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Luze (Parte 2)

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Desde aquella primera noche, la que describí bajo Luze (1), pensaba mucho en ella, pues el saber que una mujer de su edad tenía tales ímpetus sexuales, me excitaba mucho. Te recuerdo querido lector, que esa vez solamente le hice el sexo oral y nuestra sesión tuvo que ser interrumpida, pues la noté muy ebria. A pesar de esto, esa noche, su actitud mientras me la comía abajo, sus fuertes movimientos y sus lujuriosas expresiones, −Ay qué rico, ay qué rico! Me gusta, ay qué rico! Quiero más! Quiero más Rafa! Cómeme! −me impulsaron a buscarla de nuevo.

Durante la llamada telefónica, la encontré muy interesada en otro encuentro, el que concertamos para dentro de un par de días, de nuevo en su apartamento. Allí me aparecí con una buena botella de vino y con planes muy definidos para convertir esta enigmática y bella mujer en la Puta Salvaje que he estado buscando por años.

−Hola Rafa, ¿cómo has estado? −preguntó−. No hubieras traído vino, pues adquirí un par de botellas magníficas, para ti.

Estaba hermosa. Sus setenta años… o más, irradiaban fuera de belleza alguna, mucha lujuria y sexo fuerte. Al menos, así la veía yo y así me la imaginaba.

−Gracias Luze, −contesté−, he estado pensando mucho en ti.

Diciendo esto, tomándola de la nuca con una de mis manos, la atraje hacía mi y traté de besarla con pasión; mi otra mano viajó rauda hacia su bajo vientre y con fuerza aprisioné su coño, el que te recuerdo, querido lector, me había comido con gran deleite y energía en nuestro primer encuentro, hace unos días. Ella retiró mi traviesa mano con una de las suyas.

−Cálmate, que tenemos tiempo. −dijo sonriendo, pero retirándose−. Más tarde hacemos “cositas ricas”.

Su reacción me sorprendió, pues no era lo que yo hubiera esperado.

−¿Abrimos una botella de vino? −inquirió.

Recordé la primera vez que estuve en el pequeño apartamento; a ella le encanta tomar, lo que debería controlar de alguna forma, pues esto podría estropear la tan esperada velada.

−Si Luze, yo me encargo. −contesté.

Serví el vino y me senté algo distanciado de ella.

Me ofreció unos bocados para picar, pidiéndome ayuda para abrir una lata de sardinas. En el reducido espacio de su cocina, nos movimos para un lado y otro, tratando de completar nuestra misión alimenticia. Su cercanía me permitió oler el perfume de su cuerpo, al que no pude resistirme. La abracé firmemente con mis brazos y acerqué mi boca a su cuello, para empezar otro ataque, pero ella se escabulló con pericia, sonriendo con coquetería.

Mi sorpresa creció al máximo, pues había sido rechazado dos veces por esta mujer en menos de diez minutos; la había considerado una presa fácil, pero parece que estaba equivocado. Respiré profundo, tratando de ocultar mi frustración y desconcierto, pues no quería que ella pensara que estaba manejando la situación. En un intento de retomar las riendas, resolví congelarme por completo, repito, por completo; además, buscaría un aliado en el vino, lo que debería manejar con tremendo cuidado.

La conversación empezó a fluir variadamente y por largos minutos evité tocar o mencionar asuntos sexuales o eróticos. Conservé mi distanciamiento, excepto cuando le ofrecí a Luze llenar su copa, dos o tres veces. Pasó una hora o algo así. Le dejé la mesa abierta a sus temas y tomé un rol secundario, sólo opinando sobre lo suyo o contestando sus preguntas.

Exactamente como en nuestro primer encuentro, al poco tiempo, le noté más relajada y comunicativa; se requirieron varias copas para que su actitud adquiriera un toque de coquetería y esto se reflejó en su conversación.

−¿Qué buscas en mí Rafa? ¿Quieres sólo sexo? −preguntó.

La miré en silencio, invitándola a proseguir.

−¿Te gusto, te atraigo? ¿Estás aquí sólo por sexo? −repitió.

Su comportamiento me sacó de mis casillas, pues fuera de rechazarme, me estaba pidiendo que le declarara mi amor o algo así. Estaba haciéndose la difícil y esto debía ser corregido de inmediato, pues ella debía comprender mis deseos.

−¿Te hago la misma pregunta Luze? ¿Qué quieres de mi? −contesté con autoridad−. ¿Cuando aceptaste este segundo encuentro, hablamos de muchas cosas, las recuerdas? ¡Hablamos de sexo! ¡Me pediste sexo! ¡Por eso vine! ¡Por eso estoy aquí! ¡No vine a darte amor!

−Ella guardó silencio.

−¿Recuerdas el final de nuestro primer encuentro, cómo te comí el coño por un largo tiempo y como reaccionaste y como te corriste y cómo expresaste tu lujuria? ¿Te acuerdas de tus gritos, los recuerdas? ¿Y te recuerdas que no continuamos, porque estabas borracha? −entonces descansé−. Calmé mi discurso, pues estaba decidido a orientar en mi dirección esta relación, en la que creía ver un buen futuro.

Me apresuré a servir nuevas copas de vino. Ella me miró silenciosa, como invitándome a proseguir. Con firmeza, dándome cuenta de que había logrado subyugarla un poco, me atreví a hablar.

−Me preguntas si quiero sólo sexo. ¿Qué esperas de mi, que te ame? ¡Esta es sólo la segunda vez que te veo! ¿Qué buscas en mí Luze? ¿Algo así como amor platónico? −dije enérgicamente en voz alta.

Llené su copa una vez más. Pasaron un par de minutos, durante los que descansé un poco.

−Ella guardó silencio.

−Ahora es mi turno de preguntar Luze, ¿Qué buscas en mí? ¿Quieres sexo intenso? ¡O quieres amor! ¡O quieres que me vaya de inmediato; si lo hago… no volveré nunca! −dije enérgicamente en voz alta.

Su silencio me invitó a continuar.

−¿Quieres Luze, que te defina lo que me gustaría de ti? Si tu respuesta es afirmativa, tienes que estar lista para aceptarlo y si te escandalizas… rechazarlo. Tú has forzado esta situación, la que de otra forma, te hubiera llegado paso a paso.

−Dime Rafa, dime que quieres de mi. −expresó con voz suave.

−¿Estás segura Luze, de que quieres que te enumere lo que espero de ti? −pregunté con voz fuerte.

−Sí Rafa, dímelo. −contestó con firmeza.

Al oírla, me acerqué a ella, con mi mano derecha, tomé un puñado grueso de su pelo y con algo de violencia la halé hacia mí y expresé, mirándola a los ojos.

−¡Te deseo Puta Ramera! ¡Quiero que seas mía! ¡Quiero poseerte! ¡Quiero dominarte, más que todo… dominarte! ¡Pero quiero que me contestes de inmediato! ¿Tú quieres eso? ¡Debes contestarme ya! −grité y me retiré, esperando su respuesta.

Pasaron largos segundos; ella cerró los ojos y esperó un minuto. Al final dijo:

−¡Sí Rafa, sí quiero eso; explícame tus deseos! −contestó con decisión.

Al oírla, solté su pelo y la aparté hacía atrás con fuerza.

−Déjame aclarar mi mente para enumerarte todo lo que he acumulado en ella, desde que te conocí en nuestro primer encuentro. Te he encontrado Luze y quiero convertirte en Mi Puta y enseñarte con paciencia las delicias de la carne y del sexo. ¡¡¡Hoy en día, en tu plena madurez y con la ayuda de tu mente que creo lujuriosa, quiero transmitirte mis pasiones y llevarte hasta la locura!!!

−Describirte todo mi escenario, sería muy largo y complicado. Por lo tanto, solo voy a mencionar un resumen de lo que quiero en nuestra relación. ¿Quieres que continúe?

−Sí Rafa, hazlo. −contestó.

−Bueno Luze, debes liberarte de los tabúes y prejuicios que puedas tener, pues vamos a empezar a usar espejos, exótica lencería para ti, juguetes pequeños y grandes, antifaces, lubricantes con sabor, esposas, aceites, clips para tus pezones y un pequeño látigo de cuero. ¿Continúo? −pregunté.

−Sí, por favor. −dijo, casi rogando.

−Prepararé una maletita de cuero para cargar en ella, todo “el equipo” necesario para nuestra lujuria. Estoy seguro de que antes de llegar a verte, me dirás −¡Rafa, no te olvides de la maletita!

−Seré muy creativo, haré que mi piel y mi líbido te sumerjan en algo nuevo y diferente, algo que yo ya conozco. Te llevaré a sentir sensaciones increíbles, tratando de descubrir qué te gusta… y cuando llegué a ese punto, te diré ¡Disfrútalo Puta, gózalo!

−¡Estarás vendada! Al no poder verme e ignorar lo que te viene en seguida, se disparará tu adrenalina al máximo… y me pedirás que te dé más nalgadas, suaves al principio y algo fuertes después. No sabrás qué estoy preparando o tramando o sacando de la maletita de cuero. Te daré un apasionado beso en la boca, me bajaré a chuparte el coño y cuando termine, te daré una o dos fuertes y eróticas palmadas allí.

−¡Estarás atada! −¡Estarás esposada! Una vez así, jugaré con tu cuerpo a mi antojo pues te habré quitado la posibilidad del movimiento y tu deseo irá incrementándose conforme pasen los minutos. Usaré el látigo con suavidad, pero seguiré tus instrucciones; así, sentiré la fantasía de estarte dominando. Si quieres sentir más, me lo pedirás y te daré más; alternaré lo fuerte con lo suave, pues quiero provocarte una sensación simultánea de dolor y alivio.

−Cada noche trataré de inventar alguna nueva aventura, pues el mundo sadomasoquista ya no es rotulado como algo oscuro o enfermo… te invitaré a explorarlo juntos. Te guiaré. Sé que te gustará. Será un conjunto de palabras, olores, susurros, gritos, besos, lujuria, nalgadas, mamadas, latigazos suaves… y fuertes. Seré una mezcla de ángel y demonio, alternaré lo dulce con lo salvaje y liberaré tu imaginación. En tu habitación habrá velas aromáticas encendidas y fragancias exquisitas, pero no te olvides de que recibirás verga por todas partes, por delante y por detrás; lógicamente… también por tu boca.

−Nuestro vocabulario cambiará, pues hace un rato dijiste que −Más tarde hacemos “cositas ricas”.

−Nooo Luze!! No vamos a hacer “cositas ricas”!!! Vamos a coger o a follar o a culear!!! Y además, no hay pene, ni vagina, ni trasero. El pene es la verga y la vagina es el coño y el trasero es el culo!!!

−Habrá un acuerdo entre los dos. Tendremos una “palabra clave” que será mi orden para detenerme. Cuando tú dices la “palabra clave”, me detengo. Si no la oigo, continúo maltratándote. Si me pides que pare, continúo maltratándote. Me detengo, sólo cuando dices la “palabra clave”. Yo continúo para satisfacerme… y para satisfacerte… hasta el orgasmo… tu orgasmo… muchos!!! Debemos establecer nuestra “palabra clave”. Tú la escoges, para que no se te olvide!

−Tienes una nueva orden… nunca te corras o te vengas, sin decírmelo, no!!! Siempre avísame, pues será como música en mis oídos. Saber que Mi Puta goza es lo máximo. Dímelo. Grítamelo. Siempre dime −Ayyy, Me Vengooo, Dame durooo, Me Corrooo!!!

Me di cuenta de que Luze había tomado más de la cuenta, de manera que la asistí a acostarse y me fui a casa. En un par de días la llamaré, a preguntarle cómo amaneció.

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