que emanaba de nuestras cabelleras, acariciándonos como cualquier viejo amorío, dejando que su ardiente cuerpo desnudo se frotarse sobre los encajes de mi sudada lencería. Al mismo tiempo escuchábamos a Lina haciéndose venir en el baño al exhalar un agudo alarido de placer que resonaba fuertemente desde el baño y por todo el departamento enmudecido bajo la fría madrugada.

Enamorada, abrecé a Dani con cariño y pasión, restregándola sobre mi esbelto cuerpo. La besé, le sobé sus suaves nalgas, jugando con sus esponjosos glúteos, manoseándola sin medida, me agasajé con sus curvas, sus piernas, y cintura. Ella me respondía regalándome sensuales gemidos a labios cerrados cerca de mi oído, momentos que aprovechaba para besarle su cuello. Estaba entregada, en verdad quería hacerlo, no tenía duda, estaba muy excitada.

Entonces, me abrí de piernas para ella y se las enredé sobre las suyas, permitiendo que su vulva se juntase con la mía. Y la sensación fue increíble, indescriptible, simplemente fantástica. Disfrutaba al máximo de cada caricia, cada beso, y cada parte de su cuerpo, cuando escuchamos los tacones de Paulina al regresar por el pasillo desde el baño. Pero no paramos, estábamos fundidas en nuestras eróticas caricias, y seguimos haciendo el amor sin importarnos que nos estuviese viendo, percibiendo, solo con el sonido de sus pasos, regresar a sentarse en el mismo sofá de doble plaza.

Nos observaba, lo sabíamos. Enmudecida por el espectáculo de sus dos amigas enredadas, una sobre la otra, haciendo el amor apasionadas. Cogiendo como locas. -¿Puedo chupártela? –Me preguntaba Daniela. –Hazlo. –Le respondía con un profundo suspiro. Haciendo grandes esfuerzos por congregar un poco de aliento para hacer sonar aquella palabra en mis labios. Enseguida Dani bajó su boca por todo mi cuello hasta mis pechos, relamiéndome los pezones de paso sobre la trasparente lencería, mojándola por completo con su saliva justo encima de mi aureola, continuando por mi abdomen, recorriendo su lengua hasta llegar a mi monte de Venus. Ahí abrió un poco sus labios para posarlos delicadamente sobre mi vagina empapada completamente lubricada de forma natural. Y comenzó a sorber de mis jugos con extrema sensualidad, estimulando mis labios menores lentamente, alrededor de mi mojado coño hasta introducir su lengua hasta los confines de mi intimidad.

Me había perdido en todas esas sensaciones extremadamente estimulantes, sentía mi cuerpo muy sensible; mis ojos se derrumbaron, mis músculos se relajaron, estiré mis piernas, dejé caer mis brazos y le abrí mi vagina, dejando que su boca la dilatara por completo. Estaba tan excitada que creí que me vendría en su boca. Pero entonces paró.

Al abrir los ojos miré a Lina con el torso desnudo, tocándose en el sofá doble, con sus piernas completamente abiertas, poniendo su elegante vestido como cinturón.

La vista era increíble, estimulante, no podía dejar de mirar la vagina mojada de Paulina secretando su brillante placer sobre sus manos y a Dani entre mis piernas mirándome fijamente a los ojos, con mis propias gotas en sus labios.

Desdén

Entre risas, nos encaminamos a la recamara de Daniela, y ahí nos perdimos. Me besé con Dani, después con Lina, la acaricié, saboreé sus labios, probé su saliva y la abracé con pasión, le acaricié la espalda, su cintura, caderas y le masajeé fuertemente sus nalgas. Se las estrujé con cierta rudeza, con ambas manos, mientras gozaba de la suave textura de sus pechos restregándose contra los míos. Entonces sentí los calientes senos de Dani abrazándome por la espalda, y su cálida lengua besándome el cuello. Sus manos se entrelazaban por mi cintura, acariciándome los brazos y de paso los de Lina unidos a los míos.

Estaba entregada a ellas y ellas a mí. Lentamente nos desfallecimos en la cama, disfrutando de la ardiente fricción de nuestra femenina piel. Tocando y siendo tocadas, perdiéndonos respeto sobre las sabanas, revolcándonos como alimañas llenas de amor, cariño y pasión.

Me encantó sentir sus desnudos cuerpos frotándose en el mío, incluso en las partes que aún se escondían bajo mi lencería. Aquella sensación de tener a dos mujeres para mí, fue sumamente excitante. Su aroma, su calor, su suavidad, su sabor, su delicadeza y su ternura. Fue una experiencia que jamás puede mejorar con cualquier hombre con el que he estado.

Me regocijaba perdiéndome en los cuerpos de mis mejores amigas, entremetiendo mis dedos en su cabello, al mismo tiempo sintiendo sus manos sobre mi piel y sus piernas enredándose entre las mías.

Lo hacíamos como locas. Como todas unas depravadas. Dejamos que nuestros instintos más bajos se apoderaran de nosotras. Era una forma de desahogarnos de la rutina, dejarnos llevar por lo que queríamos, sin miedo ni pudor. Se trataba de hacer lo que en verdad queríamos y no pensar en nada más, sin medirnos entre lo que sabíamos y lo que pareciese educado o formal.

Ahora estábamos en total confianza, amigas de toda la vida, solas en aquel departamento bajo la oscura noche, nadie juzgaría a nadie. Éramos confidentes, sabíamos que no habría testigos, el momento era solo nuestro, daríamos camino libre a nuestros deseos y haríamos realidad nuestras más temidas y deseadas fantasías.

Nos besábamos en nuestros ardientes labios, las tres al mismo tiempo. Nos tocábamos sin respeto, sin temor y sin permiso. Dejábamos que nuestras manos se descarrilaran de lo correcto, perdiéndose en nuestras partes más privadas de una o la otra. Cintura, cuello, espalda, piernas, nalgas, senos, pezones y vaginas, todo estaba permitido.

Fue en ese momento cuando finalmente comenzaron a despojarme de mi lencería de encaje. Lentamente jalaban de mis telares trasparentes exponiendo mis inflamados y sudorosos senos, mi caliente abdomen, hasta liberar mis largas piernas rosadas por los encajes tatuados en mi piel, cuales habría de par en par al libre albedrío de mis mejores amigas sobre mí.

Enseguida Lina me besó los muslos acercándose con agónica lentitud en mi entrepierna, al tiempo que Dani se regresaba a mis labios para seguirme besando como tanto nos gustaba.

Sentía el cabello de Lina haciéndome cosquillas entre las piernas, sabía lo que vendría, y me puse muy nerviosa. Temblaba incontrolablemente, sentía que la garganta se me cerraba, me sentía mareada más allá de los estragos del alcohol. Cuando por fin sentí la tibia lengua de mi querida Lina deslizándose en mi caliente vagina húmeda como nunca, y entonces se me escapó un profundo gemido sensual que exhalaba entre la lengua de Daniela quien me besaba con todo su cariño y pasión, al tiempo que me masajeaba eróticamente los pezones, la cintura, y mi monte de Venus, llegando a masturbarme un poco mi clítoris solo cuando Lina le dejaba un pequeño espacio entere su boca.

Las sensaciones estaban a flor de piel, me sentía realmente estimulada por aquellas hermosas mujeres expresándome todo su amor y deseo. Paulina, empeñada en mi clítoris, succionándolo, lamiéndolo y sorbiendo de mis néctares que emanaban desde las profundidades de mi coño, y Daniela haciéndome el amor con dulzura y cariño desbordado, besándome y acariciándome apasionadamente como amantes de toda la vida.

Estaba tan potenciada por todo ese placer que no tardé mucho en sentir mi pubis palpitando, aclamando por culminar aquella tortura sexual. Mis piernas se tensaban contrayendo las terminales nerviosas de todo mi cuerpo, desde la planta de mis pies hasta la cabeza. Sabía que me vendría con gran intensidad, todas esas señales no podían equivocarse, sentía que algo estaba por explotar en mi interior. Y ya vuelta loca de pasión, completamente enamorada de tan bella y hermosa compañía, perdida en sus caricias, en sus labios, en sus manos y en sus lenguas, no pude más y me dejé venir lánguidamente.

Relajé mis piernas, abrí mi conchita, y pujé un poco, dejando que mi coño eyaculara en la boquita de Paulina, como ese placer culposo de orinar después de aguantarse mucho tiempo, sintiendo cómo lamía y sorbía de toda mi lechita tibia escurriendo desde lo más profundo de mí ser, restregando con su lengua el líquido seminal por todos mis labios vaginales, cuales se dilataban por completo entregándose a ella, dejando al descubierto mi clítoris convulsionando de pasión, haciendo que mis piernas finalmente sucumbieran ante la intensidad de aquel glorioso y profundo orgasmo lésbico con mis amigas del alma.

Aun gozando, Lina por fin se alejó de su jugoso manjar al verlo completamente exprimido, solo para subir hasta mi boca y besarme húmedamente, haciéndome probar de mis propios pegajosos jugos escurriéndole entre sus labios. Agradecida por la exquisita mamada que me había dado, la besé con pasión, entregando todo mi amor, y satisfacción en mi cuerpo. Ella me respondía frotando su húmedo cuerpo sobre el mío, cruzando su pierna izquierda alrededor de mí, buscando que nuestras vaginas se frotasen aunque fuese solo un poco.

En ese momento pude sentir lo excitada que estaba, pues de inmediato me mojó todo mi pubis con su chorreante vagina, embarrándome todas sus secreciones en mi poco vello púbico recortado en una coqueta línea y sobre mi rosada conchita depilada, aun babeando mi propio orgasmo consumado por ella misma.

Así, mientras Paulina y yo nos besábamos con ímpetu, Dani se nos unía abriendo sus piernas arrodillada sobre mi cara, posando con delicadeza su caliente vagina entre mi boca y la de Lina, obligándonos a que se la chupáramos ambas al mismo tiempo.

El ambiente olía a sexo y alcohol, olía a perfume de mujer, wiski sudor y secreciones femeninas. Se escuchaban nuestros gemidos sensuales entre los fluidos chapoteando en nuestros labios, con nuestras lenguas entrelazándose como serpientes hambrientas dentro de la caliente cavidad de Daniela.

Todo era hermoso, sentía el cuerpo de Lina sobre mí, sus tetas se apretaban con las mías, podía sentir su corazón palpitando junto al mío, su piel ardiente abrazándome, casi quemándome, obligándome a abrirme de piernas a ella, quien me restregaba su coño por todo lo largo del mío, como queriéndose meter mi clítoris erecto entro de ella. Gozando y haciéndome gozar, meneando las caderas, follando como amantes maritales, mientras nos besábamos y besábamos la concha de Dani, quien a su vez, se estremecía con nuestras bocas jugando en sus inflamado coño, mojándose cada vez más, sin dejarnos más opción que sorber de su esencia femenina, compartiéndola una con la otra.

Entonces notamos algo inusual, un cambio en la respiración de Daniela nos indicaba que estaría a punto de venirse. Sus gemidos se intensificaban, meneaba la cintura con extrema sensualidad, estrechándose cada vez más a nuestros labios que no dejaban de devorar sus carnosidades lubricadas e hinchadas, lamiendo sus labios, chupando su clítoris, succionando y sorbiendo.

Lengua con lengua, nuestras bocas se peleaban por el mejor lugar, y Daniela lo gozaba como nunca, gimiendo y gritando, bailando sobre nosotras hasta que su coño estalló en nuestras bocas, eyaculando sobre nosotras, regalándonos toda su dulce esencia cremosa que saboreábamos complacidas, al tiempo que ella sucumbía a su poderoso orgasmo, haciéndola desfallecer sobre la cama, donde se derrumbaba completamente exhausta y mojada.

Pero Lina quería más, estaba muy caliente, era la única que faltaba por culminar su goce con nosotras. Pese a que ya lo había hecho a solas en el baño, seguramente no dejaría ir esa oportunidad. Entonces se posó sobre Daniela, quien aún se retorcía convulsionándose por su intenso orgasmo, y la besó. La besó como si fuese el último amor de su vida, y se abrió de piernas sobre ella masturbándose con su delgado cuerpo como si se tratase de una muñequita sexual, tratándola sin piedad ni respeto.

En tanto, yo me quité de su camino, dejándolas perderse en su interminable beso, que no las dejaba respirar ni un poco. Me inmiscuí entre sus piernas, deleitándome con la visión de sus conchas empalmadas frotándose entre sí, y ahí, acerqué mi boca y comencé a chupárselas como podía en tan precaria posición.

Sin embargo Dani ya estaba satisfecha, por lo que se apartó deslizándose debajo de Lina, obligándola a ponerse en cuatro para poder llegar a su entrepierna donde yo la esperaba para que me ayudase a que entre las dos se la chupásemos.

Enseguida Daniela me acompaño relamiendo los labios vaginales de Paulina desde abajo, mientras yo también comía de su coño con desdén por arriba, arrodillada detrás de su blanco culo totalmente expuesto para mí.

Y no pude resistirme a tocárselo; primero le acaricié las nalgas, restregándoselas con fiereza, rasguñándolas un poco con mis largas uñas naturales. Abofeteándolas con rudeza de tanto en tanto solo por mero placer, para ponerlas aún más enrojecidas de lo que ya estaban, y finalmente, le toqué un poco su hoyuelo.

Tan solo jugué un poco con él, como si se trátese un botón de elevador, presionándolo con mi dedo pulgar sin llegar más allá de sus pliegues tensados en la entrada de su estrecho hoyuelo. Pero Lina lo gozaba, me di cuenta que le gustaba, escuchaba cómo susurraba sensualmente, como gatita ronroneando, al mismo tiempo parándome su colita, rogándome por que continuase haciéndolo.

Ahí lo entendí perfectamente. Me llevé mi dedo índice a la boca y me lo lamí hasta cubrirlo por completo de saliva, enseguida lo regresé en su orto y se lo comencé a introducir lentamente.

No creí que le fuese a gustar, pero sí que lo disfrutó. Se regocijaba de placer meneando la cadera con extrema sensualidad, complaciéndose con los labios de Dani que le chupaban su coño, y conmigo abusando de su culito, cual se dilataba lentamente al paso de mi delgado dedo ahora dentro de ella.

Me preocupaba un poco que la fuese a lastimar, pero a Paulina le encantaba, realmente lo estaba gozando, no dejaba de bailar masturbándose con mi dedo, parecía como si me pidiese que lo hiciese más profundo. Entonces le saqué mi menique para enseguida introducirle mi dedo medio, fuerte y profundo, de adentro hacia afuera, escuchando como lo disfrutaba expresando deliciosos gemidos de placer, endureciendo sus sonrojadas nalgas, que estrujaban mi dedo en las profundidades de sus pliegues anales.

Por su parte, Daniela, no queriéndose quedar atrás, aumentaba la intensidad de sus lengüetazos añadiendo además un par de dedos, introduciéndolos sin piedad dentro de su vagina, masturbándola con rudeza, como queriéndola hacerla venirse rápidamente. A lo que Lina accedía, separando sus rodillas un poco más para que Dani le pudiese ultrajar el coño sin piedad.

Ahí supe que Paulina estaba a punto de terminar, casi no podía controlar su respiración, sus piernas le temblaban ya sin poder resistir el tremendo orgasmo que se amotinaba en medio de ellas. Entonces me desinhibí, escupí en su hoyito y añadí un dedo más a la fiesta, introduciéndolo en su estrecho culito, ayudándome con toda la lubricación que escurría de su vagina para dilatar sus pliegues anales. Y la llevé al cielo, ensañándome con fiereza y sin vergüenza en su orto, abusando de su rabo al enterrarle profundamente mis dedos medios con crueldad y rapidez, mientras Daniela la complacía con intensidad, lamiendo y succionando su coño completamente empapado, escurriendo como si fuesen gotas de sudor alrededor de sus dedos que la masturbaban simulando un buen pene fallándola con rudeza.

Así, embriagada de todas esas sensaciones estimulando su cuerpo, Lina finalmente se venía, estallando en un poderoso orgasmo haciendo que se estremeciese todo su cuerpo, mojando el rostro de Daniela debajo de ella. –Perdón, perdón. Lo siento. Disculpen. –Nos reiteraba incesantemente entre eróticos gemidos, avergonzada y al mismo tiempo totalmente extasiada de placer, antes de explotar en un poderoso squirting que bañaba la carita de Dani, casi ahogándola con su largo y tibio torrente trasparente, sin dejarle más opción que beber de él, escurriendo por su boca, sus mejillas hasta mojarle su largo y sedoso cabello.

Finalmente Paulina desfallecía, sin parar de disculparse, estremeciéndose por tan extremo orgasmo colapsando entre sus piernas.

Ebrias, mojadas y satisfechas, finalmente nos metimos a la cama, nos besamos y nos tocamos un poco, hasta quedar profundamente dormidas, desnudas entrelazadas en nuestros húmedos cuerpos sudados y exprimidos por completo.

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