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Intercambio de esposas en la playa

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Llevaba tiempo queriendo contarles este relato que nos sucedió hace un par de meses del presente año. Esta vez nos fuimos Carla y yo con una pareja de amigos que llevamos conociendo unos diez años, juntos a la playa, la idea era pasar un fin de semana agradable y quitarnos el estrés de la vida cotidiana. Carla y yo teníamos donde quedarnos, una casa de la familia de ella que nos la habían prestado, y por el otro lado Andrés y Ceci, la contraparte en esta historia, tenían su propia casa playera. Todo se planeó como un paseo familiar, por lo que ambas parejas fuimos con nuestros hijos. Tuvimos una mañana agradable y para la tarde decidimos hacer una barbacoa en la casa de Andrés y Ceci. Ya que ambas casas quedaban relativamente cerca habíamos planeado que la barbacoa se extendiera hasta la noche y terminar con unos tragos cuando ya los niños se hayan dormido, considerando la opción de quedarnos a dormir en casa de ellos.

Antes de continuar necesito hacer referencia a un evento del pasado que es muy indispensable para entender otro punto en el relato. Andrés y yo éramos muy buenos amigos, en nuestra época de solteros nos contábamos nuestras aventuras y una que otra confesión de quienes en aquel entonces eran nuestras novias y ahora esposas. En una ocasión habíamos querido hacer un trio con una amiga en común, pero por circunstancias de la vida no pudimos concretar nada. En otra ocasión nos pusimos a comparar a nuestras en aquel entonces novias, cuáles eran sus mejores atributos, y que era lo que más nos encantaba hacer con ellas. Aquella ocasión Andrés incluso me mostró ciertas fotos de Cecilia que tenía en su teléfono mientras estábamos en el trabajo, todas decentes, pero aun así reluciendo su hermosa figura. Por un descuido Andrés dejó desbloqueado su teléfono en un instante que lo llamaron a atender algo, descuido que aproveché para ver que otras fotos tenía, y que afortunadamente encontré aquel tesoro que estaba buscando. Eran unas fotos de Ceci completamente desnuda, mientras posaba para él en la cama, desde aquella ocasión le guardaba unas ganas enormes, y solo fantaseaba con poder probarla cada vez que nos veíamos en alguna reunión. Nunca me sentí seguro de confesarle esas ganas a mi amigo, aun cuando en ese entonces la relación con nuestras parejas no era completamente seria.

Retomando el presente, mientras hacíamos la barbacoa, Andrés y yo nos encontrábamos en la planta baja mientras asábamos las carnes y nos tomábamos unas cervezas, mientras nuestras esposas observaban jugar a los niños mientras conversaban asomadas en un balcón con paredes de vidrio transparente que estaba justo frente a nosotros. Mi mirada buscaba todo el tiempo un descuido de parte de Cecilia que me permitiera ver un poco más allá de la corta falta jean que cargaba puesta. Que ironía, hace poco la había visto en un traje de baño de dos piezas que le quedaba muy bien y le permitía mostrar todos sus atributos generosamente, pero por algún motivo no se comparaba con la excitación que me causaba poder ver que ropa interior cargaba puesta, esto mientras mi esposa estaba parada junto a ella en un puti short que también le ajustaba muy bien su exquisito trasero. Si leen en mis relatos anteriores sabrán que Carla y yo ya hemos compartido experiencias de compartir mi esposa, y ciertamente estaba notando que mis ojos no estaban fijados en ella, pero tampoco daba muestras de que esto le moleste. Entendí que esto era indirectamente su aprobación a que pudiera seguir saboreando a Cecilia con la mirada.

Ese respaldo por parte de mi esposa, y unos tragos de mas en la cabeza, me hizo decirle, sin titubeos a Andrés:

- “hermano, que ricas piernas tiene tu esposa”.

Andrés me respondió: - pues si, puedo notar que llevas rato fijándote en ellas.

A lo que le contesté: - ¿no te molesta que vea con ganas a tu esposa?

Andrés me dijo: - hermano, tu y yo nos hemos contado de todo. Tienes la confianza de ver un poco si deseas.

A esto no pude contener mas mis ganas y le dije: - ¿has pensado alguna vez en comerte a mi esposa?

Andrés, un poco en shock, contestó: - bueno hermano, ciertamente siempre la he visto también, pero la idea jamás se me había pasado por la mente hasta este momento.

Sin dar más vueltas le hice mi propuesta: - ¿te gustaría comerte a Carla esta noche y hacer un intercambio de esposas?

Andrés me vio y me dijo: Jamás hemos hecho algo así, no se cómo lo pueda tomar Cecilia, y tampoco se cómo lo pueda tomar yo. No me incomoda que veas a mi esposa, pero compartirla es algo completamente nuevo.

Yo sé que Andrés ama a su esposa, pero también sé que es un pícaro y que varias veces la ha engañado, por lo que le contesté: bueno hermano, piensa en las veces que te has divertido tu, y si bien no lo sabes si ella lo habrá hecho también, porque no darle la oportunidad a tu esposa de que pruebe otra verga después de tanto tiempo. Andrés soltó una buena carcajada y me contestó: – puede que tengas razón, después de todo porqué debería ser egoísta si también voy a disfrutar yo. Le dije que me parecía perfecta su manera de ver las cosas, sin embargo, acotó: aun así, el problema es como lo vayan a tomar nuestras esposas, a lo que respondí inmediatamente: yo sé que Carla también te ha observado, y aunque jamás me lo ha dicho, sé que debes resultarle atractivo. Andrés calló por un momento y me contestó: aun así, todavía falta Cecilia. No creo poder convencerla de hacer algo así.

Un tanto excitado y desesperado por el plan, y ver que Andrés si estaba dispuesto, le dije: mira, hagamos algo, ahora en la noche vamos a pasarnos un poco de copas, pero principalmente tratemos de emborracharlas a ellas, juguemos un poco juegos de parejas a ver que tal va la cosa, y si en el peor de los casos, a Cecilia no le agrada el rumbo de las cosas, ahí lo dejamos, aun así yo sé que eres del gusto de Carla, así que si lo deseas, después de tomar, la puerta de nuestro cuarto estará abierta. Andrés me contestó: hermano contigo no tengo como perder, y soltó otra carcajada ja ja ja.

Contento yo también por nuestro acuerdo, seguí disfrutando de la hermosa vista de las piernas de Ceci, al mismo momento que observé a mi esposa y la vi con una sonrisa de complicidad.

Llegada la noche, llegó el momento, los niños ya dormían y nosotros cuatro estábamos en la sala ya con varios tragos encima, propuse el juego de parejas, nos tocaría responder preguntas atrevidas y cumplir desafíos que poco a poco iban a ir subiendo el tono. Siempre mantuvimos el juego de desafíos con nuestras esposas, sin embargo, las preguntas podrían ser dirigidas a quienes sea. Mi esposa, que ya sabía cuales eran mis intenciones, de a momentos lanzaba las preguntas mas sexuales a Andrés, y Ceci poco a poco fue cogiendo el tono, y también me hacia una que otra pregunta a mí.

Como a pedir de boca, luego de varios juegos y apuestas perdidas, las chicas, especialmente Ceci, estaban muy mareadas, le hice una seña a Andrés de que me siguiera, y empecé a besar a Carla fervorosamente en el mueble que nos encontrábamos, mientras le hacía señas a Andrés para que hiciera lo mismo a su esposa. Carla me dijo: – te la quieres comer a Ceci verdad? A lo que contesté: – así es mi amor, hoy quiero que tu seas mi cómplice. Ella me miró, y me besó aun con más ganas, y solo me respondió: – pero yo también tendré mi parte, verdad amor? A lo que le respondí: – por supuesto. Y la seguí besando mientras recorría con mis manos sus piernas, e iba subiéndolas poco a poco por sus muslos hasta tocar su vagina por encima del short que cargaba puesto.

Esto la prendió bastante a Carla, pude notar como empezaba a soltar gemidos cerca de mi oído, mientras sentía como nuestros corazones se aceleraban. Olvidé por un momento por completo a Andrés y Ceci, solo esperaba que estén haciendo lo mismo, mientras Carla y yo nos perdíamos en caricias y lujuria. De repente me detengo a voltear, y con gusto veo que aunque Ceci estaba bien mareada, Andrés ya había desabotonado la blusita que cargaba, mostrando así esos deliciosos senos enormes que Ceci tenía, más grandes que los de mi esposa, de hecho, todo en Ceci era más grande, ya que ella era ligeramente más gruesita. Volví a besar a Carla y esta vez empecé a introducir mis dedos por dentro de su short, Carla ya estaba húmeda, y decidí saborear mis dedos, probando sus jugos, volví a ver a Andrés, y Carla también lo veía, mientras expresaba en su rostro deseo.

Noté que él vio lo que hice, seguramente lo excitó bastante también. Le hice un gesto con mis cejas, para saber si me podía acercar, a lo que el me respondió así mismo con otro gesto indicándome que sí. Andrés se levantó, apagó la luz de la sala, y nos quedamos únicamente con la luz de la luna que entraba por ventanal donde anteriormente estaban nuestras esposas asomadas. Me despedí de Carla con otro beso y le dije: – bueno amor, ya te mando a Andrés para que no te sientas sola, ella me contestó con otro beso y me dijo: – espero que lo disfrutes porque yo lo pienso hacer, le di otro beso más apasionado que el anterior, me levanté, y me dirigí hacia Andrés y Cecilia, ya con la luz apagada, le pregunté una vez a Andrés: – puedo? Y él me contestó: es toda tuya hermano, espero que puedas sacarte las ganas.

De cerca pude notar que Ceci estaba bien mareada, casi al punto de estar inconsciente, ya llevaba un buen rato que no hablaba mucho, y aunque no era como la hubiese preferido, era mi oportunidad, y quizás la única, así que empecé a besarla y para mi suerte, Ceci bien me respondía, de manera un poco torpe por los tragos, pero aun así besaba con ganas. Pude sentir como mi verga empezó a lubricarse por montones por debajo de mi bóxer, y empecé a tocar sin titubeos ese cuerpo que tanto deseaba, volteé una última vez hacia Carla y pude observar que ella ya atendía muy bien a Andrés, por lo que eso ya no iba a ser un problema. Decidí arriesgarme un poco más y empecé a besar los senos que Andrés ya había dejado descubiertos, primero solo por encima, ya que aún tenía su brasier puesto, pero eso no duró más, los bajé suavemente y ahora si, tenía esas ricas tetas completamente descubiertas para mi. Empecé a chuparlas, lamerlas, mordisquearlas, todo mientras Cecilia gemía y se quejaba, denotando también el placer que estaba sintiendo aún sin saber quizás quien se lo estaba dando. Empecé a succionar sus pezones, y dios que ricos los encontraba, sé que habré estado en sus senos por al menos diez minutos sin despegar un segundo mi boca de ellos, mas que para eventualmente besar su boca.

No podía aguantar más mi excitación, para esto ya me había bajado el pantalón que cargaba puesto, y estaba con el bóxer a reventar por lo tieso que estaba mi pene, en algún momento vi que Andrés lo mismo hacia con mi esposa y ambos lo disfrutaban mucho, ya que aún sin hablar, los gemidos de Carla eran cada vez mas fuertes. Por mi parte decidí tomar el riesgo final, y bajé hasta la vagina de Ceci, su blusa ya se encontraba totalmente abierta, y ya había tocado con mis dedos esa vulva que también se encontraba extremadamente húmeda, no di mas vueltas y me puse de rodillas frente a ella, y de un solo tirón le bajé su panti, mientras aun cargaba esa faldita puesta, se me hizo agua la boca literalmente de ver en primer plano la vagina que tanto había deseado ya por tanto tiempo, no me aguanté más y me clavé inmediatamente en ella, a lo que Cecilia dijo con un fuerte gemido: – Ah Andrés, que rico! ¡No pares de comerte mi chuchita! No lo podía creer, Cecilia seguía creyendo que era su marido quien la saboreaba, esto me puso a mil, me clavé de nariz dentro de su vagina, no me importaba que no estuviera fresquita como me gusta, tenía un ligero sabor amargo, pero la excitación psicológica y física me tenían completamente dominado, prácticamente sequé la vagina de Ceci de lo húmeda que estaba, con tanto lengüeteo y chupadas de mi boca. Me distraje por un instante por un gemido fuerte de Carla, volteé a ver, y para mi gusto y sorpresa Andrés ya tenía de hace rato bien ensartada a mi esposa, en cuatro, apoyaba sobre el espaldar del sillón donde ellos se encontraban, mientras ambos nos daban a Ceci y a mi la espalda. Me concentré nuevamente en el manjar que tenía frente a mí, y sin más titubeos y de una vez por todas, finalmente me bajé mi interior y de un soló empujón metí completamente mi verga en la vagina de Ceci, esa vagina que tenía años soñando comerme, finalmente lo hacía, mientras la tenía con sus piernas bien abiertas, sentía como mi verga estaba completamente hinchada, y sentía que con cada metida ya me venía. Ceci empezó a gemir más duro y esto me volvió completamente loco, la embestía cada vez con más fuerza y Ceci cada vez gemía más. Apenas si escuché la advertencia de Andrés que me dijo: -no he vayas a venir dentro de ella cabrón! Lo cual vino como advertencia de último momento, ya que no pude aguantar más, y apenas si logré sacarlo a tiempo, llenando totalmente de semen los pequeñitos vellos púbicos que Ceci tenía, muy meticulosamente cuidados. Mi gemido fue tan fuerte que Carla reaccionó y dejándolo a Andrés, se acercó a mi para limpiar mi verga, y dejarme completamente seco, esto mientras tenía aún a Andrés de la mano.

Que rico sentía como Carla lamía mis bolas y sacaba el poco resto de semen que aún guardaba mi pene. Note cómo Andrés se perdió un momento viendo la imagen de su esposa, y antes de que se pierda el momento, tomé a Carla del cabello y le dije: - mi amor aquí tienes dos vergas para esa boquita golosa. Carla agarró nuevamente la verga de Andrés y empezó a chuparla, mientras me pajeaba con su mano haciendo nuevamente parar mi verga. Finalmente, se sentó junto a Ceci, quien estaba prácticamente dormida, ambas con las piernas bien abiertas, y le tomo a Andrés de las caderas, empujándolo dentro suyo con sus piernas, mientras agarraba con una de sus manos los senos de Ceci, y por otro lado, mi verga, que conveniente se la puse junto a su rostro, para que la siguiera mamando mientras Andrés la penetraba. Andrés no pudo aguantar más, y finalmente se vino en los senos de mi mujer, derramando su esperma en su rostro y sus tetas. Felices al menos casi todos, nos levantamos y nos vestimos, nos despedimos después de quedarnos besando un rato, y ayudando a Andrés a llevar a su cuarto a Ceci, por lo que terminé despidiéndome de ellos. Regresé por mi esposa y también nos fuimos al otro cuarto, yo totalmente contento por haber saciado un gusto que había llevado por tanto tiempo, y que jamás pensé podría saciarme.

(9,20)