-¡No entres!
Se me escapó el grito cuando noté como la puerta de mi habitación se abría lentamente. Desde luego era un mal momento. Me estaba masturbando, la polla dura en la mano, arriba y abajo. Desnudo del todo y tirado sobre la cama sin poder ocultarme siquiera bajo las sábanas o las mantas.
Andaba tan cachondo ese verano, tanta gente semi vestida por la calle y hacia tanto calor que me pajeaba de forma compulsiva y ahora me habían pillado. Además el haberme estrenado con el amigo de mi hermana y recordar las tardes desnudos juntos solo me excitaba aún más.
Era mi padre claro, estábamos solos en casa. Mi madre y mi hermana estaban pasando las vacaciones en la playa. ¡Que bien lo estarían pasando las cabronas!
Él se había quedado por trabajo y yo por las asignaturas que me habían quedado. Desde luego no me hizo caso, abrió la puerta y me vio así estirado en la cama y en bolas.
Él se cuida, esta bueno para sus años, el cuerpo musculoso y depilado. Y con el calor que hacía solo vestía unos boxers negros ajustados que le marcaban un paquete bien proporcionado. No suelo ser muy rebelde, me suelo portar bien aunque no me guste estudiar, pero estaba muy cachondo.
Le había advertido y era imposible taparme. Así que aunque paré la paja para oír lo que quería no separé la mano de mi rabo duro, a la vez que recorría su bonito cuerpo de maduro con la vista.
Lo primero fue una exclamación de sorpresa al verme así, pero tampoco se cortó por ello. Me miraba con una curiosa expresión en la cara.
– Venía a decirte que ya está la cena, pero veo que estas ocupado.
Y sonrió mientras miraba mi cuerpo desnudo. No se retiró, siguió mirándome mientras su polla se marcaba cada vez mas dura bajo la tela y eso sin tocarla. Sólo con ver mi cuerpo desnudo y lo que yo estaba haciendo.
Me daba cuenta que se estaba poniendo cachondo mirándome. Jamás lo hubiera pensado, que a mi padre le pusieran los chicos. Que yo le excitara y que él me gustara a mí. Era una situación surrealista.
Hasta ese día pensaba que era muy heterosexual a juzgar por los berridos y gritos que salían de su dormitorio cada vez que follaba con mi madre y no eran pocas veces. Y a la que mas se le oía en esas situaciones era a mi madre, debía hacerla disfrutar bastante con esa herramienta que ahora se ponía dura dentro de su calzoncillo frente a mi.
Yo en cambio si soy bisex, había tenido mis rollos con amigos y gente de mi edad incluso algún maduro. Mi hermana Natalia fue la que me presentó a mi primer chico, uno de sus amigos.
Así que en un rapto de locura volví a mover la mano, a seguir con la paja de forma suave y excitante luciéndome. La otra mano pellizcándome un pezón ante su petrificada presencia. Una sonrisa morbosa fue aflorando despacio a sus labios.
– Hace mucho que no me hago una paja en compañía. ¿Te importa?
Le devolví la sonrisa aceptando, pues esa pregunta me había dejado mudo. Me senté junto al cabecero cruzando las piernas a la india, los talones juntos, sin dejar de manosearme. Se sentó enfrente sobre mi cama muy cerca, se había sacado el bóxer por el camino y su rabo depilado como el mío apuntaba duro al techo.
No nos habíamos tocado aún, pero la situación era de morbo total. Podía mirar su polla dura, como se acariciaba los huevos mirando como lo hacia yo o cruzar la mirada con él, viendo su cara de vicio cuando se mordía el labio de abajo.
Se pellizcaba un pezón que parecía durísimo. Estaba deseando que se lanzara y me tocara pero a ese paso le iba a salpicar con mi semen sin habernos rozado. Tan excitado estaba.
Así que volví a estirarme y esta vez apoyé mis piernas sobre las suyas rozando sus pies con mi culo y él solo tenia que inclinar la cabeza para recibir mi lefa en la cara. Por fin se decidió a actuar. Con una mano siguió con su paja, pero la otra, la que tenía en su pezón, la puso sobre la mía ayudándome. Aparté la mano dejando que él me masturbase y me acaricié los huevos.
– Casi estoy papi.
Le avisé por si quería apartarse o hacer algo mas. Y lo hizo, se puso de rodillas y se metió mi glande en la boca hasta que me corrí, suspirando, en su lengua mirándolo a los ojos.
– Besame.
Le dije,
Él subió hasta mi cara con mi lefa en la boca y me la dio junto a su saliva en el beso mas lascivo que me han dado nunca. Nadie lo había hecho así antes, tan guarro y morboso. Jugamos con las lenguas pasando el semen de una boca a otra y mientras pude acariciar por fin la polla de la que yo había salido.
Él en cambio había había pasado un brazo bajo mi nuca y con la otra mano me acariciaba y pellizcaba los pezones. Éramos pura lascivia manoseándonos y lamiéndonos en mi cama. Su lengua recorría mi cara, la barbilla, el cuello baboseando mi piel y haciendo que escalofríos de placer subieran de mi polla a la nuca.
– ¿Quieres follarme? Papi.
Viendo que seguía bien duro se lo propuse.
– ¿De verdad quieres?… Bueno, pero luego tú a mí. Quiero ese rabo. Nene.
– No sabia eso de ti. Pensaba que solo te iban las tías.
– Me gusta disfrutar del sexo, como a ti.
– ¡¿Como?!
– ¿Crees que no sabemos con quien follais, tu hermana y tú? ¿Ni el tipo de porno que veis los dos? Mientras que tú no te enteras de nada.
– Vamos no esperes más, ¡follame! Pero todo eso me lo explicas después. Necesito detalles.
Le alcancé mi propio lubricante que guardaba en la mesilla. Pero antes de clavármela me puso boca abajo y besó y lamió mi espalda desde la nuca. Pasaba la lengua por mis axilas, siguiendo la línea de la columna, bajando por ella hasta pasar la sin hueso por toda mi raja y clavarla en mi ano y calentarme aun más.
El dio un mordisquito en una nalga antes de seguir. Yo estirado en mi propio colchón, boca abajo, gemía y suspiraba sintiendo como mi padre me daba amor y placer.
– ¡Si que estas preparado!
– También tengo condones pero no creo que nos hagan falta.
Por fin me puso a cuatro patas, extendió el lubricante tanto por su polla como por mi culo y fue metiéndomela despacio y dulce follándome tiernamente.
Notaba como se abría mi ano, sin prisa, como todo su pene fue entrando en mi cuerpo. No se apoyaba en mi espalda sino que sujetaba mi cadera con una mano y del hombro con la otra hasta que me tuvo empalado del todo.
– ¡Joder nene! Que culo más duro.
Me decía mientras amasaba mi nalga con fuerza.
En ese momento me vino a la mente un flash del culo de mi madre metido en las mallas que suele usar.
– Joder papi, eres todo un experto, ¿a mamá se lo haces igual?
– Pues claro y le encanta.
Fue entonces cuando se inclinó sobre mí para besar mi hombro y nuca. Pero yo quería más de su lasciva lengua y giré la cabeza para darle la mía. Poder chuparnos las sin hueso mientras se movía despacio dentro de mí sin ninguna prisa.
Mi glande duro como nunca había estado golpeaba mi propio ombligo según nos movíamos. No quería correrme, pretendía que él ĺo hiciera dentro de mí. Apretaba el culo para exprimirlo y movía las nalgas frotando su pubis para excitarlo más.
Al poco derramaba todo su semen en mi interior y su polla empezaba a perder dureza y salirse sola. En cambio la mía en cuanto me giré para tumbarme de espaldas y estar algo más cómodo apuntaba al techo dura como la piedra. Se tumbó a mi lado de costado mirándome con cara de vicio.
No dejábamos de besarnos mientras su mano acariciaba mi pecho con dulzura, sus dedos recorriéndome desde los pezones a las axilas o bajando hasta el ombligo. Hurtando la caricia a mí pene que lo esperaba con ansia. Lamiendo mi oreja me dijo:
– Te había dicho que quería que me follaras. ¿listo?
– Por supuesto.
Respondí con una sonrisa que debía llegarme de oreja a oreja. Buscó el lubricante y ahora si que dedicó sus manoseos a mi miembro para dejarlo bien untado. Hizo lo propio con su propio culo sin dejarme más que seguir acariciando su torso y cambiar besos lascivos.
Cuando todo estuvo a su gusto él mismo se subió sobre mi cadera y fue bajando su ano despacio sobre mi polla. Creo que su culo estaba aún más acostumbrado a recibir polla que el mío o por lo menos los vibradores de mi madre por que entró con suma facilidad. Se apoyaba en mi pecho para guardar el equilibrio y así podía pellizcar mis pezones.
Me miraba directo a los ojos con picardía y una expresión lasciva que no se le había quitado desde que entró en mi cuarto. Se movía despacio casi con parsimonia disfrutando de cada sentada y de cómo yo le acariciaba los huevos y la polla bien depilada y que volvía a ponerse dura.
A veces sobaba la suave piel de sus muslos o llevaba las manos a sus nalgas para controlar un poco la velocidad de la follada. Y también las subía
– Estos días vamos a dormir juntos y a estar por casa desnudos del todo. Unos días para los chicos, lo vamos a pasar bien.
Al rato me derramaba en su culo, llenando su recto de semen con un gemido. Apenas unos segundos mas tarde él lo hacía sobre mí estómago llenando mi piel de semen. Tampoco le importó mucho y me limpió con la lengua. Con un último beso con sabor amargo a lefa se levantó de encima de mí.
Esa noche cenamos pizza desde luego. Lo que había preparado él se había quemado en el rato que estuvimos follando. Y yo mismo abrí al repartidor desnudo del todo, lo que pareció no importarle demasiado a juzgar por su sonrisa.