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Escalera corporativa de Becaria (2): Los dos clientes

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Tras darle esa mamada a Don Martín estaba en mi nuevo puesto como su becaria ganando bastante más al mes, pero Don Ramón, el presidente de la empresa, se pasaba muchas veces cerca para revisar los números.

-Don Ramón -le dije un día-, me preguntaba si pudiera tener cinco minutos con usted en privado para hablar de una cosa...

Se quedó mirándome las tetas como un baboso.

-Claro, venga a mi despacho en diez minutos, señorita.

Don Ramón se marchó de la planta en la que se encontraba nuestro departamento. Yo me empecé a poner pintalabios rojo putón. Y mis compañeras de al lado ya me miraban raro, y cuchicheaban:

-Pero mírala que guarra que es.

Diez minutos después, Don Ramón me recibió en su despacho.

-Dígame señorita, Bea, ¿qué necesita usted?

-Dos cosas-respondí: -un ascenso y su polla en mi boca para lograrlo.

Me puse a cuatro patas, me metí bajo la mesa, le bajé la bragueta, saqué su vieja polla peluda y empecé a mamarla como si no hubiera un mañana.

-¡Ah, sí! Veo sus aptitudes para lograr un ascenso, señorita Bea. Pero el único puesto que se ha quedado vacante es el de agente comercial de ventas, no sé si usted está cualificada para ese tipo de trabajo.

-Déjeme demostrarle -metí su polla medio dura entre mis tetas y las empecé a mover de arriba a abajo-, de que soy capaz de convencer a cualquiera.

Me soltó un chorro de semen directamente en mi cara.

Al día siguiente, me estaba vistiendo en casa con un vestido rojo con brillantina.

-¿A dónde irás tan guapa? -me preguntó mi marido.

-A que me firmen un contrato de venta dos clientes de la empresa. Si logro cerrar la venta, seré promovida, cobraré más del doble de lo normal y nos podremos permitir una casa más grande, cariño.

-¡Genial! Pues tú dalo todo cariño.

Sonreí con picardía mientras empecé a ponerme mi pintalabios.

Más tarde, llegué al recibidor de un hotel. Había dos tipos muy viejos y feos esperándome. Uno me estaba mirando las tetas y el otro contemplaba de soslayo mi redondeado culo.

-Buenos días doña Bea. Yo me llamo Don Félix y este es mi socio Alfredo. Don Ramón nos habló muy bien de usted. ¿Subimos a mi habitación para terminar de hablar de la venta?

-¿No prefieren tomar un café?

-No -respondió Alfredo-, preferimos hacer otras cosas con usted...

Don Félix soltó una risita. Y subimos por el ascensor.

Cinco minutos más tarde Don Alfredo nos servía las copas de champán en una suite muy amplio con sofá y todo.

Brindamos y bebimos.

-Bueno, señorita Bea -dijo Félix-, esperábamos que nos mostrara las ventajas que nos brindará nuestra adquisición a Alfredo y a mí.

-Claro... Me he estudiado muy bien el portafolio... Verán...

Félix se puso de pie de repente, poniéndose al lado de su socio. Alfredo le alcanzó unas cuántas hojas con un boli encima de detrás. Félix la soltó en la mesita de delante del sofá, cayendo justo ante mí, y dijo:

-Este es el contrato de venta -se bajaron las braguitas a la vez y se sacaron sus peludas pollas ante mí-, y estas son las que tendrá que meterse para que lo firmemos.

-Yo solo le hago esas cosas a Don Ramón ya... ¿Están seguros de que no habría otra manera?

Los dos negaron con la cabeza.

-Vale está bien -cogí los dos rabos a la vez, (cada una en una mano), con frustración en la cara y las empecé a pajear lentamente-, pero no me las meto en la boca hasta que firmen ese contrato.

-Aquí está puta -dijo Don Félix, firmando en cada hoja rápidamente y pasándoselo a Don Alfredo.

Don Alfredo firmó también. Me dejaron el contrato en la mesa. Y Don Félix empezó a meterme la polla en toda la boca, agarrándome de las coletas. La tenía bastante grande, me bajaba por la garganta. Su socio tenía una de menos calibre, pero se movía mejor. Sus embestidas eran fuertes. Dejé las dos pollas cubiertas de mi pintalabios. Al terminar de mamarlas por separado, las junté y me las metí en la boca a la vez.

-Así es como se convence a dos clientes de una. ¡Sí, señor! -exclamó Don Alfredo.

Sus pollas entraban y salían llenándome la boca entera, dándome arcadas al bajar por mi garganta la de Don Félix.

Un rato después, Don Félix me puso en cuatro contra el sofá y se sentó debajo.

-¿¡Qué hacen!? -pregunté, asustada.

-Tendrás que poner el culo si quieres que te firmemos las próximas ventas también -me explicó-. ¿O quieres que le digamos la próxima vez a Ramón qué no nos convenciste tanto?

-¡No! Hacedme lo que querías, soy vuestra, os doy todo de mí.

-Así es como se comporta una buena agente de ventas-añadió Don Alfredo.

Y Félix me empezó a follar por la vagina desde delante (sentado cómodamente en el sofá) y Alfredo por el culo desde atrás, metiéndomela de una.

Follamos salvajemente. Sus viejos cuerpos reaccionaban de esa forma a mi carne joven.

Don Félix se sacó la polla de mí, se puso de pie y se corrió en toda mi cara. Su denso semen me ahogo la boca por momentos.

Don Alfredo se sacó la polla de mí culo y me la empezó a meter por delante durante un buen rato más, hasta que la sacó de mí también y haciendo uso de mis tetas se corrió en medio de ellas de lo pequeña que la tenía.

-Nos veremos en la próxima transacción -dijo Don Félix subiéndose los pantalones sin más.

Y se largaron, dejándome empapada de semen.

Una llamada sonó en mi móvil tirado en el sofá. Lo miré. Ponía: marido imbécil. Lo cogí.

-¿Sí, cariño? -pregunté.

-Llamé porque ya es muy tarde... -me explicó-. ¿Cerraste la venta, corazón?

-Sí -respondí- Tenías razón, al final tuve que dar todo de mí... -me limpié la corrida de la cara con la mano, me quedé viéndola toda pringada, y concluí- absolutamente todo...

-Genial. ¿Quieres que te esperé?

-No, no me esperes despierto. Últimamente llegó a casa siempre reventada...

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