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Hay que saber elegir con quién complicarse la vida

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Cuando Gemma entró, un agradable olor a café recién hecho le recibió. Sergio le tenía preparado el desayuno: 

-Hola dormilona.

Ella le sonrió y se sentó en uno de los taburetes que estaban alrededor de la isla que separaba la cocina del salón. Se ajustó su bata de seda con motivos japoneses y se recogió su melena negra antes de agarrar la taza que le ofrecía el chico:

-Anoche era muy tarde cuando volviste, ¿no?

-No, no era demasiado tarde.

-Bueno, debo irme que llego tarde.

Sergio le dio un pico en los labios como era costumbre, cogió su bolsa y se marchó. Antes de cerrar la puerta, Gemma le deseó suerte.

La mujer se estiró con una extraña sensación. Una mezcla de culpabilidad y morbo le invadía. Se podía decir que se encontraba hecha un lío. De repente vio una luz parpadeante en su iPhone. Dio un último sorbo al café y cogió el aparato. En su whatsapp tenía un par de fotos de Pablo. En una se veía al joven en una imagen tomada desde arriba mostrando su escultural abdomen y su bóxer intentando contener una tremenda erección. En la otra se veía un primer plano de su polla erecta con su media sonrisa en un segundo plano casi difuminada.

Gemma sintió una punzada en su cerebro y una descarga eléctrica recorrer su sistema nervioso hasta su clítoris. Rio sola y apretó sus piernas intentando rozar su botón palpitante. De inmediato notó como sus braguitas se humedecían:

-Joder que locura qué puta locura, por dios.

De un salto se puso de pie. Agarró el móvil y se dirigió a su dormitorio. Se desnudó allí mismo y se metió en la ducha. Al estar sola en casa no se preocupó en cerrar la puerta. Cualquiera que hubiese entrado podría haberse excitado con la visión de su cuerpo desnudo bajo la ducha, tras la mampara de cristal empañada por el agua caliente.

Cuando terminó se envolvió en su albornoz y se secó el pelo. Para terminar se quedó desnuda sobre su cama y se puso su crema hidratante. De manera sensual distribuía la sustancia por sus torneadas piernas hasta llegar a sus magníficas nalgas. Luego se entretuvo en extenderla por su abdomen y sus preciosas tetas de tamaño mediano pero aún, a sus 43 años, muy bien puestas.

Sin pensar muy bien lo que hacía buscó en uno de los cajones de su armario un tanga negro de encajes que apenas cubría su sexo. Unas finas cintas de seda se cruzaban por encima de sus nalgas, desde donde salía el hilo trasero que se ajustó perfectamente entre ellas. Preparó el temporizador de la cámara del móvil y posó delante de él. De rodillas en la cama y sentada sobre sus talones, se tapaba las tetas con la mano derecha mientras la izquierda se perdía tras su cabeza. Una mirada entornada le daba a sus ojos verdes un punto a medio camino entre lo virginal y lo vicioso. En su preciosa cara se dibujaba una leve sonrisa de sus carnosos labios.

El móvil hizo un ruido anunciando que acaba de captar una provocativa instantánea. Luego volvió a manipular el dichoso terminal y estuvo unos minutos pensando si dar ese paso que tanto morbo le producía. Al final se decidió a hacerlo sin medir las consecuencias.

Tirada en la cama, tan solo vestida con el tanga de encajes negro, manipulaba el móvil en busca del número de Pablo. De nuevo le asaltaron las dudas. A su cabeza vinieron los momentos vividos con este chico.

Hacía unos meses que había decidido abrirse un perfil en una aplicación de citas. Los primeros mensajes que recibió fueron viejos verdes y tipos sin cultura que le dejaban comentarios soeces. Cuando estaba a punto de desistir y cerrar el perfil recibió una invitación que le llamó la atención. Era un chico joven que alababa su cuerpo. Ella lo justificó gracias a su pasado como jugadora de vóley profesional. El tipo también tenía un cuerpo de escándalo. En su caso era portero de fútbol de un equipo semiprofesional.

Gemma se sintió atraída por este yogurín, la conversación era cómoda y fluida por lo que no tardaron en subir la temperatura. El ego de la mujer crecía sabiendo que podía excitar a un chico tan joven, casi doblaba su edad. Aunque esto era algo que le producía un poco de vértigo. En cualquier caso siguieron en contacto. De la aplicación pasaron a intercambiar los teléfonos y comenzaron a comunicarse por whatsapp.

Durante dos semanas estuvieron intercambiando mensajes de contenido sexual. En el caso de Pablo alguna fotopolla con la que conseguía que la madura alcanzase altos niveles de excitación. Quedaron en un par de ocasiones para conocerse en persona, pero en lugares públicos. Gemma no quería correr riesgos y prefería tener una impresión personal antes de dar el paso de irse con el tipo a follar.

La madura quedó realmente impresionada con su joven admirador. Con metro noventa y cinco su presencia era imponente. Un cuerpo trabajado en el gimnasio, mirada gris y una belleza canalla capaz de mojar las bragas de cualquier mujer heterosexual. Como buen futbolista, uno de sus brazos estaba totalmente tatuado. Después de dos quedadas el polvo se hacía inevitable.

La mujer seguía tumbada en la cama, con el teléfono en la mano sin decidirse a enviar aquel whatsapp. Cuando comenzó a recordar pasajes de la noche anterior. A Sergio le había dicho que había quedado con unas amigas para cenar y tomar algo pero en realidad había quedado con su joven amante.

Pablo la había recogido en una parada de autobús cerca del centro de la ciudad para llevarla a un pequeño apartamento en un edificio en una zona residencial. Era un auténtico picadero que el futbolista tenía alquilado. Ahora las imágenes de la noche de sexo se acumulaban en la cabeza de Gemma.

Recordó con excitación ese desnudo integral de Pablo. Sus abdominales definidos, sus potentes brazos, su cuerpo duro y tensionado abrazándola, desnudándola. Dejando a la vista aquel cuerpo de genética privilegiada que durante diez años el vóley había cincelado.

El futbolista acarició el cuerpo de la madura, recorriendo el contorno de su cuerpo mientras ella se sentaba a horcajadas sobre el regazo de él. Sus bocas se sellaron en un apasionado beso antes de que el tipo comenzara a descender mordiendo la barbilla, el cuello y sus maravillosas tetas de pezón rosado. Los gemidos de la mujer se intensificaron cuando sintió la polla de Pablo penetrar su coño centímetro a centímetro:

-Aaahhh, sí, joder. -Estuvo a punto de correrse en ese mismo momento.

La mujer comenzó una cabalgada que Pablo ayudó a acelerar cuando la agarró por la cintura. La mujer se agarraba a su nuca y le mordía la boca. Ahora, recordándolo, reía en su cama sintiendo como se excitaba y de su coño manaba flujo caliente. Apretando sus muslos trataba de frotarse el clítoris para conseguir un mayor placer.

De nuevo una imagen se instaló en su cabeza. Se recordó arrodillada en el colchón de aquella cama extraña con la cabeza en la almohada, totalmente expuesta a la voluntad de un joven casi desconocido. Sentía los dedos del portero de fútbol clavándose en sus caderas mientras la polla de éste percutía una y otra vez contra su ano. No era la primera vez que practicaba el sexo anal pero hacía demasiado tiempo. Pese a que su amante se lo hizo con delicadeza, el grosor de la polla del tipo hizo que su culo tuviera que dilatase por encima de sus posibilidades. Por fin sintió como con un grito animal, Pablo se corrió abundantemente en su interior inundando sus intestinos.

El polvo hizo que ambos quedaran extenuados sobre la cama. Gemma se encontraba en un punto de excitación desconocido. Hacía mucho que el morbo la había abandonado y ahora se sentía totalmente eufórica. Solo le permitió unos cinco minutos de recuperación a su joven amante. Se acercó a él para comenzar a recorrer su cuerpo con los labios. Se entretuvo en los pezones de aquel tipo totalmente depilado. Los mordió antes de continuar descendiendo por sus pectorales, abdomen y llegar por fin a la polla. Al contacto con su lengua, el miembro del portero reaccionó y comenzó a adquirir dureza. Con su mano, Gemma, empezó a masturbarlo hasta conseguir que la polla se pusiera erecta para que le permitiera regalarle una gran mamada. Durante minutos la mujer se estuvo empleando a lamer, succionar e incluso morder el grueso glande amoratado del futbolista.

Con una mano se ayudó para pajearle al tiempo que mamaba. Con la otra comenzó a acariciar su clítoris mientras que por su ano sentía como se salía la corrida que minutos antes había depositado Pablo en el interior de su culo.

Ahora, habían pasado más de 12 horas y se encontraba tumbada en su cama totalmente excitada por los recuerdos y apunto de enviar un mensaje a Pablo. No se lo pensó más y decidió apretar el botón de enviar. Durante el resto del domingo estuvo esperando un mensaje que no terminaba de llegar. El estado de ansiedad de Gemma iba en aumento con el paso del tiempo. El doble check azul aparecía en el mensaje delatando que Pablo lo había leído hacía varias horas pero no contestaba. Por fin, a las 2 de la madrugada y cuando la mujer estaba en su cama a punto de dormirse, recibió un par de whatsapp. En ellos el futbolista alababa la belleza de la mujer y le contestaba con una foto de su polla totalmente erecta donde se le marcaban las venas.

El lunes, la mujer llegó a trabajar eufórica. Nada más despertarse le había enviado un mensaje de buenos días acompañado de una foto suya agarrada a la almohada y riéndose. En la oficina, la jefa de departamento la llamó a su oficina. Eran buenas amigas desde hacía varios años. Pese a ello, poco sabían de sus vidas privadas:

-Oye Gemma, ¿qué te pasa hoy que estas como ausente? Te comportas como una quinceañera despistada y con sonrisa boba.

Yolanda era una mujer de 54 años, de carácter fuerte y semblante serio, pero con un buen corazón. Pese a su rectitud y estrictas normas era una persona justa y en el caso de Gemma siempre se mostró como un gran apoyo dentro de la empresa:

-Joder Yolanda, es que me ha pasado algo increíble.

-A ver cuenta.

-Hace meses me abrí un perfil en una aplicación de citas y hace un par de semanas me entró un tío joven.

-Joder, ¿y está bueno?

Gemma estuvo buscando en su móvil hasta que encontró lo que quería:

-Mira Mostró a su jefa la galería fotográfica de su ligue.

La cara de Yolanda se transformó. Su rictus cambió y su ceño se frunció:

-¿Qué te pasa Yolanda?

-¿Tú sabes quién es ese chaval?

-Bueno, me ha dicho que es el portero del equipo de la ciudad.

Yolanda cerró los ojos y respiró hondo antes de contestar:

-Es, es, Pablo. Mi hijo.

La frase quedó suspendida en el aire mientras Gemma abría los ojos de perplejidad. Lo único que pensaba en ese momento era tierra trágame. ¿Qué posibilidades había de liarse con el hijo de su propia jefa? Aquello era increíble. Yolanda permanecía con la mirada perdida en el suelo:

-Gemma, ¿qué edad tienes?

-Cuarenta y tres -Dijo la empleada en susurro.

-Mi hijo tiene veintitrés y además tiene novia desde hace dos.

Gemma cerró los ojos avergonzada. Se arrepentía de todo lo que había sucedido, pero ya no había vuelta atrás. La situación dese ese momento fue demasiado embarazosa. La tensión entre ambas se cortaba. Gemma evitaba mirar a su jefa.

Tres horas después estaba en su casa cuando oyó que Sergio entraba. El portazo con que cerró delataba su enojo. Llegó al salón donde Gemma se encontraba sentada en el sofá con la mirada perdida en la televisión. Se sentía mal por toda la situación:

-Mamá llamó su atención Sergio - ¿tú sabes lo que has hecho?

Gemma no entendía nada. Sergio, su hijo de 18 años, le reprochaba algo que ella no lograba entender.

-¿De qué me hablas Sergio? No estoy para pataletas infantiles.

-¿Pataletas infantiles?

El chico sacó su teléfono móvil del bolsillo y comenzó a manipular el aparato. Cuando encontró lo que buscaba se lo pasó a su madre. Gemma no se podía creer lo que estaba viendo. En la pantalla del móvil de su hijo se comenzó a reproducir un vídeo. En la pantalla aparecía ella, solamente vestida con el tanga de encajes negro hablándole a cámara.

Hola Pablo, aquí me tienes dolorida. Lo de anoche estuvo muy bien, pero ahora tengo el culito muy dolorido y tengo que ponerme crea para aliviarme. Gemma se giraba dejando a la vista su agujero del culo totalmente enrojecido y aplicándose crema hidratante. Me arde el culo cabrón, es que me diste bien fuerte, ¿eh? La voz de aquella reproducción le pareció tan diferente a la suya que Gemma tuvo la ridícula tentación de decir que esa no era ella.

A continuación la mujer se colocaba con las piernas abiertas frente a cámara. Cogió un vibrador y lo introdujo en su boca para lubricarlo antes de introducírselo en el coño. Al mismo tiempo agarró su succionador y lo colocó en su clítoris. Durante diez minutos estuvo masturbándose frente a la cámara de su móvil. El vídeo finalizaba entre jadeos y espasmos de su cuerpo nombrando a Pablo y alabando su miembro.

Cuando terminó la reproducción del vídeo unas lágrimas caían por sus mejillas. La sensación de traición de aquel niñato era insoportable. Se lamentó haber dado el paso de enviarle el vídeo a un tipo indeseable que no había dudado de mostrarlo a todo el mundo. Incluso le había llegado a su propio hijo, Sergio, compañero de Pablo en el equipo de fútbol.

Gemma se sentía traicionada por aquel cabrón pero lo peor era la sensación de haberle fallado a su propio hijo. A estas alturas Sergio estaba muy enfadado con su madre. Y es que la vergüenza que había pasado en el vestuario cuando los compañeros estuvieron viendo el vídeo y haciendo comentarios obscenos sobre lo guarra que era su madre era insoportable.

Gemma tuvo dudas sobre qué hacer. Lo más lógico era denunciar a ese cabrón. Había vulnerado su intimidad y eso era un delito. Pero las consecuencias no se solucionarían con la denuncia. Lo mejor sería hablar con su ex marido e intentar buscar una solución fuera de su ciudad.

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